El mayor atentado terrorista en Rusia en 20 años resucita la leyenda negra de Putin
Los vídeos eran reminiscentes del tipo de atentados que sufrió Rusia en los primeros años de gobierno de Putin. En octubre de 2002, separatistas chechenos hicieron 850 rehenes en el Teatro Dubrovka de Moscú
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Las terribles imágenes llenaron las redes sociales casi en tiempo real: cinco hombres vestidos de camuflaje disparando a sangre fría sobre centenares de rusos desarmados, y el techo de la sala de conciertos Crocus City Hall, a las afueras de Moscú, viniéndose abajo en llamas. El mayor atentado terrorista en suelo ruso de los últimos 20 años, que ha dejado al menos 133 muertos y varios centenares de heridos, se ha producido en un momento de enemistades y confusiones, con diferentes filtros ideológicos solapándose a la vez, lanzando acusaciones y resucitando teorías conspirativas.
Lo que sabemos es que, hace dos semanas, el 7 de marzo, la Embajada de Estados Unidos en Moscú lanzó públicamente una advertencia. Su personal, decía el comunicado, estaba vigilando "informaciones de que los extremistas tienen planes inminentes para atacar grandes aglomeraciones en Moscú, incluidos conciertos". Las autoridades de Alemania y de Reino Unido emitieron alertas semejantes.
Tiroteo masivo en Moscú. Ria Novosti dice que hay tres tiradores vestidos de camuflaje. Informes de múltiples víctimas. El lugar es el Crocus City Hall. La gente esperaba un concierto. pic.twitter.com/ALMismKqqO
— Víctor García Guerrero (@VictorGGuerrero) March 22, 2024
Unos días después, el 19 de marzo, después de ganar por quinta vez las no-elecciones presidenciales rusas, Vladímir Putin no solo desestimó las amenazas transmitidas por sus adversarios, sino que las tachó de chantaje. "Todo esto parece un claro chantaje y un intento de intimidar y desestabilizar a nuestra sociedad", declaró Putin citado por la agencia oficial de noticias TASS.
En las horas inmediatas al atentado, la portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores ruso, Maria Zajarova, dijo que, si Washington tenía información al respecto, debería de haberla compartido. Pero Washington dice que sí que la compartió, "de acuerdo a la duradera política del deber de advertir", en palabras de la portavoz del Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, Adrienne Watson.
A medida que se aclaran los hechos, que, de momento, sugieren la autoría del grupo terrorista ISIS, que reivindicó el atentado en un comunicado, la leyenda negra del putinismo ha aflorado de nuevo: la idea de que los atentados a bloques de apartamentos de varias ciudades rusas en septiembre de 1999, tal y como apuntaron diferentes periodistas, incluidos corresponsales extranjeros de esa época como David Satter, fueron una "operación de falsa bandera". Un supuesto circo montado por los servicios de seguridad para elevar la imagen de Putin como tipo duro dispuesto a llevar a cabo su venganza lanzando una segunda guerra de Chechenia.
Ucrania pareció agarrarse a esta teoría. Al poco de conocerse los atentados, un portavoz del Directorio de Inteligencia ucraniano declaró que este ataque se trataba de "una provocación deliberada de los servicios especiales de Putin sobre la cual advirtió la comunidad internacional. El tirano del Kremlin empezó su carrera así, y quiere terminarla de la misma manera: cometiendo crímenes contra sus ciudadanos".
Las fuerzas especiales rusas introdujeron en las instalaciones un gas basado en fentanilo que durmió a centenares de personas
Los vídeos eran reminiscentes del tipo de atentados que sufrió Rusia en los primeros años de gobierno de Putin. En octubre de 2002, separatistas chechenos hicieron 850 rehenes en el Teatro Dubrovka de Moscú y exigieron la retirada de tropas federales de Chechenia. Las fuerzas especiales rusas introdujeron en las instalaciones un gas basado en fentanilo que durmió a centenares de personas, 172 de las cuales jamás se despertarían. 132 de ellas civiles inocentes. Un episodio que Anna Politkóvskaya, periodista que sería asesinada en 2006, detalla en La Rusia de Putin.
Dos años después, terroristas chechenos hicieron un millar de rehenes en una escuela de Beslán, en Osetia del Norte. El asalto se saldó con 334 muertos; 186 de ellos, niños. Episodios sangrientos que contribuyeron a la imagen putinista de presidente que no se detiene ante nada, y que terminó aplanando Chechenia, reconstruyéndola desde cero y dominándola con un títere sanguinario.
Entre las especulaciones de anoche proliferaba la idea de que Putin culparía a los ucranianos del atentado y lo usaría para movilizar a medio millón de hombres para redoblar, así, la presión sobre Kyiv. El expresidente ruso y perro de presa de Putin, Dmitry Medvedev, enfiló por esa vía retórica: aseguró que Rusia "eliminará" a los dirigentes ucranianos, si se probaba su conexión con el atentado.
Poco después, la agencia Amaq, afiliada al ISIS, publicaba un comunicado en el que la organización terrorista reclamaba la autoría del atentado. Lo cual encajaba a primera vista con el método empleado durante el ataque: muy parecido a la masacre de la sala Bataclan, en París, en 2015, y a la del mencionado Teatro Dubrovka.
El Gobierno ucraniano ha aclarado que no tiene nada que ver con el ataque
Según la agencia estatal rusa RIA Novosti, las autoridades nacionales evitaron recientemente distintos ataques de una rama del ISIS en suelo ruso. El 3 de marzo los rusos habrían matado a seis miembros del ISIS en la localidad ingusetia de Karabulak; el 7 de marzo habrían "neutralizado" a una célula del grupo Vilayat Khorasan en la región de Kaluga. Aparentemente, planeaba un atentado contra una sinagoga moscovita.
El Gobierno ucraniano ha aclarado, con diferentes voces, que no tiene nada que ver con el ataque. "Ucrania nunca ha recurrido al uso de métodos terroristas", declaró en un vídeo publicado en las redes sociales Myjailo Pololyak, y añadió que Rusia podría intentar manipular el atentado para reforzar su invasión de Ucrania. La noche anterior, Ucrania sufrió un intenso bombardeo ruso: 165 misiles y drones atacaron la infraestructura energética en varias ciudades ucranianas, causandon severos daños.
Fuentes estadounidenses declararon a The New York Times que los responsables del atentado en Moscú pertenecen al grupo ISIS Jorasán, activo en Pakistán, Afganistán e Irán. En el momento de escribir estas líneas, Vladímir Putin aún no se había pronunciado. Aunque, según el Kremlin, estaba siendo informado de los sucesos.
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Las terribles imágenes llenaron las redes sociales casi en tiempo real: cinco hombres vestidos de camuflaje disparando a sangre fría sobre centenares de rusos desarmados, y el techo de la sala de conciertos Crocus City Hall, a las afueras de Moscú, viniéndose abajo en llamas. El mayor atentado terrorista en suelo ruso de los últimos 20 años, que ha dejado al menos 133 muertos y varios centenares de heridos, se ha producido en un momento de enemistades y confusiones, con diferentes filtros ideológicos solapándose a la vez, lanzando acusaciones y resucitando teorías conspirativas.
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