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Por qué no debes usar la báscula para adelgazar
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Que una máquina no decida cómo te sientes

Por qué no debes usar la báscula para adelgazar

Algunos científicos han alzado la voz contra este aparato tan asentado en nuestros hogares y que tantos quebraderos de cabeza nos provoca: ¿de verdad es el mejor método?

Foto: El aparato doméstico más temido. (iStock)
El aparato doméstico más temido. (iStock)

Cada día cientos, si no miles de españoles, son puntuales a su ritual matutino con la báscula. Ya en el baño, se suben a ella, meten barriga por puro instinto y se lamentan de que tantos sacrificios, tantas pizzas, panes, carnes y refrescos rechazados hayan sido en vano. Si eres de los que su estado de ánimo depende del número que ha marcado ese día la máquina, que sepas que no estás solo, que en esta sociedad el peso es más que una mera cuestión de salud, pues se le ha atribuido un factor moral y emocional tan alto que hace que para muchos pesarse sea un círculo vicioso no siempre recomendable. En otras palabras, la cifra no debería dictar cómo te sientes o qué haces durante el resto de la jornada.

En el debate sobre báscula sí o no, los primeros son mayoría. Es cierto que pesarse cada día tiene sus ventajas, empezando por ser un recordatorio eficaz de la necesidad de cuidarse y tomar precauciones. No obstante, algunos científicos han alzado la voz contra este método tan asentado, que según ellos no mide la retención de agua ni sabe diferenciar lo que es músculo de grasa.

Imagina que alguien se pesa después de Navidad y ve que su peso no ha aumentado. ¿Qué es lo que deduce de ello? Que puede seguir comiendo igual

Es el caso de Dan Ariely, que al no ser ni nutricionista ni endocrino, ni siquiera médico, sino economista conductual (como el último premio Nobel de Economía) en la Universidad de Duke, lleva sus críticas a un terreno inexplorado. En vez de formular diagnósticos y recetar tratamientos, su trabajo ha consistido en investigar las elecciones humanas: desde por qué nos olvidamos de ahorrar dinero para cosas que necesitamos hasta por qué nuestros amigos son los que son y no otros. Pero ahora tiene un nuevo marco de estudio: ¿por qué es tan difícil tomar decisiones saludables?

placeholder ¿Has engordado o acabas de comer? (iStock)
¿Has engordado o acabas de comer? (iStock)

Ahí es donde entra la báscula. Ariely quiere que pienses en el aparato como el mejor aliado para comprender nuestra salud e ir cambiando de forma acorde nuestro comportamiento. Sin embargo, la báscula actual no cumple ninguna de estas premisas. Es más, si por él fuese las máquinas del futuro ni siquiera dirían cuánto pesa la persona. Para el economista, la cifra no es más que una medida del pasado. La mayoría de las personas a las que ha entrevistado dicen que la báscula les transmite una sensación de vergüenza, arrepentimiento y disgusto. Se ha convertido, por tanto, en un objeto temido en los hogares que cuantifica tu progreso. En cambio, el método perfecto, señala Ariely, se basa en más estímulos y menos datos.

No nos dice nada sobre nuestra salud

El economista se ha embarcado en una cruzada contra la cuantificación obsesiva que ha conquistado las mentes de mucha gente durante estos últimos años: pasos andados, escalones subidos, calorías quemadas, horas dormidas… Hay un aparato para cada medida corporal que queramos analizar: desde la grasa hasta la densidad ósea. El problema de estas mediciones, así como el de la báscula tradicional, es que el sentido (todo aquello que tenga que ver con la salud) se pierde en la gran plétora de datos.

El aparato no mide la retención de líquidos ni sabe diferenciar lo que es músculo de grasa y sobre todo desalienta más que anima a realizar esfuerzos

Esto es especialmente cierto, asegura, cuando hablamos de problemas de peso, que puede fluctuar hasta 1,4 kilos durante el día. Parte de esta oscilación depende de cuándo vayamos al baño, de cuándo comamos o de la resistencia del cuerpo contra los cambios. “La fluctuación crea dos efectos negativos. Por un lado, aversión a ganar peso. En los días en los que la cifra sube, realmente te sientes mal. En los que adelgazas, feliz, pero ese sentimiento no iguala a la sensación contraria. En general, la experiencia es negativa, pues esperamos que nuestro cuerpo reaccione rápido”, sostiene Ariely en una entrevista a 'Newsweek'.

placeholder Dan Ariely, profesor de Economía Conductual, durante una conferencia en Nueva York. (Reuters)
Dan Ariely, profesor de Economía Conductual, durante una conferencia en Nueva York. (Reuters)

Incluso el dato más simple puede ser engañoso. Cuando has subido dos kilos, asumes que has hecho algo mal. Cuando los has bajado, lo contrario, cuando en realidad es muy probable que ni en un escenario ni otro hayas hecho nada significativo. “Imagina que alguien se pesa después de la cena de Navidad y ve que su peso no ha aumentado. ¿Qué es lo que deduce de ello? Que puede seguir comiendo de esa manera”. En su lugar, el economista aboga por un método que estimule, en vez de que desanime.

Además, asegura que un truco al que ha llegado a través de las ciencias sociales es proponerse pequeños desafíos que ayuden a tomar mejores decisiones. Por ejemplo, sostiene que la mayoría de la gente abre el frigorífico sin tener muy claro lo que va a comer, por eso vale la pena poner lo sano al nivel de la vista. Todo ello ha alentado al economista ha crear un prototipo de báscula futurística que tiene en cuenta estas fluctuaciones, que calcula la densidad ósea y la proporción de músculo y grasa, pero nunca, nunca, te dice cuánto pesas: tan solo te dice si vas bien o mal. Si le preguntamos a Ariely, es todo lo que se necesita para adelgazar.

Cada día cientos, si no miles de españoles, son puntuales a su ritual matutino con la báscula. Ya en el baño, se suben a ella, meten barriga por puro instinto y se lamentan de que tantos sacrificios, tantas pizzas, panes, carnes y refrescos rechazados hayan sido en vano. Si eres de los que su estado de ánimo depende del número que ha marcado ese día la máquina, que sepas que no estás solo, que en esta sociedad el peso es más que una mera cuestión de salud, pues se le ha atribuido un factor moral y emocional tan alto que hace que para muchos pesarse sea un círculo vicioso no siempre recomendable. En otras palabras, la cifra no debería dictar cómo te sientes o qué haces durante el resto de la jornada.

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