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¿Es el momento de acabar con los ERTE para salvar la recuperación económica?
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¿Es el momento de acabar con los ERTE para salvar la recuperación económica?

Cuando empezó la pandemia, los millones de ayudas de ERTE a los trabajadores se hicieron necesarios. Pero ahora, corrientes de economistas apuntan a la necesidad de acabar con ellas

Foto: El primer ministro británico, Boris Johnson. (Reuters)
El primer ministro británico, Boris Johnson. (Reuters)
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Cuando el Gobierno de Boris Johnson anunció este verano sus planes para desactivar en octubre el programa especial de ayuda al desempleo, figuras de la talla del Premio Nobel Chris Pissarides advirtieron de que se trataba de “uno de los mayores errores políticos en la historia británica moderna”. Ahora que el Ejecutivo ha decidido extender la financiación hasta finales de marzo de 2021 (haciéndose cargo del 80% de los salarios, por un máximo de 2.731 euros), los economistas han vuelto a poner el grito en el cielo, tachando la medida como absoluta equivocación.

¿Qué está pasando? La clave de todo está en el momento. Al inicio de la pandemia, la ayuda era necesaria. Pero si los ERTE se alargan demasiado, los expertos consideran que se corre el riesgo de una 'zombificación'. En otras palabras, se están manteniendo, a costa del contribuyente, determinados trabajos que ya estaban abocados al fracaso. Y eso, en definitiva, acaba destruyendo la economía, no reactivándola.

En circunstancias normales, el mercado laboral está en constante mutación. Los negocios que funcionan permanecen abiertos; los que no, deben cerrar, obligando a los trabajadores a buscar otras vías. Pura ley de Darwin. Este proceso dinámico de empresas que triunfan y fracasan, emplean y despiden, es la estructura del capitalismo. Todo se basa en responder a las preferencias cambiantes de los consumidores.

Foto: Foto de archivo de Boris Johnson y Donald Trump. (Reuters)

Pero el covid-19 arrasó de repente con todo cual tsunami y el Estado se vio obligado a acudir al rescate. Durante el confinamiento, muchas empresas optaron por acogerse al programa de ERTE en lugar de desarrollar otras formas de operar. Esto supuso un triple golpe: una reducción en los ingresos de los trabajadores, pérdida de actividad económica y un coste gigantesco para el contribuyente.

Algunos expertos consideran que, al inicio de la crisis, el intervencionismo estaba justificado. Sin embargo, a largo plazo, creen que ampliar el programa solo tiene sentido para determinados sectores, como la hostelería. Tras el nuevo encierro en que se encuentra ahora Inglaterra, la gente seguirá acudiendo a los pubs y restaurantes. Pero ¿tiene sentido que otras personas estén en casa cobrando el 80% de su sueldo para salvar un puesto zombi que apenas podrá sobrevivir unos meses más?

placeholder Un grafiti de Boris Johnson, en Mánchester. (Reuters)
Un grafiti de Boris Johnson, en Mánchester. (Reuters)

La reputada revista 'The Economist' plantea que si el Gobierno hubiera prometido hace 20 años proteger todos los trabajos, en la actualidad, 30.000 británicos más trabajarían como agentes de viajes, aproximadamente otros 30.000 se ganarían la vida reparando máquinas de fax (¿se acuerdan de ellas?) y otros 40.000 seguirían apilando las estanterías de Woolworths, una cadena de tiendas fundada en 1909 que quebró en 2015.

Durante el primer gran confinamiento (en el actual, los colegios y universidades siguen abiertos), cerca de 10 millones de trabajadores, es decir, un tercio de la fuerza laboral del Reino Unido, estaba en ERTE. Y a día de hoy, 5,5 millones de británicos continúan en estas condiciones, lo que supone más del doble que italianos, alemanes o franceses. Para un país que ya está en recesión, esto supone un coste para las arcas públicas de 6.200 millones de libras al mes.

Se dispara la deuda

En noviembre, el Banco de Inglaterra ha aumentado su ya abultado programa de compras de deuda en un 20%, añadiendo otros 150.000 millones de libras (167.000 millones de euros) al objetivo, ahora fijado en los 895.000 millones de libras, prácticamente un billón de euros. El Ejecutivo va camino de pedir prestados 400.000 millones de libras esterlinas para el actual año fiscal (abril 2020-abril 2021), un déficit récord en tiempos de paz.

Foto: Rishi Sunak, ministro del Tesoro. (Reuters)

El problema es que la economía está en continuo cambio. En el futuro, se necesitarán menos vendedores de sándwiches para el descanso del medio día en las oficinas porque cada vez más personas están trabajando, al menos tres días, desde casa. El crecimiento de las compras 'on line' y el declive de las tradicionales se han acelerado. Por lo tanto, se antoja poco probable que alrededor de un millón de puestos que ahora sobreviven gracias al ERTE vayan a tener futuro a largo plazo. Eso representa aproximadamente el 3% de la población activa.

En este sentido, los expertos advierten de que el coste de mantener estos empleos, que probablemente ronda los 1.000 millones de libras al mes (1.200 millones de euros), es un problema en sí mismo. El Gobierno está retrasando la recuperación económica al desalentar la reasignación de trabajadores de industrias zombi en otras en crecimiento. En definitiva, está dejando el país atrapado en la era del fax y Woolworths.

Foto: Shanker Singham. (Reuters)

¿Cómo salir entonces de la rueda? No son pocos los que estos días ponen como ejemplo Estados Unidos. A pesar de un aumento mucho mayor del desempleo a principios de este año, la recuperación de la primera potencia mundial está resultando mucho más rápida de lo esperado. La tasa de desempleo ya se ha reducido casi a la mitad desde el pico de abril. En definitiva, como ya ha pasado con otras recesiones, los norteamericanos están saliendo de la crisis más rápido y más fortalecidos.

Modelo estadounidense

En opinión de algunos analistas, esto se debe a que el Gobierno de Estados Unidos, más que preservar los puestos de trabajo, se centra en preservar los ingresos. Con la pandemia, se han incrementado las ayudas —enviando cheques— y aumentado temporalmente los pagos del seguro de desempleo. Con alrededor de 600 dólares por semana (506 euros), a principios de año, siete de cada 10 parados estaban ganando más dinero con los subsidios que trabajando.

Pero al saber que era temporal y que no tenían asegurado un empleo, se han buscado otra salida, abriendo incluso muchos de ellos nuevas pequeñas empresas que están explorando nuevas oportunidades.

Foto: Foto: Reuters

En este sentido, algunos expertos sugieren al Gobierno británico que siga el modelo estadounidense y que, en lugar de extender los ERTE, aumente las ayudas sociales. De este modo, los que se queden en paro en el Reino Unido podrían mantener el 85% de sus ingresos —frente al 55% actual— mientras buscan un nuevo puesto.

Sin embargo, aunque el Reino Unido tenga un mercado laboral más flexible que otros países europeos, no deja de tener un sistema del bienestar muy arraigado. Ni la prestación por desempleo ni la jubilación, por ejemplo, son tan generosas como en España, pero sí hay un sistema nacional de salud público (NHS) y ayudas estatales para gente con pocos recursos. En definitiva, el Reino Unido no vive el capitalismo en estado puro que existe en los Estados Unidos.

Por lo tanto, a día de hoy, Downing Street seguirá con el programa de ERTE. Por lo general, los Gobiernos conservadores son menos intervencionistas. En septiembre, el propio ministro del Tesoro, Rishi Sunak, defendía la importancia de centrarse en “salvar los trabajos viables”. Pero los tiempos actuales son excepcionales y, pese a las advertencias, el Ejecutivo considera ahora que el riesgo de intervenir muy poco es mayor que el de intervenir demasiado.

Cuando el Gobierno de Boris Johnson anunció este verano sus planes para desactivar en octubre el programa especial de ayuda al desempleo, figuras de la talla del Premio Nobel Chris Pissarides advirtieron de que se trataba de “uno de los mayores errores políticos en la historia británica moderna”. Ahora que el Ejecutivo ha decidido extender la financiación hasta finales de marzo de 2021 (haciéndose cargo del 80% de los salarios, por un máximo de 2.731 euros), los economistas han vuelto a poner el grito en el cielo, tachando la medida como absoluta equivocación.

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