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"Una guerra real": el Día de la Victoria más sangrante para Putin (y el espíritu de Rusia)
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La fecha más importante de Rusia

"Una guerra real": el Día de la Victoria más sangrante para Putin (y el espíritu de Rusia)

Con motivo del Día de la Victoria de la URSS sobre la Alemania nazi, se ha celebrado el desfile en la Plaza Roja. En su discurso, Putin afirmó que los países occidentales están sembrando el odio y la rusofobia

Foto: El presidente ruso, Vladímir Putin, dando su discurso del Día de la Victoria. (EFE/EPA/Gavriil Grigorov)
El presidente ruso, Vladímir Putin, dando su discurso del Día de la Victoria. (EFE/EPA/Gavriil Grigorov)

Como en época del Imperio romano, los generales soviéticos depositaron a los pies de su comandante supremo, Iósif Stalin, los estandartes nazis capturados en el campo de batalla. 40.000 soldados del ejército victorioso marcharon por la Plaza Roja en compañía de 1.850 vehículos de guerra. Los mariscales Zhukov y Rokossovsky saludaron al pueblo desde sus rozagantes caballos, que trotaban al son de los himnos militares interpretados por los más de 1.300 músicos presentes en el mayor desfile militar de la historia.

78 años después, los herederos de aquel régimen, enfangados en una guerra mucho más limitada y de su propia elección, cancelaron el tradicional desfile del llamado Regimiento Inmortal y reducido al mínimo la pompa y la circunstancia. Las marchas del Día de la Victoria han sido canceladas en 20 ciudades de Rusia, pero en la Plaza Roja moscovita han circulado, según anunció previamente el ministro de Defensa, 10.000 soldados y un centenar largo de vehículos. Por la Plaza Roja ha desfilado un solo tanque, un viejo T-34 de fabricación soviética, sin ningún carro de combate moderno, presumiblemente, desplegados en Ucrania. A diferencia del Día de la Victoria del año pasado, la afluencia de curiosos ha sido mucho menor, y la zona llevaba semanas cerrada a los peatones, al albur de un misterioso ataque con drones a una de las cúpulas del Kremlin, que el Gobierno de Rusia achaca a los ucranianos y a los estadounidenses.

El que era un día de unión de Rusia con sus naciones vecinas se ha transformado en un día envenenado. Rusia como el inicio de la paz en Europa con su victoria sobre los nazis frente a una Rusia "atacada por todo Occidente". En su discurso del 9 de mayo en la Plaza Roja, de apenas 10 minutos, Vladímir Putin insistió en que se ha desatado una "guerra real" contra Rusia. "Nosotros nos resistimos al terrorismo internacional y también defenderemos a los habitantes del Donbás y garantizaremos nuestra seguridad", dijo. El presidente ruso afirmó, en consonancia con afirmaciones anteriores, que los países occidentales están sembrando el odio y la rusofobia. "Cualquier ideología supremacista es criminal", aseveró.

Foto: Vista general del Kremlin, la catedral de San Basilio y el parque Zaryadye en Moscú. (Reuters/Evgenia Novozhenina)

El líder ruso subrayó que "no hay nada más importante" que la labor de los soldados en el frente para garantizar la seguridad de Rusia, para después iniciar un minuto de silencio por los soldados caídos. "No hay causa más fuerte en el mundo que nuestro amor por nuestras fuerzas armadas", dijo Putin al finalizar su discurso.

Ucrania celebra el Día de Europa

Además de las preocupaciones ligadas a la seguridad tras los últimos ataques con drones, el Día de la Victoria, considerada la festividad más importante del oficialismo, lleva años perdiendo lustre entre las naciones vecinas. Hasta el punto de que algunas de ellas se han desligado oficialmente de un episodio que las unía a Moscú. Un replanteamiento que antecede a la invasión rusa de Ucrania, pero que esta no ha hecho más que acelerar.

Desde ayer lunes, por decreto del presidente Volodímir Zelenski, el 9 de mayo será considerado en Ucrania el Día de Europa. Una festividad que, en la Unión Europea, marca el aniversario de la Declaración Schuman: la proposición, en 1950, de colocar la producción de carbón y acero de Francia y Alemania Occidental bajo una misma autoridad. El embrión de lo que luego se convertiría en la Unión Europea.

"Juntos, con el resto de la Europa libre, celebraremos el Día de Europa el 9 de mayo en Ucrania", declaró Zelenski. "Una Europa unida que debe de estar y estará basada en la paz. Nuestra Europa, de la que Ucrania siempre ha sido, es y será parte". El Día de la Victoria sobre el nazismo se desplaza al 8 de mayo. La misma fecha en que los europeos celebran la rendición incondicional de los nazis.

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El antecesor de Zelenski en el cargo, Petro Poroshenko, ya había emprendido la separación de esta particular liturgia histórica rusa en 2015, cuando el parlamento ucraniano aprobó las leyes de descomunización: una campaña para dejar atrás el pasado soviético, rebautizando las calles, plazas y parques que llevaban nombres comunistas, retirando monumentos, y, en el caso del Día de la Victoria, reemplazando la expresión soviética Gran Guerra Patriótica por la europea Segunda Guerra Mundial. Y prohibiendo los símbolos comunistas que tradicionalmente se lucen en este desfile. Zelenski ha dado un paso más, alineándose estrechamente con los estándares festivos de la Unión Europea.

Kiev sigue así los pasos de Polonia, República Checa o los bálticos, que recorrieron el mismo camino de descomunización, o desrusificación, años antes. La ciudad ucraniana de Zaporiyia, por ejemplo, acaba de transformar uno de sus monumentos dedicados a la victoria contra los nazis: las fechas ya no rezan 1941-1945, sino 1939-1945. Una manera de destacar el hecho de que la guerra no empezó con la invasión nazi de la URSS, sino con el reparto de Polonia que practicaron Hitler y Stalin, bajo acuerdo, en 1939. Y la invasión soviética de Finlandia ese mismo año.

Foto: Yevgeny Prigozhin, líder de Wagner, el 5 de mayo. (Reuters)

Paralelamente al distanciamiento oficial de Ucrania, que técnicamente lleva en guerra con Rusia desde 2014, el Gobierno de Vladímir Putin ha redoblado el tono patriótico del Día de la Victoria y revisado algunos episodios históricos incómodos. Como apunta Dmitry Shlapentokh, profesor de historia de la Universidad de Indiana, el Kremlin ha reescrito su papel en la Segunda Guerra Mundial, justificando la repartición de Polonia y minimizando o borrando crímenes soviéticos demostrados.

A pesar de que, en 2010, Rusia pidió perdón oficialmente a Polonia por la masacre de Katyn, cuando la policía estalinista ejecutó sumariamente a unos 22.000 miembros de la élite polaca, el Kremlin encontró recientemente una manera de dar marcha atrás. Su policía secreta, el FSB, asegura haber encontrado una prueba que exonera a los soviéticos de aquella matanza y le echa la culpa al Tercer Reich.

Los mitos asociados a la guerra contra los nazis, muy presentes también en la fundación ideológica del régimen de Aleksandr Lukashenko, en Bielorrusia, son uno de los pilares del Gobierno de Putin, que los revivió a principios de la década de los 2000. En los años 90, estos mitos se habían difuminado parcialmente con el final del comunismo.

Foto: Un sistema de defensa ruso S-300, durante unos ejercicios militares en Astrakhan, Rusia. (Reuters/Sergey Pivovarov)

Como apuntaba en estas páginas el historiador alemán Karl Schlögel, Putin es originalmente un miembro del KGB, un chequista, y es en la Cheka donde siempre ha anidado el sentimiento imperial más recalcitrante del Gobierno ruso. Un sentimiento representado en la parafernalia guerrera del Día de la Victoria, y que se ha desparramado hacia otros aspectos de la vida rusa, por ejemplo, hacia los colegios. El 9 de mayo, cargos militares inculcan patriotismo a los infantes, que muchas veces visten uniforme y desfilan por sus pueblos y ciudades, con la cinta de San Jorge en el pecho, como gesto de apoyo a la gloria castrense de Rusia.

Los críticos del régimen parodian este "fetichismo militarista", bautizado con el nombre de pobedobesie, que se podría traducir como victoria-manía. "Una manipulación del legado de la Segunda Guerra Mundial", según el analista de riesgo, Alex Kokcharov, "para justificar las políticas agresivas de Rusia y un aumento del militarismo".

La invasión de Ucrania demuestra, en el contexto de la política interior rusa, la utilidad política de la construcción de este culto. Desde la rebelión del Maidán en 2014, la propaganda rusa retrata a Ucrania como un país que habría caído en manos del nazismo, resucitado de sus cenizas para atacar, una vez más, al pueblo ruso. Una narrativa falsa que no ha hecho otra cosa que crecer estos años, sostenida en una revisión bélica de la historia. Una historia que, como los sentimientos mutuos de rusos y ucranianos, como su ensañamiento en las trincheras y en las luchas de artillería, también se ha trasladado a la comprensión de la historia.

Como en época del Imperio romano, los generales soviéticos depositaron a los pies de su comandante supremo, Iósif Stalin, los estandartes nazis capturados en el campo de batalla. 40.000 soldados del ejército victorioso marcharon por la Plaza Roja en compañía de 1.850 vehículos de guerra. Los mariscales Zhukov y Rokossovsky saludaron al pueblo desde sus rozagantes caballos, que trotaban al son de los himnos militares interpretados por los más de 1.300 músicos presentes en el mayor desfile militar de la historia.

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