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Un rayo de esperanza sobre Chernóbil: los hijos de los supervivientes no heredan las mutaciones
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35º aniversario de la tragedia

Un rayo de esperanza sobre Chernóbil: los hijos de los supervivientes no heredan las mutaciones

El estudio genético de las familias de los liquidadores y evacuados revela que sus hijos y nietos tienen la misma probabilidad de nacer con mutaciones que la población general

Foto: Una muñeca con una máscara de gas, en Chernóbil. (iStock)
Una muñeca con una máscara de gas, en Chernóbil. (iStock)

El 26 de abril de 1986, el reactor número cuatro de la central nuclear de Chernóbil explotó tras una prueba de refrigeración, causando un incendio de 10 días que arrojó una radiación 400 veces mayor que la de la bomba atómica lanzada sobre Hiroshima. Dos trabajadores de la planta murieron en la explosión, 28 bomberos perecieron por intoxicación aguda y, de forma más gradual, incontables habitantes de las inmediaciones desarrollaron cánceres, enfermedades cardiovasculares y lesiones cognitivas. 35 años después de la tragedia, la evidencia científica arroja un rayo de esperanza: los hijos de los supervivientes del mayor desastre nuclear de la historia no heredan las mutaciones de sus padres.

Así lo revela un estudio, publicado el pasado jueves en la revista 'Science', como resultado del trabajo conjunto durante ocho años del genetista Stephen Chanock, director del área de Epidemiología y Genética del Cáncer del Instituto Nacional del Cáncer de Estados Unidos, y del director general del Centro Nacional de Investigación de Medicina Radiológica de Kiev, Dimitry Bazyka, que ya ejercía de consultor médico para el Ministerio del Interior soviético cuando se produjo el accidente y trató a los policías desplegados en Chernóbil.

"Mucha gente piensa que quienes se expusieron a la radiación transmitirían sus efectos a la próxima generación", sostiene Bazyka. Así parecían indicarlo también los análisis en laboratorio, según los cuales los ratones sometidos a radiación transmitían más mutaciones de novo o DNM (alteraciones genéticas que aparecen en el ADN de espermatozoides y óvulos) a sus crías que los que no se habían contaminado.

La exposición prolongada a la radiación puede hacer que los mecanismos de reparación del ADN eliminen el exceso de mutaciones

No obstante, el seguimiento de los supervivientes de Chernóbil destierra esta hipótesis. Tras localizar a familias en las que el padre había estado involucrado en la peligrosa operación de limpieza de las ruinas del reactor o bien uno de los progenitores había sido evacuado horas después a asentamientos cercanos como el de la ciudad de Prpyat, los científicos del Broad Institute del MIT y Harvard secuenciaron los genomas de 105 padres y 130 niños nacidos entre 1987 y 2002. La cantidad de mutaciones que encontraron no fue mayor que la observada en la población general, incluso en aquellos casos en que la radiación golpeó con más fuerza.

La explicación puede estar en que, a diferencia de los 'liquidadores' que limpiaron Chernóbil o los evacuados, los ratones se sometieron a ráfagas de radiación únicas e intensas. Cuando la exposición se produce de forma prolongada, durante horas o días, puede hacer que los mecanismos de reparación del ADN eliminen el exceso de mutaciones antes de que se transmitan a las futuras generaciones. "Es posible que tengan razón. No sabemos durante cuánto tiempo las células germinales pueden 'recordar' la historia de la agresión mutagénica", explica a 'Science' Yuri Dubrova, genetista de la Universidad de Leicester.

Un futuro todavía lejos de Chernóbil

No hay que confundir la ausencia de condicionantes genéticos con los efectos que todavía produce la radiación en Chernóbil. Los elementos radiactivos arrojados por el reactor han desencadenado cánceres de tiroides en niños y adolescentes a partir de cinco años después del accidente, lo que ha conferido a Bielorrusia la tasa de cáncer infantil más alta de Europa. Un índice de cesio 137 (un isótopo que se produce por fisión nuclear) de 30 becquerelios por litro se traduce en un alto riesgo de sufrir esta enfermedad. Los menores bielorrusos procedentes de ciudades cercanas a la zona de exclusión que aún llegan a países como España pueden presentar entre 70 y 80 becquerelios.

Foto: Niña ucraniana en la playa de Tarará en 2005. (Reuters)
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Aunque los efectos transgeneracionales queden descartados, los niños que se crían en una zona contaminada siguen en contacto con los isótopos radiactivos, ya sea por ingestión, inhalación o absorción. El futuro de los 'hijos de Chernóbil' todavía no es seguro en su tierra, pero los resultados del estudio de Chanock y Bazyck lanzan un mensaje alentador: "Al menos, deberían estar más sanos que sus padres".

El 26 de abril de 1986, el reactor número cuatro de la central nuclear de Chernóbil explotó tras una prueba de refrigeración, causando un incendio de 10 días que arrojó una radiación 400 veces mayor que la de la bomba atómica lanzada sobre Hiroshima. Dos trabajadores de la planta murieron en la explosión, 28 bomberos perecieron por intoxicación aguda y, de forma más gradual, incontables habitantes de las inmediaciones desarrollaron cánceres, enfermedades cardiovasculares y lesiones cognitivas. 35 años después de la tragedia, la evidencia científica arroja un rayo de esperanza: los hijos de los supervivientes del mayor desastre nuclear de la historia no heredan las mutaciones de sus padres.

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