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La nueva apuesta del partido que cambió la política occidental en los últimos 40 años
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ANÁLISIS

La nueva apuesta del partido que cambió la política occidental en los últimos 40 años

"El libre comercio es una teoría que nunca ha funcionado", asegura Robert Lighthizer, el representante de una corriente económica contraria a la derecha tradicional estadounidense

Foto: Robert Lighthizer. (Reuters/Andrew Harnik)
Robert Lighthizer. (Reuters/Andrew Harnik)
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En un mitin celebrado en Dayton, Ohio, Trump afirmó que habría “un baño de sangre” si no ganaba las elecciones. Una declaración de este tenor, que parecía augurar venganza en el caso de no llegar a la Casa Blanca, sonaba a un líder irredento que no respetaría las normas democráticas. Medios progresistas y personas e instituciones afines se apresuraron a difundir en redes la amenaza de la insurrección. Solo que, en esta ocasión, se trataba de algo muy distinto. El corte que se difundió aludía a la industria automovilística, no a una rebelión. El recorrido que tuvieron esas palabras fue también una señal de que la campaña va a ser dura, muy dura; no habrá contemplaciones por parte de ninguno de los contendientes.

Trump estaba en Ohio, en el cinturón del óxido, en uno de esos Estados que tuvieron vigor gracias a la industria, y a los que las deslocalizaciones dañaron sustancialmente. Es también uno de esos territorios, llamados swing states, esenciales para llegar a la Casa Blanca. Hay Estados que son indiscutiblemente republicanos, otros que votarán seguro por los demócratas y unos cuantos cuyas preferencias oscilan. Ohio pertenece a la última categoría.

En su discurso, el candidato republicano, que lleva ventaja en las encuestas en Ohio, aludió a los planes de Pekín de poner en marcha grandes fábricas en México. De esta manera, sus coches se beneficiarían del tratado de ese país con EEUU, con lo que no tendrían que pagar aranceles. El candidato republicano prometió establecer uno ad hoc del 100% para evitar que los chinos entraran en su país por la vía mexicana. Añadió también que si Pekín quería vender automóviles en EEUU debería establecer sus fábricas en territorio norteamericano y siempre con trabajadores estadounidenses. Y añadió que, de no actuar de esta manera, habría un “baño de sangre” en la industria automovilística.

Dejando de lado el carácter polémico del mensaje y su interpretación tergiversada, lo que contó Trump en su mitin posee relevancia, ya que va más allá de la mera propaganda para conseguir votos en un Estado crucial. Adelanta unas cuantas pistas sobre los temas principales que se manejarán en la campaña y subraya los cambios existentes en el partido de Trump.

El voto de los perdedores

Los republicanos están cada vez más convencidos de que se están convirtiendo en el partido del pueblo, es decir, de que los votantes que les pueden dar la victoria con las clases medias y las bajas de su país, que están sufriendo una crisis en su nivel de vida. En estas elecciones, además, el nivel de apoyo a Trump de las minorías latina y afroamericana está aumentando. Todos ellos son sectores sociales en los que los demócratas han gozado tradicionalmente de una aceptación elevada. Los republicanos están haciendo énfasis en ellos.

Los republicanos oscilan entre su reaganismo tradicional y el impulso proteccionista de senadores como Vance, Rubio o Hawley

La pelea electoral en Ohio y en el cinturón del óxido lo señala. Allí se jugarán buena parte de las elecciones. Biden ha sido especialmente activo en el ámbito industrial y no dudó en apoyar, incluso con su presencia, a los huelguistas del sindicato United Auto Workers. La lucha por salarios más elevados, que ha sido constante en la administración demócrata, y la necesidad de la reconversión verde y de la implantación del vehículo eléctrico, que promete empleos mejor pagados, han sido sus ofertas para esas clases sociales. Las buenas cifras económicas de EEUU son también un aval para su candidatura.

Los republicanos han adoptado un marco muy diferente, pero también apoyado en la promesa de nuevas ventajas para esas clases sociales. El giro en el Partido Republicano es significativo en este sentido: vive en una tensión no del todo resuelta entre la vieja perspectiva reaganiana y la emergente, que está representada por senadores como J.D. Vance, Marco Rubio o Josh Hawley. Vance estuvo en el mitin de Ohio y Trump se refirió expresamente a él en diversas ocasiones.

La oferta de Trump para esas clases perdedoras es expresa: proteccionismo, crecimiento económico y control de la inmigración

El GOP ha promovido en las últimas décadas, y de manera insistente, un gobierno más pequeño y un mercado más libre y abierto, así como la hegemonía estadounidense. Era un programa con el que sus votantes, entre los que se encontraban buena parte de las clases medias altas, que gozaban de formación universitaria y trabajos cualificados, estaban de acuerdo. Ese es el programa preferido todavía entre esas capas sociales, solo que, especialmente en las ciudades de las costas, prefieren que lo lleven a cabo los demócratas. Al mismo tiempo, los sectores sociales perjudicados por esa visión de la economía, como son las menguantes clases medias y las trabajadoras, se han ido acercando más a los trumpistas que a los demócratas. El Partido Republicano, ahora girado hacia su líder, está dando pasos adelante, todavía tímidos, en otra dirección.

En todo caso, la oferta del partido para esas clases perdedoras, que se plasmó en el discurso de Ohio, era expresa: proteccionismo, crecimiento económico y control de la inmigración. Las rebajas de impuestos siguen estando presentes, por supuesto. Los demócratas prefieren poner el acento en la subida de salarios, en el desarrollo de la industria verde y en los impuestos más elevados para los millonarios. Ese será el eje económico sobre el que giren las elecciones.

No trade is free

El cambio en los republicanos es significativo, en la medida en que tratan de hacer compatibles dos direcciones opuestas: por una parte, intentan mantener sus creencias tradicionales, como las bajadas de impuestos y la ausencia de intervencionismo estatal en la economía, y por otro tratan de limitar el libre comercio y de impulsar empresas propias.

El programa definido en No trade is free, el libro de Robert Lighthizer, el asesor en comercio de Trump durante toda su legislatura, y uno de los nombres que se dan como fijos en su equipo, es contundente.

"Todas las grandes economías se han forjado detrás de un muro de protección y a menudo con dinero gubernamental"

Lighthizer afirma en el texto que el libre comercio es una teoría que no ha funcionado nunca, que todas las grandes economías se han forjado detrás de un muro de protección y a menudo con dinero gubernamental, y que la prosperidad proviene, en su mayor parte, de la agricultura y la ganadería, de la producción de manufacturas y de las industrias de extracción de recursos naturales, incluida la petrolífera.

A eso aludió Trump en Ohio. La idea de protegerse contra el exterior, traer de vuelta las manufacturas y equilibrar su déficit comercial contiene la promesa de más y mejores empleos y de una nueva prosperidad para EEUU.

Al mismo tiempo, jugó la baza de la inmigración, aludiendo a la seguridad, como de costumbre, pero puso énfasis en un nuevo elemento: "Nadie está sufriendo tanto con la inmigración ilegal como las comunidades afroamericana y la hispana, ya que les están quitando sus trabajos". Además, “la seguridad social está siendo destruida por gente que viene en masa y la hace insostenible”. Ese mensaje, que antes se dirigía principalmente a los trabajadores y a los pobres blancos, se ha extendido, y con cierto éxito, a grupos étnicos tradicionalmente demócratas.

La brecha

Esta es la batalla que están librando demócratas y republicanos por el voto de las clases trabajadoras y de las medias en declive. Unos con la presión para que los empleadores paguen mejores salarios y su reindustrialización ligada a los semiconductores y a las tecnologías verdes, y otros con la relocalización de las industrias manufactureras y las medidas proteccionistas, tanto en comercio como en inmigración.

Foto: Joe Biden. (Evelyn Hockstein/Reuters)

En esta pelea, no obstante, se percibe una brecha relevante. Más que a los obreros sindicados, Trump aludió en Ohio a los carpinteros o a los electricistas, a esos profesionales de sectores deteriorados que muchas veces trabajan por su cuenta, y a los que la protección y la rebaja de impuestos, así como el combate contra la inmigración les suena bien. Biden está más centrado en el trabajo asalariado, ya sea en grandes empresas o en sectores como el energético. Están en el mismo entorno, ambos viven de su trabajo, pero suelen tener mentalidades muy distintas. Ambos están viendo cómo las buenas cifras macroeconómicas y la prosperidad que debía resultar de ellas no les alcanza.

Sin embargo, y más allá de la partida electoral, hay que resaltar cómo el Partido Republicano está formulando propuestas diferentes, a veces radicales, respecto de cómo organizar la industria estadounidense y de cómo alejarse del libre comercio. Sea de forma instrumental o por convicción, están poniendo sobre la mesa una perspectiva muy diferente de la que se utilizó en los últimos 40 años. Y esto es muy relevante porque, en esas décadas, si hay un partido que se ha constituido en el motor de cambio de la política occidental, ese ha sido el republicano estadounidense. Cada presidente ha supuesto un paso adelante en una nueva dirección: Reagan, Bush padre, Bush hijo, Trump. Si este regresa a la Casa Blanca, y pone en marcha el programa que anuncia, el mundo va a ser muy diferente.

En un mitin celebrado en Dayton, Ohio, Trump afirmó que habría “un baño de sangre” si no ganaba las elecciones. Una declaración de este tenor, que parecía augurar venganza en el caso de no llegar a la Casa Blanca, sonaba a un líder irredento que no respetaría las normas democráticas. Medios progresistas y personas e instituciones afines se apresuraron a difundir en redes la amenaza de la insurrección. Solo que, en esta ocasión, se trataba de algo muy distinto. El corte que se difundió aludía a la industria automovilística, no a una rebelión. El recorrido que tuvieron esas palabras fue también una señal de que la campaña va a ser dura, muy dura; no habrá contemplaciones por parte de ninguno de los contendientes.

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