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La vida secreta de las mujeres de los yakuza
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una mafia milenaria

La vida secreta de las mujeres de los yakuza

El crimen organizado japonés tiene una serie de normas que sus miembros deben cumplir a rajatabla. ¿Dónde encajan ellas en este pequeño mundo?

Foto: Shoko Tendo, autora de 'Yakuza Moon', un libro de memorias, posa para una entrevista (Reuters).
Shoko Tendo, autora de 'Yakuza Moon', un libro de memorias, posa para una entrevista (Reuters).

El crimen organizado siempre ha suscitado interés en la población, y si es proveniente de un lugar tan fascinante y exótico como Japón, más si cabe. La yakuza ha servido de inspiración para miles de mangas, animes y libros provenientes del país del sol naciente, y su sombra es tan alargada que aún a día de hoy, en el siglo XXI, está mal visto tatuarse la piel porque es un símbolo indicativo de pertenecer a la mafia.

Su origen está en el siglo XVI y se trata de la organización más temida del país, compuesta por diferentes clanes con muchos miembros. Aunque sus inicios están más relacionados con los rōnin o mercenarios ambulantes, desde el siglo pasado se hicieron con el control de apuestas, contrabando, lavado de dinero y espectáculos, también eran conocidos por su extorsión y tráfico de drogas y armas. Tras la II Guerra Mundial también se dedicaron a extorsionar a algunos grupos políticos. Se adoctrinan a través del sistema senpai-kohai (algo así como profesor y alumno), lo que significa que dan mucha importancia a la obediencia y la lealtad es tan fundamental que, según se cuenta, el castigo clásico es la amputación de un dedo meñique en caso de traición.

Pero aunque las películas de Kurosawa nos hagan pensar en hombres rudos y asesinos despiadados, siempre hay algo en lo que no solemos pensar cuando hablamos de mafia en general: las mujeres. Sin embargo, existen. El problema principal es que nunca puedes pronunciar la palabra 'yakuza' en público, como explica en 'BBC' la fotógrafa Chloé Jafé, a la que le fascinaba el mundo detrás de esta mafia milenaria, tanto que decidió viajar en 2013 a Japón para documentar justamente eso de lo que nadie se atreve a hablar; las mujeres y esposas que deciden abandonarlo todo por pertenecer al crimen organizado.

placeholder 'El ángel ebrio' Akira Kurosawa (1948).
'El ángel ebrio' Akira Kurosawa (1948).

"Estaba muy interesada en el papel de la mujer en la sociedad japonesa", explica. "Pero también sabía que para sumergirme por completo en su mundo tenía que hacer cosas que jamás hubiera hecho. Me convertí por tanto en una 'hostess' (la traducción más adecuada sería quizá azafata), una mujer que tiene que encargarse de sus clientes, les sirve sake y da conversación, así podía hacer fotografías mientras me encontraba con ellos". Al estilo de las antiguas geishas no existe una relación carnal con los clientes, simplemente deben entretener. "Fue como conocí las reuniones que llevan a cabo los yakuzas", relata.

La obediencia y la lealtad son fundamentales para los yakuza. El castigo clásico es la amputación de un dedo meñique en caso de traición

Explica que uno de los días el jefe del grupo llegó y le ofreció tomarse una cerveza con él. Por aquel entonces ella no sabía quién era ese hombre, pero aceptó, mientras hacía fotografías. "Era como una fiesta, había muchísima gente, incluso un policía, fue él quien me explicó que aquel señor era jefe yakuza. Fue entonces cuando decidí que continuaría averiguando cosas sobre ellos y es lo que he hecho durante seis años", cuenta.

"Te doy mi vida"

Fotografiar a sus mujeres era mucho más difícil, puesto que para acceder a ellas primero tenía que ganarse a los maridos."Tienes que ganarte su confianza. La mujer del jefe del clan con el que yo estuve no sabía qué pensar de mí, ¿estaba interesada en su marido? ¿En su dinero? Le costó mucho dejar sus prejuicios a un lado y dejarme fotografiarla".

En Japón están mal vistos los tatuajes porque se atribuyen a los miembros de la yakuza. Ellos los llevan como símbolos de protección

La vida de la esposa de un yakuza, según Jafé, es como la de cualquier ama de casa japonesa. "La diferencia es que la mujer de un mafioso siempre está preocupada, porque no sabe si su marido volverá a casa con vida por la noche. Una mujer no puede pertenecer por sí sola a la organización, pero si se casa con un miembro de la mafia forma parte absoluta del grupo. Aunque es un sistema bastante patriarcal, la mujer de un jefe de la yakuza (por ejemplo) tiene mucho predicamento, se encarga de las finanzas y es consejera", añade.

Foto: Fuente: Book and Bed, Tokio.

"Si has pertenecido a la mafia, es muy complicado reintegrarte en la sociedad. Especialmente para las mujeres, una vez que deciden dejarlo todo por sus maridos ya no podrán volver atrás", cuenta la fotógrafa. "Le dan su vida a ellos, literalmente".

En muchas ocasiones las ha fotografiado desnudas, para poder retratar los tatuajes que recorren sus pieles. Desde las piernas a los brazos, pasando por la espalda, son lienzos en movimiento. Tienen una gran simbología, pues se trata de 'omamori' o amuletos protectores que las ayudarán en su vida. Son bellos, pero no están hechos para ser mostrados, sino para mantenerse en el anonimato, como los propios miembros.

El crimen organizado siempre ha suscitado interés en la población, y si es proveniente de un lugar tan fascinante y exótico como Japón, más si cabe. La yakuza ha servido de inspiración para miles de mangas, animes y libros provenientes del país del sol naciente, y su sombra es tan alargada que aún a día de hoy, en el siglo XXI, está mal visto tatuarse la piel porque es un símbolo indicativo de pertenecer a la mafia.

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