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Adictos al 'running', la 'droga' de moda en la clase media-alta
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¿ES BUENO CORRER? ¿AYUDA O PERJUDICA?

Adictos al 'running', la 'droga' de moda en la clase media-alta

El running se ha convertido en un fenómeno social durante los últimos años. Su rápida popularización se refleja en la gran cantidad de carreras populares

Foto: Prueba del 'tri-largo', del triatlón de Sierra Nevada. (Efe)
Prueba del 'tri-largo', del triatlón de Sierra Nevada. (Efe)

El running se ha convertido en un fenómeno social durante los últimos años. Su rápida popularización se refleja en la gran cantidad de carreras populares, maratones y medias maratones celebradas en todos los rincones del país. A medida que se ha ido generalizando su práctica y aumentando el nivel de los participantes, los retos van quedándose cortos, por lo que las pruebas de resistencia, como las ironman, se han convertido en las estrellas de la competición.

Los retos deportivos y la capacidad de superación personal generan numerosos beneficiosos, tanto físicos como psíquicos, pero todo en exceso es malo. ¿Dónde están los límites? ¿El running puede generar una perniciosa dependencia, hasta el punto de convertirse en una adicción? ¿Cuándo se atraviesa la línea entre lo saludable y lo patológico? ¿Cuáles son los síntomas y qué consecuencias acarrea?

La adicción a correr no está catalogada como tal en los manuales de diagnóstico clínico, explica el psicólogo experto en adicciones José Antonio Molina. A pesar de su falta de reconocimiento oficial, “sí se puede afirmar que es una realidad porque está ahí. Se trata de una adicción sin sustancia, similar a la vigorexia o al culturismo. Hay un porcentaje de corredores con dependencia que viven obsesionados y llegan a padecer síndrome de abstinencia cuando no pueden realizar ejercicio, entendido como malestar, mal humor e irritación”, añade Molina.

Una adicción con una alta prevalencia entre los corredores

La escasa literatura científica existente sobre esta patología, debido a su novedad, hace que cualquier aproximación sea demasiado precipitada. Un proceso similar al de otras adicciones contemporáneas recientemente diagnosticadas, como los trastornos por la adicción al trabajo (workaholic), a las compras (shopaholic), o por la obsesión con el físico (vigorexia).

Una de las investigaciones pioneras que más luz ha arrojado sobre esta cuestión es la tesis doctoral Adicción al deporte: estandarización de la escala de detección SAS, de la enfermera y psicóloga clínica Virginia Antolín (aquí puede consultar su paper Adicción al deporte: el peligro de la sobredosis de ejercicio). Según sus conclusiones, el 18% de las personas que practican ejercicio físico con asiduidad son adictas, siendo los deportes aeróbicos, como el running, aunque también el golf o el pádel, los que más dependencia generan. Para llegar a estos resultados, que apuntan una “prevalencia alta”, ha evaluado a cientos de deportistas, focalizándose en su afectación física, psíquica y social.

placeholder Participantes en la última edición de la San Silvestre Vallecana, a su paso por la Puerta de Alcalá. (Efe)

Las características de esta adicción no difieren en demasía de cualquier otra, incluyendo el síndrome de dependencia, tolerancia y abstinencia. “La adicción al deporte tiene tres fases: una primera en la que se hace por placer; una segunda, en la que el objetivo es mejorar la belleza física, el bienestar, liberarse del estrés o relacionarse con otras personas; y una tercera en la que aparece el abuso y la necesidad de hacer deporte a toda costa, a pesar de que se sepa que puede traer consecuencias negativas”, según aclaraba la autora de la investigación.

Síntomas y consecuencias

La tercera etapa, la del ‘abuso y necesidad’, siguiendo la metodología propuesta por Antolín, es la única con consecuencias negativas, puesto que las otras dos son altamente beneficiosas para la salud y el bienestar mental. Las consecuencias de llegar a este peligroso punto, según explica el psicólogo especialista en tratamiento de adicciones Miguel del Nogal, se resumen en que “el running acaba eclipsando todas nuestras actividades, se convierte en el eje central de nuestro día a día y nos hace vivir por y para él”. De este modo, añade, “se dejan de hacer otras cosas con la familia o los amigos, y si un día no es posible hacer deporte debido a una lesión o a un compromiso importante, el sentimiento de malestar se apodera de uno”.

Con el tiempo, suele suceder que “el círculo de amistades comienza a estrecharse únicamente entre las personas que comparten la misma afición por el deporte, mientras que las metas son cada vez más altas, convirtiéndose en una obsesión que puede ir acompañada de mucho sufrimiento físico y psíquico”, añade del Nogal, autor de Cómo superar el tabaco, el alcohol y las drogas (Desclée de Brouwer).

Si uno sigue saliendo a correr a pesar de tener algún tipo de dolor o dolencia muscular o si las discusiones con la pareja y familia comienzan a ser frecuentes por la cantidad de ejercicio que se hace, entonces, algo es que está ocurriendo. Como apunta Molina, autor de SOS… Tengo una adicción (Pirámide), el mejor indicativo para darse cuenta de cuándo se está el límite entre lo patológico y lo saludable es que “sólo logremos sentirnos bien si hacemos ejercicio”. Como ejemplo, cita el caso de un paciente con adicción al ejercicio y que se siente mal los domingos porque su gimnasio está cerrado. “Hay casos en los que la dependencia es muy fuerte”, sentencia.

¿Qué ocurre en el cerebro para llegar a este punto?

La adicción al deporte, y más concretamente al fenómeno del running, tiene, como también ocurre en las adicciones con substancias, un componente físico y otro ambiental. En lo referente al físico, este se debe a la liberación de endorfinas en nuestro cerebro que, como explica Del Nogal, actúan como un opiáceo endógeno que nos genera bienestar. “Son un refuerzo impresionante que nos anima y nos hace sentirnos bien con nosotros mismos, pero cuando dependemos de ese refuerzo para estar bien corremos el riesgo de depender de él”, añade.

En lo que respecta al componente ambiental tiene mucho que ver el factor de la moda, por un lado, y la buena imagen social que tiene, por otro. “La sociedad nos marca y correr está de moda, pero al mismo tiempo tiene un componente positivo, pues está muy bien visto ser deportista y ser competitivo, y ambas cosas van de la mano”, dice Del Nogal. Una imagen que, como ocurre con la adicción al trabajo, que también es una conducta que goza de buena prensa, implica el riesgo de que no se interprete como una problemática, a pesar de que la reflejen diferentes síntomas.

Por estas características, no es de extrañar que en el actual contexto de depresión socioeconómica los desempleados llenen los gimnasios o las carreras pedestres. Es un fenómeno curioso, reconoce el psicólogo experto en adicciones, pero “aunque no llegue a fin de mes, invierto parte de mis ingresos en hacer deporte porque así me siento bien, pues de lo contrario la situación sería todavía menos soportable”.

placeholder Participantes en el Ironman de Lanzarote, considerado el más duro del mundo. (Efe)

La ‘droga’ de los directivos y altos ejecutivos

Para Molina tiene sentido que las maratones y las pruebas de resistencia, como los triatlones, se hayan puesto de moda entre los ejecutivos, desplazando otras actividades deportivas más tradicionales entre este sector de la población. “Hay ciertos deportes que, debido a la gran cantidad de adrenalina y otras hormonas que liberan al practicarlos, reducen los niveles de estrés, ayudan a distraer los problemas y generan refuerzos que son muy positivos para la gente con trabajos estresantes”.

Ser conscientes de las limitaciones de cada uno es fundamental para no caer en la obsesión por superarse cada día, y ponerse metas muy altas como realizar una ironman cuando uno no está preparado para asumir un reto de estas características. Sin embargo, en el caso de los altos ejecutivos, que trabajan en un mundo ultracompetitivo, es difícil discernir cuándo es suficiente. “Plantearse metas está bien, pero cuando el objetivo es demasiado ambicioso, como saltar de las carreras de diez kilómetros de distancia a una maratón, en muy poco tiempo y sin estar en condiciones, entonces se caerá en la obsesión y comienzas a dedicarte exclusivamente a alcanzar este reto”, apunta Molina.

Otra de las cuestiones asociadas a este fenómeno, que cada vez se debate más en los congresos, según añade el psicólogo, es que el running y los deportes de resistencia en general, son adicciones que sustituyen a otras adicciones. “Cada vez nos encontramos a más pacientes en consulta que se vienen a tratar de drogodependencias, fomentas que realicen ejercicio, superan su problema y acaban teniendo una cierta dependencia hacia el deporte. Es cierto que son personas más predispuestas a las adicciones, pero ahora el debate entre los psicólogos está en sí esto es un problema adicional o no, aunque superen su drogodependencia, y si lo más ideal en estos casos es fomentar el ejercicio”.

El running se ha convertido en un fenómeno social durante los últimos años. Su rápida popularización se refleja en la gran cantidad de carreras populares, maratones y medias maratones celebradas en todos los rincones del país. A medida que se ha ido generalizando su práctica y aumentando el nivel de los participantes, los retos van quedándose cortos, por lo que las pruebas de resistencia, como las ironman, se han convertido en las estrellas de la competición.

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