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"Ikea amenaza al cristianismo": la cruzada antigay de Polonia contra los muebles suecos
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TODO EMPEZÓ CON EL DESPIDO DE UN EMPLEADO

"Ikea amenaza al cristianismo": la cruzada antigay de Polonia contra los muebles suecos

El despido de un trabajador de Ikea por un mensaje homófobo hace que el Gobierno de Polonia —en plena cruzada antigay— pida boicotear a la cadena de muebles suecos

Foto: Imagen de archivo de una protesta antigay en Varsovia. (Reuters)
Imagen de archivo de una protesta antigay en Varsovia. (Reuters)

“Si algún hombre se ayuntare con varón como con mujer, abominación hicieron; ambos han de ser muertos; sobre ellos será su sangre”. Tomasz K. eligió esta cita del Levítico, uno de los libros del Antiguo Testamento, para enviar a todos sus compañeros de la tienda de Ikea en Cracovia como respuesta al Día Contra la Homofobia que la marca sueca invitó hace poco a celebrar a sus empleados.

Para Tomasz era “inaceptable” que se promoviesen los derechos de las minorías en su lugar de trabajo porque, dijo, “me contrataron para vender muebles; yo soy católico y estos son mis valores”. Tras ser denunciado por sus compañeros al departamento de Recursos Humanos, Ikea despidió a Tomasz.

Foto: Niños de Pruchnik, un pueblo del sur de Polonia, golpean un muñeco que representa a un judío. (Fuente: Screenshot)

Con esta decisión, el Gobierno polaco considera que Ikea ha pasado a formar parte de la “amenaza para la civilización, no solo para Polonia o Europa, sino para toda la civilización basada en el cristianismo” que supuestamente mantiene el “lobby' internacional gay”. La cita es de Jaroslaw Kaczynski, el líder del PiS (siglas polacas de Ley y Justicia), un solterón de 69 años que ha vivido siempre en casa de su madre y quien afirma disfrutar viendo rodeos de 'cowboys' en la televisión, de madrugada, mientras "acaricia a sus gatos”.

Boicot a Ikea

Las reacciones por el caso han ido escalando rápidamente. Un diputado del PiS (Gobierno) ha pedido a todos los polacos boicotear a la mayor cadena de muebles del mundo, mientras que desde los medios conservadores se afirma que la firma sueca “censura la Biblia” y que “promueve el extremismo y la intolerancia religiosa”. El Ministerio de Justicia ha exigido a Ikea que se disculpe públicamente por lo que considera “un hecho escandaloso” y ha pedido a otros empleados de la firma sueca que denuncien si han sido “obligados” a aceptar o participar en campañas de inclusión e igualdad. Además, se ha ordenado a la Fiscalía del Estado que investigue el caso.

La jefa de Comunicación de la tienda de Ikea en Cracovia dijo que la compañía defiende "la libertad de ideas, la tolerancia y el respeto para todos los empleados, pero la empresa debe reaccionar cuando ve un riesgo o ataque a la dignidad de los otros empleados".

La desaforada reacción de los conservadores polacos recuerda a la retórica que hasta hace poco se empleaba contra inmigrantes y refugiados. Las referencias a “ideologías importadas” o a “amenazas a nuestra identidad, nuestra nación, la existencia misma del Estado polaco” son recientes y se refieren al movimiento LGTBI. Pero se asemejan mucho a las soflamas con que el Ejecutivo polaco logró proyectar una sensación de miedo y amenaza que representaban los extranjeros para ganarse el voto de los polacos.

Si antes se acusaba a los refugiados de “poder traer gérmenes desconocidos” al país, ahora se alerta de que “los gais quieren adoptar niños para abusar de ellos y violarles", según afirmó una diputada de Konfederacja, formación cercana al PiS.

El caso Ikea se produce poco después de que otro empleado de una imprenta se negase a imprimir material para una organización LGTBI por razones de conciencia. Tras un largo recorrido judicial, el Tribunal Supremo dijo que el trabajador no tenía derecho a rechazar un encargo por tales razones, a lo que el ministro de Justicia, Zbigniew Ziobro, respondió: “El TS ha tomado partido por la violencia al servicio de los activistas homosexuales, una posición muy peligrosa que promueve un sistema totalitario y que hace que los jueces controlen todos los aspectos de la vida privada. Es inaceptable en una sociedad libre y democrática”.

Gais 'seduciendo nietos'

La campaña de odio contra la comunidad LGTBI en Polonia está validada por el Gobierno, pero encuentra apoyo en gran parte de la sociedad. El sindicato Solidaridad prohibió hace poco al Centro Europeo de Solidaridad (CES) que usase su logo porque esa organización “albergó actos LGTBI y tal extremismo es inaceptable”. El histórico sindicato que una vez luchó por la libertad de todos los polacos no tuvo reparos, sin embargo, en prestar sus instalaciones de Gdansk a la ONR, un grupo ultranacionalista y neofascista que aboga por una Polonia “étnicamente homogénea”.

El propio líder histórico de Solidarnosc, el Nobel de la Paz Lech Walesa, advirtió a los gais de que “no pueden ir por ahí seduciendo a mis nietos”. “No son normales, la mayoría de nosotros somos diferentes y ellos tienen que plegarse a la mayoría”. Walesa, cuyo nombre se retiró de la calle de San Francisco que se le había dedicado, admite que no se debería “oprimir” a los gais porque “después de todo Dios los creó”.

Foto: Walesa durante una misa en una iglesia de Berlín, el 11 de febrero de 2015 (Reuters).

Y esto tiene su reflejo en la calle. Janusz (nombre ficticio) es un chico polaco de Olkusz, cerca de Cracovia. Durante un viaje conoció a quien hoy es su pareja, un holandés, a quien hace poco invitó a conocer Polonia. Janusz cuenta que, mientras paseaban por el centro de la ciudad, uno apoyado en el hombro del otro, un par de hombres les increparon.

El ataque verbal estuvo a punto de llegar a ser físico cuando el holandés respondió a los insultos y pronto se formó un corrillo de acosadores jaleado por un grupo de gente que miraba sin actuar. Después de aquello, abandonaron los planes de viajar al pueblo de Janusz y ahora está pensando en mudarse a Holanda o a cualquier lugar, “fuera de Katoland” (Polonia católica). “Si se puede decir que el movimiento LGTBI tiene su capital mundial en San Francisco, los homófobos muy bien podrían tener su sede europea en Varsovia”, dijo Janusz.

El Orgullo, vetado

Echando un vistazo a las portadas de los semanarios políticos y los informativos de la televisión nacional, se diría que la cuestión LGTBI es un asunto vital, una “guerra ideológica” así la definen en la que Polonia se juega su existencia. La histeria contra las minorías sexuales ha transpirado hasta los niveles más bajos de la sociedad y se ha convertido en rutinaria la prohibición del desfile del Día del Orgullo en muchas ciudades polacas, órdenes que luego son revocadas por un tribunal.

El esperpento ha alcanzado su máxima expresión en Kielce, donde el alcalde prohibió el desfile porque “presentaba una amenaza al orden”, pero dio permiso para que tuvieran lugar 13 concentraciones en protesta por la celebración del día del arcoíris. La excepción más significativa fue la del alcalde de Varsovia, Rafal Trzaskowski, que permitió y promovió el desfile, lo que le ha valido ataques furibundos incluso desde las filas de su propio partido.

Cualquiera que defienda en público los derechos sexuales en Polonia se expone a ser difamado y ridiculizado: Jacek Saryusz-Wolski, diputado del Parlamento Europeo, tuiteó una imagen de Donald Tusk con maquillaje femenino y aconsejó a la oposición “ponerse guapos” para conseguir el voto gay.

¿Quién toca a los niños?

La Iglesia católica polaca, que con frecuencia se sitúa expresamente al lado del Gobierno, afirma ser otra víctima de la imaginaria amenaza gay. No hace mucho, una mujer de 51 años fue detenida de madrugada en su domicilio por confeccionar y distribuir imágenes de la Virgen de Chestochowa (muy venerada en Polonia) con un arcoíris en lugar de la aureola.

Sin embargo, el lema 'Mantened las manos fuera de nuestros niños', usado a veces por el clero de este país, se volvió en su contra cuando empezaron a salir a la luz cientos de casos de abusos a menores por parte de curas y obispos polacos gracias al documental financiado por voluntarios 'Tylko nie mów nikomu' ('No se lo digas a nadie').

Foto: Protesta de un grupo polaco antiinmigrante. (Reuters)
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Miguel Á. Gayo Macías. Cracovia

El filme muestra testimonios de víctimas y culpables de ataques sexuales en el ámbito de la Iglesia y ha sido visto más de 30 millones de veces en internet, donde se ha difundido gratuitamente, y ha seguido la estela de 'Kler' ('Clero'), otra película basada en hechos reales que mostraba a curas pederastas. 'Kler' batió el récord de taquilla de los últimos 30 años en Polonia.

Disparar al colectivo LGBTI

La Constitución polaca define el matrimonio como la “unión de un hombre y una mujer”. Como Janusz y su pareja, tres de cada cuatro personas gais han sido agredidas en algún momento de sus vidas en Polonia debido a sus preferencias sexuales. El 90% de las agresiones de este tipo nunca se denuncia, entre otras razones porque el Gobierno decidió no incluirlas en la lista de 'crímenes de odio'.

Polonia está en el vagón de cola de la Unión Europea en defensa de los derechos LGBTI, solo por delante de Letonia. La violencia verbal, que casi siempre termina destilándose en forma de ataques físicos, es usada incluso por los periodistas, como Rafal Ziemkiewicz, que desde la televisión pública incitó a “disparar a los LGBTIyyk (…) que no son gente de buena voluntad ni defienden los derechos de nadie y cuyo movimiento es una mutación de los bolcheviques y los nazis”.

Ikea abrió su primera tienda en Polonia en 1991. En estos casi 30 años, la multinacional nórdica ha abierto más de una veintena de tiendas y fábricas, donde empleados polacos producen unos 4.000 productos que Ikea vende en sus tiendas por todo el mundo. Pero esto parece secundario para el Gobierno polaco. Si se cumplen las amenazas de boicot y persecución judicial, la 'república independiente de tu casa' habrá perdido la batalla contra la 'república homófoba de Polonia' y su campaña de odio, miedo e ignorancia.

“Si algún hombre se ayuntare con varón como con mujer, abominación hicieron; ambos han de ser muertos; sobre ellos será su sangre”. Tomasz K. eligió esta cita del Levítico, uno de los libros del Antiguo Testamento, para enviar a todos sus compañeros de la tienda de Ikea en Cracovia como respuesta al Día Contra la Homofobia que la marca sueca invitó hace poco a celebrar a sus empleados.

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