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Lorenzo Silva: "Un error de la izquierda es dejar que la ultraderecha monopolice las fuerzas armadas"
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Entrevista

Lorenzo Silva: "Un error de la izquierda es dejar que la ultraderecha monopolice las fuerzas armadas"

El escritor publica 'Nadie por delante', en que reconstruye a partir de testimonios reales las misiones del ejército español en Perejil, Irak y la reciente evacuación en Afganistán

Foto: Lorenzo Silva, en una imagen reciente. (EFE/Rodrigo Jiménez)
Lorenzo Silva, en una imagen reciente. (EFE/Rodrigo Jiménez)

Siete años le ha costado a Lorenzo Silva escribir 'Nadie por delante' (Destino), una rara avis en la narrativa española. Extraña porque va sobre la guerra. Sobre la de verdad. Un tema que, ciertamente, es escaso en nuestras librerías (quitemos todo lo que tenga que ver con la Guerra Civil). Para llevar al papel las peripecias del Mando de Operaciones Especiales del Ejército de Tierra de Perejil a Kabul, el propio escritor se sumergió con ellos en misiones en Afganistán —le costó bastante tiempo conseguir el permiso del Ministerio de Defensa— y en entrenamientos en el desierto de Los Monegros a 40 grados. De ahí que en el libro, de ficción, pero construido a partir de testimonios reales de militares, y que se lee del tirón, se pueda palpar la atmósfera en la que viven y trabajan un grupo de personas más allá de prejuicios y cuestiones ideológicas. Por cierto, para los que andan esperando, el próximo Bevilacqua y Chamorro llegará este otoño.

placeholder 'Nadie por delante', de Lorenzo Silva.
'Nadie por delante', de Lorenzo Silva.

PREGUNTA. Este libro recorre la historia del Mando de Operaciones Especiales del Ejército de Tierra (MOE) desde la operación de Perejil hasta la evacuación del aeropuerto de Kabul este verano. Un libro bélico que aparece cuando hay una guerra en Europa. ¿Casualidad? ¿Visión? ¿Suerte?

RESPUESTA. Cuando lo estaba escribiendo, pensaba que no le interesaría a casi nadie. ¿Cuántas novelas de guerra has leído en los últimos años? Es que yo solo recuerdo la de Álvaro Colomer [' Aunque caminen por el valle de la muerte', sobre Irak]. Pero de repente salta lo de Ucrania y pensé, esto es casualidad… Pero luego creo que tampoco es sorprendente lo que está pasando. En cierta medida es consecuencia del último capítulo de este libro. Occidente dio una imagen tan extrema de debilidad e indigencia militar en Kabul que creo que alguno se llenó de valor y se equivocó porque Occidente no es tan débil como aparentó en Kabul. Aquello fue como 'Mad Max', el final de todo, la gente robando coches, quemando la gasolina, subiendo en los aviones como se podía… Y eso para cierta gente fue un estímulo para algo que llevaba mucho tiempo deseando hacer. La guerra era muy inesperada el año pasado, pero a partir del verano era más esperable y yo desde enero estaba convencido de que Rusia iba a atacar Ucrania. Cuando vi que la CIA estaba compartiendo la información que normalmente no comparte de que va a atacar, es que va a atacar.

P. Pero había tanta información que tienes que ser un experto para saber ciertas cosas, ¿no?

R. Pero es que había gente experta en geoestrategia que decía que no iba a pasar nada. ¡Pero cómo no iba a pasar si veíamos que había bases en la frontera de Rusia con Ucrania en que hace un año había 20 carros y ahora había 200! Eso era una guerra e iban a invadir. Era un poco disparatado, porque lo que hicieron al atacar seis frentes era muy disparatado… para fracasar como han fracasado. Pero lo que ha sucedido es que hemos generado una inestabilidad tal en el mundo que hace más probables las guerras. Incluso una guerra que arrasa un país entero, que afecta a la población civil, que provoca un desplazamiento masivo en Europa. Nos puede parecer desconcertante, pero si uno sigue la secuencia de acontecimientos de este siglo, es predecible que iba a pasar algo así.

"La guerra era inesperada el año pasado, pero a partir del verano era esperable y desde enero estaba convencido de que Rusia iba a atacar"

P. El libro acaba en Kabul, pero ¿por qué comienza en Perejil, con aquella invasión?

R. Elegí que fuera esta gente [el Mando de Operaciones Especiales del Ejército de Tierra] porque son los que están siempre en el peor sitio posible. Me llama la atención porque son voluntarios. Pero es la gente que ha estado en Irak hasta hoy mismo, Afganistán… Es la gente que ha pasado por todos los sitios, y varias veces. Y cuando todos los conocimos fue en Perejil, que fue su puesta de largo. Y mucha gente que luego ha pasado por estos lugares tuvo su bautismo en Perejil. Es el momento inicial de la vida guerrera de esta gente. Fue la primera vez que esta gente se planteó un desafío real en el que te confrontabas con otra potencia y corrías el riesgo de que te pasara algo malo. Habría sido muy malo que muriera algún español, que algún helicóptero se hubiera estrellado y que muriera un solo marroquí. Y, sin embargo, frente a la imagen que se tiene de un boina verde como un Rambo descerebrado, esta gente hizo una operación quirúrgica en la que, sin disparar un tiro, consiguieron desalojar el islote, desarmarlo y entregarlos sanos y salvos.

P. Lo dice en el libro y pasó con esta operación, pero también con otras. En España hay un posicionamiento de extremos con la cosa bélica: está el que decía que se quedaran con esas cuatro piedras o el que pedía que se bombardeara Rabat. Y ahora hemos vuelto a escuchar algo parecido con respecto a Ucrania, si bien hay una posición mayoritaria en cuanto al envío de armas.

R. Yo era contrario a la intervención en Perejil porque me parecía que no tenía valor y que tampoco había tenido una ocupación militar funcional, porque seis pobres hombres ahí…

P. De hecho, cuando llegan en busca del enemigo, lo que ven son cabras, según cuenta.

R. Sí, sí, es que había cabras y seis hombres pasando frío en una tienda de campaña. Lanzar una operación militar que podía haber salido mal… Yo era contrario a eso. Igual que era contrario a invadir un país y destruirlo y destartalarlo por una causa que además resultó ser falsa. En aquel momento, recuerdo que había gente que decía, pues da igual, lo devolvemos todo, Ceuta, Melilla… , aunque haya allí 130.000 españoles. Pero es que al revés también pasó. Hubo uno que me dijo: aquí lo que habría que hacer es mandar 20 F18 y bombardear Rabat. Y recuerdo que le dije, oye, pues avisa que tengo una tía en Rabat para que se vaya, aparte de que hay muchos más españoles en Rabat. Afortunadamente, en España hay mucha gente perorando en el bar, pero luego, en la realidad, somos gente más sensata, más tranquila y más consciente haciendo las cosas.

placeholder Lorenzo Silva, ayer en Madrid. (EFE/Rodrigo Jiménez )
Lorenzo Silva, ayer en Madrid. (EFE/Rodrigo Jiménez )

P. Como le decía, aparte de exabruptos, ahora parece que hay un posicionamiento mayoritario en cuanto al envío de armas y ayuda a Ucrania…

R. Pero también veo un proputinismo… Yo no tengo absolutamente nada ni contra Rusia ni contra los rusos, porque me parece irracional. Pero lo que es evidente es que es una operación ilegítima, inhumana, incivilizada, pésimamente planificada desde el punto de vista militar, y eso en una guerra con movilización masiva de armas supone daño máximo a inocentes. ¿Cómo alguien se puede poner a buscar justificaciones y manifestarse contra la OTAN?

P. Señalaba antes que no se toca mucho el tema de la guerra en la literatura en los últimos años. Quizás es porque vivimos en tiempos de paz. Las guerras, en las últimas décadas, nos han pillado muy lejos de España. No es lo mismo que cuando hasta los poetas eran soldados en el Renacimiento.

R. Tienes razón en que la mayoría de la población vive en una apacible y grata inconsciencia de todo lo que está sucediendo. Nos hemos visto interpelados por la guerra en Ucrania cuando hemos visto las ciudades bombardeadas, mujeres llorando, niños incluso muertos… y el pantone de la piel también parece que es el que mueve nuestro dolor. Pero es más agradable la inconsciencia. Lo segundo es que no es fácil escribir sobre la guerra. El Ministerio de Defensa no siempre da facilidades. Yo tardé siete años en poder ir a Afganistán. Hay que trabajárselo mucho. Este libro tiene siete años de trabajo, irte de maniobras con esta gente cinco días en julio a Los Monegros… Lleva tiempo y no todo el mundo lo quiere invertir. Y la tercera razón para mí es que la intelectualidad española es tradicionalmente antimilitarista: hay que ser antiejército, antiarmas, antitodo… y parece que no se les puede dar ni agua, por lo que simplemente sentarte con ellos y escucharlos, es un clic que muchos intelectuales españoles están incapacitados para hacer.

P. El militarismo aquí se entiende como de derechas y usted no se posiciona ahí.

R. No, no. Yo no soy de derechas, y lo volveré a repetir lo que haga falta. Es más, diré lo contrario, que parece que ahora no está de moda: yo soy de izquierdas. Esto de que ahora ni de izquierdas ni de derechas, que eso está superado… Mira, no, perdona, yo creo que uno tiene el corazón a un lado. Hay gente a la que el corazón le cambia de lado, pero también hay gente a la que no le cambia. Yo he conocido a gente muy cercana que era comunista con Franco y se hizo de derechas después. Cuando yo tenía 15 años me decían, ya verás, ya verás después, pero a mí el corazón no se me ha movido de lado, aunque tampoco critico al que se le cambie. Pero yo lo tengo claro: soy de izquierdas y republicano. No milito en ningún partido, no militaré jamás y nunca he pedido el voto para nadie, pero a partir de ahí… Precisamente, una democracia que intente defender valores progresistas, derechos para todos, la dignidad de todas las personas, o tiene medios para defenderse o está lista, porque este mundo está lleno de gente que no cree en eso y que, además, está armada hasta los dientes. Y, o tienes un medio de defensa que la sociedad siente como patrimonio de todos o estás perdido. Un error para mí gravísimo de la izquierda española es dejar que la ultraderecha quiera monopolizar las fuerzas armadas. A mí me ofende profundamente cuando veo en una manifestación de Vox a alguien con una bandera de la Guardia Civil, porque eso no es suyo. Es mío también y yo no milito en Vox, así que las banderas de la Guardia Civil si quieres las pones en tu casa. Para mí debería ser hasta delito que un partido enseñe emblemas de las fuerzas armadas o fuerzas y cuerpos de seguridad, porque son de todos. Lo que pasa es que si tú las miras sistemáticamente con recelo, pues se las dejas a la derecha más extrema del arco.

"No soy de derechas, y lo volveré a repetir lo que haga falta. Es más, diré lo contrario, que parece que ahora no está de moda: yo soy de izquierdas"

P. Usted que lo conoce bien, ¿se siente el ejército ninguneado, desconsiderado por la sociedad española?

R. El ejército es un colectivo muy grande y la sociedad española también. Pero sí conozco casos de militares que sienten una cierta amargura por estarse jugando la vida por todos, no solo por los de derechas, y sin embargo pues no tienen el respeto, el respaldo o ni siquiera la comprensión de sus conciudadanos por razones ideológicas. En este libro yo cuento cosas muy duras como entrar en una ciudad dominada por el DAESH, que es enfrentarse a coches suicidas, drones suicidas e incluso niños suicidas. Pero esta gente lo intenta hacer con humanidad y racionalidad. Creo que es gente de la que no solo no tenemos que avergonzarnos, tampoco voy a decir enorgullecernos, que me parece una cosa un poco…, sino que creo que la sociedad española debería de valorar disponer de algo que otras sociedades no disponen. Y cuando un pueblo no dispone de eso, pues se nota.

P. Puede existir la impresión de que quedan tics poco democráticos. Se han publicado algunas cartas de militares retirados que son poco menos que golpistas.

R. Cuando se hacen ese tipo de afirmaciones hay que buscar la evidencia empírica y tiene que ser representativa. Sí, puedes encontrar a algún sargento de infantería que aparezca con un emblema nazi… pues sí. Y en la derecha más extrema del arco hay hasta generales retirados, cosa que a mí me parece un error por su parte, por parte de ellos y del partido político. Pero conozco a militares que se les ha ofrecido eso y lo han rechazado y creo que han hecho mejor que quienes se han incorporado a unas listas electorales de una determinada ideología porque eso lanza el mensaje de que el ejército es de una determinada manera. Pero yo también conozco a muchas personas en el ejército que son de izquierdas. Muchas, no uno ni dos.

placeholder Lorenzo Silva, con las fuerzas especiales del ejército.
Lorenzo Silva, con las fuerzas especiales del ejército.

P: ¿Y la prensa? ¿Cree que también hay visiones extremas?

R: Hay un poco de todo. Creo que hay una prensa muy respetuosa y que puede llegar a pasarse porque puede entrar en la reverencia. Yo intento no entrar en ella. Pero quizá sí hay una prensa beligerante. El ejército español, como todos, tiene carencias y como todo colectivo de 200.000 personas, algún corrupto hay. Pero de ahí a decir que son un foco de corrupción, una manga de incompetentes y unos enemigos del pueblo yo eso lo reservaría para otros ejércitos que sí hemos conocido en este país y no hace tanto. Yo me acuerdo de eso cuando muchos de ellos se dedicaban más a vigilar al pueblo que a defenderlo, pero esa no es la realidad ahora y hay que ser respetuoso con la realidad. Si tu elogio es un ditirambo pues no es nada y si es que todos son de la piel de Barrabás pues tampoco estás diciendo nada.

"Yo me acuerdo de cuando muchos militares se dedicaban más a vigilar al pueblo que a defenderlo, pero esa no es la realidad ahora"

P: Precisamente, ¿cuál es la evolución de nuestro ejército en estos 20 años, desde Perejil a la actualidad?

R: Durante el siglo XX, el ejército español fue un ejército que guerreaba contra su país. Y durante mucho tiempo de ocupación del territorio, de vigilancia de la población, un ejército desolador en muchos sentidos. Pero en apenas medio siglo se ha hecho un viaje en el que se ha convertido en un ejército proyectado hacia el exterior donde la percepción que se tiene es que se le respeta. Los americanos no confían en cualquiera para meterse en un valle de Afganistán con todos los recursos a tu disposición puestos por los americanos para la operación que tú has diseñado. Eso es porque saben que tú sabes hacer las cosas. Por ejemplo, la Guardia Civil ha instruido a buena parte de la policía iraquí y afgana. Y esta gente del ejército ha instruido a las fuerzas especiales iraquíes y afganas. Y cuando se desmoronó Afganistán lo único que resistió del ejército afgano fueron las fuerzas especiales. Y la resistencia afgana que hay ahora está formada por estos.

P: Ahora que cita a la Guardia Civil, después de todas las novelas que ha escrito sobre este cuerpo, parece que ha cambiado la visión que se tiene de él.

R: Yo de pequeño creía que la literatura no tenía ningún poder, que era una actividad marginal para tarados y por tanto me hice abogado para poder ganarme la vida con algo. Pero con el tiempo he revisado mi visión y creo que la literatura tiene un cierto poder. Sigo siendo escéptico en que su poder sea determinante, ya que solo lee un 10%, eso la gente que lee más de un libro al mes. Pero luego me han pasado cosas. Un lector me escribió contándome que se casaba y que quería escribir un librito con textos que le habían marcado para regalarlo. Quería incluir parte de ‘El alquimista impaciente’ porque lo leyó con 16 años cuando se lo habían puesto como lectura en el instituto y le había marcado tanto que ahora era sargento de la Guardia Civil. Es decir, alguien que no tenía ningún vínculo con la Guardia Civil —que tradicionalmente ha sido muy endogámica— se hace guardia civil porque ha leído una novela de guardias civiles y porque quizá traslada una imagen distinta de la visión que ha tenido en el imaginario español, que creo que casi siempre ha sido injusta.

Por ejemplo, la visión que se tiene en los años veinte estaba muy mediatizada literariamente por Lorca. Para él eran apaleadores de gitanos, pero en esos mismos años se dio el caso en Granada de un clan de gitanos que asesinaron a dos guardias civiles, y hay fotos de cómo los asesinos de los guardias civiles entran en Granada protegidos por una muralla de guardias civiles para entregarlos a la justicia. Sin embargo, la visión literaria entonces era otra. Yo tampoco he intentado idealizarlos, pero se intenta contar lo que tiene desde su origen: un cuerpo de seguridad creado por un estado liberal para mantener el comercio y que ahora está al servicio del estado de derecho igual que las fuerzas armadas españolas que son, por fin en la historia, lo que nunca fueron. Un general de ejército, que es el máximo rango que puede tener un militar hoy día, políticamente no es nada, que es lo que tiene que ser un general.

Tengo la sensación de que mis novelas sí han contribuido a romper esa cáscara en la que es tan difícil penetrar. Pero también coinciden en que desaparece ese niño en Almería y son los guardias civiles los que consiguen encontrar el cadáver o el de Diana Quer. Se está viendo que no son el tipo con bigote y el tricornio calado hasta las cejas.

Siete años le ha costado a Lorenzo Silva escribir 'Nadie por delante' (Destino), una rara avis en la narrativa española. Extraña porque va sobre la guerra. Sobre la de verdad. Un tema que, ciertamente, es escaso en nuestras librerías (quitemos todo lo que tenga que ver con la Guerra Civil). Para llevar al papel las peripecias del Mando de Operaciones Especiales del Ejército de Tierra de Perejil a Kabul, el propio escritor se sumergió con ellos en misiones en Afganistán —le costó bastante tiempo conseguir el permiso del Ministerio de Defensa— y en entrenamientos en el desierto de Los Monegros a 40 grados. De ahí que en el libro, de ficción, pero construido a partir de testimonios reales de militares, y que se lee del tirón, se pueda palpar la atmósfera en la que viven y trabajan un grupo de personas más allá de prejuicios y cuestiones ideológicas. Por cierto, para los que andan esperando, el próximo Bevilacqua y Chamorro llegará este otoño.

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