Un verano de Historia III | La peripecia de la Gran Armada de los Reyes Católicos en Flandes
La operación más compleja y delicada en el mar de Isabel y Fernando no fue ni bélica, ni de exploración, sino diplomática: quince naos, seis carabelas y cuatro carracas genovesas con casi 6.000 hombres en misión de paz
La operación más compleja y delicada de los Reyes Católicos en el mar no fue ni bélica ni de exploración, sino diplomática: antes de las expediciones al norte de África, —Un verano de historia I—, la segunda campaña de Nápoles, —Un verano de Historia II— y la sorpresa de América —próxima entrega—, el reto de la armada de Flandes fue tan singular como relevante: se trataba de mostrar a los flamencos a la infanta Juana de Castilla con todo el boato y fuerza naval del que disponían Castilla y Aragón, al mismo tiempo que debía proteger de cualquier vicisitud en el viaje de vuelta a Margarita de Austria, aunque al final sería la primera la improbable futura heredera de los dos reinos. Junto a Granada, el norte de África y Nápoles, el imperio pasaba por Centroeuropa, en el ducado de Borgoña: una adquisición vía matrimonial, diferente a las anteriores, y una pieza más del increíble equilibrio de la política exterior que ejecutaron en esos años Fernando e Isabel.
La expedición marítima que embarcó en Laredo fue de tal magnitud e importancia que hasta se encomendó a Cristóbal Colón, que había vuelto ya de su segundo viaje a lo que sería el Nuevo Mundo, que valorara la idoneidad de la ruta, más por cortesía que por verdadera necesidad, —tal y como cuenta Miguel Ángel Ladero en 'La Gran Armada de Flandes'—, en medio de las difíciles gestiones con Isabel sobre la recompensa e importancia del descubrimiento. Es importante matizar que la expedición de Cristóbal Colón cinco años antes fue una nimiedad en comparación. La gran armada de Flandes contó finalmente con 15 naos, seis carabelas y dos carracas genovesas, en total 2.260 soldados en misión de paz. Muy poco menos de lo proyectado en una reunión con los capitanes y almirantes convocados que decidió cómo debía de ser la comitiva: jamás antes los Reyes Católicos habían fletado una armada igual en todo su reinado, no sólo en cuanto a número de barcos y mercancías, sino también en cuanto a la cantidad y calidad del armamento naval, que era el más moderno de entonces.
Castilla mantenía buenas relaciones con Francia, mientras que para Aragón era su enemigo mortal
La cuestión de las alianzas matrimoniales de los Reyes Católicos fue intrincada y azarosa. Según el hispanista Joseph Pérez, Castilla había mantenido excelentes relaciones con Francia en el pasado, mientras que para Aragón era su enemigo mortal. Así, Castilla hizo propia la estrategia del rey Fernando de aislar a Francia con las políticas matrimoniales de los infantes, aunque nada saliera del todo según lo esperado, razón por la cual la expedición de Flandes sería al final la que cobrara más importancia por la consecución de desgracias familiares de Isabel y Fernando. Para el erudito Jaume Vicens Vives, Fernando concibió "una gran alianza occidental" entre España, Inglaterra y los Habsburgo, que reinaban sobre Flandes y Borgoña, para poder dominar Italia y el norte de Europa.
Doble matrimonio
Así, la unión del heredero del trono de Inglaterra, Arturo, con la infanta Catalina de Aragón se proyecta en 1489 y nuevamente en 1496 y se celebra en 1501. Ni siquiera la muerte de Arturo disuade de la idea, ya que se plantea de nuevo con el futuro Enrique VIII, con quien se celebrará el matrimonio, que luego sera rotó por el propio monarca inglés. Mientras, en el siglo XV venía constituyéndose un estado entre Francia y el Imperio: el ducado de Borgoña, que será de vital importancia en toda la historia al proveer finalmente al heredero final del imperio soñado por Isabel y Fernando. María de Borgoña, hija de Carlos el Temerario, se casa con el emperador Maximiliano de Austria y tiene dos hijos: Felipe el Hermoso y Margarita de Austria —Joseph Pérez, 'Isabel y Fernando: los reyes católicos'—. El doble matrimonio que esbozan Fernando e Isabel entre sus hijos y los herederos del Sacro Imperio Romano-Germánico y el ducado de Borgoña definirá el futuro imperio de la Monarquía Hispánica, aunque no de la forma proyectada.
La gran armada de Flandes se preparó con el objetivo de trasladar a la infanta Juana de Castilla, que ya había contraído matrimonio por poderes con Felipe el Hermoso, y traer de vuelta a Margarita de Austria, futura reina consorte, que también había sido ya esposada con el heredero Juan, quien había de aunar las dos coronas y el futuro imperio. Eran los príncipes más poderosos de Europa. La reina Isabel de Castilla fue quién se ocupó principalmente de organizar el crucial viaje, además de acompañar a su hija Juana al embarque en Laredo mientras Fernando se ocupaba de la guerra en el Rosellón contra Francia. En los meses anteriores, la reina dispuso de órdenes y continuos correos y cédulas para organizar el crucial viaje que se encomendó al secretario real Fernando de Zafra y bajo el mando del almirante Fadrique Enríquez, —Miguel Ángel Ladero Quesada, 'La armada de Flandes un episodio en la política naval de los Reyes Católicos'—.
Toda España se vio implicada en la preparación de la armada, del aprovisionamiento al ajuar
Además se preparó con minucioso detalle las mercancías que debía trasladar la flota para mostrar a los flamencos el poderío de Castilla y Aragón: "Toda España se vio implicada en la preparación de la armada, desde el aprovisionamiento (bizcocho en Sevilla, animales de Castilla, conservas de Valencia), a la organización del ajuar (paños y ropa blanca de Valladolid, cuchillos de Barcelona, lo necesario para pan candeal de Carrión, etc.). Especialmente en el ajuar de Doña Juana se refleja la potencia económica y mercantil de la corte de los Reyes Católicos, los puntos fuertes manufactureros y sus carencias. En resumen, la infanta llevaba lo mejor de cada zona". —'La armada de Flandes y el viaje de la princesa Juana', M. León Guerrero—. Isabel y Fernando lo habían dispuesto todo para que la princesa Juana llegara arropada y equipada de acorde a su posición, sin embargo, una de las carracas en las que se trasladaba la mayor parte de su ajuar encalló, lo que hizo que su presentación en la corte flamenca fuera menos espectacular.
La armada más poderosa
La armada más poderosa de los Reyes Católicos contó finalmente con casi 6.000 personas que embarcaron en Laredo, Cantabria, una población entonces de apenas 2.000 habitantes, lo que da idea de la enormidad de la flota que se sirvió para tan crucial viaje. Partieron de Laredo el 22 de agosto y, tras refugiarse en la costa inglesa debido a fuertes temporales, arribó a Flandes. Después de que se encontraran Felipe y Juana, que ocurre el 17 de octubre, la flota tenía que partir de nuevo hacia Castilla con Margarita, pero los temporales retrasaron el viaje más de lo esperado. De hecho, las duras condiciones acabaron con más de 1.000 personas que formaban parte de la Armada entre diciembre de 1496 y enero de 1497. Finalmente, la comitiva de vuelta salió de Flandes en febrero y, tras tener que refugiarse de nuevo en Inglaterra, llegaría a la Penísula Ibérica en marzo de 1497.
La enorme armada cumplió con su cometido, aunque nada saliera como lo proyectado
El operativo fue exitoso, apenas hubo incidentes y la enorme Armada cumplió con su cometido, aunque finalmente nada saliera realmente como se había proyectado. El doble matrimonio de los infantes castellanos y borgoñeses se invirtió cuando, primero la muerte de Juan de Castilla y después la del hijo de este con Margarita, antes siquiera de nacer, trasladaron la línea dinástica a la infanta Isabel, casada con el rey de Portugal, que de no haber fallecido a su vez al dar a luz a su hijo habría cambiado para siempre la naturaleza del imperio, que habría formado parte con Portugal y sus posesiones de Ultramar. Así, todo recayó en la infanta Juana, que había partido a Flandes con la Gran Armada y que estaba casada con Felipe el Hermoso, consumando la penúltima pieza del imperio español de forma caprichosa, puesto que originariamente se había pensado en la figura de Juan. Flandes cambiaría definitivamente la política hispánica para bien y para mal al entroncar los intereses centroeuropeos en las coronas de Aragón y Castilla.
La operación más compleja y delicada de los Reyes Católicos en el mar no fue ni bélica ni de exploración, sino diplomática: antes de las expediciones al norte de África, —Un verano de historia I—, la segunda campaña de Nápoles, —Un verano de Historia II— y la sorpresa de América —próxima entrega—, el reto de la armada de Flandes fue tan singular como relevante: se trataba de mostrar a los flamencos a la infanta Juana de Castilla con todo el boato y fuerza naval del que disponían Castilla y Aragón, al mismo tiempo que debía proteger de cualquier vicisitud en el viaje de vuelta a Margarita de Austria, aunque al final sería la primera la improbable futura heredera de los dos reinos. Junto a Granada, el norte de África y Nápoles, el imperio pasaba por Centroeuropa, en el ducado de Borgoña: una adquisición vía matrimonial, diferente a las anteriores, y una pieza más del increíble equilibrio de la política exterior que ejecutaron en esos años Fernando e Isabel.
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