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Lo menos grave es que haya un torero
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TRINCHERA CULTURAL

Lo menos grave es que haya un torero

En conversaciones privadas, y no tan privadas, los líderes del PP han tratado con cierta condescendencia a Vox. Aunque a veces, en los días impares y según quién, acaban diciendo cosas muy parecidas a ellos

Foto: Vicente Barrera junta al candidato de Vox a la Presidencia de la Generalitat Valenciana, Carlos Flores. (Europa Press/Rober Solsona)
Vicente Barrera junta al candidato de Vox a la Presidencia de la Generalitat Valenciana, Carlos Flores. (Europa Press/Rober Solsona)
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La noticia del nombramiento de Vicente Barrera como vicepresidente de la Comunidad Valenciana me pilló entre periodistas y produjo este breve diálogo del que yo no participé. Mi aportación a la noticia fue reírme un poco del chiste, buscar algo de información en mi teléfono móvil, respirar aliviada al comprobar que además de matador de toros, Barrera es licenciado en Derecho, aunque nunca haya ejercido. Como si eso bastara para tenerle a alguien respeto. Enseguida volvió a faltarme el aire.

Este artículo nace condenado al fracaso, a una caducidad temprana. Nada tengo en contra de que haya un torero en un gobierno, mucho menos un titulado superior. Eso sí, llevo notablemente peor que comparta en redes sociales, lo que debe llevar tiempo trasladando a comidas familiares, copas entre amigotes, mítines varios, encuentros informales.

Su nostalgia franquista, ese olor a reconquista, a florido pensil. Extranjeros que asaltan nuestras fronteras, que violentan nuestras calles, que violan a nuestras mujeres. Hombres subidos a caballo, mujeres subidas a unos tacones. Cada uno en su sitio y un Dios que no es el mío en el de todos.

También llevo regular su escaso tino al acentuar las palabras, cosa que demuestra el fracaso de un sistema educativo que lanza licenciados al mundo con faltas de ortografía. Maldita LOGSE.

Es el suyo un perfil habitual en redes sociales y en tertulias de bar. Votantes de extrema derecha bastante faltones y que no saben hablar bajo porque se encuentran en un sinvivir. En medio de una guerra cultural habitada por los sin papeles, los okupas, las feministas, el lobby gay, el lobby trans, los comunistas, los de la paguita, los separatistas, los ateos y los infieles. Son tantos los enemigos de esa España que aún no entiendo cómo entre todos ellos no de dan la mayoría absoluta a Pedro Sánchez.

Foto: Carlos Mazón, próximo presidente de la Generalitat, con Pérez Llorca y Miguel Barrachina. (EFE/Manuel Bruque)

En conversaciones privadas, y no tan privadas, los líderes del PP han tratado con cierta condescendencia a Vox. Aunque a veces, en los días impares y según quién, acaban diciendo cosas muy parecidas a ellos. Pero abunda el liberal aseado que se presenta en cuanto puede como ejemplo de seriedad, de experiencia, de gestión. Mientras, considera a los de Abascal una panda de zascandiles, bravucones, perros salvajes a ratos que acabarán por amansarse, siempre empeñados en no salirse del carril de la batalla cultural. Qué cosas tienen, qué personajes. Llegarán y comerán de nuestra mano. Y está siendo al revés.

Como si la batalla cultural no fuera importante. Como si la igualdad, el cambio climático, la inmigración, la violencia machista y la identidad de género fueran fruslerías, nimiedades. Cosas minoritarias a las que este gobierno ha protegido hasta el extremo con leyes a cambio de atentar contra las minorías. Lo dijo Alberto Núñez Feijóo en su entrevista con Carlos Alsina, que era más fácil "cambiar de sexo que sacarse el carné".

Por eso la vigencia de este artículo será brevísima. Porque los cambios se están produciendo a la misma velocidad a la que el PP valenciano llegó a un acuerdo con Vox. No eran prisas, sino ganas, dijo Carlos Mazón. Y después del vicepresidente licenciado y torero y algunas risas al respecto, vino el resto.

Vino todo eso y vendrá más. Y no será porque no avisaron. Y no será porque no lo advirtieron. Unos en sus mítines, la oposición en su réplica

Vino hablar de violencia intrafamiliar, de que la violencia de género no existe. Vino la eliminación de la concejalía de la Mujer en Burgos, vino la intención de derogar la Ley de Identidad y Expresión de Género por la que el PP había votado a favor en Aragón. Salieron en tromba Feijóo, Cuca Gamarra y el propio Mazón a poner los puntos sobre las íes. A decir que claro que la violencia machista existe, que ni un paso atrás. Como si ese paso atrás no se hubiera dado ya hace muchas semanas, cuando se les abrió la puerta y se les dejó gobernar primero en las Cortes de Castilla y León.

Como si no lleváramos 1.206 asesinadas desde el 1 de enero de 2003.

Y después de eso vinieron las ganas de quitar parquímetros, de dar rienda suelta a los coches, vino la concejalía de Igualdad, Policía y Tercera Edad para Vox en Calvià. Vino todo eso y vendrá más. Y no será porque no avisaron. Y no será porque no lo advirtieron. Unos en sus mítines, la oposición en su réplica. La sociedad que quieren.

Ni un paso atrás, dicen. Claro que sí.

La noticia del nombramiento de Vicente Barrera como vicepresidente de la Comunidad Valenciana me pilló entre periodistas y produjo este breve diálogo del que yo no participé. Mi aportación a la noticia fue reírme un poco del chiste, buscar algo de información en mi teléfono móvil, respirar aliviada al comprobar que además de matador de toros, Barrera es licenciado en Derecho, aunque nunca haya ejercido. Como si eso bastara para tenerle a alguien respeto. Enseguida volvió a faltarme el aire.

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