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Todos a la cárcel: por qué los Gobernadores de Río de Janeiro siempre acaban en prisión
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Todos a la cárcel: por qué los Gobernadores de Río de Janeiro siempre acaban en prisión

La semana pasada ingresaron en prisión Anthony Garotinho y su esposa. Con ellos, pasan a estar entre rejas todos los responsables de ese estado en los últimos 20 años

Foto: Sérgio Cabral, ex Gobernador de Río, en un acto político y en la ficha policial de su detención (Montaje: C. Castellón)
Sérgio Cabral, ex Gobernador de Río, en un acto político y en la ficha policial de su detención (Montaje: C. Castellón)

Desde la pasada semana, todos los políticos que han gobernado el Estado de Río de Janeiro en los últimos 20 años están entre rejas. La corrupción y las subtramas de la operación Lavajato, que investiga el desvío de fondos públicos de la petrolera estatal Petrobras, han llevado a una situación tan insólita como inédita. Todos estos políticos están recluidos en la misma prisión, en el barrio de Benfica, en la zona norte de Río.

Son concretamente los exgovernadores de Río Sérgio Cabral y Anthony Garotinho; Rosinha Matheus Garotinho, esposa de Anthony Garotinho y también exgobernadora de Río; Andriana Ancelmo, mujer de Cabral; Jorge Picciani, presidente de la Asamblea Parlamentaria de Río, y su hijo el empresario Felipe Picciani; además de los diputados Edson Albertassi y Paulo Melo, y de otros destacados políticos y empresarios. La mayoría de ellos pertenecen al PMDB (Partido del Movimiento Democrático Brasileño), el partido que ha llevado a la ciudad olímpica a la quiebra financiera y a la ruina económica por sus tramas de corrupción que han literalmente vaciado los cofres públicos.

Su prisión es tan llamativa como inesperada en un país en el que los políticos están acostumbrados a creerse por encima del bien y del mal, y a infringir la ley impunemente. Su capacidad de acumulación de bienes robados al erario público va mucho más allá del imaginable. Los jueces a cargo de la investigación han determinado que estos políticos saquearon literalmente las arcas públicas hasta el punto de dejar a policías, médicos y funcionarios públicos sin sueldo porque no hay más fondos para pagarles.

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“Las prisiones de diputados y exgovernadores está impactando en las emociones de toda la población del Estado de Río de Janeiro. La noticia de los muchos millones desviados repercute de manera avasalladora en una población que tiene dificultad para encontrar 7,20 reales (1,8 euros) por día para ir y volver del trabajo o de la búsqueda de trabajo. La indignación, el descrédito y la desesperanza con respecto a los políticos como un todo es generalizada”, asegura el sociólogo y profesor universitario Paulo Baía.

Esta semana, el exgobernador Anthony Garotinho ha sido trasladado a una cárcel de máxima seguridad, en la que permanece aislado, tras haberse autolesionado y haber denunciado falsas agresiones. El resto de la cúpula del partido que decidió el destino de la ciudad más turística de Brasil durante dos décadas permanece en el presidio de Benfica, en condiciones muy diferentes de las de los presos comunes.

Un reciente reportaje de TV Globo ha revelado que estos presos VIP gozaban de un tratamiento de favor que incluye comidas de lujo, la posibilidad de guardar sumas de dinero en metálico en la celda y de circular libremente por los pasillos de la cárcel. Por el contrario, los presos corrientes están retenidos en celdas abarrotadas y con las rejas debidamente cerradas.

placeholder Sérgio Cabral, durante su traslado a la cárcel, el 17 de noviembre de 2016. (EFE)
Sérgio Cabral, durante su traslado a la cárcel, el 17 de noviembre de 2016. (EFE)

Condena a 45 años

Para comprender el alcance de estas detenciones y posteriores condenas, es necesario entender el poder que estos políticos han acumulado a lo largo de los últimos 20 años. El jefe máximo de esta trama criminal, tal y como han comprobado los jueces, era Sérgio Cabral, que fue gobernador entre 2007 y 2014, en los años en que Río de Janeiro se estaba preparando para los Mundiales de Fútbol y los Juegos Olímpicos. Cabral se llevó copiosas comisiones de todas las grandes obras públicas, como la reforma del estadio Maracaná o la ampliación del metro. Pero su gran responsabilidad consiste en haber diseñado e implementado un sistema de corrupción integral, que está siendo ahora investigado y punido por los magistrados brasileños.

Si su encarcelación en noviembre de 2016 dejó a Brasil abrumado, su condena a un total 45 años de cárcel por corrupción y robo ha sido una de las noticias más importantes de este año. Es la mayor pena jamás impuesta a un político en la historia de Brasil. Considerado el “gran líder de una organización criminal” por los investigadores, desvió cantidades millonarias imprecisadas y todavía no recuperadas de las arcas públicas durante sus siete años al frente del Gobierno del Estado de Río.

“Principal idealizador de los esquemas ilícitos analizados en estos autos, el condenado Sérgio Cabral fue el gran fiador de las prácticas criminales imputadas. Gracias a la autoridad conquistada por el apoyo de varios millones de votos que le fueron confiados, ofreció ventajas y alistó a varios de sus colaboradores para la practica de crímenes continuados, desde actos de corrupción hasta la práctica de actos de blanqueo de capitales. Vendió a muchos la confianza que fue depositada en él por los ciudadanos del Estado de Río de Janeiro, y por ser el líder de la organización criminal que se apoderó de la administración del Estado de Río de Janeiro su culpabilidad es extrema”, escribe el juez Marcelo Bretas en la primera sentencia.

Foto: Una mujer muestra la marca del bikini en la terraza del spa de Erika Bronze. (Reuters)

A día de hoy Cabral acumula más procesos judiciales que los capos más famosos del narcotráfico brasileño. Es probable que pase más tiempo que ellos en la cárcel. Su amor por el lujo y el desenfreno ha quedado destapada cuando los policías encontraron joyas, cuadros de valor e imágenes sacras en su domicilio, una auténtica mansión en un barrio residencial a las afueras de Río.

Cabral era un acumulador nato. Tan solo dos meses antes de ser preso en la Operación Calicute, un spin-off de la Lava-Jato, el exgobernador compró diamantes por valor de 3,3 millones de reales (859.000 euros). En mayo de 2016, seis meses antes de ser encarcelado, Cabral realizó una transacción similar por valor de 4,1 millones de reales (cerca de un millón de euros) por la compra de diamantes.

En su primer año en la cárcel, Cabral se ha mostrado frágil, deprimido y decaído a pesar de los pequeños lujos de los que ha podido disfrutar en su celda, desde la posibilidad de circular con cierta libertad, hasta colchones de calidad, sus amadas delicatessen como gambas y croquetas de bacalao, e incluso un televisor de 65 pulgadas, con home theater y Blu-ray, valorado en 7.500 reales (1.952 euros). Estos privilegios dentro de la cárcel han sido ampliamente criticados por la sociedad e investigados por la Fiscalía. Mientras, se ha visto obligado a deshacerse de su sala particular de cine y a principios de noviembre el super televisor ha sido donado a un orfanato en las afueras de Río.

placeholder Anthony Garotinho y su esposa Rosinha, en una foto de archivo de 2003. (EFE)
Anthony Garotinho y su esposa Rosinha, en una foto de archivo de 2003. (EFE)

Una figura histriónica en prisión

Anthony Garotinho es el otro gran protagonista de esta saga de poder y excesos. Fue gobernador de Río entre 1999 y 2002. Arrestado por primera vez en noviembre de 2016 mientra presentaba su propio programa de radio, sufrió problemas cardiacos que lo llevaron a ser internado en un hospital del centro de Río. Poco después, un juez determinó que estaba recibiendo un trato de favor y ordenó que fuese trasladado al centro médico de la prisión de Bangú, en noviembre del año pasado.

En este momento comenzaron las conductas histriónicas de Garotinho, que se convirtió en el hazmerreír de la política brasileña durante unos días. Una revista de tirada nacional ha escrito que Garotinho no ha sido arrestado y sí ‘aprehendido’, el término que se usa en portugués para los arrestos de menores. Como un chiquillo malcriado, el político montó un espectáculo tragicómico el día de su traslado a prisión, hace un año. Tras una violenta crisis de nervios, tuvo que ser contenido por varias personas en la camilla de la ambulancia que lo iba a llevar de vuelta a la cárcel. Las cámaras de televisión captaron este momento poco glorioso del que ha sido un todopoderoso político. Mientras tanto, su hija Clarissa Garotinho se deshacía en lágrimas antes el inminente ingreso de su padre a prisión.

Garotinho está acusado de corrupción y de gastar unos tres millones de reales (781.000 euros) para comprar votos en su campaña electoral. Pocos días después del primer arresto, consiguió la prisión domiciliar a cambio de pagar una fianza de 88.000 reales (unos 23.000 euros). El pasado 22 de noviembre fue arrestado de nuevo junto a su esposa Rosinha Matheus, que también fue exgobernadora del Estado de Río de Janeiro entre 2003 y 2007.

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Fiel a su conducta de pillo, Garotinho no ha esperado mucho para armar un revuelo. Dos días después de ser arrestado, el exgobernador denunció que había sido agredido en su celda por un hombre armado con “algo parecido a un taco de béisbol”. El exgobernador dijo que también fue amenazado con una pistola. Garotinho mostró incluso las supuestas heridas causadas por el misterioso agresor. Sin embargo, fuentes el Gobierno aseguran que el exgobernador se habría autolesionado.

Los responsables del presidio señalan que las cámaras de seguridad desmienten el relato del exgobernador. “No existe la versión de Garotinho en las cámaras. Garotinho tuvo un delirio. Él está en una galería solo, en una cela solo. Es imposible que alguien haya entrado en la galería y haya hecho lo él dijo”, ha afirmado el presidente del Sindicato de los Funcionarios del Sistema Penal de Río, Gutembergue de Oliveira. Por esta razón, el político ha sido trasladado a una cárcel de máxima seguridad en la zona oeste de Río.

placeholder Anthony Garotinho y la presidenta Dilma Rousseff visitan un restaurante popular durante la campaña para la reelección del Gobernador, en Río de Janeiro, en agosto de 2014. (Reuters)
Anthony Garotinho y la presidenta Dilma Rousseff visitan un restaurante popular durante la campaña para la reelección del Gobernador, en Río de Janeiro, en agosto de 2014. (Reuters)

De aliado de Cunha a enemigo de todos

El encarcelamiento de Garotinho tiene un significado muy simbólico. Cuando era gobernador, lanzó a la carrera política de Río al diputado Eduardo Cunha, sobrevivido al Gobierno de Collor, depuesto en el primer impeachment de la historia reciente de Brasil. Cunha se convertiría en el político más temido de Brasil y en el Deus Ex Maquina del impeachment de Dilma Rousseff, llevado a cabo el año pasado. Cunha, que en 2017 ha sido condenado a 15 años de cárcel por corrupción, blanqueo de capitales y evasión de divisas, fue durante mucho tiempo aliado en la política y en los negocios de Garotinho, que ya había condenado en 2010 a dos años e medio de prisión por formación de grupo con fines delictivos.

Cuando la esposa de Garotinho fue elegida gobernadora en 2003, el exgobernador siguió en el Gobierno de Río en calidad de secretario. Fue Garotinho quien pidió a su esposa que incluyese en su equipo de Gobierno a Luiz Fernando Pezão, actual gobernador de Río, acusado de haber recibido 4,8 millones (1,24 millones de euros) de reales en propinas de la federación de empresas de autobuses. Pezão es también el responsable de haber dejado a decenas de millares de funcionarios públicos sin sueldo en el último año.

Garotinho, que también colaboró activamente en la elección de Sérgio Cabral en 2006, acabó peleándose con su tres exaliados. De Cunha llegó a decir: “Solo estaré feliz cuando esté preso”. De hecho, celebró públicamente la detención del diputado responsable de la caída en desgracia de Dilma Rousseff en 2016. En cuanto a Pezão, apoyó los movimientos políticos que promovían su impeachment, que no se ha llegado a producir. Finalmente, Cabral ha sido su víctima preferida en los últimos meses. Fue Garotinho quien divulgó las fotos de Cabral mientras cenaba en un restaurante carísimo de París, contribuyendo a generar un estado de rechazo en la opinión pública.

Foto: Presos sobre el tejado de la Penitenciaria Estatal de Alcaçuz, en el estado brasileño de Río Grande do Norte (Efe).
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También encarcelada, la exgobernadora Rosinha Matheus Garotinho comparte celda con Adriana Ancelmo, la mujer de Cabral condenada a 18 años de cárcel. Su nombre se vio rodeado de escándalo cuando consiguió la prisión domiciliar. La convivencia entre las dos primeras damas no debe ser fácil porque ambas alimentan una profunda enemistad. Rosinha está acusada de formar parte de una asociación criminal que recaudaba recursos ilícitos para financiar campañas electorales. Adriana, por su parte, ha sido condenada por formar parte de una organización, comandada por su marido, que desviaba recursos del Estado.

El otro personaje que compone este selecto grupo de presos es Jorge Picciani, hasta la semana pasada presidente del Parlamento del Estado de Río. Este empresario de sector agropecuario y compinche de Cabral desde su elección es considerado uno de los grandes corruptos de la escena política carioca. Arrestado a mediados de noviembre, se convirtió en noticia cuando el Parlamento de Río votó a favor de ponerlo en libertad. El día de la votación hubo manifestación de protesta multitudinaria en las calles de Río de Janeiro. Finalmente, la semana pasada el Tribunal Supremo ha decretado la vuelta de Picciani a la cárcel.

“Al quitar las cortinas de Río de Janeiro, se están quitando las cortinas de todo Brasil. El modelo de hacer política consagrado por la falta de distinción entre lo privado y lo público es, en mayor o menor escala, usado en todo el país en sus diversos niveles federativos. Es contra este modelo y estas prácticas que se levantan las voces de diversos grupos y movimientos que quieren una nueva política, y no un nuevo grupo o caras nuevas con la misma vocación para lo ilícito o el clientelismo”, analiza Paulo Baía.

Desde la pasada semana, todos los políticos que han gobernado el Estado de Río de Janeiro en los últimos 20 años están entre rejas. La corrupción y las subtramas de la operación Lavajato, que investiga el desvío de fondos públicos de la petrolera estatal Petrobras, han llevado a una situación tan insólita como inédita. Todos estos políticos están recluidos en la misma prisión, en el barrio de Benfica, en la zona norte de Río.

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