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El urogallo cantábrico va a desaparecer y solo hay una (polémica) solución para evitarlo
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VIABILIDAD IMPOSIBLE

El urogallo cantábrico va a desaparecer y solo hay una (polémica) solución para evitarlo

El ave cantábrica más emblemática recibe atención como subespecie única, pero esa 'trampa' impide su salvación mediante la introducción de ejemplares de otras poblaciones

Foto: El urogallo cantábrico. (EFE/Juan Carlos Muñoz Robredo)
El urogallo cantábrico. (EFE/Juan Carlos Muñoz Robredo)

El trabajo de los biólogos y los programas de conservación en las últimas décadas han dado sus frutos en especies emblemáticas de la fauna ibérica que estaban al borde del precipicio. Es el caso del lince (Lynx pardinus) o del oso pardo (Ursus arctos). Todavía no se puede cantar victoria, porque el número de ejemplares sigue siendo muy escaso, pero al menos se ha revertido la caída en picado que parecía condenar estos animales a la desaparición. Por el contrario, hay un importante punto negro en los esfuerzos de conservación: el declive del urogallo cantábrico (Tetrao urogallus cantabricus) no tiene freno.

Esta ave galliforme, de aspecto impresionante, se encuentra en peligro crítico, según la clasificación de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), y en la actualidad tan solo sobrevive en pequeños reductos de las montañas situadas entre Asturias y León. Un estudio publicado en 2022 en la revista Science of The Total Environment muestra su dramática situación. Los investigadores calculan que solo quedan 191 urogallos en la cordillera Cantábrica. La estimación está realizada a partir del muestro genético (mediante la recogida de heces en el área de distribución) y el método de captura-recaptura espacial (consiste en colocar marcas a cierto número de individuos, soltarlos y volver a realizar una captura para ver qué porcentaje de la población fue marcada). Con estos resultados, la investigación indica una reducción del rango de población del 83% desde la década de 1970.

Foto: Vecinos de Tarna, en Asturias, contemplan a un urogallo macho, año 2008 (Reuters)

“La situación es crítica”, resume en declaraciones a El Confidencial José Jiménez, autor principal del artículo y científico del Instituto de Investigación en Recursos Cinegéticos (IREC, centro mixto del CSIC, la Universidad de Castilla-La Mancha y la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha). “Hay una natalidad insuficiente para mantener una población estable”, afirma. Entre todos los datos, uno de los más preocupantes es esa “disminución constante en los últimos 30 años”, un indicio de que los esfuerzos por salvar al urogallo cantábrico no están sirviendo de mucho.

De la caza a la endogamia

Los expertos consideran que, al igual que ocurre con otras especies amenazadas, la raíz del problema está en la intervención humana. En este caso, la intensa caza del urogallo cantábrico, tanto legal como ilegal, durante la mayor parte del siglo XX — los machos reproductores eran un gran trofeo— fue determinante para la situación actual, con consecuencias para su variabilidad genética, según una investigación publicada en 2015 en Conservation Genetics. Los daños al ecosistema, como la pérdida de bosques y el uso del suelo para actividades ganaderas, también pueden haber influido de forma importante. Aun así, los biólogos no acaban de explicarse que en las últimas décadas, tras la desaparición de muchas de estas amenazas, este animal siga acelerando su declive.

placeholder Un ejemplar de urogallo. (Wikimedia Commons)
Un ejemplar de urogallo. (Wikimedia Commons)

Por eso, algunos investigadores piensan que el problema no está tanto fuera, sino dentro del propio urogallo. La drástica reducción del número de ejemplares, unida al aislamiento con respecto a otras poblaciones, los habría llevado a la endogamia y lo malo es que se han quedado con las características genéticas menos adecuados para prosperar. “No siempre la endogamia provoca dificultades graves, pero a veces lleva a fijar genes problemáticos”, aclara Javier Naves, investigador de la Estación Biológica de Doñana (EBD-CSIC). En este caso, son “aspectos relacionados con la capacidad de reproducción”, explica.

De acuerdo con las observaciones de este científico y otros colegas, los urogallos actuales ponen la mitad de huevos que en 1950. De ellos, eclosionan muy pocos y, de entre los pocos que eclosionan, aún menos polluelos salen adelante. “Hay un problema intrínseco en esta población que la incapacitan para responder a los desafíos que el medio le está planteando”, concluye Naves, preocupado por este animal desde que realizó censos hace ya décadas. De hecho, “el propio colapso demográfico que ha tenido en los últimos 40 años es un indicio” de que la clave, en su opinión, está en la “depresión endogámica” y sus consecuencias. Así, resulta imposible que la población se recupere por sí misma.

placeholder Urogallo en un bosque. (EFE)
Urogallo en un bosque. (EFE)

Esta circunstancia explicaría que los programas de recuperación que se han desarrollado hasta ahora no hayan obtenido resultados. Las medidas han sido muchas y muy variadas: por ejemplo, el control de los depredadores o intervenciones en el hábitat para favorecer el crecimiento de los arándanos, una parte importante de la alimentación de esta especie. La cría en cautividad ha sido otra de las grandes apuestas, poco exitosa: “Se lleva trabajando en ella muchos años, pero resulta muy complicada”, afirma el experto. Sin embargo, “el problema no es lo que se hace, sino lo que no se hace”.

La opción que hasta ahora no se ha planteado es el “rescate genético”, es decir, introducir ejemplares nuevos procedentes de otras poblaciones europeas que, con unos genes distintos, puedan revitalizar la población cantábrica. Lo cierto es que el urogallo, como especie, no presenta muchos problemas de conservación a nivel mundial, ya que está ampliamente distribuida por Europa y Asia. Desde ese punto de vista, la propuesta de los investigadores de la EBD-CSIC es “traslocar ejemplares”, traer urogallos de otras zonas.

placeholder Parque Natural de Somiedo, uno de los hábitats del urogallo. (EFE)
Parque Natural de Somiedo, uno de los hábitats del urogallo. (EFE)

La “trampa” de la singularidad

El problema es que hacerlo implica aceptar que nuestro urogallo cantábrico no es tan exclusivo como habíamos pensado. Pero ¿realmente lo es? La subespecie cantábrica, denominada Tetrao urogallus cantabricus, se definió en los años sesenta. “Fue un trabajo impresionante”, destaca Naves, pero está basada “en características morfológicas, como el peso, el tamaño o los colores”, que no se sostiene con los estudios genéticos actuales. “Gran parte de la taxonomía de las especies se formuló en la primera mitad del siglo XX, pero al entrar la genética en escena en los últimos 20 años, todo está sufriendo un cambio brutal”, afirma. La población cantábrica no es exactamente igual que otras, pero tampoco hay una división clara ni una separación, pero más bien “un gradiente genético normal” entre los ejemplares de la Cordillera Cantábrica, otros del sur de Europa, los del centro del continente y así sucesivamente.

En definitiva, esa clasificación como subespecie distinta y única no está tan justificada como debería. No obstante, hasta ahora ha sido muy útil para llamar la atención sobre la protección de este animal. “El hecho de acentuar las diferencias, por parte de los que trabajamos en el ámbito de la conservación, favorece que los recursos se dediquen hacia eso que decimos que es tan singular”, reconoce el investigador, “pero así nos creamos una trampa taxonómica nosotros mismos cuando llega una situación como la que tiene ahora el urogallo”. Es decir, a día de hoy, es muy difícil defender una introducción de ejemplares foráneos, porque se supone que el animal que se intenta rescatar tiene características únicas y, precisamente, por eso es importante salvarlo.

placeholder Cría en cautividad. (EFE)
Cría en cautividad. (EFE)

Naves y otros compañeros de la EBD-CSIC plantean toda esta cuestión con datos en un manuscrito colgado como preprint para que la comunidad científica pueda debatirlo antes de su publicación definitiva como artículo científico. Denominan este problema “inflación taxonómica” y la describen claramente como una “trampa para la conservación”. Así, la supuesta exclusividad del urogallo cantábrico lo estaría condenando a desaparecer, porque “probablemente no vamos a resolver el problema hasta que nos planteemos seriamente una acción de rescate genético”.

Con esta propuesta, “tratamos de mirar el tema desde otro punto de vista que se ha obviado”. De hecho, Naves se muestra sorprendido por “la poca atención” que han tenido hasta ahora las características genéticas del urogallo que puebla Asturias y León a pesar de que podría ser un elemento trascendental. “Se sabe lo sensibles que son a la endogamia genética por otras poblaciones de especies que forman parte de la misma familia, pero este tema se ha tratado y se ha mencionado muy poco en la Cordillera Cantábrica”, apunta.

El reto de recuperar un ecosistema apropiado

Los estudios genéticos siguen arrojando luz. El más reciente se ha publicado hace pocas semanas en Conservation Genetics, pero no todos los biólogos están de acuerdo en la interpretación y en las soluciones. “Existe endogamia, pero no es determinante para que se produzca una reducción de la población como la que está ocurriendo”, señala el científico del IREC. De nada serviría “soltar una gran cantidad de urogallos”, comenta Jiménez, a través de la traslocación o de la cría en cautividad, si esa medida no va acompañada de la adecuación del ecosistema.

Foto: Un urogallo en el Valle de Arán. (Foto: Wikipedia)

Naves coincide en que la propuesta de introducir urogallos procedentes de otras poblaciones solo es una parte, pero en su caso cree que es imprescindible: “Eso no garantiza que sea suficiente para superar los problemas que luego plantea el hábitat, pero sin ese rescate genético, el futuro es muy difícil”. En cualquier caso, todos los biólogos coinciden en que las lograr las condiciones ecológicas ideales para este animal tan difícil como necesario. La cobertura de arándanos es uno de los elementos clave, ya que la ausencia de este alimento también puede estar influyendo en la reducción de la fertilidad, según algunos expertos.

En España existe una segunda subespecie de urogallo, el de los Pirineos (Tetrao urogallus aquitanicus), pero tradicionalmente ha recibido mucha menos atención porque su población ha sido más numerosa y, por lo tanto, su situación parecía menos crítica. Sin embargo, recientemente ha pasado de vulnerable a en peligro de extinción, en el Catálogo Español de Especies Amenazadas (CEEA). Un estudio del Instituto Pirenaico de Ecología (CSIC) publicado el año pasado detectó que había desaparecido en el 40% de las áreas que ocupaba. Por lo tanto, gran parte de las cuestiones clave para su pariente cantábrico también son relevantes en este otro grupo, incluyendo la posibilidad de que el rescate genético que reclaman algunos zoólogos se pudiera hacer entre ellos.

El trabajo de los biólogos y los programas de conservación en las últimas décadas han dado sus frutos en especies emblemáticas de la fauna ibérica que estaban al borde del precipicio. Es el caso del lince (Lynx pardinus) o del oso pardo (Ursus arctos). Todavía no se puede cantar victoria, porque el número de ejemplares sigue siendo muy escaso, pero al menos se ha revertido la caída en picado que parecía condenar estos animales a la desaparición. Por el contrario, hay un importante punto negro en los esfuerzos de conservación: el declive del urogallo cantábrico (Tetrao urogallus cantabricus) no tiene freno.

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