¿Bebes demasiado? Estos son los signos de que te estás pasando (y trucos para parar)
¿Cuánto es mucho? ¿No decían que el vino previene enfermedades y hasta sustituye al ejercicio? Y aunque quiera empezar a beber menos, ¿cómo lo hago?
'Se acabó, no vuelvo a beber'. Todo el que se haya emborrachado unas cuantas veces en su vida se ha planteado en algún momento si tiene un problema con el alcohol. Después de la diversión, o más bien de la evasión, vienen los arrepentimientos, la preocupación por el futuro y el asco hacia uno mismo.
Como explica el psicólogo Bosco Ronald en 'The Conversation', el hecho de que sea legal y esté mejor visto que el resto de estupefacientes complica un poco establecer fronteras entre quien bebe con la famosa moderación que recomiendan las etiquetas y quien empieza a pisar terreno pantanoso. No hay duda de que el alcohol es perjudicial: según la OMS causa dos millones y medio de muertes al año en el mundo. Hay un estudio que señala que una sola copa de vino al día aumenta las probabilidades de contraer cáncer y otro que demuestra que los jóvenes que beben los fines de semana sufren cinco veces más daño celular que los abstemios, por mencionar algunos. Estamos ya muy lejos de la idea tradicional de que 'una copita de vez en cuando es buena' y hay que asumir que los efectos negativos no son solo cosa de los alcóholicos crónicos.
Incluso si los daños a la salud 'física' no fueran tan claros (a largo plazo, cirrosis, ataques al corazón, cardiopatías o hipertensión; a corto plazo, accidentes de tráfico, pérdidas de control de la ira, caídas en la calle...), el problema seguiría ahí para aquellos que usan el alcohol para huir de cuestiones sin resolver, o los que han decidido dejar que la bebida piense por ellos tirando a la basura trabajos, familias y todo aquello que signifique responsabilidad.
Bebedores 'de bajo riesgo'
Bien, todo eso está asumido, pero ¿cuánto es demasiado alcohol? Podemos definir primero lo que la guía sobre alcoholismo del australiano National Health and Medical Research Council llama bebedores de bajo riesgo.
Para estar en este grupo, tienes que beber menos de dos 'bebidas estándar' al día, eso te permite tener solo una entre cien probabilidades de subrir daños relacionados con el alcohol. Para que te hagas a la idea, dos vasos de 285 ml de cerveza constituyen ya un poco más que eso: cada uno vale por 1,1 bebidas estándar. Si antes de comer te tomas un par de cañas y por la noche al llegar a casa te pones una copa suave (30 ml) de un licor con graduación del 40% estarías ya en la franja arriesgada, sobre todo si eres mujer o un hombre de complexión menor a la media.
Si bebes el doble que eso, cuatro cañas y dos copas, por ejemplo, estarás intoxicado y tenderás a comportarte de forma más agresiva, a ser más impulsivo en el sexo de lo que sería saludable y a cosas menos graves como armar escándalos o ser incapaz de caminar en línea recta.
Menores jamás
Fuentes oficiales como el Ministerio de Sanidadespañol insisten en que la edad de comienzo del consumo es cada vez menor, aunque el sentido común y los recuerdos de muchos lo contradigan. La edad media para probarlo por primera vez en España está entre los 13 y los 14 años. No es raro que las bromas sobre mojar el chupete en anís o darle al niño unos sorbos de ron en las bodas se consideren de mal gusto: hay evidencias sólidas de que los cerebros de los menores de 18 años están aún en una fase de desarrollo en la que el alcohol puede afectarlos más rápida y dramáticamente.
Los médicos lo desaconsejan prácticamente siempre y la estadística no deja lugar a dudas, está asociado a todo tipo de problemas sociales y personales. Aumenta el riesgo de embarazos no deseados y enfermedades de transmisión sexual, agresiones, problemas familiares y en los estudios...
También hay consenso absoluto en que dañamos al feto si bebemos durante el embarazo, ya que el alcohol puede llegar a través de la placenta.
Beber demasiado
Cada persona es un mundo y hay épocas en que bebemos más. Estos son algunos signos generales que deben ponerte en guardia en cualquier momento.
Tienes problemas para parar. Te propones firmemente beber tres copas pero pierdes la cuenta después de la quinta. No puedes calcular cuánto dinero necesitarás porque te gastas todo lo que llevas y más.
- Bebes más cuando estás triste o nervioso. No brindas para celebrar, sino para solucionar cosas.
- A veces te levantas y lo primero en lo que piensas es en beber. La idea de esperar hasta la tarde te agobia. En una fase avanzada, quizá has empezado a sentir temblores.
- Tienes que beber grandes cantidades para sentirte borracho. Esto no se da siempre, y a veces la tolerancia puede deberse a otros factores, pero si notas que necesitas mucho más que antes empieza a plantearte frenar.
- No beber en situaciones sociales te cuesta, no concibes ir a un evento sin 'coger el punto' y es habitual para ti emborracharte tres o cuatro días seguidos.
- Te preocupa el asunto: te sientes culpable después y mientes a tus seres queridos sobre ello.
- Las resacas ya no son cosa de risa. Tienes náuseas cada pocos minutos, pensamientos oscuros sobre el sentido de tu vida y lagunas de memoria. En épocas de mucho consumo, puedes llegar a tener pequeñas alucinaciones: ves insectos que no están ahí, o imaginas sonidos con más vividez de lo normal (aunque sepas que no son reales).
- La comida es menos importante que antes. Puedes pasar el día con un par de picoteos, pero que no haya nada de alcohol en casa te causa ansiedad.
Hemos redactado en masculino génerico, pero, aunque los hombres beben más, entre las mujeres que consumen hay más problemas de alcoholismo que en los adictos masculinos. Si te has sentido identificada con estos síntomas, no creas que eres una excepción y no te avergüences a la hora de pedir ayuda. Además, las mujeres metabolizan más el alcohol y los daños neurológicos tardan menos años en producirse. Incluso con la misma masa corporal, la media de mujeres bebedoras sufren más cánceres neurológicos y de garganta (entre otros) que ellos.
Si en tu familia próxima hay algún alcóholico, ten especial cuidado, la heredabilidad del alcoholismo (de la tendencia a sufrirlo) está bien documentada en la literatura científica.
Pasos para bajar el ritmo
Si aún no eres alcóholico pero prefieres curarte en salud, Ronald recomienda un programa sencillo para mantenerte en los límites sin cortar por lo sano. Si tienes muchas dificultades para seguirlo, parece buena idea plantearte de nuevo en qué situación estás:
- No tomar más de dos bebidas estándar en una sesión (las mujeres, un par de copas de vino, por ejemplo).
- Pasar dos días enteros sin tomar ni una gota (en los momentos en que solías beber, puedes probar con sabores similares más sanos, como una tónica sin azúcar).
- A largo plazo, un buen objetivo es dejar de beber los días laborables.
- Al ir a un evento, crear una pequeña estrategia no-alcólica para estar preparado ante la tentación. "Cuando saquen las bebidas, en lugar de coger una voy a hacer tal otra cosa", o "cuando los conocidos me pregunten o bromeen, voy a contestar esto", por ejemplo.
De todas formas, no te preocupes demasiado por el qué dirán. La sociedad empieza a respetar cada vez más a los que se lo toman con calma. Y, si hay algo más sexy que alguien desinhibido con una copa en la mano, es un exbebedor que ha sabido parar.
'Se acabó, no vuelvo a beber'. Todo el que se haya emborrachado unas cuantas veces en su vida se ha planteado en algún momento si tiene un problema con el alcohol. Después de la diversión, o más bien de la evasión, vienen los arrepentimientos, la preocupación por el futuro y el asco hacia uno mismo.