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Una nueva 'isla' y caos en la vida marina: qué pasa con la llegada de la lava al mar
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CAMBIOS EN LA BIODIVERSIDAD

Una nueva 'isla' y caos en la vida marina: qué pasa con la llegada de la lava al mar

El buque oceanográfico Ramón Margalef, que pertenece al Instituto Español de Oceanografía (IEO-CSIC), vive de cerca el choque entre la lava y el agua del mar

Foto: La lava llega al mar en una zona de acantilados en la costa de Tazacorte. Foto: EFE.
La lava llega al mar en una zona de acantilados en la costa de Tazacorte. Foto: EFE.

La llegada de la lava del volcán de Cumbre Vieja a la costa de La Palma, que tanto se ha retrasado, al fin se ha producido. Ahora, el encuentro entre la colada y el agua del mar abre una oportunidad única para los investigadores, tanto geólogos como oceanógrafos. Los científicos no pierden detalle y ya estudian el impacto que tendrá en el ecosistema marino gracias al buque oceanográfico Ramón Margalef, que pertenece al Instituto Español de Oceanografía (IEO-CSIC). El barco se encuentra en la zona desde hace días y ha sido testigo del acontecimiento.

Un equipo multidisciplinar formado por 11 investigadores del IEO-CSIC, el Instituto Geológico y Minero de España (IGME-CSIC), la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria y la Universidad de La Laguna, junto a otras 16 personas entre técnicos y miembros de la tripulación, se embarcaron el pasado fin de semana con todo el instrumental científico para y están viviendo una experiencia única, porque nadie podrá acercarse tanto. El comité científico del Pevolca (Plan de Emergencia por Riesgo Volcánico de Canarias) explicó que el choque generaría pequeñas explosiones y columnas de gases que pueden ser tóxicas, por lo que el área está acotada.

Foto: Foto: Reuters.

Científicos, técnicos y tripulación del Ramón Margalef tienen que adoptar medidas para garantizar su seguridad. Deben ir equipados con mascarillas especiales con filtros para gases, de manera que no respiren dióxido de azufre (SO2) ni otros componentes nocivos; además, se ponen cascos, guantes y gafas para evitar las cenizas. La lava supera los 1000º C y el agua se evapora a partir de 100º C, así que el resultado del choque entre ambas es la formación instantánea de columnas de gases que podrían transformarse en lluvia ácida, precisamente, por el SO2.

Al margen de esas consecuencias, desde el mar los científicos estudiarán otras aún más interesantes y duraderas. “En caso de que haya contacto con el agua, la lava se enfriará y formará pequeñas plataformas en la costa que pueden provocar colapsos, pequeños desprendimientos y derrumbes, así como explosiones alimentadas por el propio canal de lava”, explica a Teknautas el oceanógrafo Eugenio Fraile, miembro del IEO-CSIC y responsable de la campaña de investigación.

Nuevo terreno

El resultado sería un incremento de la superficie de la isla, que ganaría terreno al mar en el punto de la costa donde desembocase la colada. No obstante, a estas alturas, es imposible prever qué cantidad de material llegará hasta el mar, puesto que nadie sabe si la erupción durará semanas o meses. “Vamos a hacer una cartografía de cómo avanzan las lavas en el mar y del consiguiente aumento de territorio a través de una batimetría de alta resolución, es decir, una reconstrucción en 3D del subsuelo oceánico”, explica.

En 2018, ya realizaron un trabajo similar en el marco de un proyecto sobre la actividad volcánica submarina de Canarias. En aquel momento, también se produjeron una serie de terremotos en La Palma que no llegaron a provocar una erupción, pero aconsejaron realizar un primer estudio batimétrico que ahora servirá de referencia. “Nos viene de perlas para hacer una comparativa con la nueva cartografía que realizaremos. Veremos pequeñas modificaciones del terreno y haremos si finalmente ocurre un estudio geomorfológico del proceso intrusivo de la lava en el mar, podemos descubrir si hay algún levantamiento en la zona, grietas diferentes o cualquier tipo de perturbación”, comenta el experto.

placeholder El buque oceanográfico Ramón Margalef.(IEO-CSIC)
El buque oceanográfico Ramón Margalef.(IEO-CSIC)

Los científicos del buque Ramón Margalef también pretenden hacer un estudio completo de las anomalías físico-químicas y biológicas del agua, y para ello tienen otra referencia fabulosa. A lo largo de 10 años, el volcán submarino Tagoro, que emergió junto a la isla de El Hierro en 2011, se ha convertido en una fuente inagotable de estudios científicos. Por ejemplo, una investigación publicada en 2018 en la revista científica 'Chemical Geology' mostró que los corales pueden servir para predecir erupciones volcánicas. "Almacenan ciertas sustancias en sus esqueletos calcáreos, así que se convierten en una especie de registros que también queremos analizar ahora en esta zona", apunta Fraile.

Foto: Foto: Reuters.

La costa suroeste de La Palma es una reserva marina que abarca unas 3.455 hectáreas. El volcán Tagoro de El Hierro surgió en una zona muy similar, la reserva marina del Mar de las Calmas. Las dos costas son similares, zonas protegidas de gran valor. Por eso, “un objetivo clave es velar por el ecosistema marino, por la pesca, y evaluar cómo este entorno va a poder soportar este estrés”, comenta el oceanógrafo. Urge tomar datos de temperatura, pH, conductividad, oxígeno disuelto, clorofila, bacterias, zooplancton, fitoplancton y otros elementos que habrá que seguir analizando con el tiempo.

De la tragedia a la vida

En los primeros meses, “no podríamos hacer nada frente al avance de la lava, se formaría un sustrato completamente nuevo. Al principio podría ser una tragedia, sobre todo para los organismos que no se podrían mover, ligados al fondo. La lava los arrasaría”, asegura Fraile. “En un primer momento, habría peces muertos en superficie y en las costas por la gran cantidad de azufre que llegaría y la consiguiente disminución de oxígeno”, explica. Sin embargo, después se produciría un fenómeno de fertilización y en un futuro cercano hablaremos de lo productiva que es la zona. “El nuevo suelo marino sería colonizado por la vida. En tres años, tendríamos un ecosistema marino recuperado e incluso más rico y más productivo que antes”, vaticina.

Hace pocos días, Eugenio Fraile y otros investigadores publicaron en la revista científica 'Frontiers in Marine Science' un estudio sobre la evolución del zooplancton en la zona del volcán Tagoro a los seis años de la erupción. El resultado es que la abundancia de estos organismos aumentó de forma significativa en ese entorno, aunque la diversidad de especies se redujo, ya que no todas podían adaptarse a las nuevas condiciones. El fitoplancton también aumenta en la zona afectada de forma considerable. En cualquier caso, “es un oasis de vida; si le preguntas a cualquier pescador de El Hierro dónde ir a pescar, te va a decir que en el volcán Tagoro”.

placeholder Volcán de Cumbre Vieja. (EFE)
Volcán de Cumbre Vieja. (EFE)

“El volcán Tagoro ha sido fundamental para el conocimiento científico a nivel internacional, porque hemos tenido la suerte, desde el punto de vista científico, de poder monitorizar un evento único durante 10 años”, señala el experto. Los geólogos marinos y los oceanógrafos que han hecho el seguimiento de las erupciones de El Hierro han vivido una década prodigiosa: han liderado más de 30 campañas oceanográficas, decenas de proyectos nacionales e internacionales y han publicado cerca de 50 artículos científicos.

Ahora esperan aprovechar todo ese conocimiento para analizar lo que va a suceder en las costas de La Palma, un trabajo que va mucho más allá de la curiosidad científica. Por ejemplo, un estudio publicado el pasado mes de julio en 'Frontiers in Marine Science' analizó nuevas cepas de microorganismos marinos localizados en el entorno del volcán submarino de El Hierro. El resultado es que “hay bacterias que pueden tener un gran potencial para estudios farmacéuticos, incluso en la lucha contra el cáncer”.

La llegada de la lava del volcán de Cumbre Vieja a la costa de La Palma, que tanto se ha retrasado, al fin se ha producido. Ahora, el encuentro entre la colada y el agua del mar abre una oportunidad única para los investigadores, tanto geólogos como oceanógrafos. Los científicos no pierden detalle y ya estudian el impacto que tendrá en el ecosistema marino gracias al buque oceanográfico Ramón Margalef, que pertenece al Instituto Español de Oceanografía (IEO-CSIC). El barco se encuentra en la zona desde hace días y ha sido testigo del acontecimiento.

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