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El gran fiasco del Brexit: el protocolo de Irlanda no funciona
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Desabastecimiento y amenazas

El gran fiasco del Brexit: el protocolo de Irlanda no funciona

Cuatro años de negociaciones no han servido para prever la crisis en la frontera entre Irlanda e Irlanda del norte

Foto: Una calle en Belfast, Irlanda del Norte. (Reuters)
Una calle en Belfast, Irlanda del Norte. (Reuters)
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Cuatro años. Cuatro largos años son los que han durado las tortuosas negociaciones del Brexit. El escollo principal siempre fue evitar frontera dura entre la República de Irlanda y la provincia británica de Irlanda del Norte. Junto con Gibraltar, se trata de la única frontera terrestre que queda ahora entre el Reino Unido y el bloque. Se idearon diferentes fórmulas. Alguna de ellas sirvieron para dar la última puntilla a Theresa May. Finalmente se acordó un protocolo por el cual Irlanda del Norte queda ahora dentro de la unión aduanera del Reino Unido, pero al mismo tiempo, dentro de la unión aduanera de la UE y alineada con el mercado único.

En circunstancias normales, el Partido Conservador jamás habría aceptado tal solución. Pero al inicio dorado de la era de Boris Johnson todo parecía posible. La cuestión es que el complejo rompecabezas había que llevarlo ahora a la práctica. Y las cosas no han salido bien.

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Tan sólo un mes después de ejecutarse a efectos prácticos el divorcio, se ha demostrado que el Protocolo de Irlanda no funciona. Y ya no solo por la pesadilla burocrática que está causando problemas de suministro en los supermercados norirlandeses. Sino por el incremento de las tensiones políticas en una región donde la paz entre católicos y protestantes es relativamente joven. Esta semana, se han tenido que suspender de manera temporal los controles en los puertos norirlandeses, tras las amenazas a los agentes por parte de los unionistas radicales, que nunca han visto con buenos ojos quedarse con un estatus diferente al resto del Reino Unido.

El primer ministro británico ha advertido ahora a Bruselas que está dispuesto a suspender de manera unilateral partes del Acuerdo de Retirada del Brexit, a menos que la UE alivie las demandas de controles de mercancías que cruzan a Irlanda del Norte. De momento, ya ha solicitado un periodo de gracia hasta 2023 para no tener que aplicar las nuevas medidas.

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Foto: Reuters

¿En algún momento Johnson se llegó a creer que, tras el divorcio con el bloque y la salida del mercado único, las cosas no iban a cambiar? Johnson sabía que todo iba a cambiar. El Partido Conservador lo sabía. Pero con la guerra de vacunas y el gran error de cálculo de la Comisión Europea, que quiso imponer restricciones de suministro de las dosis en la frontera, el líder 'tory' quiere aprovecharse de la crisis para renegociar de nuevo el protocolo.

“Esperaba una respuesta firme [respecto vacunas por parte de Bruselas], pero la reacción ha sido mucho más negativa de lo previsto (…) lo que se requiere ahora son soluciones políticas, no técnicas”, recalcaba Michael Gove, a efectos prácticos vice primer ministro, en una misiva mandada el miércoles al vicepresidente comunitario Maros Sefcovic. Ambos presiden el comité conjunto que supervisa el cumplimiento del Acuerdo del Brexit (que incluye el protocolo de Irlanda). Se han dado cita en Londres la próxima semana para abordar la actual situación. ¿Qué está pasando en Irlanda? ¿Han servido de algo los años de negociaciones?

Foto: Johnson junto a la presidenta de la Comisión Europea, Von der Leyen. (Reuters) Opinión

Antes de nada, les propongo un viaje. No se puede entender la compleja cuestión de Irlanda sin cruzar primero la frontera que separa norte y sur de la isla. La división entre la República de Irlanda (estado miembro de la UE) y la provincia británica de Irlanda del Norte no se trata de una línea recta. Es más bien un garabato que atraviesa el mapa como si fuera el trazo torpe de un niño dividiendo ríos, cortando campos e incluso, en algunos casos, “partiendo” los propios hogares, donde el comedor está en el norte y las recámaras en el sur. Alrededor de 35.000 personas la atraviesan cada día por motivos varios: ir a trabajar, acudir al colegio, visitar el médico.

Y luego está la cuestión ganadera y agrícola, donde se sustenta gran parte de la economía a ambos lados de la isla. Por poner algún ejemplo, un tercio de la leche que se produce en las granjas de Irlanda del Norte va a la República de Irlanda para procesarla y alrededor de 400.000 ovejas son enviadas cada año desde fábricas de la provincia británica a la república del sur. La cuestión burocrática suponía todo un reto, un auténtico dolor de cabeza.

Pero no era lo principal. La clave de todo era no poner en peligro la paz en el Ulster. El Acuerdo de Viernes Santo de 1998 puso fin a un sangriento conflicto entre católicos (republicanos, que quieren unirse al sur) y protestantes (monárquicos, que quieren seguir unidos al Reino Unido). Se dictaminó que entre norte y sur de la isla no podía haber nunca frontera dura. Es decir, nada de controles, nada de verjas, nada de cámaras. Mientras el Reino Unido era miembro de la UE todo era sencillo, con la libertad de movimiento de personas y mercancías. Pero, ¿cómo se arreglaba ahora todo eso con el Brexit?

Foto: Estación en una vía abandonada de tren donde antes había un control de fronteras. (Reuters)

Theresa May llegó a proponer la práctica solución de dejar al Reino Unido dentro de la unión aduanera. Pero eso impedía a Londres cerrar acuerdos comerciales con terceros países (prioridad para euroescépticos). Aquello supuso la puntilla para forzar su dimisión.

Cuando Johnson tomó las riendas, se decidió dejar a la provincia británica con un estatus diferente al del resto del Reino Unido. Para evitar frontera dura en la isla, la división se puso en el mar de Irlanda, que separa a Irlanda del Norte de Gran Bretaña (Inglaterra, Escocia y Gales). Los controles, por tanto, deben realizarse ahora en los puertos norirlandeses.

En manos de Stormont

El Protocolo de Irlanda queda en manos de Stormont, como se conoce al Parlamento norirlandés. A los cuatros años de su aplicación, deberá decidir si quiere prorrogarlo o no. Si se avala por mayoría simple, se extenderá cuatro años; si lo respaldan las dos comunidades (católicos y protestantes), ocho. En caso de rechazarlo, dejaría de tener validez en dos años.

De momento, la ministra principal norirlandesa, Arlene Foster ya ha avanzado que el protocolo “no ha funcionado y no puede funcionar” y, por tanto, “es necesario reemplazarlo”. En su opinión, la suspensión temporal de controles como plantea Londres “no es suficiente” y son necesarias “soluciones permanentes que incluyan exenciones significativas para productos en venta en Irlanda del Norte”, según ha explicado esta semana en una tribuna publicada en 'The Telegraph' (biblia 'tory').

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Foto: Reuters

La líder unionista-protestante, que gobierna en coalición con los católicos (el Acuerdo de Paz les obliga a hacerlo), siempre ha temido que la nueva situación acabe dando más apoyo a aquellos que quieren la reunificación con la República de Irlanda. Al fin y al cabo, la provincia británica está ahora más alineada con el sur de la isla que con el resto del Reino Unido.

“El Protocolo ha alterado el equilibrio de las relaciones que se derivan del Acuerdo de Belfast [pacto de paz 1998] que muchos otros afirmaron que eran inalterables”, recalca. “Hemos indicado al Gobierno que tanto las acciones de la UE como el daño infligido a nuestros vínculos Este-Oeste dentro del Reino Unido, no pueden continuar si queremos que las relaciones con el resto del Reino Unido sean mantenidas y respetadas en todas sus partes”, añade.

Pasando factura a la UE

En definitiva, a Ursula von der Leyen le va a salir caro su gran fallo. El pasado 29 de enero, en plena guerra de las vacunas entre Londres y Bruselas, la Comisión Europea, sin consultar con los estados miembros, imponía restricciones a las exportaciones de las dosis producidas en territorio comunitario e invocaba el artículo 16 del Protocolo de Irlanda para que la medida afectara también a Irlanda del Norte.

Tanto Londres como Bruselas pueden activar el artículo para actuar unilateralmente si se considera que hay riesgo económico, social o medioambiental. Pero en plena pandemia, la decisión causó gran polémica y, en cuestión de horas, se tuvo que rectificar.

Foto: Un cargamento con vacunas llega a  Bulgaria. (EFE)

Bruselas considera que los problemas aduaneros registrados en los últimos días no se deben al protocolo, sino al Brexit. Pero Johnson no va a dejar pasar la oportunidad de sacar beneficio a la metedura de pata de Von Der Leyen.

Durante su intervención esta semana en la Cámara de los Comunes, el 'premier' explicó a los parlamentarios que estaba preparado para cualquier escenario. “Haremos todo lo que tengamos que hacer, bien en materia legislativa o incluso invocando el Artículo 16 del protocolo, para asegurar que no hay barreras en el mar de Irlanda”, proclamó el 'premier', avanzando así que está dispuesto a suspender de manera unilateral partes del Acuerdo de Retirada del Brexit.

Entre las seis demandas que Downing Street exige ahora a Bruselas está la de ampliar hasta 2023 el período de gracia de tres meses -que en teoría termina el 31 de marzo- concedido a los supermercados de Irlanda del Norte y sus proveedores. En concreto, se quiere evitar controles para la carne congelada, servicios de paquetería y medicinas. Londres también quiere que Bruselas reconsidere las reglas sobre la importación de patatas de siembra y que se llegue a un acuerdo bilateral permanente con la República de Irlanda sobre el transporte de mascotas.

Foto: Diferentes productos alimenticios portados por camioneros británicos son incautados a su llegada a la Unión Europea. (Foto: EFE) Opinión

En Whitehall, donde se encuentran los ministerios, creen que la amenaza de activar el Artículo 16 va en serio, aunque hay quienes consideran que el Gobierno podría quedar satisfecho si hay una prórroga de un año para aplicar las nuevas medidas en Irlanda del Norte. Sí, otra prórroga más.

Sin embargo, Johnson tiene mucha presión por parte de diputados conservadores de alto rango para que utilice la gran reacción internacional contra la UE por la controversia de las vacunas “para intentar forzar una renegociación del protocolo”. Consideran que si se quería lograr un cambio, “ahora es el momento de hacerlo”. Al fin y al cabo, la línea dura de las filas `tories´ nunca vieron con buenos ojos que Irlanda del Norte quedara con otro estatus.

Por su parte, Dublín (el gran afectado por la crisis) ha descartado que pueda haber una reforma de lo acordado. El ministro de Exteriores de Irlanda, Simon Coveney, ha admitido que puede haber problemas con la aplicación práctica del protocolo, pero ha apuntado que contiene “flexibilidades” que permitirían, a su juicio, corregir las controversias que vayan surgiendo.

Cuatro años. Cuatro largos años de tortuosas negociaciones para encontrar una solución al principal escollo del Brexit. Y ¿solo un mes para certificar que no funciona?

Cuatro años. Cuatro largos años son los que han durado las tortuosas negociaciones del Brexit. El escollo principal siempre fue evitar frontera dura entre la República de Irlanda y la provincia británica de Irlanda del Norte. Junto con Gibraltar, se trata de la única frontera terrestre que queda ahora entre el Reino Unido y el bloque. Se idearon diferentes fórmulas. Alguna de ellas sirvieron para dar la última puntilla a Theresa May. Finalmente se acordó un protocolo por el cual Irlanda del Norte queda ahora dentro de la unión aduanera del Reino Unido, pero al mismo tiempo, dentro de la unión aduanera de la UE y alineada con el mercado único.

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