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Así luchan los proeuropeos en un país donde la mitad cree que "Europa nunca existió"
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Así luchan los proeuropeos en un país donde la mitad cree que "Europa nunca existió"

Quince años después de que casi el 80% de los polacos votasen “sí” a Europa, el gobierno de Varsovia mira con desconfianza hacia Bruselas, que ha censurado varias de sus políticas

Foto: Protesta antigubernamental en Varsovia, en julio de 2018. (Reuters)
Protesta antigubernamental en Varsovia, en julio de 2018. (Reuters)

Hubo un tiempo en que Polonia, hoy una de las ovejas negras de la Unión Europea, era un país abanderado del europeísmo, el escaparate perfecto de los beneficios que comportan pertenecer a un gran club internacional. Quince años después de que casi el 80% de los polacos votasen “sí” a Europa, el gobierno de Varsovia mira con desconfianza hacia Bruselas, que ha censurado varias de sus políticas, el euro está lejos de sustituir al zloty como moneda y la estrábica política exterior polaca tiene un ojo puesto en Europa y otro en Washington.

En el país del Vístula, las elecciones para elegir a sus representantes en el Parlamento Europeo se celebrarán entre el 23 y el 26 de mayo, y se plantean como un anticipo de las generales de otoño. De ahí que los programas, las alianzas e incluso los nuevos partidos que van a aparecer en las papeletas tengan que ver más con la política doméstica que con la europea.

Foto: Los hermanos Kurski, Jacek (i) y Jaroslaw (d), periodistas en extremos opuestos de la trinchera política (Reuters/Wikimedia Commons)

Aun así, el número de eurodiputados que Polonia sentará en Bruselas es lo suficientemente importante como para influir en el rumbo que tomará la política comunitaria en los próximos años. Por ejemplo, Polonia ocupa prácticamente los mismos escaños que España (51 y 54, respectivamente). Por otro lado, el auge de los partidos nacionalistas -como el PiS, en el gobierno desde 2015- podría dar lugar a una alianza europea como la propuesta por el italiano Salvini, que invitó al gobierno polaco a ser parte de “la nueva primavera de Europa”. Por ahora, solo el ultranacionalista Kukiz 15 (7% de votos) ha aceptado colocarse bajo la sombrilla de Salvini.

Después del relativo chasco que el gobierno ultraconservador y nacionalista del Partido Ley y Justicia (PiS) se llevó en las elecciones locales y regionales del año pasado –no ganó en ninguna de las grandes ciudades-, los comicios europeos se toman como un test de lo que podría pasar en las generales. Si consiguen mantener su mayoría del 40%, significará que la oposición lo tendrá muy difícil para desbancarles en las urnas nacionales; si por el contrario obtienen menos de un 35% de los votos, significará que el desgaste del poder les está pasando factura y las generales serán una batalla encarnizada de igual a igual con la alianza centrista PO.

Para intentar acortar terreno, Grzegorz Schetyna, líder de la Plataforma Cívica (PO), se ha dedicado a atraer socios que unan fuerzas contra el bloque del PiS. Por ahora, las encuestas perfilan diferencias mínimas entre ambos, pero dado que hasta ahora la participación en las europeas ha sido de un escaso 25% y se prevé que esta vez acudan a las urnas el doble de polacos, el resultado es toda una incógnita.

Sin embargo, no todo se mueve en torno a estas dos formaciones. La irrupción en el panorama político de Robert Biedron, un político independiente de ideología progresista y laica –algo inusual en la católica Polonia- puede romper el bipartidismo y presentar en estas elecciones su carta de visita para aparecer en las generales como una alternativa creíble. Su partido “Wiosna” ('Primavera' en polaco) aboga por la liberalización del aborto, la separación radical entre Iglesia y Estado, permitir el matrimonio homosexual e instaurar una pensión mínima digna para todos los jubilados, así como una política de total transparencia en el gasto público y el fin de la dependencia energética del carbón para 2025.

Biedron, que ha decidido dar el salto a la arena política nacional después de su éxito como alcalde en una ciudad mediana, es rutinariamente saludado por la prensa europea como “el candidato ateo y gay” que quiere gobernar en un país católico y conservador. Las encuestas le conceden una intención de voto ligeramente superior al 10%, lo que le podría dar el poder de convertirse en la bisagra que ayudase a PO a imponerse al PiS. Sin embargo, Biedron ha insistido en que no se aliará con nadie.

Todos contra el PiS

A la alianza comandada por PO se han unido formaciones menores como Nowocesna (una especie de versión menor y más liberal de PO), el PSL (un partido socialista con apoyo en el medio rural) y el SLD (izquierdista, considerado heredero de la época comunista). Se puede decir que lo que une a todos estos partidos es el deseo de acabar con la hegemonía del PiS y si todos juntos no consiguen un buen resultado en las europeas, podrían desencantarse y concurrir a las generales por separado. La posibilidad de que Donald Tusk, actualmente presidente del Consejo Europeo y antiguo líder de PO, vuelva a la política polaca, es una de las peores pesadillas del PiS, que ha venido orquestando una campaña de descrédito contra él en los medios de comunicación.

Por su parte, el partido que dirige Jarosław Kaczyński ha anunciado que varios de los ministros del actual gobierno se presentarán como candidatos en las europeas, pero llegado el momento de tomar posesión del escaño podrían cederlos a figuras menos prominentes, una estratagema destinada a atraer votos usando caras conocidas.

Foto: Protesta contra la nueva legislación laboral del Gobierno de Víktor Orbán, en Budapest, el 21 de diciembre de 2018. (Reuters) Opinión

Además, en su convención de febrero, el PiS anunció una ampliación de las medidas sociales que le han valido el apoyo de muchísimos votantes: las ayudas familiares de 125 euros mensuales se conceden desde el primer hijo en vez de el segundo, las madres con cuatro o más hijos gozarán de grandes ventajas económicas y fiscales, los jóvenes de hasta 26 años no pagarán impuestos y los jubilados tendrán una paga anual extra.

Aunque la buena marcha de la economía polaca puede soportar estas cargas a corto plazo, está por ver si tales propuestas son capaces de fomentar el consumo y aumentar la natalidad tanto como pretenden. Los recientes casos de corrupción que han salpicado a algunos altos cargos -elegidos a dedo- y al propio Kaczyński no parecen haber hecho mella en la intención de voto de sus seguidores.

Polonia necesita a Europa

El gobierno polaco es consciente de que, a pesar de sus convicciones soberanistas, necesita a Europa. Polonia se ha beneficiado enormemente de los fondos de desarrollo de la UE. A pesar de que el Primer Ministro Morawiecki calificase a la Unión de “club imaginario” que “ayuda a reparar algunas aceras”, la verdad es que casi todos los grandes proyectos e inversiones en infraestructura del país llevan el sello europeo, lo que ha permitido al PiS dedicar una parte importante del presupuesto a las medidas sociales de las que ha hecho bandera.

Desde Varsovia se sigue con atención la marcha del Brexit, y aunque los rumores sobre un “PolExit” nunca han cobrado mucha fuerza, resulta evidente que el PiS considera la permanencia en la Unión Europea -al menos tal y como es ahora- como una situación de conveniencia desde el punto de vista económico. La política exterior y de defensa, por el contrario, se decanta más hacia el otro lado del Atlántico.

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El empeño del gobierno por que se construya un “Fort Trump” en suelo polaco y su sintonía con Washington -o mejor dicho con Donald Trump- y afirmaciones como las de Morawiecki: “nunca habrá unos Estados Unidos de Europa (…) no existe tal cosa como una identidad europea universal”, dejan claro que Polonia se considera a sí misma como un familiar lejano de la UE, que asiste a las celebraciones y banquetes de rigor pero que nunca se iría de vacaciones con el grupo.

Jean Monnet, considerado uno de los padres del europeísmo, dijo que “Europa nunca existió, uno tiene que crearla”. Según las encuestas, la mitad de los polacos suscriben la primera frase; la otra mitad, la segunda.

Hubo un tiempo en que Polonia, hoy una de las ovejas negras de la Unión Europea, era un país abanderado del europeísmo, el escaparate perfecto de los beneficios que comportan pertenecer a un gran club internacional. Quince años después de que casi el 80% de los polacos votasen “sí” a Europa, el gobierno de Varsovia mira con desconfianza hacia Bruselas, que ha censurado varias de sus políticas, el euro está lejos de sustituir al zloty como moneda y la estrábica política exterior polaca tiene un ojo puesto en Europa y otro en Washington.

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