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El misterio de las predicadoras dormidas o la historia tras el 'somnium devocional'
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El misterio de las predicadoras dormidas o la historia tras el 'somnium devocional'

Entre la brujería y el misticismo religioso, ¿pudo haber sido la predicación simplemente una forma ingeniosa de sortear las restricciones sociales?

Foto: Una paciente diagnosticada con histeria en la clínica de la Salpêtrière, en París, a finales del siglo XIX. (Wikimedia)
Una paciente diagnosticada con histeria en la clínica de la Salpêtrière, en París, a finales del siglo XIX. (Wikimedia)

Antes de que el cristianismo se hiciera tradición en Europa, las videntes eran una expresión de otras tradiciones, las chamánicas, que como las religiones buscaban respuestas a los cursos de la vida. Aquellas mujeres ocupaban una posición de autoridad en la sociedad, en tanto que mostraban la capacidad de tantear esos cursos, prediciendo eventos futuros o mediante la hechicería.

La hechicería, esa práctica de la que poco a poco se fueron desprendiendo todo tipo de saberes, por ejemplo, para curar (otra forma de controlar o intentar controlar la vida evitando la otra parte de ella, la muerte). Con la hechicería, una mujer se acercaba al cuerpo vivo, pero también a los cuerpos que ya no lo estaban. Con la hechicería se podía trascender cualesquiera que fueran los cursos. Entonces, dos sucesos fueron tomando forma de procesos en contra: la institucionalización de la iglesia católica y, por contrario que parezca, la de la ciencia.

Foto: Foto: josefatolra.org.

En su tratado de 1973, Witches, Midwives, and Nurses, Barbara Ehrenreich y Deirdre English argumentan que las primeras acusaciones de brujería en Europa surgieron de la ansiedad de los médicos (hombres) afiliados a la iglesia sobre la competencia que les suscitaba la existencia clásica de las curanderas. "La violencia promovida por la iglesia permitió el surgimiento de la profesión médica europea", apuntan. Es así como ese mito toma otra imagen, quizás en contrarrespuesta: la de las predicadoras.

Las predicadoras dormidas

Una carta enviada desde Ginebra con fecha de 1689 cuenta una historia de una pastora y un grupo de niños pequeños, todos presa de una especie de profecía del sueño o, como dice su escritor, "doscientos o trescientos jóvenes profetas, como hongos, brotan todos en una noche" alrededor de ella. Más tarde, otro caso similar se expande, el de la predicadora finlandesa Anna Rogel. La llamaron la predicadora dormida porque, literalmente, sus predicciones llegaban en el sueño. Y dormida, atrajo gente de todas partes que peregrinaban hasta su tranquilo pueblo. Era el siglo XVIII. Unas décadas después, ya en el XIX, otra predicadora dormida congregó fieles al otro lado del charco, la estadounidense Betsy Merrill. ¿Qué estaba pasando?

placeholder Íncubo, (una pesadilla inducida por este demonio), deriva del latín tardío incub(āre), es decir, yacer sobre. (Wikimedia)
Íncubo, (una pesadilla inducida por este demonio), deriva del latín tardío incub(āre), es decir, yacer sobre. (Wikimedia)

Parecía un brote nuevo, como de enfermedad (así lo tratarían antes, entonces, y después), un antojo de suerte del fin del mundo: las mujeres tomaban la palabra, acaparaban las miradas. Pero no, no era nuevo. En el Antiguo Egipto, en el Lejano Oriente y en Oriente Medio, ya habían considerado que el útero deambulaba por el cuerpo de las mujeres como un animal, y que por eso debían estarse quietas.

Todo estaba en ese pequeño monstruo del cuerpo ajeno, como explica la profesora Terri Kapsalis en Literary Hub. "Si vagaba en la dirección equivocada y se dirigía a la garganta, habría asfixia, tos o pérdida de la voz, si se atascaba en la caja torácica, habría dolor en el pecho o dificultad para respirar, etc. La mayoría de los síntomas que pertenecían a un cuerpo femenino podrían atribuirse a ese útero errante".

¿Sorteando las restricciones sociales?

Amelia Soth recuerda en Jstor que hay un hilo conductor en los casos de las predicadoras: "eran a menudo, aunque no exclusivamente, mujeres, rurales, pobres y sin educación. Eran exactamente las personas que, según la ortodoxia de la época, no deberían haber estado discutiendo en el púlpito". Inevitablemente hoy aparece una pregunta: ¿Pudo haber sido la predicación del sueño simplemente una forma ingeniosa de sortear estas restricciones sociales?

placeholder La sonámbula, por John Everett Millais / Catalina de Siena y sus éxtasis religiosos, por Giovanni Battista Tiepolo / Lady Macbeth sonámbula, por Lady Mary Hoare. (Wikimedia)
La sonámbula, por John Everett Millais / Catalina de Siena y sus éxtasis religiosos, por Giovanni Battista Tiepolo / Lady Macbeth sonámbula, por Lady Mary Hoare. (Wikimedia)

Desde ese vértice se ha investigado también la historia de la brujería y su persecución. Lo han hecho, por ejemplo, el sociólogo Marvin Harris en Vacas, cerdos, guerras y brujas o más recientemente la periodista Mona Chollet en Brujas: ¿Estigma o la fuerza invencible de las mujeres? Para el caso de las predicadoras, Kirsi Stjerna recorre su existencia en el estudio Predicadoras dormidas finlandesas: un ejemplo del poder espiritual de las mujeres.

¿Es que tenían algo que ver las llamadas brujas y las llamadas místicas o profetas cristianas? Mucho más de lo que parece

"El sistema de caza de brujas ideado por (Heinrich) Institor y (Jakob) Sprenger fue aprobado por Inocencio VIII en un momento en que Europa rebosaba de movimientos mesiánicos y profecías de la tercera edad. Alcanzó su punto culminante como consecuencia de la Reforma (tanto Lutero como Calvino creían ardientemente en los peligros de la brujería)", explica Harris, quien añade que "para comprender la locura de las brujas debemos estar dispuestos a identificar una especie de realidad que es al propio tiempo distinta y opuesta a la conciencia de estilo de vida de las brujas". Los propios Institor y Sprenger decían a estas: "Sois responsables de lo que hacéis en los sueños de otros", una frase que funcionaría como un pliegue: "Lo que la gente creía que sucedía es tan interesante como lo que sucedió 'objetivamente', y mucho más cierto".

Tantos casos, vertebrados a lo largo y ancho de la geografía mundial, siempre en aumento durante siglos, debe ser más que una coincidencia. "La situación exige que nos preguntemos no por que estaban los inquisidores obsesionados con destruir la brujería, sino más bien por qué estaban tan obsesionados con crearla". Basta observar, de hecho, no las historias de tantas a las que la iglesia consideró en su contra, sino precisamente a las otras tantas que formaron parte de ella. ¿Es que tenían algo que ver las llamadas brujas y las llamadas místicas o profetas cristianas? Mucho más de lo que parece.

Un diagnóstico: Somnium devocional

Mientras los procesos de acusación por brujería se basaron en la tortura para que las mujeres confesaran prácticas ciertas o no, las predicadoras tendían a torturarse ellas mismas. Cuando estaban despiertas, algunas parecían creer que "no es apostólico que una mujer sea una maestra pública de las cosas santas". Otro ejemplo de esto que pone en relieve Soth es el de la predicadora finlandesa Helena Kontinnen, que comenzó a reunir seguidores unas décadas después de que el caso de Baker desapareciera de los titulares.

placeholder Quema de tres 'brujas' en Baden, Suiza (1585), por Johann Jakob Wick. (Wikimedia)
Quema de tres 'brujas' en Baden, Suiza (1585), por Johann Jakob Wick. (Wikimedia)

Después de una poderosa experiencia religiosa, dice Soth, Kontinnen pasó seis atormentados meses tratando de resistir el llamado a predicar, convencida de que, como mujer, ese no era su lugar, pero no pudo contenerse. Como vías para que las mujeres recorrieran su propia voz, la confianza en el empoderamiento espiritual también se vertebró en diferentes formatos. A menudo, de hecho, tan rápido como se admiraba religiosamente a una mística se la acababa despreciando por bruja. Los límites nunca estaban claros. Entonces, "¿podemos explicar esto desde las circunstancias opresivas, que algún tipo de "privación" o "estrés social" desencadene experiencias extáticas aparentemente emancipatorias de las mujeres como una forma de afirmarse a sí mismas?", se pregunta. Las mujeres que aún estaban por llegar resultaron una respuesta.

Sus casos cayeron en el vacío como un término medio extraño

Lo único que sabemos es que fuera como fuera, llegados el siglo XVIII sus casos cayeron en el vacío como un término medio extraño, así se las entendía a ellas, extrañas, en algún lugar entre lo médico y lo milagroso. "Somnium devocional": este fue el diagnóstico médico propuesto para Rachel Baker, de diecinueve años. Baker entraba en una especie de trance desde la cama, desde el que parecía ser el eco del mismísimo dios. Era 1813 y a las mujeres "extrañas" ya no se las quemaba, por ejemplo, la institución científica había optado por encerrarlas para estudiarlas o exponerlas, al caso, lo mismo. Aquí están, querido público, las histéricas, parecían decirse entre unos y otros médicos, psiquiatras, psicoanalistas, hombres que pasaban por allí.

Como explica la historiadora Helen King en Wellcome Collection, la enfermedad ha sido un cajón de sastre (trágicamente) para padecimientos tan variados como la epilepsia, la infertilidad, el TEPT, la depresión y la menopausia. En otras palabras: la histeria no es una enfermedad única con una historia continua, ni es una enfermedad con un conjunto continuo de síntomas.

El baile de las locas

"El ataque la invade a las nueve de la noche o a la hora normal de acostarse", escribió Charles Mais sobre Rachel Baker. Era el taquígrafo encargado de registrar los somniloquios de la joven. Además de taquígrafo, en psiquiátricos como el del hospital de la Salpêtrière en París (uno de los hospitales más antiguos del mundo, además) también tenían fotógrafo, visitantes que pudieran perturbarlas, si eso no funcionaba siempre quedaban las drogas o las torturas. Había que buscar en ellas el sentido contra ellas.

placeholder Secuencia de imágenes de otra paciente diagnosticada de histeria en la Salpêtrière. (Wikimedia)
Secuencia de imágenes de otra paciente diagnosticada de histeria en la Salpêtrière. (Wikimedia)

"Agitada, respirando con dificultad, pierde el conocimiento. Entonces comienza a hablar. Sus palabras son bíblicas y conformes al protestantismo ortodoxo de su secta. Sus opiniones expresadas durante el paroxismo... son tan sensatas, inteligentes e indicativas de pensamiento como las que generalmente escuchas", añadió Mais. Mientras tanto, el llamado profesor Charcot (jefe del servicio médico de dicho hospital) organizaba a finales del siglo XIX el "baile de las locas" en uno de sus salones.

placeholder Examen de una bruja en el siglo XVII (1853), de TH Matteson. (Wikimedia)
Examen de una bruja en el siglo XVII (1853), de TH Matteson. (Wikimedia)

Cada año, Charcot invitaba a toda la alta sociedad parisina a pasar una velada disfrazada en medio de las pacientes de la Salpêtrière. Según el profesor, este baile permitía la conexión entre las pacientes y la sociedad (como si fueran dos opuestos). Sin embargo, como relata la novela de Victoria Mas con el mismo nombre, y para la que la autora investigó durante meses, esta celebración anual más bien adquirió la apariencia de "un gran circo en el que las pacientes eran escrutados como animales exóticos por los invitados". Mientras las que pasaron a ser santas en la historia habían atraído a las personas para verlas sufrir como mártires, o mientras esto mismo se habilitó como mecanismo contra las mujeres en las cazas de brujas exponiendo sus asesinatos, la idea detrás de ellos ahora era otra: no una muestra del pecado y sus consecuencias, sino una muestra para el "avance" científico".

A través de la idea de la histeria

La intelectual feminista Charlotte Anna Perkins escribió entonces The Yellow Wallpaper, cuando el diagnóstico clínico sobre mujeres que en otro tiempo habrían sido curanderas, brujas, místicas, médiums, llegó a su apogeo: todas tenían histeria. La historia de este libro describe a una mujer joven y su marido. Él le impone una cura de reposo cuando sufre una " depresión nerviosa temporal " después del nacimiento de su bebé. Entendida como una novela de terror, en realidad era un documento fiel a la realidad. La respuesta a él fue que la atención médica se desvió del útero hambriento y se situó en el llamado "sistema nervioso más débil de la mujer", apunta Kapsalis.

placeholder Mujer dormida, de Noah Buchanan. (Wikimedia)
Mujer dormida, de Noah Buchanan. (Wikimedia)

"Hay páginas y páginas de escritos médicos que denuncian a las histéricas como grandes mentirosas que engañan voluntariamente", dice la profesora. Las causas: leían demasiadas novelas, decían, lo que les provocaba fantasías eróticas, es decir, querían masturbarse, llamar la atención, acostarse con hombres, acostarse con otras mujeres, querían seducir. ¿Y si solo querían ser vistas? ¿Y si solo querían vivir?

No es casualidad que tal diagnóstico despegara justo cuando algunas de algunas de estas mismas mujeres luchaban por acceder a universidades y diversas profesiones. Una disminución en los matrimonios y la caída de las tasas de natalidad coincidieron con este diagnóstico médico que criticaba a la "Mujer Nueva" y su enfoque en actividades intelectuales, artísticas o activistas en lugar de la maternidad. Tal fue la caída del narrador de Gilman en The Yellow Wallpaper. Desde siempre, solo les había sido posible un más allá.

No mover ni un músculo

Varios practicantes del siglo XIX ganaron fama como médicos de la histeria. Weir Mitchell, un destacado médico de Filadelfia, fue uno de ellos. Defendió lo que llamó "la cura del descanso". A las mujeres enfermas se las acostaba, se les ordenaba que no movieran un músculo y se les instruía que evitaran el trabajo intelectual o creativo de cualquier tipo, se les alimentaba con cuatro onzas de leche cada dos horas y, a menudo, se les pedía que defecaran y orinaran en un orinal mientras estaban boca abajo.

placeholder (Wikimedia)
(Wikimedia)

Mitchell era el médico de Charlotte Perkins Gilman. Su cura de descanso fue recetada a algunas de las grandes mentes de la época, incluidas Edith Wharton y Virginia Woolf. Decenas de mujeres artistas y escritoras blancas fueron diagnosticadas como histéricas en un período en el que la rebeldía, la desvergüenza, la ambición y el "exceso de educación" se consideraban causas probables. El otro plano lo ocupaban las mujeres con menos privilegios que nunca pudieron siquiera escribir, denunciar.

Desde la Antigüedad, las mujeres que hablaban con demasiada ira o demasiado alto en público eran castigadas de manera cruel e inusual. Tal vez por eso, a lo largo de toda la historia, buscaron hacerlo a través de otras voces, de otras formas, otras voces o formas que no pudieran detener. Dice Harris: "La reflexión filosófica de que la pobreza es, después de todo, un estado mental siempre ha sido fuente de confort para los que no son pobres". Más allá de la cuestión de clase y de género, ahora se da también la cuestión de la memoria. Añade Chollet: "Incluso cuando aceptamos la realidad de ese episodio de la historia (el de la caza de brujas) hallamos medios para mantenerlo a distancia. Así, cometemos a menudo el error de situarlo en la Edad Media, descrita como una época atrasada y oscurantista, con la que ya no tenemos nada que ver".

Antes de que el cristianismo se hiciera tradición en Europa, las videntes eran una expresión de otras tradiciones, las chamánicas, que como las religiones buscaban respuestas a los cursos de la vida. Aquellas mujeres ocupaban una posición de autoridad en la sociedad, en tanto que mostraban la capacidad de tantear esos cursos, prediciendo eventos futuros o mediante la hechicería.

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