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Lo que cuesta y lo que vale un huevo
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'TRINCHERA CULTURAL'

Lo que cuesta y lo que vale un huevo

Una cajita opaca de cartón a la que le falta un huevo es un conjunto incompleto. Esto es algo grave y diferente. Una bomba de relojería colocada en la atención al cliente

Foto: Imagen: Unsplash/Amr Serag.
Imagen: Unsplash/Amr Serag.

En la puerta del supermercado, corrillo. Buenos ciudadanos, honestos y ahorradores, con sus bolsas hinchadas como frutos que cuelgan de las ramas. “Menos mal que he mirado”, dice una. El resto asiente con indignación, se confirma la noticia fastidiosa. Pongo la oreja: “Si no, llego a casa, abro la nevera y cuando voy a poner los huevos en su sitio, cinco. Y vuelta al súper. Pues vaya gracia”. La papada de un hombre se hincha como una gaita furibunda. “Cinco la media docena”, confirma.

Dentro del supermercado también se comenta. La cajera echa balones fuera, como si le molestase el asunto: “Hay que revisar antes”. La que está pagando parece de esas señoras que le dan la razón a todo el mundo a la cara y luego a la espalda lo contrario: “Pues claro, pues lo mismo que la abres para ver si hay alguno roto, pues la abres para ver si faltan”. Hay otra en la cola que disiente: “No es igual uno roto que uno menos”. De modo que es eso, me digo. Aquí hay hueveras a las que les faltan huevos.

Por curiosidad, me paro en el expositor ovogallináceo y abro al azar un par de cajas: en ambas, seis huevos. Todo en orden. El universo sigue moviéndose con el pulso preciso de una estación ferroviaria. “Haces bien”, me dice el reponedor, un chaval repeinado con tatuajes en los brazos que ha aparecido a mi espalda.

Foto: Foto: Reuters/Sergio Pérez.

Entiendo. Cuando me ha visto abrir la huevera se ha puesto alerta. A ver si este es el ladrón y lo pillo, o a ver si es un cliente escarmentado, acerquémonos con tiento. Por mi parte, le pregunto qué pasa con los huevos y me informa. Nada, que alguien viene todos los días, abre una caja y se lleva un huevo. ¿Un huevo? Uno solo. Abre una de esas, saca un huevo, se lo guarda no sé dónde y se va. Ajá… Y así cada día, recalca.

Esto es curioso. Porque si alguien viene y se lleva un paquete de seis, nadie los echará en falta. Y si alguien hurta 12, tampoco. En cambio, cuando el ladrón roba un solo huevo, entonces tenemos una distorsión matemática. Aquí se pueden robar paquetes enteros, cerrados. Pasa cada día. Rufles, caseríos, beicon, maxibones, fritos, lonchas. Luego habrá alguna flecha en el balance y un diminuto movimiento. No pasará nada.

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En cambio, una cajita opaca de cartón a la que le falta un huevo es un conjunto incompleto. Esto es algo grave y diferente. Una bomba de relojería colocada en la atención al cliente. Lo primero son pérdidas, forma parte del gran mosaico del comercio. Lo segundo es una aventura aterradora. Alguien va a venir a quejarse. La gente se impacientará en la cola.

—Pero lo voy a pillar —dice el reponedor—. Nos hemos organizado. Por aquí siempre hay alguien mirando. Cuando lo pillemos, se va a enterar.

Foto: La guerra ha comenzado. (iStock)

Trato de imaginar la escena de la que el reponedor quiere ser partícipe, protagonista. La gloria por cazar 'in fraganti' al ladrón de huevos, acercarse por detrás, ponerle la mano en el hombro, caballero, señora, voy a llamar a la policía ahora mismo. Entiendo de inmediato que esto, pillarlo, es lo que les han pedido desde la dirección. Y ahora habrá trabajadores que quieran ser el héroe que pilla al ladrón, y otros que prefieran que se los trague la tierra antes de pasar por esa vergüenza. Yo preferiría no verlo. No pillarlo.

La frase "alguien roba un huevo cada día" contiene más información de lo que parece. Significa algo. El huevo es proteína y grasa. La frecuencia diaria implica ausencia y necesidad. Me pregunto: ¿se llevará también una sola patata? ¿Una sola cebolla? ¿Una sola manzana? Acaso vaya a otras tiendas a por el resto de productos de su dieta. Quizás es la falta de un huevo diario lo único detectable. El granel es mucho más desprendido.

Mi apuesta: el ladrón es una jubilada con la pensión no contributiva. Robar un huevo cada día implica constancia, paciencia y humildad

En fin. En eso pienso. Trabajadores organizados para cazar al ladrón homeopático. Clientes quejándose de la sinvergonzonería reinante. La inflación por encima del 10%. El precio de la energía escalando. Noticias que dan ya por cosa segura que la temporada de otoño-invierno es el retorno a la pobreza. ¿Quién se está adelantando?

¿Quién es el autor de este robo continuo y delicado? Mi apuesta: el ladrón de huevos es una jubilada con la pensión no contributiva. Porque robar un solo huevo cada día implica constancia, paciencia y humildad. No sé si es algo a la altura de los jóvenes. Los jóvenes, cuando tienen necesidad, son más violentos. Los jóvenes tienen grandes proyectos, para lo bueno y para lo malo. Un huevo al día es robar confiando en que sea el último.

Me pregunto qué nos queda por ver.

En la puerta del supermercado, corrillo. Buenos ciudadanos, honestos y ahorradores, con sus bolsas hinchadas como frutos que cuelgan de las ramas. “Menos mal que he mirado”, dice una. El resto asiente con indignación, se confirma la noticia fastidiosa. Pongo la oreja: “Si no, llego a casa, abro la nevera y cuando voy a poner los huevos en su sitio, cinco. Y vuelta al súper. Pues vaya gracia”. La papada de un hombre se hincha como una gaita furibunda. “Cinco la media docena”, confirma.

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