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Una tumba sin nombre vigilada por 'antifas': el Franco portugués no tiene quien le escriba
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EL 'FILHO DA TERRA' QUE NADIE RECUERDA

Una tumba sin nombre vigilada por 'antifas': el Franco portugués no tiene quien le escriba

En medio de la polémica por la posible exhumación del dictador Franco, El Confidencial visita la tumba de Salazar, el autócrata portugués que lideró la dictadura más longeva de Europa en el siglo XX

Foto: Tumba de Salazar
Tumba de Salazar

“Este es un concejo igual a tantos otros de Portugal, con los mismos problemas de envejecimiento de la población, las mismas dificultades… quitando el hecho de que el dictador nació aquí, pasaba vacaciones aquí y está enterrado aquí”. Es casi mediodía en Santa Comba Dão, y António Vilarigues apura el café en un bar cercano a la avenida de António de Oliveira Salazar, responsable del régimen represivo ultratradicionalista que sometió a los portugueses durante más de 40 años. Triste récord de ser la dictadura más longeva de Europa durante el siglo XX.

Sin embargo, Salazar es apenas el “filho da terra” (el hijo del pueblo) para muchos vecinos de este pequeño pueblo, a tres horas de tren de Lisboa, que cada cierto tiempo se convierte en epicentro de los conflictos que genera la memoria histórica en Portugal.

Foto: El presidente del Tribunal Europeo de Derechos Humanos, Guido Raimondi, y el subsecretario de la Gran Cámara, Soren Prebensen, en una imagen de archivo. (EFE)

Vilarigues los conoce todos de primera mano. Miembro del grupo de la Unión de Resistentes Antifascistas de Portugal (URAP) de la zona, este hijo de comunistas perseguidos durante el Estado Novo, hoy con 65 años, es parte del grupo que levanta la voz cada vez que se presenta una idea para revivir con nostalgia al dictador.

Ocurrió con la “marca Salazar”, con la que el pueblo pretendió comercializar productos locales en 2012; también con la iniciativa más tensa que se recuerda, en 2007, cuando Vilarigues y sus compañeros de URAP tuvieron que ser protegidos por la Guardia Nacional Republicana de varias decenas de neonazis que querían crear un museo al dictador en Santa Comba. Esta iniciativa provocó que los antifascistas se movilizaran desde Lisboa y consiguieran impedirla con un discurso ante las autoridades que aún se recuerda en el pueblo.

“Intercambiamos informaciones, procuramos tener una línea común, trabajamos en las iniciativas”, cuenta sobre la forma en que funciona esa alerta antifascista desde Santa Comba Dão, donde señala a El Confidencial algunas de las contradicciones que marcan a esta localidad, la única del distrito de Viseu que votó a favor de la interrupción voluntaria del embarazo; también la que sigue viendo a Salazar simplemente como su vecino más ilustre, casi como el emigrado que triunfa, pero cuya tumba nadie identifica.

“El mejor estadista hasta la fecha y el más honesto de los gobernantes de Portugal”

“El hombre más poderoso de Portugal

del siglo XX, y modesto sin igual

Nació humilde y humilde creció

vivió humilde y humilde murió.

Mediocre es el pueblo que con él nada aprendió".

Es el mensaje que encabeza la placa que recuerda a Salazar en el cementerio de Vimieiro, la freguesía de Santa Comba Dão donde también permanece –tapiada– su casa natal. La frase que recuerda a Salazar, sobre otra que le define como “el mejor estadista hasta la fecha y el más honesto de los gobernantes de Portugal”, está apoyada contra uno de los muros del camposanto, a la izquierda de la entrada y frente a la que se presume que es su tumba. La realidad es que no está identificada. Frente a la placa se disponen ocho tumbas idénticas, con una cruz tallada en su superficie como único adorno. Ningún nombre. Fue decisión del propio dictador descansar en su pueblo natal sin homenajes ni mausoleos grandilocuentes; dicen que quería ser uno más.

Foto: Un colegio electoral en Portugal. (Reuters)

En todos estos años no se han registrado visitas significativas de “nostálgicos” del dictador. Los vecinos no recuerdan grupos que hicieran homenajes especiales, y aunque hay flores frescas en la placa, nadie admite haber visto a nadie que las deposite.

“Aquí se habla del tema, no es un tabú”, asegura Vilarigues, que cabecea si se le pregunta qué se comenta del dictador en su pueblo natal.

“Yo no vivo aquí, pero por lo que amigos y camaradas me cuentan lo ven como un ‘filho da terra’. El que fue presidente del Consejo de Ministros, ¡pero porque fue el dictador que gobernó Portugal durante casi 40 años! Después hay quien hace un blanqueamiento de su figura. Es evidente que hay un conjunto de estereotipos que fueron alimentados en la escuela fascista, donde se repitieron un conjunto de concepciones morales que hoy en día aún tienen repercusiones”, explica.

Una de ellas es la gestión de Salazar, a quien los militares lusos encargaron en 1928 que pusiera orden en las cuentas del país.

“Es un orgullo para nosotros, tenía una gran cabeza”, dice Pedro, que regenta la copistería del pueblo, donde también vende algunos accesorios para móviles y hace recargas. Nacido justo el año en que el golpe de los militares trajo la democracia en la “Revolución de los Claveles”, elogia el trabajo de Salazar, aunque acaba por encontrar defectos: “Desgraciadamente no nos sacó de la pobreza”.

“Cada vez hablamos más de él”

“¿Un ‘filho da terra'? Puede ser”, admite Odette, jubilada y vecina de la zona cero del salazarismo. Estamos en uno de los bares más populares de la localidad, un trasiego constante de trabajadores que viene a pedir para llevar solla frita o rojões (trozos de carne de cerdo magro fritos), los platos del día. Encima de los fogones, un aviso en cartulina blanca: “No se puede pagar con tarjeta”.

“Este es como un lugar congelado en el tiempo”, continúa Odette después de un largo silencio, aún más prolongado si se le pregunta cuándo se paró exactamente. Al fin, concluye: “mientras haya trabajo…”, murmura, en alusión a los planes nunca concretados para levantar un museo que estudiase a Salazar.

Foto: Valle de los Caídos. (Reuters)

“Se ha demostrado que localizar centros dedicados a dictadores en los lugares de nacimiento no ha traído mayores beneficios económicos. Lo único que se consigue es crear centros de peregrinación para la extrema derecha”, contesta Vilarigues. El sentimiento de que es un filón por explotar, sin embargo, pervive en este pueblo, donde cada vez quedan menos jóvenes y se veía con buenos ojos crear un espacio para el estudio de su figura, contra lo que se movilizaron los antifascistas.

“Nosotros no nos oponemos a que se estudie el fascismo. Al contrario: el fascismo debería ser mas estudiado en todas sus vertientes”, dice Vilarigues, quien argumenta que la oposición de URAP se sustenta en que en Santa Comba Dão lo único que hay de Salazar es “un par de botas, una cama, periódicos y revistas”.

“No hay nada que promueva el estudio científico del dictador. Los documentos, que hay miles de documentos, están en el archivo nacional de la Torre de Tombo, en Lisboa, y es ahí donde deben ser estudiados”, agrega.

En el olvido de Salazar ha sido clave el papel residual de la ultraderecha, arrinconada en un país en el que no calan los discursos populistas

El hecho de que los archivos estén en la capital ha ayudado a evitar que la tumba, bastante alejada, tuviera algún interés, pero sobre todo ha sido clave el papel residual de la ultraderecha, arrinconada en un país en el que no calan los discursos populistas ultraderechistas porque la izquierda ha abanderado el relato de las mejoras sociales de los últimos años.

Frente a los recortes de la troika, acometidos por el centroderecha del PSD y el democristiano CDS-PP, el Gobierno del socialista António Costa, apoyado por los marxistas del Bloco de Esquerda y el Partido Comunista Portugués, ha devuelto poder adquisitivo a los trabajadores y elevado las pensiones más bajas. Además, es llamativa la fortaleza de los sindicatos lusos, que se han enfrentado en numerosas ocasiones al Ejecutivo en esta legislatura. El descontento social tiene vías para ser canalizado

Sin líderes carismáticos ni representación parlamentaria, la ultraderecha no pasa actualmente de mofa nacional, consiguiendo reunir en febrero en Lisboa a apenas 40 personas en la manifestación “Salazar hace mucha falta”. Nada en el resto del país. En Santa Comba Dão no los ven desde la manifestación por el museo, allá por 2007.

Foto: El Valle de los Caídos. (Reuters)

Movilizaciones como las de Lisboa quedan muy lejos del pueblo natal del dictador, donde no ven problema en dedicarle una calle colindante con la que recuerdan a Humberto Delgado, militar y político asesinado en 1965 por la policía secreta portuguesa tras oponerse al líder autocrático.

Ni represión ni presos políticos. Lo primero que recuerdan en Santa Comba Dão es que había trabajo y jóvenes. Con la despoblación, se rememora a menudo.

“La gente habla cada vez más de él”, confiesa Paulo, en un descanso entre cliente y cliente que viene en busca del menú. “¿Por qué?”, sale la pregunta, que se adelanta a responder otra camarera que oye la conversación: “¡Porque cada vez estamos peor!”.

Hay una sonrisa nerviosa, un comentario de Paulo sobre el mucho trabajo que hay, y nadie vuelve a salir a la barra en un buen rato. En las mesas situadas enfrente, los parroquianos comen en silencio.

“Este es un concejo igual a tantos otros de Portugal, con los mismos problemas de envejecimiento de la población, las mismas dificultades… quitando el hecho de que el dictador nació aquí, pasaba vacaciones aquí y está enterrado aquí”. Es casi mediodía en Santa Comba Dão, y António Vilarigues apura el café en un bar cercano a la avenida de António de Oliveira Salazar, responsable del régimen represivo ultratradicionalista que sometió a los portugueses durante más de 40 años. Triste récord de ser la dictadura más longeva de Europa durante el siglo XX.

António Costa Memoria histórica
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