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'Los santos inocentes': un Azarías diferente y un mismo destino para la milana bonita
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la obra de teatro del fin de semana

'Los santos inocentes': un Azarías diferente y un mismo destino para la milana bonita

Se estrena en Valladolid la primera adaptación teatral de la obra cumbre de Miguel Delibes, con Luis Bermejo y Javier Gutiérrez

Foto: 'Los santos inocentes'.
'Los santos inocentes'.

Es una escena congelada en el tiempo, el recuerdo inmóvil de una historia de hambre, humillación y miseria moral. El perfil de un hombre con una maleta en cada mano se dibuja contra el haz de luz que descubre una puerta abierta. Mira al público, pero no ve nada, concentrado en el ruido de los pájaros que sobrevuelan su cabeza. Quizá sean zuritas, quizá torcaces. Junto a él, un amasijo de sillas, mesillas, cestos de mimbre y más maletas. Y, encaramados a esa pobre escultura, varios cuerpos, los de su mujer y sus tres hijos. Es otro hombre, vestido con ropas sucias de tierra, quien insufla vida a esa naturaleza muerta, a esos gestos recogidos y ensimismados que están atravesando océanos de tiempo hasta llegar a nosotros. Viene de correr el cárabo, sube al escenario, mira hacia el cielo repleto de pájaros y grita: "¡Quiá!". Y es entonces cuando descubrimos que estamos en el año 1964, que aquello es Extremadura, que la dictadura franquista sigue viva y que esos cuerpos, que imaginó y creó Miguel Delibes, son los cuerpos de ‘Los santos inocentes’: Paco el Bajo, su mujer, Régula, sus hijos Quirce, Nieves y la Niña Chica. Y su cuñado, Azarías, ese niño que ocupa el cuerpo de un hombre y que vive el duelo por la muerte de su primera milana bonita. Sabemos también que, a partir de ese momento, les veremos muchas veces bajar la cabeza y decir: "A mandar, señorito, para eso estamos".

‘Los santos inocentes’, esa obra deslumbrante e inmisericorde que Miguel Delibes publica en 1981, llena de quebrantos y violencia, con señoritos que tratan como siervos a quienes solo son dueños de su propia miseria, ese drama rural que su autor definió como “mitad poético, mitad tremendo” sube a los escenarios en su primera adaptación teatral, firmada por el escritor Fernando Marías (fallecido en febrero) y Javier Hernández-Simón, también director de la puesta en escena. Al frente del reparto, Luis Bermejo (Azarías), Javier Gutiérrez (Paco el Bajo), Pepa Pedroche (Régula), Jacobo Dicenta (el señorito Iván) y Fernando Huesca (don Pedro), encarnando a los mismos personajes que en su día interpretaron en pantalla unos espléndidos Paco Rabal, Alfredo Landa, Terele Pávez, Juan Diego y Agustín González, en la adaptación al cine que dirigió Mario Camus en 1984. La obra, que tuvo una primera función con público hace una semana en el Teatro Paco Rabal de Madrid, se estrena hoy en el Teatro Calderón de Valladolid. Tras su paso por la ciudad natal de Delibes, ‘Los santos inocentes’ iniciará una larga gira por España hasta la primavera de 2023, cuando llegará a un teatro público de Madrid.

Foto: Juan Soto Ivars. (Jeosm Photography)

¿Por qué adaptar hoy al teatro una historia que habla de un tiempo que fue y que ya no es? La decisión, explica su director a El Confidencial, es ideológica y tiene que ver con el avance de la ultraderecha: “Creemos que ha cobrado una vigencia espectacular en España y en Europa una ideología que entendemos del pasado, que ha vuelto sin ninguna vergüenza y con la que estamos conviviendo. Es preciso recordar quiénes fuimos para no volver a serlo, y creo que Delibes, en 1981, nos lanzó con ‘Los santos inocentes’ la advertencia de que hay ideas que no se han marchado, aunque hayan estado escondidas”. Luis Bermejo añade que la obra plantea “una revisión acerca de dónde veníamos en los 60 y cómo estamos ahora y me da la sensación de que estamos volviendo a ese lugar, un poco más edulcorado, pero seguimos ahí: sobre nuestra cabeza sigue estando el pie de los poderosos, que son los señoritos de hoy”. Paradojas de la vida, la obra se estrena en Valladolid días antes de que Vox facilite la investidura de Alfonso Fernández Mañueco como presidente de la Junta de Castilla y León a cambio de tres consejerías, entre ellas la de Cultura, que ocupará el exdirector de la Fundación Instituto de la Lengua, Gonzalo Santonja. Pero regresemos al drama que nos ocupa, el teatral.

Decir ‘milana bonita’ después de Paco Rabal

En un escenario despojado, con tres puertas y un montón de bártulos apiñados en vertical, conviven el campo y el cortijo, las escenas de caza, la vida doméstica en la casucha o las exhibiciones de poder y maltrato en las estancias de los señoritos. Luis Bermejo y Javier Gutiérrez asumen la dificultad de encarnar a dos de esos personajes tan icónicos que interpretó “esa Santísima Trinidad formada por Juan Diego, Paco Rabal y Alfredo Landa”, pero los dos dicen haberse alimentado de sus raíces para construir a sus Paco el Bajo y Azarías. Javier Gutiérrez, de familia asturiana y criado parte de su vida en un ambiente rural, en Galicia, explica que “es un mundo que conozco y ese tipo de personajes son muy reconocibles para nuestra generación”. Bermejo, de familia extremeña, siente que con este trabajo está honrando a su padre, recientemente fallecido, y explica que “todas esas voces que están en la novela y en la obra, yo las he escuchado, todo lo que pasa yo lo he vivido”.

"Sobre nuestra cabeza sigue estando el pie de los poderosos, que son los señoritos de hoy"

Y, aunque ya no vivamos en una dictadura, apenas haya analfabetismo y existan más cortijos empresariales que agrícolas, lo cierto es que ‘Los santos inocentes’ sigue hablando de nosotros. Delibes nos habla hoy de explotación laboral, de clase trabajadora, de privilegios que se heredan y jerarquías que perduran, de obediencia debida y derechos pisoteados, de dueños de fortunas y propietarios de miseria. Cree Javier Gutiérrez que “sigue habiendo una clase oprimida frente a un patrón y en este país, en el que está creciendo peligrosamente una derecha muy radical, eso es tanto más reconocible no solo en grandes ciudades, también en provincias y pequeños pueblos”. A mandar, patrones, para eso estamos.

Una mirada más femenina

Javier Hernández-Simón y Fernando Marías firman una versión que aspira a ser fiel al texto original, que pone el foco en “la desigualdad, pero también en la educación como base y cimiento de la libertad”. “Lo principal es la escuela, instruirse. A mí ya me dirás, lo mismo me da un sitio que otro, pero aquí los chicos podrán ilustrarse (…). Se puede salir de pobre con una pizca de conocimientos”, le dice Paco el Bajo a su mujer cuando llegan al cortijo, justo antes de que don Pedro les transmita las órdenes del señorito Iván y tengan que olvidarse de que sus hijos aprendan gramática.

La adaptación teatral suprime el primer libro que Delibes dedica a Azarías en su novela, dinamiza la estructura para que la acción sea más lineal, depura demasiado el lenguaje exuberante del vallisoletano en torno a la caza y la naturaleza y se esfuerza por “rellenar” muchas de las elipsis de esta novela con mucho de fábula. En esta adaptación, el personaje de Azarías es más lúcido y tiene “una dimensión mitológica, casi de fauno”, señala el director, y eso hace que se distancie de la figura de alguien con una discapacidad intelectual grave. No veremos a Azarías babear, mearse en las manos o abonar con sus propios excrementos los geranios de la finca, aunque sepamos que lo hace.

Aunque en esta historia haya muchos hombres y unos cuantos pájaros, la adaptación profundiza en los personajes femeninos

Y, aunque en esta historia haya muchos hombres y unos cuantos pájaros, la adaptación profundiza en los personajes femeninos y dota de más matices a Régula, que viene de una familia republicana represaliada, que lleva las riendas de su familia y que sujeta a su marido para que no termine de caer; a Nieves, la hija adolescente que sueña con hacer la comunión mientras aprende a servir y contener la rabia al mismo tiempo; a Pura, la mujer de don Pedro, una mujer rodeada de hombres que se siente encerrada en una jaula. Y a la Niña Chica, enferma, paralizada y deforme desde que nació, cuyos alaridos son la expresión de dolor de todas esas mujeres y de todos los que yacen en las cunetas, alimentando la tierra, como la milana bonita de Azarías, que también yace en el suelo, muerta, tras un disparo del señorito. Un tipo que habla de carroña sin saber que está hablando de sí mismo: “Lo que se vuelve inútil hay que arrojarlo a la basura, si no qué mundo sería este. Esta misma tarde ya se lo estarán comiendo los insectos. Y otros pájaros, a ver si creías que los pájaros son buenos entre ellos. La carroña alimenta la vida, ya ves qué cosas. La carne cuando se pudre se llama así. Carroña, ¿sabías? Y eso es tu milana, Azarías. Carroña”.

*‘Los santos inocentes’, de Miguel Delibes. Dirección: Javier Hernández-Simón. Adaptación: Fernando Marías y Javier Hernández-Simón. Reparto: Javier Gutiérrez, Luis Bermejo, Pepa Pedroche, Jacobo Dicenta, Fernando Huesca, Yune Nogueiras, Marta Gómez, José Fernández y Raquel Varela. Estreno absoluto en el Teatro Calderón de Valladolid: 8, 9 y 10 de abril. Gira hasta mayo de 2023: Huelva, Aracena, Ciudad Real, Puerto Llano, Valdepeñas, Tomelloso, Consuegra, Guadalajara; Toledo, Soria, Logroño, Pamplona…

Es una escena congelada en el tiempo, el recuerdo inmóvil de una historia de hambre, humillación y miseria moral. El perfil de un hombre con una maleta en cada mano se dibuja contra el haz de luz que descubre una puerta abierta. Mira al público, pero no ve nada, concentrado en el ruido de los pájaros que sobrevuelan su cabeza. Quizá sean zuritas, quizá torcaces. Junto a él, un amasijo de sillas, mesillas, cestos de mimbre y más maletas. Y, encaramados a esa pobre escultura, varios cuerpos, los de su mujer y sus tres hijos. Es otro hombre, vestido con ropas sucias de tierra, quien insufla vida a esa naturaleza muerta, a esos gestos recogidos y ensimismados que están atravesando océanos de tiempo hasta llegar a nosotros. Viene de correr el cárabo, sube al escenario, mira hacia el cielo repleto de pájaros y grita: "¡Quiá!". Y es entonces cuando descubrimos que estamos en el año 1964, que aquello es Extremadura, que la dictadura franquista sigue viva y que esos cuerpos, que imaginó y creó Miguel Delibes, son los cuerpos de ‘Los santos inocentes’: Paco el Bajo, su mujer, Régula, sus hijos Quirce, Nieves y la Niña Chica. Y su cuñado, Azarías, ese niño que ocupa el cuerpo de un hombre y que vive el duelo por la muerte de su primera milana bonita. Sabemos también que, a partir de ese momento, les veremos muchas veces bajar la cabeza y decir: "A mandar, señorito, para eso estamos".

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