La letra pequeña del plan de I+D: una lotería para tapar agujeros a la espera de la UE
El ‘Plan de Choque para la Ciencia y la Innovación’ aborda algunas urgencias, pero es muy poco ambicioso a la espera de que los fondos puedan impulsar una verdadera transformación
Tras meses de críticas, dudas e impaciencia por parte un sistema científico lastrado por años de recortes y condiciones precarias, el pasado jueves el Ministerio que lidera Pedro Duque estaba llamado a resarcirse con la presentación del ‘Plan de Choque para la Ciencia y la Innovación’. Al anuncio no faltó ni el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, que se encargó de explicar algunas claves de una iniciativa que pretende inyectar 1.056 millones de euros en ayudas directas a la I+D+i española entre 2020 y 2021.
Son 17 medidas divididas en tres grandes ejes: la investigación en salud (más de 200 millones), la mejora de las condiciones laborales de los científicos (más de 500) y la innovación empresarial (más de 300, a los que habría que añadir otros 500 millones en préstamos). La pregunta es hasta qué punto son suficientes para convencer e ilusionar la ciencia española, que está muy tocada.
Mientras que la inversión acumulada en I+D entre 2009 y 2017 aumentó en la Unión Europea un 22%, en España cayó 5,8%, según datos de la Fundación Cotec. La crisis del coronavirus tampoco ha supuesto un giro importante: la inversión en ciencia no pasa de 30 millones a pesar de que los proyectos de vacunas, tratamientos y otras cuestiones relacionadas con el covid se cuentan por decenas. Para colmo, la comparación con el rescate a otros sectores casi parece un agravio, como los 3.750 millones de euros destinados a la automoción. Sin embargo, el discurso oficial llama a la transformación del sistema productivo español. ¿Este plan es el punto de inflexión para pasar, por fin, del turismo y el ladrillo al laboratorio?
Los 600 millones de 2021, en el aire
Jorge Barrero, director general de la Fundación Cotec, afirma en declaraciones a Teknautas que el paquete de medidas es “poco coherente” puesto que, en lugar de establecer prioridades y asignar recursos, propone una serie de actuaciones inconexas. Sin embargo, considera que en parte es lógico dadas las urgencias del sistema: “Está más encaminado a tapar agujeros y aprovechar algunas oportunidades a corto plazo, como los proyectos del covid”, dejando para más adelante la nueva estrategia española de I+D, que tiene que abarcar desde 2021 a 2027.
En cualquier caso, este experto advierte de que el documento incluye partidas ya anunciadas –precisamente, la financiación especial para investigar el coronavirus– y otras que tienen que ver con compromisos internacionales y soluciones a problemas acuciantes que parecen incluidas con calzador, como la construcción de un nuevo buque oceanográfico para el Instituto Español de Oceanografía. En cambio, la contratación de investigadores posdoctorales y las partidas para algunos proyectos son más transversales y se convierten en “lo más destacable” del plan.
Aun así, considera que habrá que estar atentos para comprobar si el conjunto del plan es realmente “dinero nuevo extrapresupuestario” o si se trata “un juego de trileros, como ha sucedido otras veces”, cosa que ahora “parece poco probable porque se anuncia a bombo y platillo y todo el mundo lo va a mirar con lupa”. Así que, “la pregunta es cómo se consigue dinero nuevo en un presupuesto. Sólo puede ser quitándoselo a otros ministerios, sacándolo de las partidas para imprevistos o permitiendo que la Agencia Estatal de Investigación obtenga una autorización de Hacienda para endeudarse”, opción esta última que parece la más probable.
No obstante, Barrero cree que de momento sólo tiene sentido hablar de los 396 millones de euros previstos para 2020, ya que los otros 600 dependerían de los futuros presupuestos de 2021, que aún hay que negociar, con lo cual, esa cantidad podría incrementarse o disminuir según los acuerdos de los grupos parlamentarios. En cualquier caso, “si para este año tenemos casi 400 millones nuevos, es una cifra muy respetable y una muy buena noticia, vayan donde vayan, tanto si señalan nuevas prioridades como si son un parche”, asegura.
Otras voces consideran que lo más importante no son las medidas, sino el mensaje. “Esto no es un plan, es la palanca para movilizar un gran programa europeo, para decirle a Bruselas por dónde queremos ir”, afirma Santiago López, director del Instituto Universitario de Estudio de la Ciencia y la Tecnología (eCyT) de la Universidad de Salamanca. Como plan estratégico “no tiene la vertebración ni la sustancia suficientes, pero puede servir para que los fondos de reconstrucción acaben poniendo el 80% de lo que realmente queremos invertir. Si esa es la idea, es suficiente, pero tal y como lo plantean no lo es, porque las cantidades no son importantes. Con esto seguiríamos haciendo ciencia barata, pero nada más”.
Un ejemplo serían las ayudas directas al sector aeronáutico: 65 millones para proyectos de mejora de la eficiencia y reducción de las emisiones contaminantes. “Tengo la sensación de que está muy pensado. Con estas cantidades a Airbus le entra la risa y no empieza ni a pensar en el diseño de una hélice, pero lo importante es que el Gobierno dice que está apostando por este sector, esto a Europa le va a gustar porque es transporte verde y puede generar una respuesta en cadena: si se suman las aerolíneas quizá lleguemos a los miles de millones que se necesitan para el gran reto que viene, producir aviones eléctricos”, comenta.
Sanidad
En cualquier caso, el primero de los tres ejes del plan viene claramente marcado por la pandemia de coronavirus y la relevancia que le ha dado al sector de la biomedicina. “Va en la dirección correcta, aunque con una mezcla de medidas acertadas, otras poco definidas todavía y algunas decepcionantes, opina Xosé Bustelo, presidente de la Asociación Española de Investigación sobre el Cáncer (ASEICA).
En la parte positiva de la balanza, reconoce que se incluyen reivindicaciones históricas, como apostar por los ensayos clínicos, la genómica y las terapias personalizadas. “La financiación es todavía poco realista para la implementación óptima de estas políticas, pero al menos es un paso en la dirección correcta”, asegura. La inversión en captación de talento, tanto español como extranjero, es uno de los puntos que más valora, con un aumento de las partidas cercano al 30%, así como la inversión en el Instituto de Salud Carlos III.
El plan recoge reivindicaciones históricas como genómica o terapias personalizadas, entre otras
En cambio, el incremento en 50 millones de la cuantía de la convocatoria de proyectos de I+D+i y de otros 50 millones en la Acción Estratégica en Salud quedan “muy por debajo de nuestras demandas previas”. De hecho, “ellos mismos reconocen que con estas medidas se alcanza la financiación que había en 2010, así que mejoramos, pero seguimos con un retraso de 10 años y perdiendo un tiempo precioso para recuperar la capacidad competitiva del sistema”.
Carrera investigadora
Entre los asistentes a la presentación del pasado jueves había un representante de la Federación de Jóvenes Investigadores/Precarios (FJI), David Quinto Alemany, que pudo charlar personalmente con el presidente del Gobierno. “Estuvo muy receptivo y le expliqué que agradecemos que se presente algo, pero que nos sigue pareciendo insuficiente. Están pendientes de ver cuánto se puede sacar de los fondos europeos, pero no podemos depender de Europa, España tiene que acometer medidas más estables y a largo plazo que incluyan mejorar las condiciones del personal. Ahora van a apostar por la gente joven, pero hay unas cuantas promociones de investigadores que se van a perder”, advierte.
En ese sentido, las medidas no resuelven la situación laboral de miles de científicos que sufren una concatenación de contratos cargados de incertidumbre: “Nunca sabes si en dos años lograrás otro”. Además, “nos preocupa que aumente el número de personas a las que se les va a conceder los contratos posdoctorales Juan de la Cierva y Ramón y Cajal pero que vayan a cobrar lo mismo, porque los sueldos están congelados desde principios de la década pasada, ha habido una gran pérdida de poder adquisitivo, así que en cierto sentido nos quedamos en las mismas, esto no atrae talento y no va a generar estabilidad”.
Los jóvenes investigadores tampoco creen que el plan demuestre una voluntad de apostar por una sociedad del conocimiento, teniendo en cuenta que otros sectores económicos han recibido ayudas que multiplican las de la ciencia. “Nos sentimos desfavorecidos teniendo en cuenta que el mensaje es que quieren impulsar la investigación”, porque la realidad del plan es que “puede paliar algunas deficiencias, pero muy pocas”.
Desde EEUU, Alicia Pérez Porro, presidenta de la Red de Asociaciones de Investigadores y Científicos Españoles en el Exterior (RAICEX), habla en nombre de su organización para asegurar que “el plan sólo tiene sentido si es inmediatamente seguido por un paquete de medidas a medio y largo plazo”, entre las que cita alcanzar el 2% del PIB en inversión para I+D+i en cinco años, lograr una carrera investigadora estable y bien definida, reducir trabas burocráticas y alcanzar un Pacto por la Ciencia.
El incremento de la financiación de los contratos posdoctorales, que podrían devolver a España a algunos científicos, es “únicamente testimonial” en algunas áreas, según RAICEX. Como resultado, “nos encontramos con miles de investigadores, cuyo currículum claramente sobrepasa estos perfiles, sin opciones reales de conseguir uno de estos contratos”. Es más, “un aumento de estos contratos que no conlleve el aumento asociado de recursos para investigación sería contraproducente”, afirma la presidenta, “tendríamos personal altamente cualificado compitiendo por los recursos ya escasos en la actualidad”.
Empresas
Santiago López, que además de ser experto en economía de la innovación forma parte del proyecto Cultura Científica Empresarial, cree que todo el plan evidencia que los dirigentes, tras la crisis del covid, “por fin se han dado cuenta de la importancia de los científicos”. Sin embargo, ese aire nuevo sólo se respira en las dos primeras partes del documento. “Cuando pasamos a la empresa, la tercera parte, es más de lo mismo, parece que le han dicho al ministro lo que tiene que apuntar”, afirma.
El problema es que, aunque los actuales componentes del Ejecutivo “están a años luz del gobierno de Rajoy, carecen de cultura científica, la ciencia todavía no está en su ADN, ni piensan en ella ni saben el valor y la capacidad que tiene” y el ministro de Ciencia e Innovación carece de peso frente a carteras como las de Economía, Hacienda o Industria. Así que “de repente han llegado a SEAT y se han sorprendido porque una fábrica de coches pueda hacer respiradores, no entienden que también hay científicos en la empresa”.
A pesar del progreso frente al anterior Gobierno, la ciencia aún "no está en el ADN" del Ejecutivo actual
Esa falta de perspectiva se nota en medidas que, en su opinión, están poco ajustadas a la realidad, como las ayudas de 60 millones a las pymes. “Las pequeñas y medianas empresas en España no tienen suficiente escala para hacer investigación científica, salvo en el País Vasco, que ha sabido hacerlo bien asociando a grupos de pymes para organizar la I+D y la exportación en conjunto”, apunta López. Sin ese planteamiento, “con 10 trabajadores lo único que podemos montar son bares, para hacer ciencia hay que tener al menos dos personas investigando y esto requiere contar con otras 20 en plantilla”.
En cambio, considera positivo el planteamiento de generar una industria de la ciencia, aunque llegue muy tarde porque en algunos países existe de los años 70. “Significa que el Estado es quien mueve la innovación, porque se asocia con las empresas, pero con objetivos científicos y tecnológicos concretos para que el sector productivo desarrolle sus patentes y abra mercados. Es lo que ha pasado con la ‘app’ de rastreo de casos de coronavirus de La Gomera, una tecnología que necesitaba el empujón público”, afirma el experto. Para desarrollar este modelo se necesita una “compra institucional de prototipos” que por sí solos no saldrían adelante pero que con esta asociación de intereses tienen muchas posibilidades.
Créditos y otras medidas incomprendidas
La mayoría de los científicos y expertos en política científica coinciden en señalar algunos puntos del plan difíciles de comprender. Por ejemplo, a los 1.056 millones de euros hay que añadir otros 508 millones en préstamos “en condiciones ventajosas a empresas innovadoras”. Sin embargo, muchos se preguntan por qué se insiste en esta fórmula si en realidad nadie se atreve a pedir los créditos. “Dicen que movilizan ese dinero, pero las universidades no van a pedir préstamos aunque se asocien con empresas para desarrollar proyectos, porque ¿cómo los van a devolver? No tienen nada que vender. Y en el caso de las empresas lo importante no es la cantidad que dan, lo importante es que las condiciones estén claras, y en otras convocatorias han preferido acudir a los bancos”, explica el economista de la Universidad de Salamanca. Muchos proyectos de innovación no ofrecen los resultados deseados, así que si el dinero no es a fondo perdido, quien solicita las ayudas incurre en un importante riesgo.
Otra idea controvertida es la figura de ‘tenure track’, expresión anglosajona para designar la entrada de nuevo personal investigador en el sistema público. Sin embargo, al consultar la partida presupuestaria para este fin la cantidad destinada es de 0 euros tanto en 2020 como en 2021. “Pretenden pagar una carrera académica de un genio con el salario de un funcionario y por eso pones 0 euros, porque se supone que esto ya está en los presupuestos de las universidades. Así puedes ofrecer un salario de unos 40.000 euros, pero si te quieres traer un ingeniero de telecomunicaciones top, que están en 1.200.000, no lo vas a conseguir”, señala López.
Desde RAICEX también se quejan de la falta de concreción de esta medida y consideran que para implementar esta figura “hacen falta muchos cambios a nivel universitario y de organismos públicos, por lo que va a requerir de tiempo y negociación entre ministerios y organismos”.
En opinión del presidente de ASEICA, en España ya existen modelos de ‘tenure track’ y son los contratos Miguel Servet y Ramón y Cajal. Sin embargo, la clave estaría en establecer otras medidas para que los investigadores que se incorporan “puedan iniciar sus grupos de investigación sin trabas económicas”.
Bustelo añade otras críticas al planteamiento general. Por ejemplo, no comprende cómo se incluyen en este plan ayudas a los sectores de automoción y aeronáutica, que ya tienen sus propios paquetes de créditos y subvenciones mejor dotados que el destinado a la ciencia. “Probablemente sean financiaciones encubiertas a empresas”, sospecha.
Tras meses de críticas, dudas e impaciencia por parte un sistema científico lastrado por años de recortes y condiciones precarias, el pasado jueves el Ministerio que lidera Pedro Duque estaba llamado a resarcirse con la presentación del ‘Plan de Choque para la Ciencia y la Innovación’. Al anuncio no faltó ni el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, que se encargó de explicar algunas claves de una iniciativa que pretende inyectar 1.056 millones de euros en ayudas directas a la I+D+i española entre 2020 y 2021.
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