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Naomi Klein contra los progres globales: "El hechizo neoliberal se ha roto"
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Publica el ensayo 'Decir no no basta'

Naomi Klein contra los progres globales: "El hechizo neoliberal se ha roto"

La periodista afirma que los izquierdistas de todo el planeta no tienen ningún derecho a reírse de los votantes de Trump, ya que ellos también se rindieron a un discurso mentiroso

Foto: Naomi Klein. (EFE)
Naomi Klein. (EFE)

Durante décadas, el Partido Demócrata de Estados Unidos fue visto por la izquierda mundial como la versión aceptable de la revolución neoliberal de Ronald Reagan. El punto máximo de su prestigio llegó con la elección de Barack Obama en 2008, que causó la admiración de todo el planeta. Una década después, los cuestionamientos hacia el primer presidente afroamericano son más duros que nunca, como demuestra 'Decir no no basta' (Paidós), el nuevo ensayo de la superventas Naomi Klein. La periodista afirma que los ‘progres’ globales no tienen ningún derecho a reírse de los votantes de Trump, ya que ellos también se rindieron ante un discurso mentiroso.

Foto: La investigadora canadiense Naomi Klein, en 2014.

“Una parte considerable de las bases de Obama aplaudía encantada los símbolos cuidadosamente elaborados que creó su administración: la Casa Blanca iluminada con un arcoiris para celebrar el matrimonio gay; el cambio de tono a uno educado y erudito; el espectáculo de una “primera familia” increíblemente atractiva, libre de escándalos importantes durante sus ocho años. Que son todo cosas buenas…Pero, con demasiada frecuencia, esos mismos partidarios miraban hacia otro lado si se hablaba del uso bélico de drones que segaban la vida de innumerables civiles o de la deportación de dos millones y medio de inmigrantes indocumentados a lo largo de su mandato, o de sus promesas incumplidas de cerrar Guantánamo y desmantelar el aparato de vigilancia montado por George W. Bush”, denuncia.

“Los bancos estaban de rodillas”

Klein recoge la extensa lista de promesas incumplidas por Obama. También recuerda la sensación de esperanza cuando tomó posesión en 2009, aupado por sus discursos contra Wall Street. “Los bancos estaban de rodillas, recibiendo billones de dólares de dinero público en rescates directos y garantías de crédito, y tanto en Estados Unidos como en el resto del mundo se debatía acaloradamente sobre qué deberían exigir los gobiernos a cambio de rescatarles de su propia avaricia”, recuerda.

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'Decir no no basta'

Cabeceras procapitalistas como el ‘Financial Times’ publicaban artículos sobre la necesidad de poner límites a los bonus millonarios de los ejecutivos, defendían leyes para separar la banca de ahorro de la de inversión y consideraban razonable sentar ante un tribunal a los presidentes de entidades responsables de la crisis de 2008. Se hablaba de “refundar el capitalismo” y hasta de “nacionalizar los bancos con carácter permanente y gestionarlos como bienes públicos”. Para decepción de millones votantes, Obama salvó al sector financiero sin pedir nada sustancial a cambio. Hoy muchos estadounidenses, especialmente quienes le votaron, muestran su rabia porque acepte cobrar 400.000 dólares por charla de distintas firmas de Wall Street. ¿Son estas las ‘propinas’ por los servicios prestados?

Los millonarios Marvel

Como otros ensayistas de su generación, especialmente Thomas Frank, la periodista canadiense documenta cómo el Partido Demócrata pasó de ser una organización al servicio de trabajadores y sindicatos a convertirse en representante de las élites corporativas, educadas en los campus más caros de Estados Unidos. “A Trump, el camino a la Casa Blanca se lo asfaltaron en parte hombres muy queridos por los progresistas estadounidenses como Bill Clinton y Bill Gates”, señala. La explicación es sencilla: desde los años noventa, los “progres” de EE.UU. viven entregados a la figura del “millonario Marvel”, una celebridad económica que les genera más confianza que las instituciones estatales. Es el llamado filantrocapitalismo, la idea de que un grupo de ricos especialmente sensibles va a salvar el mundo de todos sus problemas.

Ejecutivos multimillonarios y celebridades -Bill Gates, Richard Branson, Mark Zuckerberg, Oprah Winfrey reciben un trato de semidios

El libro pone nombres y apellidos: “Ejecutivos multimillonarios y celebridades -Bill Gates, Richard Branson, Mark Zuckerberg, Oprah Winfrey y, siempre sin que se sepa bien por qué, Bono- reciben un trato propio no tanto de gente normal con algún talento en su campo como de semidios”. La autora señala que los votantes empiezan a desconfiar de lo que denomina “la clase Davos”, el grupo de 'milmillonarios' globales que busca influir en las políticas públicas, en muchos casos sin pasar por las urnas. “Los ciudadanos intuyen que esa riqueza y poder pujantes están de alguna manera relacionados con sus deudas y con el futuro cada vez más incierto de sus hijos”, afirma Klein. En las pasadas elecciones, fue palpable el rechazo de muchos votantes a las actividades de la Fundación Clinton, que Klein describe como “la fusión de los intereses del Partido Demócrata con los intereses de las mayores fortunas del mundo”. Para muchos electores, el principal atractivo de Trump radicaba en que no se presentó avalado por las élites ‘progres’ o la ‘clase Davos’, como prefieran llamarlo.

“El hechizo del neoliberalismo se ha roto”

Otra de las aportaciones del libro es el rechazo de Klein a la simple resistencia. Califica de “raquíticas” las iniciativas que se limitan a decir “Venzamos a Bush” o “Paremos la guerra”. La autora recuerda con amargura cómo los avances del movimiento antiglobalización se vinieron abajo después de los atentados del 11 de septiembre de 2001. Bastó que Estados Unidos dijese “con nosotros o con los terroristas” para que gran parte de la oposición al neoliberalismo quedase confundida y desarticulada. Por eso Klein urge a crear un relato alternativo al oficial, con capacidad para seducir a los votantes. Su apuesta personal es la organización El Salto, centrada en programas y actividades contra el cambio climático, la desigualdad y la defensa de los cuidados.

Entre otras propuestas, anima a “expandir los sectores de nuestra economía que ya son de baja emisión de carbono: cuidado de personas, docencia, trabajo social, artes y medios de comunicación de interés público…”. Algunos ejemplos que Klein encuentra inspiradores son el sistema de guarderías de Quebec, el movimiento que respaldó a Bernie Sanders y la expulsión de la multinacional Bechtel de Cochabamba (Bolivia) por disparar el precio del agua. “El hechizo del neoliberalismo se ha roto”, celebra. La periodista pide no quedarse en las pancartas: es hora de decidir políticas públicas. “Con pequeños pasos no vamos a llegar donde queremos ir”, concluye.

Durante décadas, el Partido Demócrata de Estados Unidos fue visto por la izquierda mundial como la versión aceptable de la revolución neoliberal de Ronald Reagan. El punto máximo de su prestigio llegó con la elección de Barack Obama en 2008, que causó la admiración de todo el planeta. Una década después, los cuestionamientos hacia el primer presidente afroamericano son más duros que nunca, como demuestra 'Decir no no basta' (Paidós), el nuevo ensayo de la superventas Naomi Klein. La periodista afirma que los ‘progres’ globales no tienen ningún derecho a reírse de los votantes de Trump, ya que ellos también se rindieron ante un discurso mentiroso.

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