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El triple de dinero que Trump: la gran ventaja financiera de la campaña de Joe Biden
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42 frente a 155 millones

El triple de dinero que Trump: la gran ventaja financiera de la campaña de Joe Biden

A poco más de seis meses de la cita de noviembre, el candidato republicano, Donald Trump, está muy por detrás de su rival demócrata en el aspecto financiero. Muy muy por detrás

Foto: Fotografía combinada que muestra al expresidente de EEUU Donald Trump y al actual presidente, Joe Biden. (Reuters/Brendan McDermid)
Fotografía combinada que muestra al expresidente de EEUU Donald Trump y al actual presidente, Joe Biden. (Reuters/Brendan McDermid)
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Uno de los aspectos a los que menos prestamos atención durante una campaña presidencial, pese a su evidente importancia, es el dinero. Cuando un candidato pierde unas elecciones, se dice que le faltaba esto o lo otro, carisma, olfato político, una agenda atractiva, experiencia gestora, etcétera, etcétera. Pero, muchas veces, la clave está en que le falta dinero, simplemente. Los dólares que permiten financiar los tsunamis publicitarios, organizar mítines masivos en los estados clave y tener a disposición un ejército de jóvenes militantes que pidan el voto puerta por puerta.

A poco más de seis meses de la cita de noviembre, el candidato republicano, Donald Trump, está muy por detrás de su rival demócrata en el aspecto financiero. Muy, muy por detrás. Según los últimos datos disponibles, la campaña de Trump tiene 42 millones de dólares en sus manos. La de Joe Biden, más del triple: 155 millones.

Además de estar por detrás de Biden en músculo de campaña, Donald Trump tiene cuantiosos gastos legales relacionados con los cuatro procesos judiciales de los que es objeto. Desde 2021 se ha gastado más de 100 millones de dólares en estos menesteres, y está previsto que gaste más en los próximos meses. A esto se ha de sumar, en la vertiente de sus finanzas personales, el pago del bono (reducido) de 175 millones de dólares antes del 4 de abril por el caso de fraude.

Los métodos de financiación de campaña en Estados Unidos son variados y relativamente complejos. A un nivel molecular estarían los "comités políticos", que son cualquier organización que recaude o gaste un mínimo de 1.000 dólares anuales para apoyar a un político a nivel federal; los "comités de acción política" (PAC, por sus siglas en inglés) aceptan donaciones de hasta 5.000 dólares anuales de una misma persona, pero tienen prohibido recibir dinero de sindicatos y corporaciones.

Foto: Joe Biden. (Evelyn Hockstein/Reuters)

Un escaño más arriba están los SuperPAC, que son las estrellas de la recaudación, pues una SuperPAC puede recibir donaciones ilimitadas, siempre que no sea de entidades extranjeras o contratistas federales. La razón por la que las SuperPAC son legales, en virtud de una decisión del Tribunal Supremo de 2010, es que operan independientemente de la campaña política del candidato al que apoyan, lo cual, técnicamente, anula las acusaciones de corrupción. La SuperPAC y la campaña del candidato no tienen derecho a coordinarse entre sí: no se mandan emails ni se llaman por teléfono, aunque, a la hora de la verdad, esto es papel mojado. La persona que dirige el SuperPAC suele ser una clara allegada del aspirante.

Como consecuencia, las SuperPAC se han convertido en el vehículo de financiación principal de las grandes fortunas. Entre 2016 y 2020, dos tercios de las donaciones superiores a un millón de dólares se han canalizado a través de estos comités; algunas SuperPAC, de hecho, están financiadas por una única fortuna. Hay otros métodos de financiación, como los grupos de "dinero oscuro", que también aceptan donaciones ilimitadas y que además no tienen que declararlas: su particularidad reside en que el gasto electoral no debe superar el 50% del gasto total.

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Es, por tanto, conveniente distinguir entre los dos principales tipos de recaudación: la llamada grassroots, o de base, que consiste recibir pequeñas cantidades de dinero de muchos ciudadanos particulares, y la recaudación de grandes donaciones aportadas por empresas o multimillonarios, como hemos visto con las SuperPAC. Es una distinción importante para comprender los problemas financieros de Trump.

Antes de que Donald Trump asegurase los delegados necesarios para conseguir la nominación presidencial de su partido, buena parte de los donantes millonarios republicanos, desde Wall Street a Silicon Valley, habían depositado sus dólares y sus esperanzas en Nikki Haley: la candidata moderada, tradicional, reaganiana, que había planteado la posibilidad de volver al republicanismo neoliberal de siempre. Lo que pasa es que Haley mordió el polvo, y ahora Trump trata de cortejar a esos mismos millonarios para cubrir la distancia monetaria que le separa de Biden.

La salida a Bolsa de la red social TruthSocial, de cuyo capital el republicano controla un 60%, puede aportarle el dinero que necesita. En los dos días que siguieron a su desembarco en los parqués, TruthSocial alcanzó una valoración de 8.000 millones de dólares, pese a que jamás ha presentado beneficios. Lo más probable es que los seguidores de Trump elevasen su precio comprando acciones.

Foto: El candidato presidencial republicano y expresidente de Estados Unidos Donald Trump. (Reuters/Alyssa Pointer)

Mientras tanto, en un aparente esfuerzo por tomar las riendas de la maquinaria republicana y asegurar la fidelidad de los cuadros, Trump ha conquistado el Comité Nacional Republicano. Con el centro burocrático del partido bajo control, después de forzar la salida de 60 empleado clave, incluyendo su presidenta, Ronna McDaniel, la campaña puede coordinar mejor los esfuerzos recaudatorios por todo el país y tratar de ponerse a la altura de los demócratas, que llevan una gran ventaja organizativa.

La campaña de Joe Biden está expandiéndose en los estados clave, abriendo oficinas que permitan reclutar y entrenar activistas en Georgia, Nevada, Míchigan, Pensilvania o Carolina del Norte. Solo en Wisconsin los demócratas han abierto 44 sucursales. Como contraste, el Comité Nacional Republicano, dados los despidos y la necesidad de llenar esos puestos, lleva dos semanas paralizado y todavía está pensando una estrategia. Algunas de las ramas estatales del Partido Republicano, como en Míchigan y en Arizona, están fuera de combate por sus problemas internos.

Ante esta perspectiva, utilizar dinero de su propio bolsillo, como él mismo ha barajado. Y dos, vender biblias firmadas por 60 dólares cada ejemplar esta Semana Santa. Una acción que, como señala Axios, está en perfecta sintonía con su mensaje de tintes mesiánicos, que refuerza comparándose con Jesucristo, y que parece encajar con las élites evangélicas blancas que lo apoyan desde que fue elegido presidente en 2016.

Uno de los aspectos a los que menos prestamos atención durante una campaña presidencial, pese a su evidente importancia, es el dinero. Cuando un candidato pierde unas elecciones, se dice que le faltaba esto o lo otro, carisma, olfato político, una agenda atractiva, experiencia gestora, etcétera, etcétera. Pero, muchas veces, la clave está en que le falta dinero, simplemente. Los dólares que permiten financiar los tsunamis publicitarios, organizar mítines masivos en los estados clave y tener a disposición un ejército de jóvenes militantes que pidan el voto puerta por puerta.

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