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Todo por aguardiente: cómo Austria se hizo un lío y libró una batalla contra sí misma
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Todo por aguardiente: cómo Austria se hizo un lío y libró una batalla contra sí misma

A finales del siglo XVIII una disputa por alcohol provocó el pánico entre las filas austrohúngaras. Los turcos llegaron dos días después, ganando una batalla en la que ni estaban presentes

Foto: José II del Sacro Imperio Romano Germánico, el comandante del desastre. (Cedida)
José II del Sacro Imperio Romano Germánico, el comandante del desastre. (Cedida)

A finales del siglo XVIII, la beligerante emperatriz rusa Catalina la Grande decidió ampliar el territorio ruso librando guerras y, dicho simple y llanamente, repartiéndose Polonia (lo que, echando un vistazo a la historia, parece ser un tema recurrente para los rusos). Las campañas militares más importantes que libró la emperatriz fueron las dos guerras Ruso-otomanas (1768-1774 y 1787-1792) en las que, primero, se logró la independencia de la península de Crimea (que fue absorbida por Rusia en 1783) y en la segunda se logró la anexión del Yedisán, lo que hoy corresponde a las regiones de Odesa y Mikolaiv, al suroeste de lo que hoy es Ucrania.

Durante este periodo, el imperio ruso mantenía una estrecha alianza con el Imperio Austrohúngaro, al que reclamó su participación en la guerra contra los otomanos, lo que desembocó en su propio conflicto bélico, la Guerra Austro-Turca (1787-1791).

"Cuando la infantería avistó la fiesta [sic], pidieron 'schnapps' (aguardiente) para ellos, pero los húsares se negaron a compartir"

Pero, al igual que le ocurrió a España con la Guerra de los Siete Años, el Imperio Austrohúngaro no tenía ningunas ganas de involucrarse en este conflicto, sobre todo por las amenazas prusianas, aliadas del Imperio Otomano. Esa desgana quedó patente entre el 21 y el 22 de septiembre de 1788, cuando el ejército austríaco se encontraba a las afueras de lo que hoy es la ciudad rumana de Caransebeș, al oeste del país, cerca de la actual frontera con Serbia.

El día 21, tal como explicaba el historiador alemán del siglo XIX Friedrich Christoph Schlosser, alrededor de 100.000 tropas del Imperio Austrohúngaro se encontraban en la ciudad, preparados para protegerla del avance otomano. Una unidad de húsares avanzaron hacia el frente, cruzando el río Timiș, con la idea de patrullar y localizar al enemigo, cuando se encontraron con un grupo de gitanos romaníes, que les ofrecieron aguardiente.

placeholder La 'Batalla de Karansebes', de Fausto Zonaro. (Cedido)
La 'Batalla de Karansebes', de Fausto Zonaro. (Cedido)

Pero, como se explica en informes militares de la época que han sobrevivido hasta nuestros días, tras notar la ausencia prolongada de la avanzadilla, el mando austríaco ordenó el avance de grupos de infantería, con el objetivo de encontrar a los húsares. Fue entonces que, como se afirma en el informe, "cuando la infantería avistó la fiesta [sic], pidieron 'schnapps' (el aguardiente que bebían) para ellos también, pero los húsares se negaron a compartir". Esto provocó una trifulca, en la que un soldado acabó disparando su rifle contra el 'enemigo' (aunque no se aclara de qué 'bando' era).

Esto solo significó el principio del fin. La batalla entre las propias filas austrohúngaras acababa de comenzar. En algún momento, soldados de la infantería (croata e italiana) empezaron a gritar "¡Turci!, ¡Turci!" (¡Turcos!). Al creer que, en efecto, estaban siendo atacados por el verdadero enemigo, la disciplina de los húsares hizo que estos se reagrupasen y retrocediesen para unirse al grueso de las tropas austrohúngaras. Pero no puede decirse lo mismo de las infanterías croata e italiana: ahí cundió el pánico, escuchándose disparos hacia un enemigo que realmente no estaba ahí.

¿El resutlado? 150 muertos, 1.200 heridos, 563 desaparecidos, 3 piezas de artillería destruidas y la desaparición de las arcas de guerra

Uno de los principales problemas era que, al contrario que ocurría con la inmensa mayor parte de los imperios del siglo XVIII, el Austrohúngaro estaba formado por decenas de etnias y nacionalidades diferentes, al igual que su ejército. No solo eso, sino que diferentes unidades no hablaban el mismo idioma. A pesar de que la lengua oficial eran el alemán y el húngaro, gran parte de la población hablaba únicamente sus lenguas nativas: checo, polaco, rumano, esloveno, eslovaco, serbio, ucraniano e italiano.

Como se expone en un documento oficial del ejército austríaco ('Historia de la campaña de 1788 del principal ejército imperial contra los turcos') los oficiales (que solo hablaban alemán), empezaron a gritar '¡Halt! ¡Halt!' (Alto) con la intención de restaurar el orden entre sus filas. Pero los soldados a los que gritaban, que no hablaban el mismo idioma, llevados por el pánico, escucharon '¡Alá!, ¡Alá!', con lo que la batalla interna solo se recrudeció.

Al mismo tiempo, el mando austrohúngaro, que había escuchado disparos propios de una batalla en la lejanía, observó cómo una unidad de caballería al completo venía desde donde sonaban los disparos directamente hacia las filas austríacas. Fue entonces cuando el mando ordenó el uso de la artillería para parar la ofensiva turca, cuando en realidad se trataba de los húsares regresando a filas.

Foto: Mural del Palacio Nacional mexicano pintado por Diego Rivera que representa la conquista de México.

Tras unas horas de batalla, se reinstauró el orden, pero el emperador José II del Sacro Imperio Romano Germánico ordenó la retirada de sus tropas, al no creer que la moral del ejército fuese lo suficientemente buena como para hacer frente a los turcos.

Los resultados de la batalla, a pesar de que existen diferencias en los números de bajas dependiendo de cada historiador, se sitúan alrededor de los 150 muertos, 1.200 heridos, 563 desaparecidos en combate, 3 piezas de artillería destruidas y la desaparición de las arcas de guerra, que contenían las pagas de las tropas. Por supuesto, dos días después, el 24 de septiembre, las tropas otomanas llegaron, finalmente, a la ciudad, encontrándose un panorama desolador y sin entender qué había pasado exactamente. Tomaron la ciudad sin resistencia alguna ese mismo día.

A finales del siglo XVIII, la beligerante emperatriz rusa Catalina la Grande decidió ampliar el territorio ruso librando guerras y, dicho simple y llanamente, repartiéndose Polonia (lo que, echando un vistazo a la historia, parece ser un tema recurrente para los rusos). Las campañas militares más importantes que libró la emperatriz fueron las dos guerras Ruso-otomanas (1768-1774 y 1787-1792) en las que, primero, se logró la independencia de la península de Crimea (que fue absorbida por Rusia en 1783) y en la segunda se logró la anexión del Yedisán, lo que hoy corresponde a las regiones de Odesa y Mikolaiv, al suroeste de lo que hoy es Ucrania.

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