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'La ciudad es nuestra': ¡deja ya en paz a Baltimore, David Simon!
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'La ciudad es nuestra': ¡deja ya en paz a Baltimore, David Simon!

La nueva serie del creador de 'The Wire' vuelve a la ciudad de sus desvelos con una trama excesivamente didáctica y bastante confusa

Foto: 'La ciudad es nuestra'. (HBO)
'La ciudad es nuestra'. (HBO)

Baltimore está a poco más de media hora en tren de Washington DC, ciudad donde nació David Simon. Fue en Baltimore donde Simon consiguió el trabajo de sus sueños, periodista de sucesos. Durante más de 10 años, cubrió todo tipo de delitos. Según declaró, lo pasaba bien. Era divertido ir por las calles de la ciudad anotando historias sobre asesinatos, tráfico de drogas y corrupción policial. Cuando unos “hijos de puta” (sic) se hicieron con su periódico, dejó de disfrutar del trabajo y renunció. Pasó un año acompañando a una unidad policial y escribió un libro, ' Homicide: a year on the killing streets', que le abrió las puertas de la industria audiovisual. 'Homicide: life on the streets' (1993-1999) fue su primera serie. Después hizo 'The corner' (2000), nuevamente sobre la guerra de drogas en Baltimore. Repitió con 'The Wire' (2002-2008), para muchos, la mejor serie de televisión de todos los tiempos.

Catorce años ha estado Simon sin hacer publicidad negativa sobre Baltimore. En la oficina de turismo de la ciudad deben de haber considerado seriamente adoptar este eslogan: “Baltimore, la Disneylandia de la drogas y el asesinato”. En realidad, a cualquiera que haya disfrutado con 'The Wire' le entran muchas ganas de visitar Baltimore, un poco como quien va a Almería a ver los escenarios donde se rodaron tantas películas del Oeste.

La nueva serie sobre la urbe más vilipendiada del mundo se titula 'La ciudad es nuestra', cuyos seis episodios anda desgranando HBO estos días. Es lo de siempre, pero peor.

'La ciudad es nuestra' empieza con un monólogo. Ahí recordamos que era en realidad el monólogo, y no los diálogos o la acción, lo que constituía la esencia de 'The Wire'. Los personajes, de forma recurrente, soltaban una parrafada. Hablaban de la vida, de su pasado o hacían un análisis crudo y a vuela pluma de alguna dinámica social, desde la vida en los bloques a la 'cadena de mando'. Eran brillantes. También este íncipit elocuente del policía protagonista de 'La ciudad es nuestra' tiene mucha fuerza. Después, todo se vuelve confuso.

Falta de química

En la serie se ha elegido el interrogatorio como desencadenante narrativo. Este cambio puede tener que ver con la gran efectividad del recurso en series como 'True Detective' (2014) o 'Line of Duty' (2012-2021). Singularmente en esta última, el interrogatorio (recordemos: simplemente una mesa con gente que pregunta y gente que contesta de un lado al otro del tablero) resulta electrizante. En 'La ciudad es nuestra' no acaba de salirles bien. Los agentes federales que interrogan carecen de carisma, incluso de química entre ellos. Los policías sometidos al careo diría uno que han contado eso mismo en otra serie. Después de cada interrogatorio, hay un flash back, y después de dos 'flashbacks', no solo no sabes en qué punto de la historia estás, sino que te da un poco lo mismo.

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David Simon ha querido dedicar una miniserie a la corrupción policial, tomando como punto de partida el libro de otro periodista de Baltimore, llamado Justin Fenton. La cosa es tan concreta que la corrupción revisada es específicamente la de la unidad de rastreo de armas. Se trata de uno de los problemas de 'La ciudad es nuestra': resulta demasiado específica. Todo ha sido documentado y esa documentación no se le ahorra al espectador. Hay escenas dedicadas a informarnos, muy concretamente, sobre cómo se devuelve a la comisaría un localizador. Se habla mucho de papeleo, política local y vericuetos judiciales en las demandas contra un agente. Este afán didáctico ahoga a los personajes, que parecen profesores de un seminario sobre el crimen en el siglo XXI.

Hay buenos y malos, que es lo peor que se puede decir de una película o una serie desde que tenemos veinte años. En 'The Wire' no había buenos y malos, o no tan definidos, tan cristalinamente condenados por su creador. Además, el supuesto protagonista (prometedoramente encarnado por Jon Bernthal) no sale. El espectador se pregunta: ¿cuándo vuelve a salir Jon Bernthal? Y la verdad es que sale más en la serie una cafetera que él.

Cuando por fin protagoniza una escena, ya no sabemos en qué punto temporal de la historia está el amigo Bernthal.

'La ciudad es nuestra' es demasiado específica: todo ha sido documentado y esa documentación no se le ahorra al espectador

En general, las sucesivas escenas de registros de viviendas en busca de drogas, armas, dinero que robar o niños y mujeres que amedrentar resultan soporíferas. Parece como si las series policiales llevaran dos décadas revisando la misma casa. “En este país no hay mayor dictadura que la de un poli de servicio”, escuchamos. La serie nunca sobrepasa esa simpleza.

'La ciudad es nuestra' es como una coda innecesaria de 'The Wire', mejor filmada, mejor producida, más estética, pero sin la increíble fuerza apelativa que encontrábamos en el vívido y descarnado material que fundamentaba aquella obra maestra. Se puede ver, claro, como se puede volver con una novia.

Baltimore está a poco más de media hora en tren de Washington DC, ciudad donde nació David Simon. Fue en Baltimore donde Simon consiguió el trabajo de sus sueños, periodista de sucesos. Durante más de 10 años, cubrió todo tipo de delitos. Según declaró, lo pasaba bien. Era divertido ir por las calles de la ciudad anotando historias sobre asesinatos, tráfico de drogas y corrupción policial. Cuando unos “hijos de puta” (sic) se hicieron con su periódico, dejó de disfrutar del trabajo y renunció. Pasó un año acompañando a una unidad policial y escribió un libro, ' Homicide: a year on the killing streets', que le abrió las puertas de la industria audiovisual. 'Homicide: life on the streets' (1993-1999) fue su primera serie. Después hizo 'The corner' (2000), nuevamente sobre la guerra de drogas en Baltimore. Repitió con 'The Wire' (2002-2008), para muchos, la mejor serie de televisión de todos los tiempos.

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