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Por qué "educar a los jóvenes para el futuro" no resulta una buena idea
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'TRINCHERA CULTURAL'

Por qué "educar a los jóvenes para el futuro" no resulta una buena idea

No se puede educar para el futuro laboral por la sencilla razón de que no se puede saber cómo será el trabajo del futuro. ¡Ni siquiera sabemos si habrá trabajo!

Foto: Alumnos estudiando para un examen. (EFE/Brais Lorenzo)
Alumnos estudiando para un examen. (EFE/Brais Lorenzo)

Dentro de un país tan polarizado como el nuestro, un asunto, ¡menos mal!, nos une al menos a prácticamente todos: el rechazo a las sucesivas reformas educativas.

Hoy hablaré del mayor defecto que nadie percibe cuando se disputa acerca de las leyes de educación, siempre juzgadas. No porque sean malas o buenas: incluso las críticas se enfocan desde el lado equivocado.

Cada aspecto legislativo tiene lo suyo, según quién gobierne: la izquierda suele tirar hacia un intento de mejora social, del que ya hablaremos más adelante, para formar ciudadanos muy buenos. La derecha tiende a proyectar una educación válida para el mercado laboral, para formar trabajadores muy buenos. No importa. Tanto unos como otros buscan siempre el Futuro. Lo dicen explícitamente: aquí, aquí y aquí se puede ver. El Futuro, el Futuro.

Foto: El líder del Partido Popular, Pablo Casado, en una reunión con la patronal catalana. (EFE)

Lo pongo con mayúsculas porque lo consideran un absoluto, a veces adornado con la palabra "reto", que da mucho empaque. En el recientísimo BOE del 29 de marzo de 2022, que consta de 198 páginas, la palabra "futuro" aparece mencionada veintitrés veces. Incluso me parecen pocas.

Pero, a fin de cuentas, ¿qué es el Futuro? Veámoslo.

El futuro (y regreso a las minúsculas) lo entiende mejor el arte. Les doy dos visiones prodigiosas de ello.

El primer ejemplo proviene de la película 'Cabaret': en una de las mejores escenas de la historia del cine, un niño rubio, ario, nazi, y guapo como él solo, arranca a cantar en un día hermoso y soleado, en la terraza de una cervecería, la preciosa canción "El mañana me pertenece". Ese era el mañana, el futuro, de los alemanes en los años treinta. Ya se vio cómo les pertenecía. Ya se vio adónde les condujo.

Foto: Un aula vacía en Burgos. (EFE/Paco Santamaría)

El segundo ejemplo proviene de un cuento de Julio Cortázar, tal vez una de sus mejores obras: 'La autopista del sur'. Trata de un atasco en las carreteras hacia la entrada de París. Dicho atasco se prolonga varios meses (el realismo mágico es así). Los atascados establecen relaciones de solidaridad y orden entre ellos. Hasta que al final del relato todos empiezan a moverse por fin, con el atasco solucionado. El mundo social que han creado, complejo y emotivo, se anula de golpe. Cortázar lo expresa de este modo: "se corría a ochenta kilómetros por hora hacia las luces que crecían poco a poco, sin que ya se supiera bien por qué tanto apuro, por qué esa carrera en la noche entre autos desconocidos donde nadie sabía nada de los otros, donde todo el mundo miraba fijamente hacia adelante, exclusivamente hacia adelante."

Si conjugamos ambas obras, obtendremos ya un buen resumen de lo que constituye el Futuro: la desunión, la nada. ¿Para esto queremos educar a nuestros hijos?

Porque el futuro es lo que no existe aún, por definición intrínseca. Hay que desconfiar siempre de tan funesta palabra. Y más todavía cuando viene de los labios de los políticos. Si nos venden futuro, nos venden la nada. Siempre.

Hay que desconfiar siempre del futuro. Y más todavía cuando viene de los políticos. Si nos venden futuro, nos venden la nada

Bueno, no nos hagamos los tontos: cuando muchos hablan de educar "para el futuro", hablan de educar para el mundo laboral (siempre al servicio de las empresas, por supuesto); o bien de educar para que los niños sean muy buenos, y tengamos ciudadanos que sepan que ser machistas, o racistas, o matar a los demás, no es algo correcto moralmente.

Analicemos cada perspectiva.

En el primer caso, la cosa resulta absurda.

¿Alguien sabe cómo será el mundo laboral dentro de diez años? ¿O de cinco? ¿O de veinte? Evidentemente, no.

Foto: Espinosa de los Monteros, en una imagen de archivo. (EFE)

No se puede educar para el futuro laboral por la sencilla razón de que no se puede saber cómo será el trabajo del futuro. ¡Ni siquiera si habrá trabajo! A pesar de que algo tan obvio no necesite ni meditarse, estamos recibiendo reformas educativas que tienen como eje semejante necedad. ¡El futuro, el futuro! ¡El trabajo, el trabajo!

Educar a los niños "para el futuro" es una estafa. Los ritmos del mercado laboral nunca son previsibles. La educación no puede estar al servicio de las demandas laborales. Eso se vende muy bien a nivel mediático, porque los padres quieren que sus hijos tengan un porvenir, como es más que lógico. Pero es mentira. Señores padres: nadie sabe lo que será de sus hijos en el año 2030. Lamento decirlo así, pero no se dejen engañar por ninguna propaganda.

Por lo demás, si quieren entretenerse un rato, investiguen en Internet sobre "los trabajos del futuro" poniendo como fecha límite de búsqueda 2005 o así. No dan ni una. Nadie sabía cuáles serían los trabajos del futuro; y, desde luego, una reforma educativa, la haga la izquierda o la derecha, no va a acertar nunca.

El futuro es incierto, y nadie puede saber cómo estaremos en España, ni en ningún sitio, dentro de cinco años

¿Qué pensarán, por ejemplo, los niños ucranianos que estaban siendo educados "para el futuro"? No quiero ser osado en la comparación, ni ofensivo, pero el futuro es incierto, y nadie puede saber cómo estaremos en España, ni en ningún sitio, dentro de cinco años. No digo diez, ni veinte. Digo cinco. ¿Quién pudo prever la pandemia? Que un proyecto educativo se presuponga listo "para el futuro" es una estafa, una mentira y una destrucción de lo que supone educar.

En fin, lo expreso ya de modo muy explícito: la única educación que vuelve libres a los ciudadanos (y este debería ser el auténtico objetivo dentro de una democracia que se dice liberal) es aquella que se basa en el conocimiento y el buen criterio. Un conocimiento analítico y racional del mundo. Un criterio formado en la prudencia y en el reconocimiento de la propia ignorancia. Una educación que permita discernir cómo es la realidad, para que los niños y futuros ciudadanos de plenos derechos puedan ubicarse en torno a ella.

Foto: Un robot educativo polaco en Varsovia, el pasado 28 de noviembre de 2017. (EFE)

Que los niños y adolescentes comprendan el mundo en que viven, lo cual incluye la cultura acumulada y el pasado, es más importante que aprender a ser siervos del mercado o de la moral de turno. El "futuro" es un mero fetiche.

Como añadido a todos los discursos educativos "para el futuro", siempre debemos sospechar y recelar de un agujero grandísimo en toda reforma educativa: nunca se ha impuesto una asignatura de Derecho. ¿Se imaginan?

Derecho laboral, una "Historia de los derechos sociales" (cómo se obtuvieron y cuándo), Estatuto de los Trabajadores en vena, 'In dubio pro reo', distinción entre derecho mercantil, civil y penal, etcétera. Imaginen esto desde 2º de ESO, por ejemplo. No estaría nada mal "de cara al futuro", ¿no?

En este país nuestro, ni izquierdas ni derechas tienen ganas de que los menores de edad sepan de Derecho

¿No parece raro que enseñar leyes y fundamentos jurídicos quede siempre al margen, cuando precisamente la ley es la que regula nuestro mundo en todo? ¿No es inquietante que el Derecho parezca no existir? ¿Reciben clases de francés desde 1º de ESO, pero no saben siquiera explicar qué es una Constitución? El legislador, experto en Derecho, no parece interesado en que los niños sepan que la vida humana toda se fundamenta en el Derecho. Algo inquietante sucede ahí, ¿no les parece?

Y ni siquiera es una cuestión de ideología política. En este país nuestro, ni izquierdas ni derechas tienen ganas de que los menores de edad sepan de Derecho.

Tras haber rechazado de forma clara que el futuro sea algo válido para la educación, y tras reiterar que solo fomentando el análisis racional analítico puede hacerse algo en las escuelas, hablemos de educar para formar "buena gente".

Los seres humanos son educados por sus entornos afectivos: padres y amigos, sobre todo; y por las redes sociales

Daría el asunto, sin duda, para un artículo entero. Pero avanzo que las escuelas no pueden moldear el carácter de nadie, salvo en casos excepcionales.

Los seres humanos son educados por sus entornos afectivos: padres y amigos, sobre todo; y por las redes sociales. Los docentes poco pueden hacer salvo mejorar la disciplina o apoyarlos en los peores momentos. Y muchas veces los profesores o maestros se ven devastados porque ni siquiera pueden hacer nada.

En la nueva ley, no obstante, hay una asignatura, Educación en Valores Cívicos y éticos, que pretende formar buenos ciudadanos. Si uno lee el BOE arriba citado (páginas 70 y ss.) recaen en su propósito de hacer buena gente a través de tres bloques: sentimientos morales, Derechito de aguachirle en torno a cuatro asuntos, y ecología.

Foto: El presidente, Pedro Sánchez (i), y su jefe de gabinete en Moncloa, Iván Redondo. (EFE)

No valdrá para nada. Nadie se vuelve mejor persona estudiando un temario. Y, para cuando llegue un nuevo futuro, dentro de no mucho, dicho temario se habrá quedado anticuado.

Sin embargo, nuestro mundo seguirá rigiéndose por el Derecho y sus leyes, tanto laboral como moralmente. Jóvenes expertos en Derecho, cultos, analíticos y racionales: ese futuro sí se lo compro. Nunca lo verán en el BOE.

Dentro de un país tan polarizado como el nuestro, un asunto, ¡menos mal!, nos une al menos a prácticamente todos: el rechazo a las sucesivas reformas educativas.

Educación Derecho Boletín Oficial del Estado
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