Del fracaso al podio: Lance Stroll, el 'niño rico' que dejó callada a toda la Fórmula 1
A Stroll criticaban por sus millones y unos resultados impropios para la F1, pero su tercer puesto en Bakú rompe los esquemas. Detrás se esconde un adolescente que va superándose a sí mismo
Daniel Ricciardo, además de ser un ganador nato, es conocido en la Fórmula 1 por su sentido del humor. A veces, llega a ser una persona realmente excéntrica. Casi siempre que acaba en el podio, se desabrocha una bota, la llena de champán y se lo bebe al clamor del público, a quien le entusiasma esta peculiar celebración. Cogió la idea de su compatriota Jack Miller, de MotoGP, y a veces consigue que otros pilotos se atrevan a darle un trago. Lo hizo ayer con Lance Stroll, no sin antes hacerle una pregunta: "¿Y tú ya tienes edad para beber?". El canadiense, que cumplió 18 años el pasado otoño, asintió con una sonrisa. Poco después, hizo un exagerado gesto de asco tras beber del zapato de Ricciardo. Pero eso le daba igual, porque estaba en el podio cumpliendo uno de los sueños de su infancia.
Stroll ha tenido que sudar para degustar la famosa pócima de Ricciardo, pero ya sólo el hecho de ser inmortalizado con la bota en la mano le eleva al olimpo en un deporte donde hasta ahora ha sufrido más que disfrutado. En Bakú, puso punto y final a un auténtico 'vía crucis' donde nadie ha tenido reparo en reprocharle sus malos resultados y los motivos económicos que se esconden detrás de su presencia en la parrilla. Lawrence Stroll, su millonario padre y artífice del éxito de marcas como Tommy Hilfiger o Michael Kors, aportó una importante suma para que debutara este año con Williams. Sin éxitos y una cartera de oro, muchos le veían como un 'niño rico' que competía en lo más alto sin merecerlo. En Azerbaiyán, se quitó esa losa cuando ni él mismo se lo esperaba.
Adiós a un 'vía crucis' de 5 meses
Hasta bien poco, cualquiera hubiera asociado el nombre de Stroll a sus accidentes. En clave de humor, hay quien ya le veía como 'el nuevo Pastor Maldonado', que nunca se quitó la mala fama de 'rompetechos' por antonomasia. Y había motivos para hacer esa comparación: el día que debutó en los test invernales, tuvo dos accidentes que provocaron más de una carcajada entre la prensa. Que hiciera lo mismo en Australia, China y Baréin, las tres primeras carreras, le sentenció ante la opinión pública. En Mónaco, el circuito que premia el talento por excelencia, también impactó contra los muros. A Canadá, su carrera de casa, llegó sin haber puntuado con el cuarto mejor coche del mundial y entre rumores sobre su despido. Estaba al borde del colapso, pero lo salvó a tiempo.
Fue otra de esas carreras extrañas, pero Stroll sumó en Montreal sus primeros puntos del año tras acabar noveno. A algunos les extrañaba que luego fuera a darse un baño de masas propio de un piloto ganador, pero aquello se lo tomó como una victoria personal. Empezaba a ver la luz al final de un túnel de críticas desproporcionadas con su talento, que aún cuestionado por algunos, le permitió ser campeón de la Fórmula 3 en 2016. Los periodistas canadienses aplaudían aquel día como los ingleses a Hamilton; estaban convencidos de que aquel título demostraba que tenía manos para dar la talla en la Fórmula 1, y que verle arriba sería una mera cuestión de tiempo. Pero ese momento ha llegado mucho antes de lo que imaginaban.
Lo más extraordinario que hizo Stroll en Bakú fue precisamente 'no hacer nada extraordinario'. En un día lleno de incidentes que irritó hasta a Sebastian Vettel, fue de los pocos que supo mantener la calma y evitar cualquier tipo de problemas. Nada más simple que eso. Pero hay dos claves que explican por qué triunfó en la típica carrera donde bien podría haber tenido un accidente. Lo primero, la confianza que le transmitió el resultado de Canadá, vital para fortalecer su psicología. Lo segundo, y más importante, un test privado que Williams le organizó la pasada semana en Estados Unidos con tres objetivos: cogerle el truco a la configuración del coche, comunicarse mejor con el equipo y entender los neumáticos. En Azerbaiyán, tachó estas tres casillas desde el viernes y ganó a Felipe Massa, con 15 años de experiencia.
Lance: "I'm just lost for words right now. It was such a hectic race."#AzerbaijanGP #F1 #LS18 pic.twitter.com/asWobP2qb0
— WILLIAMS RACING (@WilliamsRacing) 25 de junio de 2017
En carrera puso todo en práctica, y el destino le recompensó el esfuerzo. Es cierto que pudo acabar segundo de haber aguantado mejor a Valtteri Bottas, que le pasó en el último metro bajo la bandera a cuadros. Pero Stroll, que no deja de ser un debutante, sabía que había vencido una dura batalla contra sí mismo. "No me creo lo que acaba de ocurrir. No encuentro las palabras para describirlo, estoy en otro planeta. El equipo me ha mantenido calmado y yo también me he ido calmando a mí mismo: esto es un sueño hecho realidad, es algo para lo que trabajas toda tu vida". En realidad han sido sólo ocho carreras, pero con un desgaste deportivo y emocional que muy pocos debutantes han sufrido en la Fórmula 1.
¿Un buen día, o un buen piloto?
Pero detrás de un gran hijo se esconde un gran padre, como reza la famosa metáfora. Y el suyo, que siempre le ha apoyado, hablaba con la emoción contenida. "Es algo increíble. Sin duda, estoy muy orgulloso. La Fórmula 1 no es un sprint, sino una maratón, y esta posición me enorgullece mucho", decía con los ojos llorosos. Hace tres años, Lawrence impulsó a su hijo a abandonar la academia de pilotos de Ferrari para fichar por Williams, donde ambos veían más oportunidades de llegar a la F1. Los 70 millones de euros que aportó el padre -según algunos medios- fueron una bocanada de aire para fortalecer las finanzas del equipo inglés, que lleva años en crisis. Gracias a él, han montado un nuevo simulador de alta tecnología, y de su bolsillo pagó los test que hizo Lance antes de llegar a la F1, logística incluída.
What a race for @lance_stroll 💪
— Formula 1 (@F1) 25 de junio de 2017
The teenage rookie is your #F1DriverOfTheDay#AzerbaijanGP 🇦🇿 #F1 pic.twitter.com/caGdz091rN
En Azerbaiyán, Williams respiró tranquilo viendo cómo la dupla dinero-talento se unía con las botellas desencorchadas. De momento es un primer paso, y su padre lo dijo sin titubeos. "Espero que mantenga este nivel el máximo tiempo posible, pero este deporte no siempre es fácil". Lo que ahora es un baño de gloria puede volver a ser aquel vía crucis en la próxima cita de Austria. Que se lo digan a su 'referente' Maldonado, que ganó en el Gran Premio de España de 2012 y no volvió a subirse más a un podio. Si no quiere emular al venezolano, deberá dejar detalles de talento que refuten a aquellos que achaquen su tercer puesto a un día de inspiración divina.
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Bañado de champán y con una sonrisa brillante, Stroll se olvidó por momentos de su profesión y acabó preso del espíritu de esos 18 años que conducen inevitablemente al ocio y la diversión. "Vaya carrera más buena... creo que mañana por la mañana voy a estar bastante mal". En la Fórmula 1, no vale el dicho de 'los ricos siempre lloran', pues se trata de uno de los deportes más lujosos del mundo. Pero no todos ellos ríen. Stroll, al fin, sí lo hizo.
Daniel Ricciardo, además de ser un ganador nato, es conocido en la Fórmula 1 por su sentido del humor. A veces, llega a ser una persona realmente excéntrica. Casi siempre que acaba en el podio, se desabrocha una bota, la llena de champán y se lo bebe al clamor del público, a quien le entusiasma esta peculiar celebración. Cogió la idea de su compatriota Jack Miller, de MotoGP, y a veces consigue que otros pilotos se atrevan a darle un trago. Lo hizo ayer con Lance Stroll, no sin antes hacerle una pregunta: "¿Y tú ya tienes edad para beber?". El canadiense, que cumplió 18 años el pasado otoño, asintió con una sonrisa. Poco después, hizo un exagerado gesto de asco tras beber del zapato de Ricciardo. Pero eso le daba igual, porque estaba en el podio cumpliendo uno de los sueños de su infancia.
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