Un ejército de bicis trucadas en las calles de Madrid: si hay una ITV, la mitad se quedan fuera
Deslimitar las bicis es una práctica cada vez más habitual en colectivos como el de los riders. Algo que, además de ilegal, entraña un importante riesgo. "No se matan en las bicis porque Dios no quiere"
EN PRIMERA PERSONA
Diario de un 'rider' nocturno en Madrid: mis dos meses trabajando para Glovo y UberEatsYencen Ernesto Valdés Ojeda es un migrante cubano de 38 años que trabajó durante 23 meses como repartidor en Madrid. A su bicicleta le llamaban El Tiburón: "Aquella bicicleta ni siquiera tenía sensor de pedaleo", explica este antiguo rider. "Funcionaba con un acelerador. Es decir, para que el motor asistiera no debía mover la biela. Esa modificación me costó 100 euros y me la hicieron en un taller que está por Chamberí". Yencen podía pedalear en sus turnos con poco aire en las llantas o con la cadena sin lubricar. Solo necesitaba buenos frenos y carga en las baterías. Sí, también tenía dos baterías. Los ciclos de carga eran muy lentos y, para ganar tiempo, este hombre decidió duplicar su reserva de electricidad. "Le puse un acelerador parecido al de algunos patinetes —, continúa Yencen—. Al accionarlo, el aumento de velocidad era increíble. De hecho, la policía me persiguió en un par de ocasiones por haber hecho eso. Por suerte no me multaron nunca, porque ponen sanciones de 500 y hasta de 1.000 euros. Me advirtieron y al final se lo quité, aunque continuaba sin tope de velocidad".
De acuerdo a la Directiva Europea 2002/24/CE y lo establecido en España por el Artículo 22 del Real Decreto 2822, las bicicletas eléctricas deben contar con un motor eléctrico de 250 W y solo debe ser activado al pedalear. La velocidad de asistencia del motor nunca debe superar los 25 km/h y una vez alcanzada esa velocidad debe apagarse el motor. Además, es obligatorio disponer de un timbre, al menos tres reflectores, dos luces (frontal de color blanco y roja en la parte trasera), y dos frenos. El peso total de la bicicleta, incluyendo motor, no debe ser superior a 40 kg.
Si las bicicletas eléctricas de los riders de Madrid tuvieran que pasar una ITV para cumplir con lo establecido, probablemente más de la mitad quedarían fuera de circulación. De hecho, la mayoría de mensajeros compran kits de una marca concreta, llamada CicloTeck, que incluye motores de 350 W. "Estos kits cortan a 25, a 33 o a 42 km/h", explica Alejandro Arguinzones Ramos, gerente del taller Indian Bike en la calle Meléndez Valdés. "Los motores que dan una mayor velocidad están prohibidos. Este es uno de 1000 W —Alejandro señala con su mano izquierda la parte trasera de uno de los tantos ciclos que tiene en reparación—. Si un funcionario te detiene con algo así recibes una multa y la bicicleta queda decomisada".
La modificación más frecuente entre los riders, según este joven mecánico, es precisamente quitar la limitación de velocidad (trucaje conocido comúnmente como "deslimitar" una bicicleta). "Yo buscaba más rapidez en las entregas —explica Yencen—, porque mientras más rapidez tengas más pedidos te puedes hacer en una hora. De eso se trata ese negocio, de perder el mínimo tiempo posible. El tiempo que vas a perder que sea en el restaurante esperando a que te den la comida".
Las vías para deslimitar una bici
Para deslimitar una bicicleta hay que modificar los parámetros con los cuales viene originalmente configurada. Los kits como los de CicloTeck pueden reconfigurarse manualmente, pero las bicicletas eléctricas originales solos se trucan con un software determinado. Este programa informático varía con la marca. Muchos de estos trucos se comparten en Internet. El Confidencial intentó contactar con varios talleres en Madrid para indagar en el proceso de deslimitar una bicicleta. Casi todos rehusaron colaborar. "Nosotros no lo hacemos", aclaró el gerente de Indian Bike.
Un joven que asiste a riders en la calle y sabe quitar los límites de velocidad que traen las bicicletas eléctricas, tampoco estuvo dispuesto a contar su experiencia y sus métodos. También imperó el silencio entre los mensajeros en activo con la bicicleta trucada, por temor a posibles represalias.
"A un padre de familia que viene a arreglar la bici de su hija le da igual que demore tres o cuatro días. A un rider no"
"También mucha gente decide comprar bicicletas no eléctricas y las transforman —detalla un trabajador del área de ciclismo del Decathlon de la calle Princesa, que prefiere mantener el anonimato—. Pero esos modelos no están pensados para resistir ese tipo de uso y entonces pierden todos los derechos de garantía con nosotros. La sobreexplotación provoca que los frenos y las ruedas se desgasten más rápido, por ejemplo." "A quien más vendo es a riders, migrantes generalmente latinoamericanos. En dos años yo no he atendido a ningún repartidor español", remata.
En el centro de Madrid se da la densidad de población y de restaurantes más alta de la ciudad. Por tanto, el delivery tiene una mayor presencia en esta área. Los servicios técnicos de tiendas especializadas de la zona, como los de Decathlon, atienden a muchos repartidores "con el pedido en la mochila". Confiesan que pocos realizan los ciclos de mantenimiento requeridos. "A un padre de familia que viene a arreglar la bici de su hija —explica Dani Pérez, trabajador del Decathlon de Malasaña—, le da igual que demore tres o cuatro días. A un rider no, porque depende de la bicicleta para trabajar. En un turno de ocho horas vienen un mínimo de 20 repartidores", agrega.
Bicis destrozadas
"Las bicis 'trucadas' suelen llegar con muchos rayos partidos, las gomas completamente lisas y la cadena y los piñones desgastados. La ausencia de mantenimiento acelera el deterioro y cuando nos metemos al taller con una bici que tiene ese tipo de problemas, al tocar una cosa se les jode otra. Ya hemos tenido problemas con algunos".
"El 85% de nuestros clientes son riders —reafirma Rodrigo Martín, compañero de Dani—. No se matan en las bicis porque Dios no quiere. Las tienen con los frenos partidos, las ruedas completamente dobladas… Con que se muevan las bicis a ellos les vale. Yo he visto casos que por deslimitar las bicicletas se les ha partido el cuadro cerca del motor. Muchas ni siquiera eran eléctricas originalmente y cuando andan a esas velocidades no aguantan."
Otra modificación peligrosa que realizan los repartidores es subir la altura de los manillares para no estar muy encorvados. Rodrigo señala que eso aumenta la fuerza de palanca aplicada sobre la dirección de la bicicleta, y con frecuencia todo deriva en una rotura o desviación de esta última.
Ser rider no es barato. Los suplementos de la bicicleta, más lo necesario para trabajar bajo la lluvia y el frío, cuesta como mínimo unos 200 euros. Si a eso le sumamos los más de 1000 que vale un ciclo nuevo, llegamos a gastos inasumibles para muchos migrantes. A esto hay que sumarle los robos, un peligro al que se tienen que enfrentar los riders, aunque tomen precauciones. Ismeray García García lleva más de un año repartiendo en una bicicleta que compró por Amazon en 1300 euros. "Todavía la estoy pagando", cuenta la venezolana de 35 años. "Anteriormente me robaron una. Cortaron el candado y se la llevaron".
"A los tres meses de empezar a repartir, me robaron una bicicleta que había comprado con 800 euros que pedí prestados —recuerda Yencen—. Tuve que alquilar otra con una empresa llamada Wifly y me costaba 115 euros al mes. Estando aún endeudado con la primera bicicleta me volvieron a robar la que había alquilado y entonces tuve que empezar a pagarle a Wifly otros 1.600 euros más".
Uno de tantos problemas para los riders
Un elevado por ciento de los repartidores de comida a domicilio se encuentran en situación irregular. No cuentan con los recursos necesarios para mantener adecuadamente las bicicletas eléctricas. "Hoy mismo llegó un chico aquí al taller —cuenta Alejandro, el gerente de Indian Bike—. Llegó casi cayéndose en un patinete. Traía la rueda estropeada de una bicicleta en la mano. Le pedí su número para llamarlo cuando estuviera el arreglo y me dijo que no tenía, que trabajaba con el teléfono prestado de un amigo porque estaba recién llegado. No se sabía ni la dirección de su casa. Si a ese muchacho le pasa algo en la calle…".
La inseguridad que genera trucar estas bicicletas se une a la precariedad imperante en el sector. Esta combinación de factores ha generado no pocos incidentes lamentables. El Confidencial ha contactado con la Policía Municipal de Madrid para indagar en los reportes de bicicletas eléctricas deslimitadas, aunque al cierre de este artículo aún no han respondido a nuestra petición.
A pesar de todos los peligros que trae consigo, para Yencen valió la pena haberlo hecho. "Sí, como no. Una vez que la deslimitas puedes alcanzar hasta el doble de velocidad. Ahora, si lo usas mucho te va comiendo la batería poco a poco y el motor te lo va desgastando. Pero a pesar de esto me compensaba." "Yo alcanzo entre 20 y 25 km/h y no me interesa ir más rápido —refuta Ismeray—. Más adelante me compraré una con más batería, pero con esa velocidad me va bien."
Esta mujer sabe de los peligros de la calle. Hace pocos meses la chocaron bajando por el carril bici de la calle Santa Engracia. Eran las 11:10 de la noche y llovía. No pudo ver la matrícula del Uber que la atropelló porque el conductor se dio a la fuga. Su cuerpo quedó tendido sobre el asfalto. No llamó a la policía, solo pensaba en su bicicleta. Le costó 200 euros arreglarla.
Yencen Ernesto Valdés Ojeda es un migrante cubano de 38 años que trabajó durante 23 meses como repartidor en Madrid. A su bicicleta le llamaban El Tiburón: "Aquella bicicleta ni siquiera tenía sensor de pedaleo", explica este antiguo rider. "Funcionaba con un acelerador. Es decir, para que el motor asistiera no debía mover la biela. Esa modificación me costó 100 euros y me la hicieron en un taller que está por Chamberí". Yencen podía pedalear en sus turnos con poco aire en las llantas o con la cadena sin lubricar. Solo necesitaba buenos frenos y carga en las baterías. Sí, también tenía dos baterías. Los ciclos de carga eran muy lentos y, para ganar tiempo, este hombre decidió duplicar su reserva de electricidad. "Le puse un acelerador parecido al de algunos patinetes —, continúa Yencen—. Al accionarlo, el aumento de velocidad era increíble. De hecho, la policía me persiguió en un par de ocasiones por haber hecho eso. Por suerte no me multaron nunca, porque ponen sanciones de 500 y hasta de 1.000 euros. Me advirtieron y al final se lo quité, aunque continuaba sin tope de velocidad".