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Así terminó el nazismo, según la última enfermera del búnker de Hitler
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"He abofeteado al hijo de Goebbels"

Así terminó el nazismo, según la última enfermera del búnker de Hitler

Con tan solo 15 años Johanna Ruf fue destinada como personal médico al refugio antiaéreo donde el Führer acabaría suicidándose. Más de 70 años después recuerda lo que ocurrió

Foto: Johanna Ruf. (Berlin Story)
Johanna Ruf. (Berlin Story)

“Goebbels vino a la enfermería. Era obvio que nos quería motivar. Nos dijo: ‘La victoria final está a las puertas’, pero solo había rusos esperándonos fuera”. Johanna Ruf cuenta así su historia personal en el Führerbunker, el refugio antiaéreo donde Hitler acabó con su vida. El error de cálculo del más estrecho colaborador del dictador era intencionado: “En el exterior cualquier cosa que se moviera acabaría siendo tiroteada”.

Ruf era la más joven del grupo de los 30 asistentes médicos que pertenecían a la Liga de Muchachas Alemanas, asociación que funcionaba como la rama femenina de las Juventudes Hitlerianas. Hasta ahora su historia había permanecido oculta, pero más de setenta años después, el relato de cómo fue testigo en primera persona de los últimos momentos del régimen ha visto la luz bajo la forma de una autobiografía que lleva un sugerente título relacionado con uno de los principales incidentes que vivió allí: 'Una bofetada para el pequeño Goebbels'.

No es fácil comprobar si Ruf es de verdad la última persona que estuvo en el búnker que aún permanece viva, si bien todo apunta a que es así. De hecho se pensaba hasta hace poco que tal honor lo ostentaba el oficial de las SS Rochus Misch, guardaespaldas personal de Hitler que murió en el año 2013 a la edad de 96 años. El interés por la historia de la enfermera dio, sin embargo comienzo el pasado año, cuando ella misma explicó su experiencia en un evento organizado para una muestra sobre el búnker.

Era insolente, estaba siempre alterado. Le amenacé con propinarle un guantazo. El chico respondió desafiante: ‘Hazlo’. Así que se lo di

Ruf tiene ahora 88 años, pero en aquellos días de 1945 contaba solo con 15 primaveras. Su voluntariado en la Liga de Muchachas Alemanas comenzó para ella después de que las clases fueran interrumpidas en enero de 1945: “Me ofrecí como enfermera. Primero me ocupé de los heridos en el búnker que estaba en la estación de Anhalter, después en el de la Cancillería”.

Los episodios del búnker

Ante el asilamiento por el conflicto que se desarrollaba fuera, el personal del refugio antiaéreo de Hitler tenía que subsistir con los suministros de emergencia: “Vivíamos con pan, salchichas, café molido, mantequilla, chocolate, cigarrillos, galletas y glucosa”.

Poco después de su llegada, Ruf tuvo un percance con un niño que manifestaba un comportamiento intolerable: “Era insolente, estaba siempre alterado. Le amenacé con propinarle un guantazo. El chico respondió desafiante: ‘Hazlo’. Así que se lo di”. Reconoce la entonces enfermera que aquello le creó una fuerte impresión cuando supo después que el chico en cuestión era Helmut, el hijo de nueve años de Joseph Goebbels, que acabaría sufriendo un funesto final.

Ruf sería detenida por los rusos, permaneciendo dos meses encarcelada y con la duda de si sería deportada al este

La noche del uno de mayo, el niño moriría envenenado. Cual Medea, Magda, la esposa del ministro, había decidido que sus seis hijos, Hildegard, Helga, Hedwig, Heidrun, Holdine y el citado Helmut deberían ser asesinados, al ser incapaz de concebir un futuro para ellos en el que el nacionalsocialismo no existiera. El dentista de las SS, Helmut Kunz suministró una inyección de morfina a los seis niños y Magda vertió después una ampolla de cianuro en cada una de sus bocas. Goebbels acabaría después con la vida de su mujer con un disparo y finalmente con la suya por el mismo método.

placeholder Fotografía de la familia Goebbels manipulada para incluir a su hijastro. (CC / Archivos de la Alemania Federal)
Fotografía de la familia Goebbels manipulada para incluir a su hijastro. (CC / Archivos de la Alemania Federal)

Antes del incidente con el hijo de Goebbels, en los últimos días del mes de abril de 1945 y con los rusos ya situados en las cercanías de la entrada del búnker, Ruf y sus compañeras de la Liga de Muchachas Alemanas iban a ser premiadas personalmente por el Führer. Sin embargo, debido a que sus blusas no estaban limpias por el trabajo desempeñado, la ceremonia tuvo que acabar posponiéndose: “Intentamos lavar nuestras camisas para estar presentables ante Hitler. Todo se acabó cancelando”. El Führer se suicidaría antes de que ella tuviera la posibilidad de conocerlo en persona.

El final narrado por una adolescente

Ruf tomó nota de todo lo que pudo contemplar en aquellos meses: “Apuntaba cosas cada día en pequeños trozos de papel. Los pasé a después a un cuaderno de notas y por último los transcribí a máquina”. Su autobiografía se basa en los recuerdos que recogió casi como un diario: “Uno vive lo que era aquel instante histórico para una adolescente de 15 años que tenía que sobrevivir en la apocalíptica batalla de Berlín”, confiesa su editor.

placeholder Ruinas de la salida de emergencia del Führerbunker tras su demolición en 1947. (CC / Otto Donath)
Ruinas de la salida de emergencia del Führerbunker tras su demolición en 1947. (CC / Otto Donath)

Las memorias de Ruf ofrecen un retrato de la atmósfera que se vivió en aquel momento desde el lado nazi. El domingo 22 abril recuerda cómo cruzaba la ciudad por el distrito de Steglitz para asistir a un encuentro de la Liga de Muchachas Alemanas: “Sabíamos que probablemente esa sería la última vez que estaríamos juntas, aunque nadie se atrevía a decirlo. Días después la estación de Anhalter en cuyo búnker trabajaba acabaría en llamas.

Tras el episodio en la Cancillería, Ruf sería detenida por los rusos, pasando dos meses encerrada entre los muros de una de sus prisiones y con la duda de si le permitirían volver a Berlín o si acabaría siendo deportada al este. Finalmente, el 27 de julio de 1945, sería liberada por las tropas soviéticas debido a su exagerada juventud.

“Goebbels vino a la enfermería. Era obvio que nos quería motivar. Nos dijo: ‘La victoria final está a las puertas’, pero solo había rusos esperándonos fuera”. Johanna Ruf cuenta así su historia personal en el Führerbunker, el refugio antiaéreo donde Hitler acabó con su vida. El error de cálculo del más estrecho colaborador del dictador era intencionado: “En el exterior cualquier cosa que se moviera acabaría siendo tiroteada”.

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