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La clase obrera resucita el patinete: cómo los curritos les robaron el juguete a los gurús 'tech'
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La tecnología china revoluciona la ciudad

La clase obrera resucita el patinete: cómo los curritos les robaron el juguete a los gurús 'tech'

La subida de los carburantes, el encarecimiento de otros medios de transporte y hasta la pandemia han impulsado su crecimiento, pero las ciudades no están preparadas para esto

Foto: Jonathan Merchán, en su taller de patinetes de Aluche. (Foto: Guillermo Cid)
Jonathan Merchán, en su taller de patinetes de Aluche. (Foto: Guillermo Cid)

Desde su taller, en un bajo del madrileño barrio de Aluche, Jonathan Merchán llama a uno de sus clientes. Tiene su vehículo arreglado y listo para seguir circulando, y necesita que pase pronto a por él. "Es que estamos un poco llenos", comenta, sonriente, mientras mira a un local lleno de pedidos. Su ropa o sus manos llenas de aceite se diferencian poco de las de cualquier otro mecánico que se pasa día tras día entre piezas, pero el trabajo de Merchán es algo distinto al habitual. Él arregla, y vende, patinetes eléctricos. "Si la gente los usa en su día a día como un coche, alguien tendrá que arreglárselos bien".

El negocio de Merchán en una zona popular a las afueras de Madrid (con el que lleva tres años sobreviviendo) podría ser un verso suelto en la capital, pero ni está solo en el mundillo ni lo de taller de patinetes ya suena demasiado raro. Es un buen ejemplo de una tendencia que no para de crecer y que ahora, con los combustibles en precios récord, vive un nuevo impulso: cada vez más gente utiliza el patinete eléctrico como medio de transporte diario, como su nuevo utilitario. Nuevos usuarios que no están precisamente en los barrios más pudientes. Tras cerca de un lustro construyendo, sin mucho éxito comercial, una imagen de este artefacto como complemento de los nuevos ricos, amantes de la tecnología, las 'startups' y la ecología, que residen cerca del trabajo, un nuevo fanático de este vehículo lo está resucitando. Gracias a sus versiones baratas chinas, con Xiaomi como líder absoluto, va camino de ser un símbolo del nuevo proletariado.

Foto: Patinete en un contenedor en Madrid. (Manuel González)

"Yo decidí abrir este negocio a principios de 2020 porque veía que lo de los patinetes empezaba a cuajar. Tenía mi propio patín, con el que me movía mucho cuando trabajaba en la obra, y vi que íbamos siendo más y más los que teníamos estos aparatos como un medio de transporte diario, no como un juguete. Así que, si el futuro iba por ese camino, toda esa gente necesitaría quien le arreglase su vehículo y lo hiciese con garantías", detalla Merchán. Colocó Sobre Ruedas Aluche en una antigua joyería encajonada entre una reprografía y una inmobiliaria y empezó a buscar clientes. Dice que le costó sobrevivir con la pandemia y tampoco lo tuvo fácil con los cierres de 2021, pero eso ha quedado atrás. "En los últimos meses no paramos, y tiene pinta de que el año que viene será incluso mejor. Está claro que el sector se va a ir profesionalizando más y más. Y se necesita".

Mal encaminado no iba con la idea este madrileño de 41 años. Ahora mismo ya hay varias 'startups' que venden 'apps' para encontrar el taller de patinetes más cercano y cadenas internacionales de mecánica como Midas o Euromaster ya se han sumado a la moda. Incluso comercios de bicicletas como SecondBike Madrid, en otra zona popular como Tetuán, se han visto arrollados por la demanda (aseguran que el 30% de sus pedidos ya es sobre patinetes). En un momento en que las ciudades expulsan los automóviles de combustión y muchos ciudadanos necesitan una forma barata, ágil y sencilla para moverse fuera del entramado público, el patinete barato y en propiedad se ha convertido en una alternativa difícil de batir. Aunque, como confiesa el propio Merchán, no es perfecto y su crecimiento disparado sin control también está dejando problemas a su paso.

placeholder El pequeño taller de Merchán. (Foto: G. C.)
El pequeño taller de Merchán. (Foto: G. C.)

Es más, a falta de otra información oficial (no hay una patronal que hable de cifras cerradas), los datos que mejor muestran esta tendencia están en los incidentes relacionados con patinetes. En Barcelona, los bomberos alertaban ya este invierno de que los incendios en pisos provocados por la carga de vehículos de movilidad personal (VMP) no paraban de crecer. El último fuego peligroso se dio hace solo una semana en la Comunidad Valenciana, donde una nonagenaria tuvo que ser rescatada después de que la batería de uno de estos dispositivos saliese ardiendo. Y los registros de accidentes tampoco son muy alentadores. "Todo esto ha crecido sin que nadie lo vigilase mucho y ahora las ciudades están llenas de patinetes chinos de dudosa fiabilidad y cero garantías, que encima la gente retoca en su casa fijándose en tutoriales de internet o foros. Hay muchos incendios, accidentes, gente que no sabe lo que tiene entre manos... Yo digo que con esto la realidad nos ha atropellado".

Este aumento de la siniestralidad, con los accidentes laborales relacionados con bicis y patinetes duplicándose en un lustro, va de la mano con el aumento de los usuarios que deciden lanzarse a probar este tipo de transporte. Pero ¿cómo son esos usuarios? Los hay de todo tipo, desde jóvenes que empiezan a tener sus primeros trabajos a mayores de 50 que deciden cambiar su coche por un VMP.

placeholder Una persona deja su vehículo eléctrico en un aparcamiento de patinetes en Valencia. (Foto: EFE)
Una persona deja su vehículo eléctrico en un aparcamiento de patinetes en Valencia. (Foto: EFE)

O trabajadores precarios que, como explica el antropólogo urbano José Mansilla, han encontrado en estos aparatos una ayuda para su realidad. "Hay mucha gente que tiene que moverse de uno a otro lado de una ciudad, con trabajos esporádicos y muy precarios. No tiene poder adquisitivo para hacerlo en coche y el transporte público no cubre sus necesidades por tener horarios extremos o moverse por lugares a los que la Administración no llega. Ante esta situación, estas ideas pueden ser una solución barata e informal, pero eficaz", comenta el investigador. "Además, la ciudad cada vez expulsa más a este tipo de trabajadores y se ha descompensado el lugar donde vive la gente con el lugar donde trabaja. En esos desequilibrios aparecen este tipo de inventos para arañar tiempo".

De guiris y 'startuperos' a utilitario de barrio

Según Mansilla, estos vehículos nacieron con la idea de ser un medio de transporte de "alto capital simbólico", un artilugio para una clase social muy concreta con buen poder adquisitivo, que viviera en el centro de las ciudades y buscase un pequeño 'juguete' que hiciese más fáciles sus pequeños trayectos. De esa idea también nacieron los patinetes de uso compartido que se ven en la mayoría de ciudades, ampliando su 'target' a los turistas. Pero lo que nadie imaginaba era que su mejor público podía estar en otro lado. "Se pensó como un símbolo de triunfadores al estilo Silicon Valley, gente creativa que triunfa sin necesidad de nada ni nadie. Un símbolo de un modo de vida individualista y libre. Pero la aparición de los modelos baratos, copiados a esos originales, hizo que otros colectivos necesitados de movilidad se apropiasen de él", señala el antropólogo.

Entre esos usuarios que han convertido el patinete en su utilitario hay gente como Antonio, un joven sevillano de 25 años que ha pasado de moverse en autobús hasta su lugar de trabajo a hacerlo en patinete. "Resulta que trabajo en un pueblo, y normalmente iba en bus o andando hasta allí, en ambos casos tardaba una hora. Vi que yendo en patinete iba a tardar menos de la mitad y al final me acabaría saliendo rentable comprarme uno. Necesitaba una pequeña inversión inicial, pero creo que a la larga lo puedo rentabilizar", explica en conversación con El Confidencial.

placeholder Patinete eléctrico en Bilbao. (Foto: EFE)
Patinete eléctrico en Bilbao. (Foto: EFE)

Pero también está el ejemplo de Juan Carlos, un hombre de 64 años que vive a las afueras de Barcelona, trabaja en una oficina y combina a diario patinete con tren hasta el centro de la ciudad. "Hace ya tres años que aparqué mi moto y mi coche para ir en patinete a trabajar. Hago 25 kilómetros diarios. Gano tiempo, me quito los atascos, no contamino... Y si quiero moverme más por la ciudad, me aguanta sin problemas", añade.

En su caso, asegura, ha hecho una inversión buscando garantías. Un modelo de 500 vatios, que se mueve entre los 500 y los 1.000 euros, siendo una gama algo superior a la habitual, pero que poco a poco se va extendiendo. "Piensa que al final te quitas carburante, peaje e impuesto de circulación. El seguro solo cuesta 20 euros y cargarlo no consume más que un mechero", añade. Según cálculos aproximados de los usuarios, la recarga para unos 25 kilómetros podría estar en 25 céntimos, mientras que recorrer ese mismo camino en un coche de combustión rondaría, ahora mismo, los cuatro euros.

Ambos son casos de trabajadores medios, currantes, que, a pesar de la diferencia de edad y ubicación, se han lanzado a este cambio por motivos similares: ahorro de tiempo y dinero. "Me parece una compra muy buena a largo plazo, sobre todo si me surgen más cosas que hacer en el día, porque no tengo que ir corriendo a hacerlas. Si tengo algo que hacer por la tarde, por ejemplo, pero vuelvo del trabajo con tiempo, no tengo que comer con prisas y salir pitando", añade Antonio.

Cuadran muy bien con lo que cuenta una de las voces más reconocidas del movimiento patinetero en nuestro país: Sergio Ruiz, presidente de la Federación Española de Vehículos de Movilidad Personal (Fevemp). Él, otro 'currito', esta vez de Granada, es otro de los que pasaron del transporte tradicional a un patinete en propiedad tras echar cuentas. "Es que hay mucho desconocimiento, pero no cuesta nada cargar uno de estos, incluso con los precios actuales de la luz. Una familia media puede ahorrarse unos 300 euros si cambia de moverse en coche a hacerlo en patinete. Entre todos los gastos de un automóvil y los de un patinete, la diferencia es muy importante, sobre todo para casas que no van sobradas de dinero", añade.

Ruiz menciona algo importante que también señala Merchán: la financiación. "A muchos se les ha abierto una puerta con la posibilidad de financiar la compra de estos patinetes. Si ya de por sí es algo mucho más barato que un coche o un ciclomotor, si encima lo puedes pagar a plazos, está al alcance de mucha más gente", comenta el granadino. Merchán, en su parte de tienda, también ofrece la posibilidad de financiar los productos con un acuerdo con Cetelem, una de las compañías que más se han animado a dar crédito por este tipo de productos. Pero no es la única. El Corte Inglés, Fnac, Mediamarkt y hasta Phone House también ofrecen planes a medida.

placeholder Manifestación de patineteros en Madrid en 2019. (Foto: EFE)
Manifestación de patineteros en Madrid en 2019. (Foto: EFE)

"A mí me recuerda a los ciclomotores de hace unos años. Antes había mucha gente que tenía pequeñas motos, las Vespino, para moverse por la ciudad y que se las arreglaban los propios usuarios para ahorrar y demás. Ahora toda esa gente se está pasando a los VMP", añade el mecánico. Un cambio que también esconde muchas malas prácticas.

"Sí, hay mucha gente que viene con peticiones raras, como gente que te pide que le montes lo que él mismo ha comprado por la red sin saber de dónde lo ha sacado, o gente que te intenta regatear porque ha visto en internet no sé qué y se cree que eres un mecánico de Wallapop. Bueno, aún es un mundo que funciona sin control, sin normas de fabricación, con muchos cambios en casa... Todo eso con el tiempo se irá corrigiendo, creo. Vamos, ya la propia DGT lleva tiempo intentando meter mano", detalla.

placeholder Merchán, en su tienda de Aluche. (Foto: G. C.)
Merchán, en su tienda de Aluche. (Foto: G. C.)

Esa sensación de ser vehículos que se mueven al margen de la ley ha hecho que incluso triunfe un nuevo movimiento 'tunning' que recuerda a los que se dieron en los barrios hace ya unos cuantos años, con la diferencia de que en vez de hacerlo con coches, se hace con patinetes. "Sí, sí, la gente les hace de todo y son un peligro. Porque cambian la potencia, pero no refuerzan los frenos, o les meten baterías extra sin controlar que pueden salir ardiendo. Todo se mueve por grupos y foros".

Un símbolo de lo que viene

Aunque al principio se vieron como una moda pasajera, estas nuevas tendencias nacidas del descubrimiento de un nuevo medio de transporte demuestran que los patinetes, o al menos los llamados VMP (la demanda de bicis eléctricas se ha triplicado en los últimos meses), están aquí para quedarse. Y la comparación con los ciclomotores puede dar más pistas sobre cómo lo harán, pues el propio Mansilla los usa también de ejemplo. "Al final son fenómenos similares, y en las ciudades también lo estamos viendo. Además de crecer el uso de estos vehículos eléctricos, también se ha disparado el uso de la moto. Todas las aceras están llenas de estos vehículos, y cada vez se usan más. Son otro ejemplo de que el transporte informal se está imponiendo", comenta.

En las causas de lo que ocurre, todos los entrevistados coinciden, e incluso ya hay estudios como el de la Fundación Línea Directa que siguen en esa línea. Además, son argumentos que ayudan a entender por qué no son flor de un día. El poder adquisitivo de la ciudadanía ha caído con las últimas crisis económicas, por lo que se buscan alternativas más baratas para moverse. Además, esa caída del poder adquisitivo y la incertidumbre laboral han hecho que sea aún más difícil unir lugar de trabajo y lugar de vida, alejando cada vez más una de la otra, y todo eso se suma a una pandemia aún por claudicar y una conciencia ecológica cada vez más arraigada.

La propia Dirección General de Tráfico va actualizando su normativa sobre VMP a marchas forzadas. El último anuncio al respecto salió hace solo unos días, cuando desde la Administración se desvelaron dos grandes ajustes: en poco tiempo, se hará obligatorio el tener seguro para poder moverse con uno de estos artefactos y se aprobará un carné de conducir a medida para llevar este vehículo. ¿El objetivo? Reducir la siniestralidad y el caos que pueden provocar estos vehículos en las ciudades. Son dos duras restricciones que pueden ser un golpe para el crecimiento del fenómeno, pero muchos de sus defensores también lo ven como un mal necesario para poder oficializar de una vez por todas esta nueva forma de moverse. "Hay que incidir en que la gente lleve casco, que respete las normas de circulación, que vaya atenta, que mire un seguro, que sepa los límites de velocidad de los MVP y cómo debe ser el modelo para cumplir... Poco a poco, lo vamos consiguiendo", añade Ruiz.

Esos nuevos cambios también pueden buscar evitar algo que comenta Mansilla, y que se extiende también a otros fenómenos como los VTC o las propias empresas de vehículos compartidos. Hay un gran riesgo de que las ciudades europeas, que siempre se han caracterizado por tener la ordenación en el transporte como algo esencial, se muevan a la "informalización" más característica de África o América Latina. "Es el camino que están llevando las ciudades y es difícil saber qué pasará en el futuro, pero todo apunta a que se seguirá apostando por esta desarticulación del transporte local urbano", termina.

La salida de talleres como el de Merchán a barrios periféricos puede ser un ejemplo de esa desarticulación que se extiende fuera del centro de las urbes, pero también hay otras lecturas al respecto. Por ejemplo, Juan Carlos, que cree que los municipios viven un momento similar al que se vivió cuando aparecieron los tranvías. "Los ciudadanos se tuvieron que acostumbrar al tranvía y muchos peatones fueron atropellados por imprudentes y no pensar que no están solos en el mundo. Aquí sucederá lo mismo. El gran mal son los auriculares y el movil. La gente pasa de todo y no respeta nada, ni siquiera a los coches".

Desde su taller, en un bajo del madrileño barrio de Aluche, Jonathan Merchán llama a uno de sus clientes. Tiene su vehículo arreglado y listo para seguir circulando, y necesita que pase pronto a por él. "Es que estamos un poco llenos", comenta, sonriente, mientras mira a un local lleno de pedidos. Su ropa o sus manos llenas de aceite se diferencian poco de las de cualquier otro mecánico que se pasa día tras día entre piezas, pero el trabajo de Merchán es algo distinto al habitual. Él arregla, y vende, patinetes eléctricos. "Si la gente los usa en su día a día como un coche, alguien tendrá que arreglárselos bien".

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