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'La oferta': así se hizo 'El Padrino', esa supuesta película del montón
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'La oferta': así se hizo 'El Padrino', esa supuesta película del montón

La serie recrea todas las dificultades que acompañaron la producción de la obra maestra de Francis Ford Coppola, 'El Padrino'

Foto: Fotograma de la serie 'La oferta'.
Fotograma de la serie 'La oferta'.

Mientras esperamos la fascinante serie sobre cómo se rodó Jeanne Dielman (guion escrito en dos semanas y planos fijos de detergentes), que hoy consideramos la mejor película de la historia, podemos entretenernos viendo una serie sobre cómo se rodó El Padrino, una película prácticamente del montón. Con todo, parece que hacer una película del montón como El Padrino no fue tan fácil como hacer Jeanne Dielman, quién sabe por qué. A lo mejor porque era una película de verdad: con decenas de actores, ambición, tema arriesgado, genios delante y detrás de la cámara y necesidades de producción al más alto nivel de exigencia creativa. De todo ello da cuenta La oferta (SkyShowtime), la irregular serie que por fin puede verse en España.

Si frecuentan la web IMDB, sabrán de esa sección maravillosa llamada Trivia. En ella, diversas aportaciones van completando un reguero de anécdotas, curiosidades y conexiones relativas a un filme, que humanizan e iluminan la labor de producción cinematográfica. Improvisaciones, accidentes, conflictos, elecciones actorales frustradas, salarios, duración de rodajes, tomas infinitas para una escena… Todo este material para fanáticos da relieve a las obras maestras, que son siempre las que tienen más trivia de todas. Es probable que, cuanto mejor sea una película, más anécdotas genere.

placeholder Marlon Brando, como Vito Corleone en 'El Padrino'.
Marlon Brando, como Vito Corleone en 'El Padrino'.

Así las cosas, El Padrino nos dejó una tonelada de curiosidades y pistas sobre su realización, y La oferta viene a poner en danza todo ese legado metacinematográfico con 10 excesivos capítulos y un interés bamboleante. En resumen, cuando en la serie aparece Francis Ford Coppola, todo nos apasiona; cuando aparecen los productores, nos irritamos.

La causa de este desequilibrio se encuentra en haber elegido la experiencia y los recuerdos de Albert S. Ruddy, el productor de El Padrino, como eje del relato. Seguramente el productor de El Padrino se cree más importante que El Padrino entero, y así La oferta es una celebración un tanto sonrojante de su figura. No en vano, la última escena de peso del show se ha reservado para mostrar a Al Ruddy levantando el Oscar a mejor película del año, después de ver cómo Coppola pierde el de mejor director. Es el broche de oro a 10 episodios donde Ruddy se ha acostado de forma inverosímil con todas las chicas guapas de la serie, amén de haberse enfrentado heroica y otra vez inverosímilmente a dos peligrosas mafias: la del propio cine y la de verdad. Cuando en los créditos finales aparecen las fotos reales de los creadores de El Padrino, y se resume qué fue de ellos (a todos les fue increíblemente bien, claro), confirmamos nuestra desafección por el actor elegido para interpretar a Albert S. Ruddy, el excesivamente musculado Miles Teller. No se parecen en nada. Es como poner a Antonio Banderas a hacer de Pepe Isbert.

Una película (esto confirmamos con la serie, en efecto) es un milagro, y una película excepcional es una sucesión de milagros

La oferta, en fin, da muchas ganas de volver a ver El Padrino y de no creerse que una película así nos fuera regalada por la vida. Una película (esto confirmamos con la serie, en efecto) es un milagro, y una película excepcional es una sucesión de milagros. Todo puede torcerse, todo el mundo opina, todo el mundo sabotea a todo el mundo por su propio interés. Coppola pudo dirigir la película como pudo no hacerlo; contaron con Marlon Brando simplemente (se nos dice) porque el mítico actor quería putear a Frank Sinatra; la mafia acabó dejándoles hacer la película a cambio de que no se pronunciara la palabra mafia en ningún momento del metraje. Además, los productores no querían a Al Pacino en el papel de Michael Corleone porque era demasiado bajito y no querían rodar en Nueva York porque era demasiado caro; también deseaban ambientar la historia en los años setenta, porque recrear la época de posguerra elevaba el presupuesto. Basta imaginarse El Padrino sin Al Pacino, o rodada en los años setenta, para comprender lo cerca que puede estar una película de ser cualquier cosa menos lo que celebramos. Recuerden que Casablanca la iba a protagonizar Ronald Reagan.

Cuando vemos una película perfecta, pensamos que fue fruto de unas condiciones de rodaje placenteras, de mucho amor entre el elenco y cierto amor aún mayor por el propio cine, que hizo a todo un equipo trabajar unido en aras de la excelencia. Lo cierto es que una película perfecta es, a fin de cuentas, fuerza de voluntad, seguramente de su director, que consigue hacer lo que puede con lo que tiene, entre malabares de egolatría y chapuzas disfrazadas de genio. Coppola ni siquiera quería a James Caan en El Padrino, y la escena de James Caan tiroteado es una de las más recordadas de la película. A lo mejor Coppola lo tiroteó con gusto porque le impusieron su participación.

placeholder Cartel promocional de la serie 'La oferta'.
Cartel promocional de la serie 'La oferta'.

Tanto Coppola como Mario Puzo salen beneficiados de sus encarnaciones, a cargo de Dan Fogler y Patrick Gallo. Les vemos crear el guion de El Padrino entre pasta con tomate y copazos, en mansiones inmensas, vestidos como los jardineros que cuidan los arriates. Robert Evans (Matthew Goode), sin embargo, el gran productor de Paramount, parece un caricatura de play boy idiota, eternamente enredado en alguna fiesta loca en un hotel de cinco estrellas. Es curioso cuando la propia industria audiovisual falsifica su realidad o percute el cliché al hablar de sí misma, como si no se conociera.

Un momento rarísimo sucede cuando se nos presenta a Marlon Brando. De pronto, nos damos cuenta de que un actor más o menos parecido a Coppola, otro más o menos parecido a Puzo, y otro más o menos parecido a Ruddy pueden darles vida en una serie dramática, pero hacer de Marlon Brando (y luego de Al Pacino) resulta imposible; comprendemos de pronto que eso es inviable.

No hay nada más difícil que un actor que interpreta a otro, sobre todo si es una estrella

Aunque Justin Chambers (Brando) y Antonio Ippolito (Pacino) cumplen y son verosímiles, he llegado a pensar que no hay nada más difícil que un actor interpretando a otro actor, sobre todo si es una estrella. Cualquiera puede interpretar a Franco, Jackie Kennedy o Dalí, pero interpretar un rostro que siempre hemos contemplado precisamente interpretando parece abocado al fracaso. Son rostros, los de Brando o Pacino, agotados, exclusivos, que no pueden ser imitados ni sustituidos, y quizá por eso en La oferta Brando/Chambers aparece poco y esquinadamente, como asumiendo que la inmensidad de Brando solo podía captarse desde la elisión y la reverencia.

La serie, estrenada el año pasado, cierra con esta leyenda sobreimpresa: “En 2022 se cumplen 50 años de El Padrino. Está ampliamente considerada la mejor película de todos los tiempos”.

¡Qué va!

Mientras esperamos la fascinante serie sobre cómo se rodó Jeanne Dielman (guion escrito en dos semanas y planos fijos de detergentes), que hoy consideramos la mejor película de la historia, podemos entretenernos viendo una serie sobre cómo se rodó El Padrino, una película prácticamente del montón. Con todo, parece que hacer una película del montón como El Padrino no fue tan fácil como hacer Jeanne Dielman, quién sabe por qué. A lo mejor porque era una película de verdad: con decenas de actores, ambición, tema arriesgado, genios delante y detrás de la cámara y necesidades de producción al más alto nivel de exigencia creativa. De todo ello da cuenta La oferta (SkyShowtime), la irregular serie que por fin puede verse en España.

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