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Descabezar a la oposición: quién se atreverá a enfrentarse a Putin tras la muerte de Navalni
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Cárcel, muerte o exilio

Descabezar a la oposición: quién se atreverá a enfrentarse a Putin tras la muerte de Navalni

La muerte del opositor ruso, dos meses antes de las elecciones presidenciales, deja una pista para aquellos que se oponen al Kremlin. Contrariar políticamente a Putin conlleva un riesgo muy alto. En el caso de Navalny, su vida

Foto: Tras la muerte de Alexei Navalny, se ven flores y un retrato del líder opositor ruso. (Reuters/Gonzalo Fuentes)
Tras la muerte de Alexei Navalny, se ven flores y un retrato del líder opositor ruso. (Reuters/Gonzalo Fuentes)

Cuando el nombre de Alexéi Navalni paso de ser un murmullo a un grito en las calles de Moscú, el presidente Vladímir Putin guardó silencio. En medio de su vertiginoso auge, muchos periodistas le preguntaban por él, siempre la misma respuesta en todas sus vertientes: no le conozco, no sé quién es. Incluso cuando su nombre sonaba con fuerza para enfrentarle en las elecciones presidenciales de 2018; nada, seguía sin tener ninguna pista. Ese mismo año, meses antes de los comicios, se le negó su candidatura debido a una condena por malversación de fondos. Pero ese no iba a ser el último capítulo de Navalni.

El opositor más popular de Rusia fue cogiendo cada vez más fuerza política hasta el punto que, algunos opinadores y enemigos del Kremlin, lo consideraban imparable. La gente le seguía, respaldaba y se volcaba ante la idea de despojar a Putin —y a todos sus halcones— del trono.

Era el 20 de agosto y Alexei Navalni tomaba un vuelo de la aerolínea S7 de Tomsk a Moscú. No comió ni bebió nada en toda la mañana, salvo una taza de té que compró en el aeropuerto de Tomsk-Bogashevo, según su secretaria de prensa, Kira Yarmysh. A mitad de camino, la aeronave tuvo que salirse de su ruta programada para realizar un aterrizaje de emergencia. Como se supo más tarde, gracias a la investigación de Bellingcat, Navalni había sido envenenado por agentes de los servicios secretos rusos con Novichok, un agente nervioso que casi le cuesta la vida. Entonces, Putin tampoco supo lo que había pasado.

Ayer, tras conocerse la noticia de su muerte de manera repentina en la prisión ártica, para sorpresa de nadie, tampoco. Ni una sola palabra. Putin siguió sin mencionar su nombre, aunque su gabinete presidencial le hiciese llegar la noticia. Navalni ha sido la espina clavada en lo más profundo del Kremlin y su nombre ha sido, siempre, impronunciable para Putin. Pero en este camino de silencios, existe una oposición que no se ha quedado callada.

¿Un desierto en la oposición?

Desde su encarcelamiento en 2021, Navalni ha perdido músculo político en la disidencia rusa y, desde la invasión a gran escala sobre Ucrania hace casi dos años, las multitudinarias manifestaciones en su nombre —debido a la fuerte represión— se han convertido en un espejismo. Aunque eso no significa que la oposición política haya desaparecido.

Al igual que le sucedió a Navalni en 2018, la Comisión Electoral Central (CEC) ha sentenciado la carrera política de Boris Nadezhdin, candidato frustrado a la presidencia. De las 100.000 firmas que marca la Constitución rusa para postularse como candidato, Nadezhdin y su partido (Iniciativa Ciudadana) recopilaron, según dijeron en primera instancia, cerca de 200.000 firmas. El órgano regulador solo recogió 105.000 de estas, para después invalidar 9.202. Y, sin las rúbricas, es imposible presentarse a las urnas. Pese a la apelación del candidato, la Comisión ha rechazado su registro en las elecciones.

Foto: El opositor ruso Alexei Navalni dentro de la sede de la Fundación Anticorrupción (FBK). (EFE/Sergei Ilnitsky)

"Les pido que no se rindan. Ha ocurrido algo en lo que mucha gente no podía creer: los ciudadanos han percibido la posibilidad de un cambio en Rusia. Fuisteis vosotros quienes hicisteis largas colas para declarar al mundo entero: Rusia será un país grande, pacífico y libre. Y hoy os he representado a cada uno de vosotros en la sala de la Comisión Electoral Central", escribió Nadezhdin en su canal de Telegram poco después de conocer la resolución.

Un mensaje que se puede leer en dos claves: una que apuesta por seguir peleando en su candidatura pese a los reveses políticos y otra que aboga por mantener a flote su idea de poner fin a la guerra. La clave de su manifiesto político.

Asimismo, con una candidatura frustrada, Navalni inició su carrera política y ante los recientes hechos —sin que todavía se haya probado que ha sido envenenado, como se viene sospechando— quién dice que Nadezhdin, el último en hacer frente a Putin, no vaya a correr la misma suerte que sus predecesores. Más aún, desde su visión antibélica, que raya con las actuales doctrinas de Rusia.

Foto: Así son las condiciones en las cárceles del ártico en las que ha muerto el opositor Navalni. (EFE / Yuri Kochetkov)

"Considero el inicio de la 'operación militar especial' un error fatal. Nuestros conciudadanos están muriendo y quedando discapacitados. El uso de la violencia se vuelve aceptable y común. La economía se está reestructurando con fines militares en detrimento de las necesidades de la gente", reza el principal apartado de su programa.

Pese a la fuerza que suponen las personas que lo han apoyado con su firma, Nadezhdin nunca tuvo opciones de ganar estas elecciones. Dicho por él mismo, "no tengo el carisma de Alexéi Navalni o Boris Nemtsov. No puedes convertirme en el Che Guevara, por mucho que lo intentes. No me hago ilusiones y no pretendo ser un héroe, Dios no lo quiera. Pero sucedió".

Nadezhdin dijo a la BBC que, lamentablemente, algunas decisiones en la política rusa "no se debían a la ley", pero dijo que ya había atraído el apoyo de "docenas de millones de personas que no quieren que Rusia se encuentre en este camino de autoritarismo y militarismo". Es en este punto donde surge la clave de su candidatura errada: Nadezhdin ha sentado la base de una visión pacifista y moderna en Rusia y ha creado —o por lo menos ha reunido— un grupo de voces críticas con el Gobierno de Putin. Un hecho, hasta la fecha y tras casi dos años; insólito.

Foto: Navalni con su esposa Yulia. (EFE/Maxim Shipenkov)

De la única forma posible, en estos comicios, tan solo habrá cuatro candidatos para optar a la Presidencia. Putin, el comunista Nikolái Jaritónov, el ultranacionalista Leonid Slutski y el representante de Gente Nueva, Vladislav Davankov. Ningún candidato desde la oposición política.

Nadezhdin no es un candidato rompedor, no es alguien que pueda desbaratar el entramado del Kremlin en las urnas, tampoco es la mecha de una hipotética revolución. Sin embargo, con Navalni y Nemtsov muertos, este candidato de 60 años ha sido la primera persona desde que comenzó la invasión a gran escala que se ha opuesto, desde el paradigma político, a la visión imperialista, anclada en el brazo de los servicios secretos que arrastra Rusia.

"Rezo para que la información no resulte ser cierta. Alexéi es una de las personas con más talento y coraje de Rusia que he conocido", se despidió el candidato en un comunicado después de conocer la noticia.

Muerte, cárcel o exilio

Serpenteando por los caminos de la oposición en Rusia, los valientes (o ingenuos) que se atreven a enfrentarse a Putin suelen tener destinos parecidos: la cárcel, la muerte o el exilio. En primera instancia, el Kremlin apunta a sus opositores con hostigamientos y etiquetas no deseables como "agente extranjero", que más tarde se convertirá en un problema más serio. Y esto se extiende a cualquier persona que se oponga a Putin, no solo políticos. Medios de comunicación, asociaciones, activistas o, simplemente, gente con una visión diferente, han sufrido las consecuencias.

En este punto hay dos opciones, hacer frente a Putin en el vasto territorio ruso —que suele conllevar el encarcelamiento, con el ejemplo de Navalni, o la muerte como en el caso del líder de los mercenarios del Grupo Wagner, Yevgueni Prigozhin, quien no protagonizó una rebelión política, sino armada— o, por el contrario, huir de Rusia y hacer oposición desde el exilio.

Ilya Ponomarev es un ejemplo de ello. Este opositor, que reside en Reino Unido, ha tomado un papel aún más activo en la política rusa, incluso después de su destierro, y está decidido a implantar una democracia en Rusia. Trabaja sobre tres objetivos firmes para derrocar a uno de los hombres más poderosos y temidos del mundo.

Foto: La torre del Kremlin, Moscú. (EFE/Maxim Shipenkov)

Lo mismo le ocurre al oligarca Mijaíl Jodorkovski, quien se convirtió en un símbolo cuando en 2003 el Kremlin decidió llevar a cabo un castigo ejemplarizante contra él. Su crimen: fundar en 2001 la organización reformista Rusia Abierta, que financiaba a políticos opositores. Tras salir de prisión en 2013, Jodorkovski se exilió en Londres.

Un ejemplo más complejo es el ajedrecista Garry Kasparov. Tal vez no sea la figura opositora más popular dentro de Rusia, pero es una de las que más ha trabajado en el exterior tanto para advertir al mundo de los peligros del putinismo —a través de intervenciones públicas o en su libro Winter is coming (2016), donde ya avisaba de lo que podía suceder si no se le paraban los pies a Putin tras Crimea— como para unir a las diferentes facciones disidentes.

Puede que ocurra más pronto, por las consecuencias de los errores en la campaña de Ucrania, o más tarde, tal vez por razones naturales, pero llegará un día en el que Vladímir Putin deje de estar al frente de Rusia. El presidente ruso, ya septuagenario, lleva más de dos décadas en el poder, y muchos jóvenes no recuerdan un país sin él al mando.

En ese contexto, diferentes grupos opositores rusos maniobran para posicionarse de cara a una futura Rusia sin Putin y, en la medida de lo posible, acelerar la llegada de ese momento. En el férreo sistema ruso, cada vez más represivo, sus opciones son limitadas. Pero estos movimientos —más visibles en algunos casos, subterráneos en otros— existen, y difieren en sus tácticas, objetivos y fortaleza.

"No podéis rendiros. Si deciden matarme, eso significa que somos tremendamente fuertes. Necesitamos utilizar ese poder, para recordarnos que somos imparables. Hemos sido oprimidos por tipos realmente malos. No somos conscientes de nuestro poder. Lo único necesario para que triunfe el mal es que la gente buena no haga nada. Así que no hay que quedarse parado". Estas palabras son un recordatorio póstumo —encapsulado en el documental Navalny— para todo el pueblo ruso, especialmente para aquellos que se oponen a los más de 20 años de gobierno de Putin que, amenazan, con extenderse hasta 2036 tras las elecciones que se celebrarán entre el 15 y 17 de marzo.

Cuando el nombre de Alexéi Navalni paso de ser un murmullo a un grito en las calles de Moscú, el presidente Vladímir Putin guardó silencio. En medio de su vertiginoso auge, muchos periodistas le preguntaban por él, siempre la misma respuesta en todas sus vertientes: no le conozco, no sé quién es. Incluso cuando su nombre sonaba con fuerza para enfrentarle en las elecciones presidenciales de 2018; nada, seguía sin tener ninguna pista. Ese mismo año, meses antes de los comicios, se le negó su candidatura debido a una condena por malversación de fondos. Pero ese no iba a ser el último capítulo de Navalni.

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