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'Steve McCurry: Icons', una niña afgana de ojos verdes y la fotografía... ¿documental?
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'Steve McCurry: Icons', una niña afgana de ojos verdes y la fotografía... ¿documental?

El Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid acoge la exposición 'Steve McCurry: Icons' hasta el 13 de febrero, un repaso por las obras más impresionantes del fotógrafo

Foto: Foto: Steve McCurry/cedida.
Foto: Steve McCurry/cedida.

Steve McCurry es una rareza. Un fotoperiodista vivo que vende muchos, muchos libros. No importa cuántos años pasen, que los ojos verdes de la niña afgana nos siguen mirando a todos. Quizá porque la fotografía de McCurry, aunque documental, impulsa un poderoso deseo de saber más: quién es esa gente que retrata, cómo es su vida, ¿hacía frío en esa foto?, ¿a qué huele el mar de Sri Lanka?, ¿sería simpático ese pescador?

Son las preguntas que le asaltan a una mientras recorre ‘Steve McCurry: Icons’, la serie de fotografías que se expone en el Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid (COAM) hasta el 13 de febrero. Al polipremiado McCurry lo comparan con Henri Cartier-Bresson, uno de los legendarios fundadores de la Agencia Magnum. Un reportero de guerra que, en el siglo pasado, cultivó la fotografía narrativa y artística en el sucio campo de batalla, y acuñó con su trabajo eso del 'instante decisivo'. Solo existe un momento en que el fotógrafo debe disparar, cuando la acción transcurre. Ni un segundo antes, ni uno después.

placeholder Foto: Steve McCurry/cedida.
Foto: Steve McCurry/cedida.

Esa preocupación por congelar el movimiento se palpa en parte del trabajo expuesto en ‘Icons’. Pero el verdadero fenómeno McCurry, al menos el más conocido, saltó de la portada del 'National Geographic' a todos los rincones del mundo. Fue la imagen estática de aquella niña afgana de ojos verdes. La fotografía ocupa un lugar privilegiado en la exposición, de santuario. En los ochenta, McCurry viajó a un campo de refugiados afganos en Pakistán. Allí había una escuela y la profesora le permitió fotografiar a las niñas. Una de ellas había llamado su atención desde que entró en el aula. Se sentó sola y miró al fotógrafo con curiosidad. Era la primera vez que veía una cámara. Después, salió corriendo. Esa es la historia de la fotografía más importante de su vida, la de una niña que lo miró durante unos minutos y se marchó.

McCurry cuenta en el catálogo de la exposición que, tras publicar la fotografía en la portada del 'National Geographic', le “inundaron de cartas”. “Todos querían saber quién era, cómo ayudarla, enviarle dinero, adoptarla, incluso alguien quería casarse con ella”. Encontraron a la niña en 2002 y volvieron a retratarla. Los años no fueron indulgentes con la refugiada de los ojos verdes. “Teníamos el deseo de encontrarla y apoyarla a ella y a sus hijos, dándoles una educación y un hogar permanente. ¡Y lo hemos conseguido!”, relataba el fotógrafo.

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Foto: Steve McCurry/cedida.

No es solo el retrato icónico de aquella niña; los rostros de McCurry son magnéticos y sus miradas, un pozo atrayente y profundo. Provocan una curiosidad por los seres que McCurry ha capturado desde los confines del mundo, pero también por la humanidad entera y sus particularidades. Ancianos con la barba teñida de naranja, pequeños monjes asiáticos de no más de 10 años, un niño asombrado en la escuela o una mujer que nos mira desde un tren de la India. Los pasillos oscuros de 'Steve McCurry: Icons', están llenos de miradas en las que bucear.

McCurry, salpicado por el escándalo

Paseando entre las imágenes de McCurry, una queda noqueada por su perfección. Cada habitáculo de la exposición corresponde a una temática: la infancia, los animales, la guerra, las catástrofes humanitarias, los paisajes... Son las temáticas con las que el fotoperiodista ha escalado hasta el Olimpo del 'National Geographic'. Todas las imágenes contienen una armonía difícil de explicar. La composición, el color, el movimiento y la emoción de cada escena parecen demasiado pulcros para emerger de un ojo humano.

Es un pensamiento casi inevitable si se conoce el escándalo que salpicó a Steve McCurry hace seis años, que no consiguió arrebatarle su trono. El fotógrafo italiano Paolo Viglione se fijó en una de las imágenes que el estadounidense había tomado en Cuba. En ella se apreciaba cómo el pie de un viandante había desaparecido de la foto, rastro inconfundible del uso de Photoshop para el retoque.

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Verónica Ramírez

La imagen desapareció rápidamente de la web de la Agencia Magnum. Y varios curiosos señalaron más casos de trabajos en los que, además de retocar el color —una práctica habitual y aceptada— se había eliminado un poste de luz, una persona, un coche... En 2013, Associated Press rompió sus relaciones con el fotógrafo mexicano Narciso Contreras por haber retocado una fotografía de la Guerra de Siria con la que ganó el Pulitzer. Ese mismo año, el World Press Photo sometió a un análisis forense la imagen ganadora por la sospecha de que pudo ser retocada. Otros fotógrafos han caído por menos, según señaló Alberto Rojas en 'El Mundo'.

Steve McCurry es fotoperiodista. Un fotógrafo documental que ha recibido numerosos premios bajo este apelativo (varios World Press Photo y la Medalla de Oro Robert Capa, entre ellos). En el momento de la polémica, declaró para 'PetaPixl' que define su trabajo como "arte" o una "narración visual". Una de las imágenes que se recoge en 'Icons', de hecho, también fue retocada y ampliada para que encajara perfectamente en el recuadro amarillo de 'National Geographic'. Y aquí se encuentra el gran e interesantísimo debate que afecta a cualquier forma de periodismo que transite entre el arte y la realidad: ¿hasta qué punto y cuándo el periodista puede manipular el relato para hacerlo más claro, simbólico y, por qué no, más bello? Si el trabajo del fotoperiodista es retratar el mundo en su forma más fidedigna, ¿se puede justificar en algún caso el retoque de sus imágenes? ¿No está cualquier narración ya contaminada por la mirada de quien narra? ¿No es cualquier pretensión de objetividad un fracaso?

Tanto si consideran a Steve McCurry una leyenda o un fotoperiodista de dudosa ética, 'Icons' es una oportunidad para admirar un trabajo visual indudablemente valioso... y plantearse todas esas preguntas mientras lo hace.

Steve McCurry es una rareza. Un fotoperiodista vivo que vende muchos, muchos libros. No importa cuántos años pasen, que los ojos verdes de la niña afgana nos siguen mirando a todos. Quizá porque la fotografía de McCurry, aunque documental, impulsa un poderoso deseo de saber más: quién es esa gente que retrata, cómo es su vida, ¿hacía frío en esa foto?, ¿a qué huele el mar de Sri Lanka?, ¿sería simpático ese pescador?

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