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“Si dejamos la alimentación en manos de los supermercados, habrá más fraude”
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ENTREVISTA CON VANDANA SHIVA

“Si dejamos la alimentación en manos de los supermercados, habrá más fraude”

Desde los años ochenta, Vandana Shiva se ha convertido en una referencia a nivel mundial sobre agroecología gracias a su papel como activista en contra de la agricultura industrial

Foto: Shiva ha presentado su último libro en Madrid y Barcelona esta semana.
Shiva ha presentado su último libro en Madrid y Barcelona esta semana.

“¡Qué complicado es todo!”, lamenta Vandana Shiva (nacida en Dehradun en 1952) después de conseguir por fin que el ascensor del Círculo de Bellas Artes madrileño funcione. “Esta mañana la máquina de café tenía un montón de botones, cada uno para una cosa distinta. Es café, no debería ser tan complejo”. Esta actitud refleja bien la clase de activismo que la india ha realizado durante las últimas décadas, en las que se ha convertido en una de las grandes embajadoras de la justicia económica y alimentaria, el feminismo y la defensa de la agroecología como alternativa a la agricultura industrial.

Desde principios de los ochenta, Shiva se ha convertido en una de las activistas ambientales más célebres y visibles en todo el planeta, arrastrando a cientos de personas a sus charlas, como ocurrió esta semana en Madrid y Barcelona. Doctora en Filosofía de la Ciencia, hace más de 30 años que inició el programa Navdanya, que intenta preservar la biodiversidad a través del apoyo de los agricultores locales y la conservación de las distintas variedades de semillas. Un esfuerzo que en 1993 le hizo merecedora del Premio al Sustento Bien Ganado, conocido como el Nobel alternativo, y que también han ganado el español Juan Garcés o Edward Snowden.

Dos tercios de la comida del mundo viene de los pequeños productores, a pesar de haber sido atacados durante 70 años


La autora de '¿Quién alimenta realmente al mundo?', que ha venido a presentar a España, ha trabajado como asesora de distintos gobiernos. Formó parte del comité científico de José Luis Rodríguez Zapatero, a quien Shiva recuerda como un hombre “valiente”. Sus enfrentamientos con gigantes como Monsanto o Cargill le ha situado en ocasiones en el centro de la polémica, y sus ideas han sido discutidas por los escépticos. No obstante, su discurso trasciende lo científico; se trata, ante todo, de una cuestión de democracia, justicia social y ecología para tener un planeta más limpio, justo y en el que todos salgan ganando.

PREGUNTA. Su libro hace una pregunta muy clara: ¿quién alimenta realmente al mundo?

RESPUESTA. Hay un discurso dominante, que es que son las corporaciones las que nos dan alimento. ¡Pero hace 100 años no existían y comíamos! La primera cuestión es: ¿qué es la comida? Lo que nutre nuestro cuerpo. ¿Quién la proporciona? En primer lugar, la tierra, porque la industria se concentra en los productos químicos y en los 'inputs', pero se han olvidado del suelo y las plantas. Un complejo de 10.000 plantas diferentes es lo que produce la comida. La naturaleza.

Las mujeres también nos alimentan. Los agricultores nos alimentan. Dos tercios de la comida viene de ellos, incluso después de 70 años de destrucción de los pequeños productores. Estoy hablando de comida, no de productos que tan solo dan beneficios a los gigantes. Ninguna de esas empresas que afirman alimentar al mundo producen nada. En el caso de Monsanto, crean venenos y consiguen 'royalties' por las semillas. Comercian lo que otros han cultivado para crear más productos, no alimentos.

P. Utiliza a menudo la expresión “guerra en nuestros platos”. ¿A qué se refiere?

R. Todas las sustancias químicas utilizadas en la industria de la agricultura provienen de la industria de la guerra. Además, para seguir imponiendo estas sustancias como una solución para alimentar al mundo, necesitas un paradigma muy militarizado, en el que todo tiene que ser eliminado. Es la historia del glifosato y el herbicida Roundup: “Elimina todo lo verde”, así es como lo promocionó Monsanto en los 80. ¡Pero la comida es verde!

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Foto: iStock.

Este paradigma genera guerra. Una guerra contra la tierra, como digo en el libro. Una guerra contra los pequeños agricultores. En India hemos perdido muchos en los últimos 20 años. 300.000 se han suicidado. Si fuese un conflicto religioso, le llamarían “genocidio” y aparecería en todos los periódicos. Si un líder hubiese matado a 300.000 personas, habría acabado en la Corte Internacional de Justicia. Pero son corporaciones las que han sofocado a los agricultores con falsas promesas y cobrando 'royalties' de forma ilegal.

Finalmente, hay una guerra contra nuestros cuerpos. Son sistemas muy sofisticados, y la comida es lo que los compone. Nuestras abuelas lo sabían, por eso decían que somos lo que comemos. La ciencia reconoce que el 75% de nuestras enfermedades provienen de lo que comemos. Tenemos 100 billones de microbios en el estómago que están siendo eliminados por esta guerra. Por eso tenemos problemas cardiovasculares y cáncer, en las que lo genético tiene poca influencia. Prefiero llamar “enfermedades de la alimentación” y no “enfermedades de estilo de vida”.

P. En el pasado, la obesidad solo estaba al alcance de los ricos. Ahora es al revés.

R. Es la ironía del sistema de mala comida. Esta proviene de las élites. ¿Quien empezó a comer azúcar? La élite europea, que nos robó las cañas y construyó plantaciones. Pero ahora comen azúcar natural o stevia. Mientras tanto, la mala comida se ha filtrado a las clases bajas. ¿Por qué incluso los pobres en la India tienen diabetes? Si no sigues una dieta equilibrada y suelen consumir comidas con un alto índice glucémico, muy procesadas y refinadas, sin suficiente diversidad, es un desastre anunciado. La mala comida se filtra hacia abajo, como las enfermedades, y mientras tanto los ricos tienen opciones para comer bien. La buena comida es un derecho de todos, porque nos da salud. Son los pobres los que trabajan con sus cuerpos. Necesitan buena alimentación, porque son ellos los que van a pagar las consecuencias.

P. Hay un gran optimismo hacia el desarrollo de los productos transgénicos, que pueden ayudar a paliar el hambre en el mundo. Usted no está de acuerdo.

R. No. Si creyese en la propaganda y no tuviese mis propias ideas o creyese todo lo que aparece en los medios, diría que sí, que los transgénicos y Monsanto van a alimentar al mundo. Pero ¿qué es un transgénico? Una semilla modificada mediante ingeniería genética a partir de una semilla ya existente. No crea nuevas semillas. Añade una toxina, eso es todo. Un gen no hace una planta. Y la ingeniería genética está creando una nueva escasez que proviene de la avaricia.

La esclavitud comienza con la privatización de las semillas. En los años 80 tenía que caminar 10 horas para encontarlas


En segundo lugar, ya llevamos 20 años comercializando transgénicos. ¿Qué ha ocurrido? La mitad de los granjeros americanos se han visto sobrepasados por las plantas resistentes a los herbicidas. Eso no produce más alimentos. Tampoco es buena ciencia. Si digo que he conseguido una herramienta para controlar las hierbas, y lo que hace es que sean resistentes a los herbicidas, me estoy equivocando.

¿A qué se reducen los transgénicos? Maíz, colza, algodón y soja. De ellos, el 90% de la colza y el maíz se dedica a otras cosas que no son la alimentación. No importa cómo lo mires, no produce comida, produce mentiras. La posverdad empezó antes de Donald Trump, empezó cuando se empezó a afirmar que las sustancias químicas alimentaban al mundo. Esa es la posverdad definitiva.

P. Usted ha protestado contra la privatización de las semillas, que han pasado de estar en manos de los agricultores a las de las corporaciones.

R. Y ha ocurrido muy rápidamente en los últimos 20 años, porque Monsanto en los ochenta no tenía ningún producto. Se unieron a esa idea de que con ingeniería genética puedes fingir que has inventado una nueva semilla, que puedes patentarla e imponerla en el resto del mundo. Por eso comencé el movimiento de Navdanya para salvar a las semillas. Gracias a nuestro movimiento le hemos dado la vuelta y la humanidad no solo tendrá un futuro en el que estas estarán en manos de la gente, de los niños en el jardín de su colegio, en los huertos urbanos, en sus balcones y en los pequeños agricultores. ¿Por qué? Porque la esclavitud de la comida comienza con las semillas.

placeholder Mujer recogiendo té en Sri Lanka. (iStock)
Mujer recogiendo té en Sri Lanka. (iStock)

No ha sido fácil. En los años ochenta tenía que caminar 10 horas diarias para conseguirlas. Pero hay otra razón por la que es necesario. No se trata solo de la soberanía, ni del hecho de que tres compañías químicas puedan controlar el mercado e imponer las condiciones a los agricultores, sino más importante aún es que las semillas que han plantado los granjeros, especialmente las mujeres, son las de la alimentación. Porque mientras sean suyas, tendrán sabor, serán resistentes, y serán diversas, porque es parte de su cultura. Tenemos que devolver el conocimiento del cultivo de semillas a la gente. Todo el mundo puede hacerlo, de igual forma que todo el mundo puede cocinar. Nos hacen creer que es algo de otra era, pero en realidad son habilidades necesarias para el futuro de la humanidad.

P. Mucha gente quiere alimentarse mejor, pero no sabe exactamente por dónde empezar. ¿Qué podría hacer alguien como yo?

R. En los últimos 20 años de globalización, la comida se ha reducido a una mera cuestión de consumo. Tú compras comida. Cuando te das cuenta de que este sistema te daña, quieres buscar una alternativa. Y no lo vas a encontrar en las repisas de los supermercados. Es lo que llamo “democracia alimenticia”. La gente tiene derecho a una buena comida, pero también el deber de cultivarla. Alguien como tú, que eres un periodista, puede organizar una comunidad y montar un jardín en tu zona. O contactar un grupo de agricultores a unos 60 kilómetros y ver cómo puedes contribuir sin tener que estar en el supermercado preguntándose si la marca es buena o el etiquetado es correcto.

Si le dejamos la solución a las grandes superficies, solo va a haber más y más fraude en el mercado de la comida orgánica. En el supermercado solo compras, no tienes más derechos. Cuando te preguntas qué productos le han echado, o si el agricultor ha recibido lo suficiente, eres un coproductor, estás trabajando junto a él y la tierra para producir lo correcto.

P. No obstante, existe una sensación entre los agricultores mayores de que su conocimiento se perderá con ellos.

R. Una de las herencias de la mentalidad industrial en la agricultura es el progreso lineal. Según este, toda la destrucción buscada se hace pasar como evolución natural, como algo que no es reversible. Una vez te das cuenta de que está hecho para que se beneficien unos pocos a costa del planeta y de los agricultores, que pagarán el precio de esta mala comida, descubres que los pequeños productores no tienen por qué desaparecer. No es inevitable. De un buen suelo puede salir buena comida.

Igual que Monsanto o Cargill no producen comida, Bezos no produce nada. Se aprovecha del trabajo de los demás


Sí, los agricultores que quedan están envejeciendo. Pero tienen que enfrentarse a muchos problemas. Mucha gente habla del cambio climático pero no lo relacionan con nuestra forma de cultivar. La agricultura ecológica y los sistemas de comercio de proximidad con la solución al cambio climático. En segundo lugar se encuentra la destrucción de la sociedad. En Madrid o Barcelona, o en Nueva Delhi, el centro de las ciudades es idéntico. ¿A qué se parece? A los aeropuertos de hace 50 años. Las mismas 10 marcas inútiles, que se supone que no puedes vivir sin ellas. Las mismas firmas de moda. Los mismos perfumes. Los mismos zapatos. No es lo que construye una cultura. Es la diversidad de la tierra y del campo.

Ninguna cultura se ha desarrollado sin el campo. El territorio, la tierra, los animales… mi identidad es mi tierra. Vaciar la tierra es vaciar la cultura. ¿Qué ocurre? Que cuando te quedas sin identidad, alguien puede imponerte otra. Como la política de identidad negativa que comenzó con Samuel Huntington y 'El choque de civilizaciones': solo puede saber quién eres si sabes a quién odias. ¡No! Prefiero decir que sé quién soy cuando conozco la tierra de la que provengo. Solo puedo saber quién soy cuando sé qué amo. La identidad positiva se ha convertido en identidad negativa. El sistema en el que el 1% de la población tiene el 87% de la riqueza solo puede sobrevivir con la regla divisoria del odio y el miedo. El vaciado de identidad da carta blanca al gobierno de los imbéciles.

Foto: Marie-Monique Robin

Hay otro problema. Cuando la teoría del progreso lineal acaba con los agricultores, deja a mucha gente sin trabajo. Ahora se escriben muchos artículos sobre cómo el 99% de la gente va a ser prescindible porque no encaja en su plan. El planeta está colapsando, el campo se está vaciando y se le está diciendo a los jóvenes que no hay sitio para ellos, ¿no debería una persona razonable pensar que aún nos queda el planeta, que el campo puede darnos sus frutos, y que se pueden crear identidades positivas y plurales que le den sentido al trabajo creativo? Es una solución social para evitar que la gente sea redundante, política para evitar el conflicto y ecológico para la crisis del planeta.

P. Usted trabajó con José Luis Rodríguez Zapatero a finales de la pasada década. ¿Qué aprendió de España entonces y cuáles cree que son nuestros problemas?

R. Él era un hombre que se había propuesto acabar con el machismo y la dominación masculina. Era un reto muy importante, porque España es un país machista. Lo que me pareció difícil de entender es que no importa en qué parte del espectro político se encontrasen, la gente siempre miraba al pasado para averiguar cuál era su posición, en lugar de mirar hacia el futuro.

Recuerdo que en la última reunión, los indignados ya habían salido a la calle. Les dije que tenían que renegar de la crisis, porque ellos no la habían creado. Era cosa de los bancos. Tenían que buscar una alternativa. Tenemos que recordar a los líderes que la democracia es de la gente, por la gente, para la gente, no de las corporaciones, por las corporaciones, para las corporaciones. La globalización es centralizadora. Y le ha ido bien a Amazon, porque Jeff Bezos se ha convertido en el hombre más rico del mundo. Igual que Monsanto o Cargill no producen comida, Bezos no produce nada. Tiene una plataforma y se apropia del trabajo de los demás. Es un modelo del que cualquier político debería apartarse y pensar que la financiación de su campaña no debe venir de tres multimillonarios, sino de sus 100.000 seguidores. Necesitamos un 'crowdsourcing' de la democracia.

“¡Qué complicado es todo!”, lamenta Vandana Shiva (nacida en Dehradun en 1952) después de conseguir por fin que el ascensor del Círculo de Bellas Artes madrileño funcione. “Esta mañana la máquina de café tenía un montón de botones, cada uno para una cosa distinta. Es café, no debería ser tan complejo”. Esta actitud refleja bien la clase de activismo que la india ha realizado durante las últimas décadas, en las que se ha convertido en una de las grandes embajadoras de la justicia económica y alimentaria, el feminismo y la defensa de la agroecología como alternativa a la agricultura industrial.

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