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Estonia ya vive en nuestro futuro: “Cuando ven que en España hay gestorías, flipan”
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Estonia ya vive en nuestro futuro: “Cuando ven que en España hay gestorías, flipan”

Durante los meses de encierro, el país báltico se ha convertido en el ejemplo de cómo será nuestro estilo de vida muy pronto. Pero ¿es cierto todo lo que se cuenta?

Foto: Un estudiante estonio de siete años, en clase. (Reuters)
Un estudiante estonio de siete años, en clase. (Reuters)

A mediados de abril, toda Europa se ocultaba en sus casas. ¿Toda? No, toda no. En algunos rincones del continente, la transición entre la normalidad y el confinamiento fue casi imperceptible. A algunos les fue peor, como es el caso de Suecia, y a otros bastante mejor, hasta el punto de que pudieron nadar entre el coronavirus salvando la ropa económica. Es el caso de Estonia, que en el momento de escribir este artículo se encuentra congelada en los 1.982 casos confirmados y los 69 fallecidos. La mayor parte de ellos pertenecen al brote de Saaremaa, la 'isla corona' donde se concentra la mitad de muertes por covid del país.

Si sus datos no son tan distintos a los de sus vecinos letones y lituanos, ¿cuál es la diferencia entonces? La narrativa asociada: Estonia es el país mejor preparado para sobrevivir a una cuarentena generalizada. Al menos, social y económicamente. ‘The New Yorker’ lo utilizaba como ejemplo y recordaba que el país tenía los niveles más bajos de toda Europa. “Parecen pensar que lo tienen controlado: no solo están manejando la pandemia del coronavirus sino también muestran el mundo en el que viviremos cuando todo esto se acabe”.

"Yo lo llamo el país sin contacto, porque apenas es necesario tener contacto con nadie en tu día a día"

Para ‘The Atlantic’, Estonia es un país que ya vive 'online'. “¿Por qué no puede hacer EEUU lo mismo?”, se preguntaba el titular. “En un rincón del mundo, la vida durante el coronavirus se ha mantenido sorprendentemente igual”. E-Stonia. Narnia digital. Silicon Valley europeo. La nación ‘startup’. ¿De verdad es para tanto o no es más que otro ejemplo de la fascinación que despierta el norte de Europa en el sur?

“Ha sido uno de los mejores países del mundo para pasar estos meses”, valora Raúl Ramiro Troitiño, director del Centro Picasso de Tallin, un centro de enseñanza de español en la capital del país. “Cerraron gimnasios, centros comerciales, eventos y fronteras, pero por todo lo demás, vida normal. He podido pasear todos los días con mi hija”. El único detalle que revelaba en las calles que el país se encontraba en mitad de una pandemia era el dos más dos. Es decir, paseos de dos personas con dos metros de separación respecto a los demás. Lo que ha dado lugar a las bromas de los estonios: “Decían que ya era hora de que se acabase la separación de dos metros para volver a la de siempre, a los cinco metros”.

placeholder La creadora de Immunity Passport, una 'app' de seguimiento estonia, sostiene un teléfono móvil con un código QR. (Reuters)
La creadora de Immunity Passport, una 'app' de seguimiento estonia, sostiene un teléfono móvil con un código QR. (Reuters)

El eslogan que se repite una y otra vez es que si Estonia apenas ha notado el confinamiento es porque se puede decir que ya vivían confinados antes de esto. “Yo lo llamo ‘el país sin contacto’, ya que apenas es necesario tener contacto con nadie en tu día a día”, explica Rafael Salieto, exlector de español en la Universidad de Tartu, la más antigua del país, y profesor de español en academias de Tallin, que pasa a enumerar una serie de ejemplos que nos sonarán. “No hay prejuicios a la hora de pagar cualquier cantidad con tarjeta, no tiene sentido que en España la gente se sorprenda si quieres pagar un paquete de fideos de 30 céntimos con tarjeta, es dinero igual”, añade. Datáfonos para pagar las copas con tarjeta, compras 'online' o teletrabajo generalizado. Lo difícil es verse. "La gente no ha terminado de ver la gravedad de la situación porque apenas ha supuesto un cambio en su estilo de vida".

Martin Klesment, investigador del Instituto Estonio de Estudios de la Población de la Universidad de Tallin, aporta la perspectiva local. Aunque matiza que el artículo de ‘The New Yorker’ fue publicado apenas una semana después del cierre en Estonia, está de acuerdo en la idea general de los artículos citados: “Estoy de acuerdo en que el impacto de la situación de emergencia y del autoaislamiento impuesto fue suavizado por los servicios ‘online’ y las costumbres de la gente. Colegios y universidades han pasado relativamente rápido al aprendizaje a distancia, porque las herramientas estaban ahí y las prácticas (como las lecciones ‘online’) se habían desarrollado en la educación superior desde hacía tiempo”.

"Uno de los bonus que se ofrecen a los trabajadores es el aumento de las horas de teletrabajo"

Al fin y al cabo, Skype, la aplicación de videoconferencia por antonomasia, nació en Tallin en 2003, de la mano de tres desarrolladores llamados Priit Kasesalu, Ahti Heinla y Jaan Tallinn. Pero no se trata únicamente de la tecnología, sino que Estonia es también uno de los países que mejor han evolucionado en los exámenes PISA o que han puesto en marcha medidas innovadoras, como la gratuidad del transporte público o de la universidad.

¿Es España o es Estonia?

Estonia renació en su forma actual tras la caída de la Unión Soviética. Lo hizo casi desde cero y administrando una población que ahora ronda 1,3 millones de habitantes. “Como Vallecas, un poco más grande”, matiza Ramiro. Si uno empieza con un folio vacío, no hay que borrar gran cosa: de ahí lo de nación 'startup'. Los reportajes suelen remarcar el rol de Toomas Hendrik Ilves, psicólogo, periodista y primer ministro del país entre 2006 y 2016, en esta modernización, pero años antes ya había sido el primer país del mundo en proporcionar un ordenador para cada alumno o el programa de ID digital, un DNI electrónico que permite realizar todo tipo de gestiones desde casa. Conocido es el gran volumen de inmigrantes digitales que han decidido abrir sus negocios en el país báltico, en ocasiones sin haberlo pisado nunca.

Foto: Estudiantes estonios reciben una clase de ciberdefensa en Poltsamaa, el pasado mes de diciembre. (Reuters/Ints Kalnins)

Hay otro tópico que se repite cuando se habla de Estonia, y es que uno solo tiene que hacer cola cuando se casa, cuando se divorcia o cuando se compra una casa. “La primera vez que llegué a Estonia fue en 2009, y ya desde el minuto uno advertí que nos sacaban años de ventaja en el tema tecnológico: en el autobús desde el aeropuerto hasta Tartu, la ciudad adonde me mudaba, pude hacer una videollamada porque había internet en el bus”, recuerda Salieto. “Repito, en 2009”. Estonia lleva votando de manera ‘online’ desde el año 2005.

Por supuesto, la educación ‘online’ y el teletrabajo son habituales. “Muchos de nuestros estudiantes suelen ser personas de más de 40-50 años, lo que en España probablemente haría imposible esta transición, pero aquí no hemos tenido ningún problema con ello y solo un par de estudiantes decidieron dejar las clases en este momento”, prosigue Salieto. “Por otro lado, muchas empresas ya contemplaban el teletrabajo, e incluso uno de los bonus que comúnmente se ofrecen a los empleados es el aumento de horas semanales de teletrabajo reduciendo la presencia en la oficina, algo que muchos trabajadores demandan y celebran. Conozco casos de empresas donde solo tienes que asistir a la oficina en momentos puntuales, y todo el trabajo, e incluso las reuniones, se desarrolla desde un ordenador estés donde estés, sea en casa, un 'coworking', un parque o incluso en el autobús interurbano”. Cosas que parecían ciencia ficción en España hace apenas tres meses, y hoy son una posibilidad.

"Escandinavia ha sido la región modelo durante las últimas décadas para muchos políticos estonios"

El impacto funciona en ambos sentidos, añade Ramiro, que cada verano viaja a su Salamanca natal acompañado de entre 30 y 40 alumnos estonios. “Cuando les hablamos de lo que es una gestoría, flipan. ¿Y pagáis por que os hagan esto?, nos preguntan”, dice. “En Estonia es todo al revés, todo lo haces desde casa con el DNI electrónico: el seguro, las compras, la declaración, que te la pagan en un día...”. Podría sonar a (peligroso) fetichismo digital, pero las autoridades estonias siempre recuerdan que no se trata de un sistema centralizado que pueda ser 'hackeado'. Otro detalle que aporta Ramiro: para aparcar, no hay que pasar horas dando vueltas hasta encontrar un sitio, sino que se solicita la plaza por 'app', esta te remite a tu destino y basta con indicarlo cuando te marches.

¿Un edén tecnológico, un paraíso donde el hombre ha erradicado la burocracia de sus vidas? Quizá para los españoles, acostumbrados durante décadas a otras costumbres, sí lo sea. Pero Klesment prefiere rebajar el entusiasmo. “En cuanto a frases como ‘el país funciona perfectamente en modo digital’ o similares, uno no debería tomárselas de forma demasiado optimista, porque obviamente los sistemas digitales complejos necesitan mucho trabajo para que funcionen perfectamente”, recuerda, y aporta el ejemplo de algunos fracasos recientes. “Algunas de las infraestructuras digitales son difícil de construir y el desarrollo no es sencillo dadas las necesidades de la seguridad de los datos, etc.”.

placeholder El ex primer ministro estonio Mart Laar muestra a Jacques Chiraq uno de los innovadores sistemas informáticos para funcionarios del año 2001. (Reuters)
El ex primer ministro estonio Mart Laar muestra a Jacques Chiraq uno de los innovadores sistemas informáticos para funcionarios del año 2001. (Reuters)

El profesor matiza algunos de los datos que han circulado en los últimos meses, como que el Gobierno ha cubierto todos los ingresos perdidos (“en realidad, las empresas tenían que cumplir ciertos criterios, como haber perdido un porcentaje mínimo de ingresos o un porcentaje mínimo de reducción de salarios”). “Ante este contexto más o menos positivo, uno debería tener en mente que no todo es digital y que muchos sectores de la economía han sido duramente golpeados (comercio, turismo, viajes, transportes, hoteles, restaurantes y otros sectores similares que generalmente dependen de que la gente se reúna físicamente)”. ¿Les suena de algo?

La cultura detrás de la tecnología

Si seguimos el razonamiento de que Estonia ya vive en nuestro futuro, ¿quiere eso decir que nuestro futuro es el aislamiento, como en Japón o en los países bálticos? Hasta el propio profesor estonio reconoce que “incluso la forma de comunicarse es diferente aquí, la gente guarda más distancia y eso ha sido importante en este caso”. Pero Salieto matiza que la pandemia parece haber sacado a los estonios de su burbuja, empujándolos a relacionarse un poco más.

En lo que se muestra mucho menos de acuerdo el estonio es en la valoración de algunos medios extranjeros de que Estonia es un país cuya identidad se debe casi por completo a la influencia soviética, que absorbió durante décadas. ¿“Una nación de 1,3 millones en la costa del mar Báltico que cambió su identidad postsoviética por la innovación tecnológica y la democracia digital”, como sugiere ‘The Atlantic’? “En mi opinión, teníamos identidad mucho antes de que tuviésemos nada que ver con los soviéticos. Así que ese énfasis en un milagro postsoviético es un poco ‘periodístico’ para mí”.

"Ellos bromean con que tenían ganas de que se acabase la separación de dos metros para volver a la de siempre, de cinco"

Durante las décadas de influencia soviética, Estonia fue rusificada de nuevo a la fuerza. Medio millón de soldados fueron trasladados a la región, y gran parte de la población de origen alemán y sueco se exilió. Actualmente, la etnia rusa compone alrededor de una tercera parte de la población, muchos de ellos en calidad de no-ciudadanos tras la restitución de la ley de ciudadanía de 1938 basada en el principio de consanguinidad. Klesment recuerda que la influencia germana ha sido clave en la historia estonia, incluso durante los años del zarismo ruso.

Estonia mira al oeste, y no al este. “Para lo bueno y para lo malo, son más escandinavos, especialmente si los comparas con Letonia, donde hay más población rusa”, añade Ramiro. “Escandinava ha sido la región modelo durante las últimas décadas para muchas personas y políticos”, añade Klesment. “Es difícil decir cómo la gente y la cultura se verán afectadas; mi interpretación es que el impacto será mayor en la economía, el empleo y las medidas políticas más relevantes. Algunos dicen que es una lección importante sobre cómo manejar las crisis y que estaremos mejor preparados para el futuro”. Uno de los sectores que más dificultades ha tenido estos meses ha sido el de los estonios que trabajan en Finlandia, porque las conexiones de transporte han sido más complicadas.

Foto: Vista de Tallin desde el monte Toompea. (CC/Diego Delso)

El futuro ya está a la vuelta de la esquina, y en él muchos estonios se preparan para hacer las maletas y viajar a España. En concreto, a alguno de sus destinos preferidos, como Málaga, Barcelona, Madrid o Canarias. “Raro es el estonio que no ha estado en alguno de estos lugares de España”, añade Ramiro, que mientras conversa también hace planes para volver a España a ver, por fin, a su familia. ¿No tienen miedo los estonios de las playas abarrotadas? “Muchos ven las fotos de las terrazas y dicen ‘cómo sois’, porque aquí son muy disciplinados, ha sido todo mucho más sencillo porque son respetuosos con las normas”. Pero quizás el miedo no provenga del virus, sino simplemente de que miles de personas apretadas en una playa a 40 grados bajo el sol no es algo que un báltico esté acostumbrado a ver.

A mediados de abril, toda Europa se ocultaba en sus casas. ¿Toda? No, toda no. En algunos rincones del continente, la transición entre la normalidad y el confinamiento fue casi imperceptible. A algunos les fue peor, como es el caso de Suecia, y a otros bastante mejor, hasta el punto de que pudieron nadar entre el coronavirus salvando la ropa económica. Es el caso de Estonia, que en el momento de escribir este artículo se encuentra congelada en los 1.982 casos confirmados y los 69 fallecidos. La mayor parte de ellos pertenecen al brote de Saaremaa, la 'isla corona' donde se concentra la mitad de muertes por covid del país.

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