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'Tokyo vice': los japoneses son todos idiotas (según HBO Max)
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LA SERIE DEL FIN DE SEMANA

'Tokyo vice': los japoneses son todos idiotas (según HBO Max)

La nueva serie despliega sin pudor toda una batería de clichés narrativos gansteriles en las calles de la capital nipona

Foto: 'Tokyo vice'.
'Tokyo vice'.

¿Son idiotas los japoneses? Si usted ve 'Tokyo vice' solo caben tres respuestas: sí, mucho y todos. La serie estrella de HBO Max esta primavera sigue los pasos de un veinteañero norteamericano cuyas virtudes intelectuales son manifiestamente vejatorias. Primero, habla y escribe japonés mejor que los propios japoneses, lo que le permite pasar una dura prueba de acceso para trabajar de redactor de sucesos en un periódico. Después, es el único periodista de todo el archipiélago nipón que tiene interés en dar noticias; los demás plumillas —o sea, los oriundos— se limitan a pasar teletipos. Finalmente, el gran héroe americano también sabe acometer la labor policial mejor que la propia policía local, que es, por supuesto, inoperante o corrupta. Todo Japón gira de pronto alrededor de la personalidad valerosa y la moral diamantina de un tipo de Misuri, que es el que sabe, como todos los de Misuri, qué pasa realmente en Japón.

Que la serie esté basada en hechos reales y que su protagonista, Jake Adelstein, acredite estancia y carrera en aquel país no debe impresionarnos. En Japón hemos estado todos. Y a todos lo más gansteril que nos ha pasado es que un tokiota salga de un portal cuando llueve y te regale un paraguas. Eso es lo más emocionante que les sucederá a ustedes en Japón si van algún día.

Yo, perdonadme, estuve tres años y pregunté mucho por la 'yakuza'. Llegaba uno con los clichés muy marcados sobre lo que era un país con gran presencia en la cultura popular de Occidente. En cada película de Kitano se mataba a 50 personas por lo menos, todos trajeados, con tatuajes y con esa voz abombada que ponen los nipones cuando se enfadan, que es una voz, mayormente, operística. El caso es que me dijeron que la 'yakuza' consistía básicamente en tirarse debajo de un coche en marcha y denunciarte; en acudir a un restaurante y poner estropajo en un plato y denunciarte. Toda una suerte de pequeñas picarescas conformaban, para los japoneses que yo frecuentaba, el concepto mismo de 'yakuza'. Vamos, la 'yakuza' era Tony Leblanc con palillos.

Foto: Jake Adelstein publicó su experiencia con la Yakuza en 'Tokyo Vice'

También era muy conocido el comportamiento de la 'yakuza' ante el devastador terremoto sucedido en 1995 en la ciudad de Kobe. Antes que las autoridades, que los bomberos y que las ambulancias, fue la organización 'criminal' de aquella gran urbe la que prestó ayuda a los damnificados.

Si leen sobre 'yakuza' en Wikipedia —tampoco nos pasemos de ilustrados—, verán que ahí mismo dice que no acaban de prohibirla porque tiene algo de club social, tradición asamblearia y vertebrador popular. Casi les diría que la 'yakuza' es como una cofradía sevillana. O sea, sí, una mafia. Pero en otro plan.

Japón es el país más seguro del mundo, y acabar asesinado es una lotería muy improbable. Japón arroja anualmente un número de asesinados que ronda los 300. De ellos (ojo), casi 200 son mujeres, dato completamente anómalo en todo el globo terráqueo. Obviamente, hablamos de violencia de género desatada. La única mafia real que hay en Japón son los maridos.

Liaron a Michael Mann

El caso es que liaron a Michael Mann para vendernos 'Tokyo vice de Michael Mann', cuando el estupendo director lo único que hace es dirigir magistralmente el primer episodio de la serie (tiene diez). No hace nada más. Cuando Mann deja la dirección, la serie cae a plomo en la más absoluta nadería.

Ya titular 'Tokyo vice' debería habernos avisado de que mucha imaginación no íbamos a encontrar. Es la mafia de siempre, rutinaria, tópica, desangelada, pero con ojos rasgados y esa voz que les digo, gravísima, y muchos tatuajes por toda la espalda, claramente de calcomanía. Por supuesto, no había otro actor japonés al que darle un papel relevante en la serie que Ken Watanabe ('Origen', 'El último samurái', 'Memorias de una geisha', etcétera). También levan a Rinko Kikuchi ('Babel', 'Mapa de los sonidos de Tokio') y al muy popular Kosuke Toyohara. Al protagonista lo interpreta el emergente Ansel Elgort, que borda el papel de norteamericano prepotente que cree que el mundo entero es un parque temático para quien tenga el pasaporte correcto, tachonado de estrellas. Japón está lleno de tipos así.

'Tokyo vice' es tanto más inverosímil como ficción que como realidad

Lo mejor de la serie es la ambientación, muy realista, de bares pequeños y cutres y callecitas como de ciudad de Playmobil y mucho neón y gente yendo a trabajar con su camisa blanca y su traje oscuro. Los actores japoneses parecen personas incompletas, que simpatizan tontamente con el héroe americano y se asombran de que sepa identificar un logo en un sobre y localizar la empresa a la que pertenece. 'Tokyo vice' dice retratar el Japón de los años 1999 a 2001, trienio negro, al parecer, donde no había otra cosa en el país que gánsteres y 'escorts'. Yo dudo mucho de la veracidad del libro de Jake Adelstein en que se basa la serie, la verdad. Eso no obsta para que pueda levantarse una ficción sangrienta y espectacular de lo más satisfactoria, como hacen en 'Gomorra' con determinada mafia italiana. Pero no es el caso. 'Tokyo vice' es tanto más inverosímil como ficción que como realidad.

¿Son idiotas los japoneses? Si usted ve 'Tokyo vice' solo caben tres respuestas: sí, mucho y todos. La serie estrella de HBO Max esta primavera sigue los pasos de un veinteañero norteamericano cuyas virtudes intelectuales son manifiestamente vejatorias. Primero, habla y escribe japonés mejor que los propios japoneses, lo que le permite pasar una dura prueba de acceso para trabajar de redactor de sucesos en un periódico. Después, es el único periodista de todo el archipiélago nipón que tiene interés en dar noticias; los demás plumillas —o sea, los oriundos— se limitan a pasar teletipos. Finalmente, el gran héroe americano también sabe acometer la labor policial mejor que la propia policía local, que es, por supuesto, inoperante o corrupta. Todo Japón gira de pronto alrededor de la personalidad valerosa y la moral diamantina de un tipo de Misuri, que es el que sabe, como todos los de Misuri, qué pasa realmente en Japón.

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