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Las mujeres que descifraron los códigos secretos de los nazis
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Las mujeres que descifraron los códigos secretos de los nazis

En los últimos 100 años, ellas también han tenido importantes papeles en la división de técnicas bélicas, pero su contribución nunca se ha revelado

Foto: Foto: National Archives and Record Administration
Foto: National Archives and Record Administration

Ada Lovelace, Elizebeth Friedman, Joan Clarke, Ruth Bourne o Patricia Davies. Estos son algunos de los nombres que muestran que la invisibilización de la mujer en la historia y en el mundo laboral es uno de los factores que han lastrado el avance humano y profesional. En todos los momentos históricos decisivos ha habido mujeres que han tenido un papel clave en el devenir de los acontecimientos, y un ejemplo de ello es la extraordinaria (y durante muchos años silenciada) labor desempeñada por miles de ellas durante la historia en general y en concreto durante la Primera y Segunda Guerra Mundial.

En el último siglo, las mujeres han estado involucradas en un trabajo como este de manera mucho más profunda de lo que se ha reconocido. Sin embargo, sus contribuciones están empezando a salir a luz gracias al descubrimiento de documentos previamente olvidados y entrevistas con los pocos supervivientes que trabajaron en aquellos descubrimientos.

Foto: Un apretón de manos que cambió el siglo XX. (Cordon Press)

Ada Lovelace

Parece oportuno recordar también a las mujeres que aplicaron las técnicas de craqueo de códigos a mano mucho antes de que la criptografía se convirtiera en la reserva de los informáticos. Ada es considera la primera programadora de la historia, fue una mujer especial en plena época victoriana. Fue hija del poeta inglés Lord Byron y de Annabella Milbanke. El apellido por el que es conocida viene de su matrimonio con William King, conde de Lovelace. Tuvo la suerte de tener una madre rica y poco convencional, de la que heredó la pasión por las matemáticas y gracias a la que pudo estudiar en la Universidad de Londres y frecuentar a figuras de la ciencia y el arte como Faraday o Dickens.

Sus descodificaciones fueron muy importantes, se hicieron en tiempo real y lograron salvar muchas vidas

Su gran momento llegó al conocer al matemático Charles Babbage, que había diseñado una máquina analítica que debía funcionar con los mismos principios que los futuros ordenadores –y que nunca llegó a construirse–. Impresionado por el talento de Ada, que entendió sus ideas a la primera y escribió un plan describiendo los pasos para calcular los valores de los números de Bernoulli, Babbage la reclutó como ayudante, pero la boda de ella a los 20 años y el nacimiento de sus tres hijos la apartaron durante unos años de la investigación.

Tras reanudar la tarea en común, Ada inventó una notación para describir algoritmos en la máquina de Babbage, creando así el primer lenguaje de programación. Tuvo que firmar sus trabajos con sus iniciales A. A. L., para que no la censuraran por ser mujer. A los 36 años enfermó de cáncer y fue tratada con opiáceos e hipnosis, pero nunca se recuperó y murió un año después. En 1979, el Departamento de Defensa de EEUU desarrolló un lenguaje de programación que llamó “ADA” en su honor.

Elizebeth Friedman

En 1917, EEUU acababa de entrar en la Primera Guerra Mundial, pero su ejército era pequeño y sus estrategias de inteligencia, aún muy limitadas: no tenían ni NSA ni CIA. De hecho, el equipo militar comenzaría a pequeña escala en una mansión de Illinois propiedad de un excéntrico millonario. Las dos personas que formaban parte de este grupo de trabajo de codificiación fueron Elizebeth Smith y Willum Friedman, que más tarde se acabarían casando.

Ninguno de los dos tenía entrenamiento formal en criptoanálisis. Ella había estudiado a Shakespeare y Tennyson en la universidad y él un doctorado en Genética, pero como saber ambos tipos de análisis es muy importantes, los dos eran expertos en el reconocimiento de patrones. El dueño de aquella casa donde desarrollaban esa tarea era George Fabyan, que originalmente había contratado a Elizebeth para descifrar el primer libro publicado de las obras de Shakespeare, del cual estaba convencido que contenía mensajes ocultos.

placeholder Foto: Agencia de Seguridad Nacional de EEUU.
Foto: Agencia de Seguridad Nacional de EEUU.

El capricho de Fabyan facilitó la construcción de un centro de desciframiento a nivel internacional donde Elizebeth empezó a brillar, Riverbank. Un campus donde se contrataron a muchos científicos con talento y a los que se les asignó la creación de nuevas municiones para el ejército o el desarrollo de cepas de trigo resistentes a las sequías. Ambos se convertirían en los mayores descodificadores del mundo, aunque los logros de William estuvieron bien documentados y los de ella marginados durante años.

En el criptograma "UIF GPY KVNQFE PWFS UIF GFODF", una buena suposición es que "F" es la letra "E", ya que aparece muchas veces y esta es la letra más común en inglés. Por lo que "UIF", sería "THE" (que realmente lo es). Así, encontraron que las letras del alfabeto cambiaron un espacio hacia la derecha: "El zorro saltó sobre la cerca". Elizebeth fue capaz de romper códigos más enrevesados que estos. Letras cambiadas de muchas variedades y de maneras complejas, a veces definidas por tablas de libros que debían invertir.

La labor que desempeñaban estas mujeres era un secreto de Estado, por lo que no podían comentar nada sobre él, ni siquiera con su círculo más íntimo

Incluso después de la I Guerra Mundial, sus habilidades estaban muy demandadas. "Las habilidades de Elizebeth eran tan inusuales que se hizo indispensable. Arreglaba líos que nadie más podía", asegura Jason Fagone, escritor.

Gracias a los documentos recientemente desclasificados ahora se sabe que durante la II Guerra Mundial, ella ayudó a romper una red de espías nazis tratando de fomentar las revoluciones fascistas en América del Sur cuyo objetivo final era el ataque contra EEUU. Muchos de ellos fueron arrestados como consecuencia directa de sus descubrimientos y los de su equipo de trabajo en la Guardia Costera. Sin embargo, durante años J Edgar Hoover y el FBI reclamaron más o menos todo el crédito de este logro.

Cuando comenzó la era de la codificación, esta mujer fue realmente una de las pocas féminas que hacían este trabajo. Pero tras la la 2ª Guerra Mundial, las cosas cambiaron y todas las mujeres que se especializaban en ciencias, matemáticas o idiomas recibían cartas secretas en las que les ofrecían trabajar para el gobierno. Wilma Berryman, Ann Caracristi o Genevieve Grotjan no son menos importantes, también tuvieron papeles significativos: trabajaron realizando operaciones donde debían descubrir patrones cruciales para la guerra contra los japoneses.

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Bletchley Park

Joan Clarke fue una de las matemáticas y mentes más brillantes del siglo XX que ha estado olvidada durante setenta años. Europa entera estaba atenazada por la amenaza de la Alemania nazi. Sus fuerzas militares utilizaban una tecnología puntera desde 1930 cuya inviolabilidad parecía imposible de romper. Se trataba del Código Enigma, una máquina creada por el ingeniero alemán Arthur Scherbius a finales de la Primera Guerra Mundial, que disponía de un mecanismo de cifrado rotatorio, que permitía usarla tanto para cifrar como para descifrar mensajes.

La inteligencia británica, con Alan Turing a la cabeza, trataba de romper ese intrincado código. En Bletchley Park, la Escuela de Códigos y Cifrado del Gobierno de Reino Unido (GC&CS, por sus siglas en inglés), situada a 80 kilómetros de Londres, Turing y su equipo intentaban dar con la respuesta a ese lenguaje secreto.

Las habilidades de Elizebeth eran tan inusuales que se hizo indispensable. Arreglaba líos que nadie más podía

Clarke había sido reclutada para el GC&CS en 1939 por uno de sus tutores en la Universidad de Cambridge, donde había obtenido un doble título en Matemáticas, y aunque era evidente su talento, le habían asignado un puesto de secretaria. Sin embargo, destacó por sus habilidades y, a pesar del sexismo de la época, reconocieron su ingenio y la instalaron un escritorio extra para ella en la pequeña habitación del Hut 8.

Tuvo que ser clasificada como lingüista, ya que la burocracia del funcionario británico no tenía protocolos para emplear a una criptoanalista mujer. Pronto se hizo una experta en Enigma y gracias a su dedicación fue ascendida a subdirectora del Hut 8. Las encriptaciones a las que se dedicaban tenían que ver con los submarinos que perseguían a los barcos aliados encargados de transportar tropas y suministros de EEUU a Europa. Sus descifrados fueron en tiempo real y lograron salvar muchas vidas.

La historia puede verse en 'The imitation Game' del director Morten Tyldum y donde la actriz Keira Knigtheley interpreta a Clarke. Pero ella no fue la única mujer dedicada a la descodificación, Margaret Rock, Ruth Briggs o Mavis Lever, están directamente relacionadas con el éxito del desembarco de Normandía.

Ruth Bourne y Patricia Davies formaban parte de las Wrens (nombre popular del Women’s Royal Naval Service), y desempeñaban diferentes labores en Bletchley Park. Bourne era una de las encargadas de hacer que las máquinas desencriptadoras funcionaran a diario, poniéndolas a punto al inicio de cada jornada y comprobando que todo el material estuviera siempre en condiciones óptimas. Empezó a trabajar en el centro poco antes del Día D, una época en que la actividad era frenética y se descifraron miles de códigos.

Davies, por su parte, pasó la Segunda Guerra Mundial escuchando mensajes aparentemente inconexos a través de las ondas de radio y transcribiéndolos: un trabajo agotador que requería un buen oído y una intensa concentración. Eran instrucciones a las bases de submarinos alemanes situadas en la costa francesa o a los barcos que cruzaban el mar Báltico. Para Davies, lo más frustrante era tener que extraer información cuando las malas condiciones de sonido distorsionaban los mensajes o no permitían oírlos bien.

La labor que desempeñaban estas mujeres era un secreto de Estado, por lo que no podían comentar nada sobre él, ni siquiera con su círculo más íntimo. Esta circunstancia las obligó a llevar una doble vida: dentro del centro eran respetadas agentes secretas sometidas a una gran presión, mientras que fuera se comportaban como jóvenes corrientes con las mismas preocupaciones y conversaciones que cualquier otra chica de su edad.

Ada Lovelace, Elizebeth Friedman, Joan Clarke, Ruth Bourne o Patricia Davies. Estos son algunos de los nombres que muestran que la invisibilización de la mujer en la historia y en el mundo laboral es uno de los factores que han lastrado el avance humano y profesional. En todos los momentos históricos decisivos ha habido mujeres que han tenido un papel clave en el devenir de los acontecimientos, y un ejemplo de ello es la extraordinaria (y durante muchos años silenciada) labor desempeñada por miles de ellas durante la historia en general y en concreto durante la Primera y Segunda Guerra Mundial.

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