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'The consigliere': el estadounidense al que más teme la Unión Europea
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'The consigliere': el estadounidense al que más teme la Unión Europea

Los cambios que se están produciendo en la política estadounidense, que amenazan la economía europea, podrían hacerse más profundos y duros. Robert Lighthizer es el hombre que los llevaría a cabo

Foto: Robert Lighthizer. (Sarah Silbiger/Reuters)
Robert Lighthizer. (Sarah Silbiger/Reuters)
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The Wall Street Journal asegura que el pensamiento dominante se ha movido en la dirección de Robert Lighthizer. Le Grand Continent afirma que la doctrina Lighthizer está en el corazón de la geopolítica de Donald Trump y que, por sus graves consecuencias, los europeos deberían buscar aliados en EEUU para contener las medidas que preconiza Lighthizer. Es el hombre de moda, el que más temen, dada su filiación proteccionista.

Robert Lighthizer (conocido en Washington como the consigliere y the enforcer) fue el principal asesor de Trump en materia de comercio y globalización y uno de los nombres que se dan por seguros si Trump regresa a la Casa Blanca. De filiación republicana, trabajó en la administración de Reagan y fue conocido por estar siempre muy cerca de la industria acerera. Ha sido uno de los más firmes defensores de lo que llaman el Rust Belt, las zonas donde la producción manufacturera fue importante.

Es también uno de sus más firmes impulsores de la industria en la actualidad. Y eso le lleva no solo a promover la utilización de aranceles de manera contundente, sino a enfrentarse a lo que ha sido la ortodoxia económica estadounidense (y europea) de las últimas décadas.

El libre comercio no existe

Para Lighthizer, nunca ha existido eso que se llama libre comercio, como afirma en su último libro, convenientemente titulado No trade is free (Broadside Books): "Después de las lecciones de las últimas dos décadas, pocos creen en él, salvo algunos ideólogos acérrimos. Es una teoría que nunca funcionó en ninguna parte. Todas las grandes economías se construyeron gracias a un muro de protección y, a menudo, con dinero del gobierno", escribe en él.

Entiende, asimismo, que esa teoría tan difundida según la cual el libre comercio consigue que los países se vuelvan amistosos no está ratificada por la historia: "Sería difícil argumentar que el ascenso de Alemania como país exportador a finales del siglo XIX ayudó a pacificar a ese país en la primera mitad del siglo XX. La dependencia de Japón de las materias primas procedentes de Estados Unidos motivó su ataque a Pearl Harbor".

Alemania subsidió a sus industrias cuando los trabajadores redujeron sus salarios para impulsar las exportaciones

Ambos asuntos están en el centro de los problemas estadounidenses de estos años. El elevado déficit comercial de su país no es producto del libre intercambio de mercancías, sino de las políticas que siguen otros países, que subsidian las exportaciones y penalizan el consumo interno. Un ejemplo, asegura, son las reformas laborales de Alemania a principios de la década de 2000, que, junto con la adopción del euro, redujeron el salario de los trabajadores alemanes e impulsaron los beneficios de los exportadores. El caso chino es todavía más evidente, ya que fueron las políticas planificadoras con abundantes subsidios gubernamentales las que hicieron que su economía creciera enormemente.

Para Lighthizer, los países con superávits persistentes son los verdaderos proteccionistas. Por lo tanto, lo más adecuado para forjar algo similar al verdadero libre comercio es introducir potentes medidas que restablezcan el equilibrio.

Ya no es tolerable

Hasta ahora, y dado que los superávits de los países exportadores acababan siendo invertidos en EEUU, ya sea en los bonos del tesoro o en la esfera financiera, ambas partes estaban de acuerdo en el reparto. Este régimen de teórico libre comercio, que convenía tanto a Wall Street como al Partido Comunista Chino, ya no es tolerable. En primer lugar, porque el ascenso chino amenaza la preponderancia estadounidense, ya que no se basa en bienes baratos, sino que están desarrollando tecnología e industrias propias. En algunas de ellas, como los coches eléctricos, las baterías y los paneles solares, y en general con la producción ligada con las energías renovables, China lleva mucha ventaja.

En segunda instancia, este funcionamiento del mercado ha producido una enorme pérdida de industria en EEUU, que contiene amenazas serias. Según escribe Lighthizer, "el consumo ofrece ganancias a corto plazo en forma de cosas como autos nuevos y electrodomésticos de última generación. La producción, sin embargo, tiene que ver con la capacidad económica a largo plazo del país, e influye directamente en nuestra capacidad de defendernos militarmente. Estados Unidos debe tener la capacidad de fabricar su propio equipo militar, incluido el equipamiento militar de alta tecnología. Cualquier país que no pueda fabricar sus propios equipos de este tipo es vulnerable a interrupciones en el suministro en tiempos de conflicto".

Es decir, la utilización de los aranceles no solo forma parte de una política comercial de contención a Pekín, sino que se convierte en una necesidad para que EEUU recupere el músculo productivo del que, en última instancia, depende su hegemonía.

Cómo hacer amigos

Según Lighthizer, para tener amigos de tu parte en el orden internacional, lo que hace falta no es comerciar con ellos, como ha venido insistiendo la ortodoxia neoliberal de las últimas décadas, sino "contar con la mejor economía, el mejor ejército y la mejor tecnología".

EEUU cumple con los dos últimos, pero no con el primero. La economía va bien, pero es ficticia. Para Lighthizer, la riqueza verdadera, la prosperidad, "proviene de las industrias agrícola, manufacturera y minera (incluida la producción de petróleo). Estas agregan valor al país en un sentido real".

"Un grupo de países con ideas afines a Estados Unidos podría organizar un mejor sistema comercial mundial"

La reconversión que promueve es profunda, tanto por lo que significa a la hora de reorientar la política económica estadounidense como lo que implicaría de golpe definitivo a la era global. Para Lighthizer es preciso poner coto a los superávits de China y, para eso, señala el WSJ, es precisa la acción coordinada de países amigos; no basta con la acción aislada de EEUU. Si el presidente de EEUU apostase por la imposición generalizada de aranceles, muchos países tomarían represalias, entre ellos los aliados, que se verían perjudicados por Washington y podrían optar acercase a China. Lighthizer no cree en esa posibilidad, y aventura que "un grupo de países con ideas afines podría organizar un mejor sistema comercial". Esta no es una tentación trumpista, ya se está hablando de que la Organización Mundial del Comercio debería desaparecer, o reorientarse. Y sobre todo, está encima de la mesa la posibilidad de crear una suerte de OMC a la que pertenezcan solo países aliados.

Una revolución en el partido de Trump

Repatriación de la industria, apuesta decidida por la contención a China, reorientación económica global. Pero las propuestas de Lighthizer van todavía más allá y se atreven a impugnar frontalmente dogmas económicos de las últimas décadas. Lighthizer acusa a los economistas de ignorar el bien común. En lugar de imaginar el tipo de sociedad que convendría tener para beneficiar a este y después ajustar la política comercial a esa visión, "los economistas tienden a hacer lo contrario: parten de la proposición de que debe reinar el libre comercio y luego argumentan que la sociedad debería adaptarse".

Crean así problemas que después resultan complicados de resolver: "La mayoría reconoce que la reducción de las barreras comerciales causa perturbaciones económicas, pero muy pocos sugieren que las reglas del comercio deberían calibrarse para ayudar a la sociedad a gestionar mejor esos efectos. Los libertarios niegan que estos malos efectos sean un problema, porque los beneficios de los bienes de consumo baratos para las masas supuestamente superan a los costes y, en su opinión, los trabajadores de las fábricas pueden reinventarse como programadores informáticos. La izquierda promueve políticas asistenciales y otros planes de transferencia de riqueza como medio para suavizar las asperezas de la globalización".

"La pérdida de dignidad que nace de la ausencia de empleo estable y bien pagado no se compensa con bienes baratos ni con control social"

Ninguna de las dos propuestas, añade Lighthizer, "resuelve realmente los problemas que crea el libre comercio a la clase trabajadora. Gran parte de la mala comprensión que tienen las élites de la situación es que no aprecian el componente social del trabajo. Quienes están obsesionados con la eficiencia tienden a ver el empleo simplemente como un medio para asignar recursos y asegurar la producción. Al hacerlo, subestiman en gran medida la dignidad que los individuos obtienen de un trabajo con sentido".

Lighthizer entronca aquí con políticas que, en otros tiempos, como los del estado de bienestar europeo, eran comunes, pero que últimamente se han olvidado a izquierda y a la derecha. El autor de No trade is free adopta aquí una posición con la que quiere convencer a los conservadores: "Un trabajo honrado con un salario decente refuerza la autoestima, ya que inculca el sentimiento de contribuir a la sociedad. El empleo estable y remunerado refuerza los buenos hábitos y desalienta los malos. Eso convierte a los seres humanos en mejores cónyuges, padres, vecinos y ciudadanos. Por el contrario, la pérdida de dignidad personal que surge de la ausencia de un empleo estable y bien remunerado no puede compensarse con un mayor consumo de bienes baratos importados ni con controles sociales".

"Ya no es posible deslocalizar y olvidarnos de las comunidades. La política comercial debe tener el objetivo de ayudar a los trabajadores"

Adopta una línea, pues, que choca de frente con la ortodoxia de un partido republicano habitualmente girado hacia posiciones neoliberales, cuando no libertarias. Desde el punto de vista de Lighthizer "ya no es posible que los estadounidenses sigamos considerándonos simplemente consumidores y no productores. Ya no nos es posible deslocalizar empleos y olvidarnos de las comunidades, los trabajadores y las familias. Debemos tener una política comercial en la que cada decisión se tome con el objetivo de ayudar a los trabajadores. La eficiencia económica, los precios baratos y las ganancias corporativas son objetivos importantes, pero deberían ser secundarios frente a la mejora de las vidas y las oportunidades disponibles para los trabajadores comunes y corrientes en este país".

Un programa ambicioso, sin duda, pero que tiene difícil encaje con una posición política, la republicana, que se ha distinguido hasta la fecha, y no menos que la demócrata, por impulsar el libre mercado y las deslocalizaciones y por promover la capacitación, la eficiencia y la productividad como remedio para todos los males. Desde luego, el mensaje de Lighthizer puede resonar fuerte en estas elecciones en los swing states, y especialmente aquellos que cuentan con pasado industrial, pero para llevarlo a efecto tendría que producir una revolución en un partido que mira continuamente hacia Wall Street.

The Wall Street Journal asegura que el pensamiento dominante se ha movido en la dirección de Robert Lighthizer. Le Grand Continent afirma que la doctrina Lighthizer está en el corazón de la geopolítica de Donald Trump y que, por sus graves consecuencias, los europeos deberían buscar aliados en EEUU para contener las medidas que preconiza Lighthizer. Es el hombre de moda, el que más temen, dada su filiación proteccionista.

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