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La odisea de la acogida de niños refugiados: "Tras la guerra, Ucrania va a volver a los años 50"
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100 niños ucranianos acogidos en españa

La odisea de la acogida de niños refugiados: "Tras la guerra, Ucrania va a volver a los años 50"

Alina ha llegado a España entre los 100 niños ucranianos que la ONG Tanu ha alejado de las bombas. En una iniciativa solidaria impulsada por El Confidencial y Vottun, se recaudan fondos para garantizar su bienestar tras el conflicto

Foto: Familias ucranianas huyen del puente de Irpin, en la región de Kiev. (EFE/Roman Pilipey)
Familias ucranianas huyen del puente de Irpin, en la región de Kiev. (EFE/Roman Pilipey)

Cuando los primeros ataques del Ejército ruso llegaron a las fronteras ucranianas, Dimas y Trini recibieron un mensaje de Alina. Se trata de una niña ucraniana de 12 años que ha pasado las Navidades y los veranos de los últimos seis años en casa de este matrimonio catalán. "Alina —cuentan Dimas y Trini— es de la familia. En el colegio y en el barrio, todos la reconocen como nuestra hija. Cuando estalló la guerra, sentimos mucha angustia. Nos escribió de madrugada para contarnos que había un ataque militar". Alina llegó a España unas semanas después, con un centenar de niños atendidos por la Fundación Tanu. Los trabajadores de esta ONG, que se dedica desde hace más de veinte años a la acogida de ucranianos, trazaron un plan para alejar a Alina y a otros niños de las bombas. En principio, contaban con un par de meses para movilizarse. Pero la cercanía de las explosiones hizo que, a contrarreloj, alquilaran unos autocares para llegar a la frontera de Polonia cuanto antes.

Nikopol es la ciudad natal de los 100 niños que, como Alina, llegaron a Cataluña en dos autobuses la semana pasada. La población se encuentra en la orilla oeste del río Dniéper, que cruza Ucrania por la mitad. A unos escasos 500 metros del lugar donde Rusia descargó un ataque contra la central nuclear de Zaporiyia. "Imagina las bombas cayendo a pocos metros, en un punto plano y separado por un río. Allí se oye todo, se ve todo. Fue entonces cuando decidimos actuar. En dos días, alquilamos dos autocares y viajamos durante 30 horas hasta la frontera", explica el presidente de la ONG, Josep Muñoz. Ahora que los niños están a salvo, Muñoz teme que Tanu no pueda hacer frente a los retos que les esperan en Ucrania: garantizar la manutención de los acogidos y de sus familias tras la guerra, cuando regresen a un país mermado por las bombas y la falta de recursos. A esta causa responde 'Arte digital solidario', la iniciativa impulsada por El Confidencial, Vottun y 14 artistas digitales para recaudar donaciones.

placeholder La familia de Dimas y Trini, junto a Alina, la refugiada ucraniana que han acogido tras la guerra. (Cedida)
La familia de Dimas y Trini, junto a Alina, la refugiada ucraniana que han acogido tras la guerra. (Cedida)

"Cuando estas criaturas llegaron en el autobús, vi en sus caras lo mismo que en la de Alina cuando vino por primera vez: mucho miedo, muchos ojos asustados", explican Dimas y Trini. Desde hace seis años, Alina ha pasado unos cuatro meses al año en su casa, con su hija biológica, que tiene una edad similar. "Alina llegaba a su casa, pero muchos otros niños no habían participado antes en programas de acogida. La situación de la guerra nos empujó a actuar con rapidez, y la solidaridad que hemos recibido ha sido brutal. En apenas 24 horas, más de 200 familias se han prestado para dar un techo a estos chicos", cuenta Dimas. De los 100 niños que Tanu ha conseguido traer a España, aproximadamente 70 no habían sido acogidos previamente por las familias que colaboran con la ONG. "Sabemos quiénes son, de qué familias provienen, pero no habíamos trabajado con ellos. Sus madres los pusieron en los autocares y partimos hacia España de nuevo. Estaban muy asustados y estresados. Por la cercanía de las bombas, pero también por dejar a su familia y llegar a un lugar desconocido", recuerda Josep Muñoz.

La acogida temporal de niños ucranianos es uno de los pilares del trabajo de la Fundación Tanu. A través de un anuncio en la radio, Dimas y Trini conocieron la organización y decidieron formar parte de la red de familias que, cada año, aporta a niños como Alina "la visión de que otra vida es posible". Nikopol es una ciudad de unos 150.000 habitantes, poco industrializada y en una de las regiones más pobres de Ucrania. Allí, la marginalidad es inherente a la vida social, según explica este matrimonio catalán. Y, tras la guerra, se convertirá en una de las zonas más afectadas por la escasez. "Cuando llegó hace seis años, Alina no era la niña que es ahora. Llegó asustada, no entendía que venía aquí para que la lleváramos al dentista, al oculista, para ocuparnos de ella... Nació en una familia desestructurada. Primero, estuvieron viviendo en una especie de hospital porque no tenían donde dormir. Luego, en un orfanato muy grande donde apenas había calefacción y hacía un frío terrible. Lo pasaron fatal", recuerda Trini.

Foto: Arte solidario en ayuda de los refugiados de Ucrania.

"De hecho, el primer día que pasó con nosotros, fue muy difícil que entrara en casa. A la hora de llevarla a dormir, se aferró a un banco y era imposible meterla en la cama. Mi hija consiguió que cambiara el banco por un palo. Y con el palo se fue a dormir. Ahora, cuando se lo contamos, se ríe y no puede creerlo. Pero estaba asustadísima, no hacía más que pedirnos explicaciones en ruso. ¡Hasta guardamos el palo de recuerdo!", cuenta Dimas. Según el presidente de Tanu, la marginalidad en Nikopol afecta a los padres de la mayoría de niños que acogen desde hace años. "Es una ciudad de unos 150.000 habitantes, pero solo tienen siete trabajadores sociales para atender las solicitudes que llegan. La mitad de las calles no tienen iluminación eléctrica. Puedes encontrarte a una anciana vendiendo un zapato, por ejemplo, para conseguir algo de dinero. La comida tiene el mismo precio que en España, pero el sueldo de una maestra es de unos 200 euros al mes".

Precisamente, el proyecto de Tanu comenzó cuando un grupo de familias españolas llegó a Nikopol en un viaje de ocio, hace más de 20 años. Allí, descubrió la situación en la que niños como Alina crecen y se desarrollan. "La vida que esos niños han conocido es muy dura, en la mayoría de los casos. Son familias rotas, con mucho impacto de la prostitución, el alcoholismo, la delincuencia... Tanu trata de mostrar a los chavales que otro modelo de familia es posible, que se puede crecer en un entorno amoroso, con cariño, cuidando la higiene, los estudios... Solo así serán capaces de romper el círculo de la marginalidad", explica Trini.

A través de la acogida y de la orientación parental, los voluntarios de la ONG también trabajan sobre el terreno. Cuentan con más de veinte trabajadores en Nikopol que atienden a los niños y a sus familias. Algunos de ellos permanecen en la ciudad durante el conflicto para asegurar que las familias tienen acceso a comida durante el conflicto. "Ya ocurrió con Crimea, en 2014. A Nikopol llegaron muchas familias de desplazados que huían de la guerra", narra Josep Muñoz. "Es verdad que hemos acogido a estos niños y que ahora estarán bien, pero el trabajo no termina aquí. Imagina traer a una niña como Alina y, tras la guerra, dejarla a su suerte en Ucrania. La acogida no es vacacional. El proyecto donde más invertimos, y donde más recursos vamos a necesitar ahora, es el trabajo sobre el terreno después de la guerra".

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"Cuando lleguemos, la situación será terrible. Creo que no habrá comida, y la poca que haya alcanzará unos precios brutales. Ahora mismo, las madres que han quedado allí tienen comida garantizada hasta mayo o junio. Cuando lleguemos, pensamos dar a cada una un vale para que puedan subsistir. Solo con eso, estamos hablando ya de un dineral. La inversión tendrá que extenderse unos cuantos meses: para comida, para reconstruir los hogares... Es un proyecto para el que no sé si estamos preparados económicamente. Tras la guerra, Ucrania va a volver a los años 50", opina el presidente de la ONG.

Alina se encuentra ahora en casa de Dimas y Trini. Allí tiene su propia habitación, su ropa y sus juguetes. Legalmente es huérfana, como sus hermanos, aunque su madre vive. "Tratamos de ayudarla, pero hace tiempo que se perdió en los suburbios de la ciudad", cuenta la pareja. "Ahora, viven en una especie de pequeños orfanatos. Son casas de acogida en las que viven unos ocho o diez niños. Tienen cierto orden, un techo y comida. Pero necesitan el afecto y el amor de una familia. A eso contribuyen las acciones de Tanu. Antes de vivir en el orfanato, cada vez que volvía a Ucrania, Alina se llevaba un montón de sopas de sobre, pasta de dientes, jabón. Productos básicos que allí escasean".

Para sufragar las acciones de la Fundación Tanu y apoyar a las familias se han prestado a la acogida, El Confidencial y Vottun han impulsado la iniciativa 'Arte digital solidario'. Hasta el día 21 de marzo, los donantes podrán participar en una subasta benéfica, en la que las pujas más altas podrán obtener un NFT exclusivo de una obra de arte digital. Catorce artistas han donado sus creaciones para esta causa, con el apoyo de la tecnología de Vottun y la supervisión legal del despacho Roca Junyent. Ni los artistas ni las empresas impulsoras obtendrán ningún rédito de la iniciativa. Todo el dinero recaudado se destinará a la Fundación Tanu y a los niños que, como Alina, regresarán a Ucrania tras la guerra.

Cuando los primeros ataques del Ejército ruso llegaron a las fronteras ucranianas, Dimas y Trini recibieron un mensaje de Alina. Se trata de una niña ucraniana de 12 años que ha pasado las Navidades y los veranos de los últimos seis años en casa de este matrimonio catalán. "Alina —cuentan Dimas y Trini— es de la familia. En el colegio y en el barrio, todos la reconocen como nuestra hija. Cuando estalló la guerra, sentimos mucha angustia. Nos escribió de madrugada para contarnos que había un ataque militar". Alina llegó a España unas semanas después, con un centenar de niños atendidos por la Fundación Tanu. Los trabajadores de esta ONG, que se dedica desde hace más de veinte años a la acogida de ucranianos, trazaron un plan para alejar a Alina y a otros niños de las bombas. En principio, contaban con un par de meses para movilizarse. Pero la cercanía de las explosiones hizo que, a contrarreloj, alquilaran unos autocares para llegar a la frontera de Polonia cuanto antes.

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