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Juan Soto Ivars: "El futuro se parecerá más a 'Los santos inocentes' que a Philip K. Dick"
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Juan Soto Ivars: "El futuro se parecerá más a 'Los santos inocentes' que a Philip K. Dick"

Nuestro columnista presenta su novela más madura, 'Crímenes del futuro', donde plantea por medio de una distopía los peligros de una recuperación en falso de la crisis

Foto: Juan Soto Ivars. (Jeosm Photography)
Juan Soto Ivars. (Jeosm Photography)

Cuando ustedes no sabían aún lo que se les venía encima, yo ya trataba de entender el encanto de Juan Soto Ivars (Águilas, 1985). Lo conocí hacia 2005 en Madrid, cuando él era un triunfador de veinte años al que sólo le faltaba el triunfo. Que Juan Soto Ivars haya triunfado hoy es discutible sólo en la medida en la que no sabemos exactamente en qué ha triunfado. Bueno, es famoso. Sale por la tele. Le paran por la calle. Escribe libros. Sus artículos se leen. Y está casado. Pero Juan Soto Ivars es un triunfo en exclusiva de la personalidad, al margen de las medallas que podamos reconocerle. Es muy distinto triunfar por voluntad que venir ya triunfado a la vida, con ese porte y ese pelo y esa afabilidad apabullante que derrocha nuestro autor. Ha dejado dicho Emmanuel Carrère de Macron que todos los franceses le votarían si su ahora presidente pudiera darles la mano uno a uno, es decir, acercarse a ellos como el hombre que siempre parece de tu parte. Juan Soto Ivars siempre parece de tu parte. Juan Soto Ivars, amigos, conseguiría que Macron le votara a él.

placeholder ´'Crímenes del futuro'. (Candaya)
´'Crímenes del futuro'. (Candaya)

Ahora Soto Ivars, columnista de El Confidencial, ha publicado un libro que le ha llevado muchos ratos de enclaustrar su propio encanto: 'Crímenes del futuro' (Candaya), donde demuestra todo lo que ha leído, todo lo que ha peleado la página, como si la literatura fuera su secreto martirio: la única cosa que de verdad le importa conquistar.

PREGUNTA. ¿Cómo surge la idea de escribir 'Crímenes del futuro', una novela en la que parece que leemos sobre el pasado y el futuro de nuestro país al mismo tiempo?

RESPUESTA. La novela responde a una pregunta que me hago en los primeros compases de la crisis económica. Las "sendas de la recuperación" se resumen en dos líneas fundamentales: la primera, que necesitamos al sector financiero fuerte y robusto por más que sea el responsable absoluto de la crisis, así que salvamos a la banca con nuestros impuestos a costa del estado del bienestar. La segunda, derivada, que los ciudadanos occidentales ya no son un factor determinante de la creación de riqueza. En esa época leo con atención a los optimistas liberales y me recuerdan al Pangloss de 'Cándido'. Nos dicen que el Estado es un fósil que debería desmantelarse y ensalzan la gestión de las empresas y el talento de la gente de las finanzas. Si les hablas de la desigualdad, en general te dicen que ha descendido y te mencionan la riqueza de China. Así que me pregunto cómo vivirán mis nietos. Los personajes de la novela surgen de ahí. Ellos han oído hablar de cosas como los diputados o la sanidad pública pero no saben lo que son. Y esto nos lleva a Delibes, porque el futuro podría parecerse más a 'Los santos inocentes' que a Philip K. Dick.

Si a los liberales les hablas de desigualdad, te dicen que ha descendido y mencionan China. Y yo me pregunto cómo vivirán mis nietos

P. ¿Qué riesgos has asumido al entregar una novela en la que has trabajado durante ocho años?

R. Cada una de las tres partes de 'Crímenes del futuro' funciona como una novela casi autónoma, y he escrito de cero cada parte entre tres y seis veces. De lo que escribí hasta 2014 no queda nada en el libro. Quería que este libro lo escribiera un buen novelista, y yo no lo era. Lo intentaba y fracasaba, pero quería terminarlo, así que volvía a empezar. Así que mi miedo no es que se note la distancia temporal, que no existe, sino que yo todavía no sepa escribir esta novela y no me haya dado cuenta. He dado lo mejor que puedo dar, y sin modestia falsa te diré que creo que he escrito una novela que no me avergonzará en el futuro. A otros libros que he publicado antes les pegaría fuego, pero sospecho que este se salvará.

P. La segunda parte de la novela presenta casi una sinécdoque de la guerra que se declara al final de la primera, por el método de mostrarnos a una pareja en una isla que acaba batallando por culpa de la falta de agua y de suministros. Algunas ideas me han recordado a 'El señor de las moscas'. La prosa es más austera y, siguiendo eso de Orwell de que la prosa debe ser como el cristal de una ventana, se ve muy bien la historia a través de ella.

R. Yo quería contar una revolución, una guerra civil y una posguerra. Con la segunda parte, la bélica, la decisión fue desde el principio coger a dos personajes secundarios, mandarlos a un sitio donde estuvieran solos y profundizar en las raíces de la guerra revolucionaria, civilización y orden contra revolución y desorden, a través de ese cristal. Creo que en la pareja se producen los movimientos que llevan a los pueblos a la guerra. A la pregunta de ¿qué te llevarías a una isla desierta?, creo que nadie a contestado nunca: a mi pareja. Por algo será.

placeholder Juan Soto Ivars. (Andrea Palaudarias)
Juan Soto Ivars. (Andrea Palaudarias)

P. La tercera parte tiene un cierto sabor a postguerra civil, lo que abunda en la sensación temporal extraña de tu libro, como si doblaras el tiempo y algún aviso para hoy se mezclara con lo ya vivido en la historia de España. No sé si este meter ecos del pasado en una especie de futuro apocalíptico lo has hecho con todo propósito o te ha salido así o qué querías con ello.

R. Desde críos hemos pensado: ¡joder, somos la hostia, no hemos vivido una guerra ni una posguerra! Las historias de nuestras abuelas y de nuestros padres nos dejaban estupefactos. Poco a poco vemos cómo se derrumban estructuras que parecían muy sólidas, las paredes y las columnas del templo se caen a pedazos, y el futuro es por primera vez en mucho tiempo un horizonte poco halagüeño. ¿Quién nos dice que nuestros nietos no vivirán una guerra? ¿Quién nos dice que no vivirán la posguerra? ¿Quién nos dice que no llegarán a viejos en un país que sale de otra dictadura, que emprende otra transición? La tercera parte de mi novela es la pista fundamental sobre el sentido cíclico que podría tener la historia si seguimos durmiendo en los laureles que plantaron nuestros abuelos.

Aparte, sin dar spoilers: cuando me hice amigo de mi abuela Pepita y la conocí como mujer, es decir, no como abuela sino como ser humano, empecé a preguntarme cómo demonios se había convertido esa mujer tan inteligente y tan brillante en una abuela, en un cojín blando y confortable, en una señora mayor. Esa pregunta me ha perseguido siempre y en esta novela los personajes viven una vida entera para intentar contestar.

Algunas experiencias, como mi paso por Ana Rosa, dan para escribir otra novela. La tele, detrás de las cámaras, es un mundo loquísimo

P. Llevas una temporada muy presente en los medios de comunicación y me pregunto si eso puede compaginarse con la escritura de un libro sin caer en la esquizofrenia.

R. El último año ha sido alucinante. 'Arden las redes' produjo más trabajo y más resonancia de la que me esperaba. Cayeron contratos en televisiones, que es un medio en el que nunca pensé que fuera a hacer ningún pinito. Algunos curros empezaron y terminaron a toda prisa: no era mi sitio. Otros se sostienen, y aparecen nuevas ofertas. Desde luego, este último año es incompatible con la literatura. En el futuro espero poder quedarme con unos pocos lugares donde esté cómodo y aporte algo, limitar las apariciones y volver a escribir. Pero este año ha sido de experimentar los límites. Es posible que algunas experiencias, como mi paso por Ana Rosa, den para escribir una novela en algún momento. La tele, detrás de las cámaras, es un mundo loquísimo.

P. ¿Alguna conclusión jugosa que hayas sacado del mundo de los tertualianos, de los Inda, Escolar, Marhuenda?

R. No creo que sea lo mismo Inda que Escolar, ni de coña. Escolar puede cagarla, pero Inda es directamente tóxico, su diario es un intestino grueso que no expele más que porquería. A los tertulianos profesionales les pasa como a los farloperos. La tertulia y la farlopa te enganchan, consumen tus energías y te conducen a hablar de más. Yo he descubierto este año que no valgo para las tertulias. Algo que sí que admiro de los tertulianos es que son actores. Cuando me ponían enfrente de Inda, yo no podía evitar escuchar lo que decía y tratar de responder a ello, pero las tertulias de la tele no funcionan así. Cada actor suelta su rollo para su público. Las tertulias de la tele no son debates ni dialéctica, son teatro.

A los tertulianos les pasa como a los farloperos. La tertulia y la farlopa te enganchan, consumen tus energías y te conducen a hablar de más

P. Esa sobre-exposición te hace vivir constantemente en medio de acusaciones, insultos y polémicas. ¿Cómo lo llevas?

R. Me duelen muchas acusaciones, sobre todo cuando las considero injustas o vienen de gente a la que respeto, pero a todo se habitúa uno. Lo jodido es que hablemos de acusaciones y no de críticas. Para mí, ahí está la clave de este tiempo y del mundo de las redes. Una opinión produce polémica y punto, ahí queda todo, en acusaciones cruzadas y aplausos acríticos. Los debates se producen lejos de los focos y del ruido. El mundo mediático y digital es muy estéril para el intercambio dialéctico de ideas. El zasca convierte las conversaciones en partidos, no sé muy bien de qué deporte.

P. ¿Dirías que has tenido éxito?

R. Si esto que yo tengo es éxito, el éxito es una puta mierda. Demasiado trabajo, poco dinero y algunas traiciones. De todas formas soy muy escéptico con el éxito. Cuando tú y yo nos conocimos, a mí me parecía que el éxito era lo que tenías tú. Yo no había conseguido publicar ningún libro y tú sí, y habías ganado premios, y eras un escritor. Tenías todo lo que yo ansiaba, y tú me decías: esto apesta, esto no es nada. Me parece que ahora te puedo decir lo mismo yo a ti. Espero que un día alguno de los dos tenga un éxito verdadero para que pueda compartir con el otro qué cojones significa eso, pero me da que el éxito en estos trabajos nuestros es un Parnaso literalmente. No existe, vaya.

Envié todos mis libros al pobre Muñoz Molina con la fantasía húmeda de que le gustasen. No imagino haciendo eso a un veinteañero hoy

P. Podemos preguntarnos entonces qué esperábamos cuando, muchachos de provincias, llegamos a Madrid queriendo ser escritores. ¿Quién era tu modelo, Umbral, Marías, Muñoz Molina? ¿Cuál era realmente tu sueño húmedo de la literatura?

R. No he tenido referentes fijos. Yo llegué a Madrid y me fui al Café Gijón lo primero, con 18 añitos, porque había leído que allí estaban los escritores. Hasta que te conocí a ti, creo que no había conocido a ningún escritor de verdad. ¡Y tú eras un novato! Pero tu nombre en una portada ya me ponía nervioso. Creo que lo que diferencia a nuestras generaciones de los jóvenes de hoy es que nosotros teníamos una especie de reverencia hacia los más mayores, queríamos escalar en una fachada conocida y antigua, nuestro sueño húmedo era entrar en un canon, así que necesitábamos desesperadamente la bendición de un consagrado. Por ejemplo, yo le he enviado todos mis libros al pobre Muñoz Molina con la fantasía húmeda de que alguno le gustase. No me imagino haciendo eso a un veinteañero hoy. Creo que son más iconoclastas, pero tampoco son nuevos. Me recuerdan a los que salen en 'La novela de un literato', de Cansinos-Asséns. Pero no quieren ser modernistas, sino poetas youtubers. ¿Habrá algo más iconoclasta que esto? Son mil veces más punkis que nosotros.

P. Creo que irte a Barcelona fue clave en tu vida. ¿Cómo te llevas con la ciudad?

R. El punto de inflexión de mi vida fue conocer a mi mujer, que es el motivo por el que vivo en Barcelona. El escenario es un poco secundario. La verdad es que a mí esta ciudad no termina de gustarme. Todo es civilizado en Barcelona, europeo, no hay suciedad, no hay mugre. Esto se ha visto en las protestas de los independentistas, a las diez de la noche se iban para casa. Vaya revolución nos han dado este último año. Los del POUM deben de estar riéndose en la tumba.

Los columnistas en general son infinitamente más generosos, más amistosos y menos mezquinos que los escritores

P. Ya en los 90 se afirmaba que se escribe mejor en los periódicos que en los libros. Hoy hay varios columnistas que podrían justificar un enunciado similar, muchos de tu generación. ¿Cómo ves este gremio? Yo lo veo muy distinto, digamos, a cuando se juntan varios escritores. Los escritores son, no sé, templados, mientras que estos columnistas de éxito -tú incluido- me parecen como los machos alfa, los divertidos, los ligones y los nocturnos.

R. Te voy a decir una cosa que distingue a los columnistas y a los escritores de esta generación: los columnistas en general son infinitamente más generosos, más amistosos y menos mezquinos que los escritores. Y te voy a dar el motivo: los columnistas, mal que bien, viven de su trabajo. Mal que bien estamos pagados. La canalla no es hoy el gacetillero, eso era en tiempos de Valle-Inclán. Hoy la canalla son los escritores de cuento corto y los poetas. Tan mal pagados, tan mediocres sus expectativas, que tienen que ser mezquinos y ponerse a caldo unos a otros para recibir algún pago, que repercute en la cuenta corriente de su vanidad, porque en la del banco tienen telarañas. Los únicos columnistas mezquinos que conozco son, o muy consagrados y pagados de sí mismos, o unos mierdas que se dedican a poner a caldo en blogs a cualquiera que sospechen que tiene éxito, y viven para sus seguidores de Twitter, y se cuecen en su mutua bilis para consolarse juntos. La tropa de asalto de Luis Magrinyá sería un caso paradigmático.

P. Volviendo al libro, puede decirse que tu novela está completamente al margen de las tendencias actuales, de ese yo autobiográfico omnispresente. ¿Sigues creyendo en lo que proponíais en aquello del Nuevo Drama?

R. No sé. 'Patria' de Aramburu, 'Las correcciones' de Franzen, etc, no creo que sean obras a contracorriente. En esta época cada cual puede hacer lo que le venga en gana y seguramente encontrará un tipo de lector y no otro. No creo que haya, más allá de la moda mediática y editorial de turno, ninguna corriente. Respecto al Nuevo Drama, aquello fue un juego de niños. Montamos un pifostio mediático y fue muy divertido, por momentos asustaba. Pero no podría decir que he seguido a rajatabla las normas que nos inventamos porque no las recuerdo bien.

P. ¿Qué hubiera sido de Juan Soto Ivars sin las redes sociales?

R. A mí me contrataron en este periódico por lo que escribía en mi Facebook cuando no me conocía ni Dios. Apenas había trabajado, estaba aburrido y muerto de asco. Carlos Hernanz me empezó a seguir por Facebook, vio lo que ponía, se lo contó a Cardero y ellos me dieron la oportunidad de mi vida. Creo que esto ha sido más importante que Facebook. Sin ese giro, posiblemente ahora estaría todavía vomitando bilis en Facebook, como tanta gente lista que hay allí dentro sin oficio ni beneficio.

Cuando ustedes no sabían aún lo que se les venía encima, yo ya trataba de entender el encanto de Juan Soto Ivars (Águilas, 1985). Lo conocí hacia 2005 en Madrid, cuando él era un triunfador de veinte años al que sólo le faltaba el triunfo. Que Juan Soto Ivars haya triunfado hoy es discutible sólo en la medida en la que no sabemos exactamente en qué ha triunfado. Bueno, es famoso. Sale por la tele. Le paran por la calle. Escribe libros. Sus artículos se leen. Y está casado. Pero Juan Soto Ivars es un triunfo en exclusiva de la personalidad, al margen de las medallas que podamos reconocerle. Es muy distinto triunfar por voluntad que venir ya triunfado a la vida, con ese porte y ese pelo y esa afabilidad apabullante que derrocha nuestro autor. Ha dejado dicho Emmanuel Carrère de Macron que todos los franceses le votarían si su ahora presidente pudiera darles la mano uno a uno, es decir, acercarse a ellos como el hombre que siempre parece de tu parte. Juan Soto Ivars siempre parece de tu parte. Juan Soto Ivars, amigos, conseguiría que Macron le votara a él.

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