Es noticia
Este hombre te explica las claves de la crisis de las universidades en EEUU
  1. Mundo
entrevista a kevin carey

Este hombre te explica las claves de la crisis de las universidades en EEUU

El autor de 'The End of College: Creating the Future of Learning and the University of Everywhere' habla con El Confidencial sobre el futuro del modelo universitario del país

Foto: Kevin Carey. (New America/Flickr)
Kevin Carey. (New America/Flickr)
EC EXCLUSIVO Artículo solo para suscriptores

Si invocáramos la imagen mental de un campus estadounidense hace una década, quizás nos vendría a la cabeza un césped rodeado de edificios señoriales de ladrillo, estudiantes variopintos que debaten amablemente y profesores de barba recortada que solucionan ecuaciones en una pizarra gigantesca. Hoy esa imagen se ha distorsionado. Sobre todo a raíz de los últimos años de agitación woke, y de las recientes manifestaciones propalestinas en los centros de élite, la imagen mental de un campus estaría probablemente empapelada de pancartas, megáfonos y expresiones de furia. Entre las acusaciones y las dimisiones, las caricaturas y los precios desbocados, nos aproximamos de manera más serena a las universidades americanas: a sus prestaciones, su rol económico y sus cambios.

Kevin Carey, director de Políticas Educativas del think tank New America y autor de The End of College: Creating the Future of Learning and the University of Everywhere (Riverhead, 2015), es uno de los observadores más experimentados de la educación estadounidense. Sus artículos, que se pueden leer en cabeceras como The New York Times, The Atlantic o Washington Post Magazine, tratan de rescatar de entre el barullo las tendencias de fondo que marcan y marcarán la educación superior de EEUU. La entrevista ha sido ligeramente editada por motivos de brevedad y claridad.

PREGUNTA. ¿Por qué cuesta tanto dinero estudiar en Estados Unidos? Entre 1980 y 2020, el precio medio de la matrícula subió tres veces más rápido que la inflación. Un máster en Cornell, por ejemplo, ya cuesta casi 90.000 dólares al año. ¿Por qué cuesta tanto dinero estudiar?

RESPUESTA. Creo que la oferta y la demanda tienen mucho que ver. La economía ha cambiado mucho en las últimas décadas. Casi todos los trabajos bien remunerados requieren algún tipo de credencial universitaria, y los tipos de empleo que pueden sostener a una familia sin necesidad de tener una licenciatura han disminuido. La conclusión general es que, para salir adelante, hay que ir a la universidad. Y lo cierto es que no estamos construyendo muchos campus nuevos, así que los que ya existen se ven en una situación ventajosa: pueden subir los precios, que la gente seguirá matriculándose.

Foto: Manifestación pro-palestina en el campus de la Universidad de California. (EFE/Caroline Brehman)

Las universidades americanas continúan teniendo una muy buena reputación en todo el mundo. Muchos extranjeros quieren venir a estudiar aquí, por las credenciales y como forma de emigrar a Estados Unidos. Es una buena manera de venir para quedarse. Y esa demanda sigue creciendo. Además tenemos una mezcla inusual de instituciones privadas y públicas, que están financiadas por los gobiernos estatales y son más asequibles, aunque esa financiación ha ido disminuyendo. El Gobierno federal también tiene becas para los estudiantes con menos recursos.

P. El medidor College Wealth Premium, que compara la riqueza media acumulada entre quienes han ido o no a la universidad, sostiene que hacerlo ya no es una inversión tan segura como antes. Los que nacieron en los años 40 y 50 y tenían estudios amasaron hasta el triple de riqueza que los que no los tienen. Esta diferencia ya no es tan grande. ¿Sigue mereciendo tanto la pena ir a la universidad?

R. Cuando preguntamos si merece o no la pena ir a la universidad, suena como si solo hubiera una. Pero en realidad hay muchas diferentes y muchas carreras que estudiar en esos centros. Los estudios que uno elija marcan una gran diferencia en el rendimiento económico de la educación. Una persona que se gradúe en ingeniería química en una universidad de élite tiene prácticamente asegurada una buena situación financiera. Mejor que la de alguien que elija una carrera de menor valor en una institución menos selectiva o sin ánimo de lucro, donde quizás no mereciera la pena. Parte de la diferencia con el pasado es que ahora se tiene que pedir prestado más dinero para estudiar y esa deuda afecta al cálculo de la riqueza.

Al mismo tiempo, hay que tener en cuenta que hace décadas iba a la universidad mucha menos gente, ahora el acceso educativo ha crecido y deja un paisaje económico muy diverso. Hay personas de clase trabajadora que hace 30 o 40 años no habrían necesitado estudiar, pero que ahora tienen que tener algún credencial universitario para ejercer el mismo empleo. En términos tradicionales, quienes se sacan una licenciatura universitaria verán que, aunque lleve un tiempo, serán recompensados. Creo que ir a la universidad sigue siendo rentable.

"Biden quiso hacer gratuitos los 'community colleges', pero no funcionó"

P. En los últimos años hemos visto iniciativas para aliviar la carga económica de la educación. Por un lado, la Administración Biden quiere condonar una parte de la deuda estudiantil, que asciende a 1,77 billones de dólares. Por otro, líderes de la izquierda demócrata como Bernie Sanders quieren implementar una "universidad para todos", muy asequible, en las universidades públicas. ¿Qué ha sido de estas iniciativas?

R. Hay mucha gente en la izquierda a la que le gustaría ver alguna combinación de condonación masiva de la deuda y de ofrecer una opción de universidad gratuita para todo el mundo. Esto hizo que Bernie Sanders pasara de ser el senador de un estado pequeño a una figura nacional capaz de librar unas primarias presidenciales competitivas. Creo que esto ha forzado a Joe Biden a adoptar una posición mucho más ambiciosa respecto a la deuda estudiantil y a la universidad gratuita. Para su administración ha sido frustrante no poder perdonar la deuda, que habría liquidado las deudas de casi la mitad de los endeudados. Pero el Tribunal Supremo, que es muy conservador, dictaminó el verano pasado que esto es ilegal. Así que estamos de vuelta en el punto de partida.

Lo que todo el mundo reconoce es que la mejor manera de hacer la universidad más asequible no es cobrar a la gente un montón de dinero, ni obligarla a incurrir en deudas y luego permitir que no las paguen. La manera es mantener bajos los precios de la universidad. Biden propuso un plan para hacer gratuitos los community colleges: instituciones públicas de dos años en las que estudia más del 40% de los alumnos universitarios de este país. No son selectivas y tienden a ser mucho más asequibles. Pero su plan de volverlas gratis no recibió la bendición del Congreso. Así que estos dos problemas siguen sin estar resueltos.

Foto: Ceremonia de graduación en la universidad de Cambridge (EEUU). (EFE/Cj Gunther)

P. El prestigio de las universidades ha caído en la última década, en parte por los precios y en parte porque se han visto arrastradas por las guerras culturales. El porcentaje de padres que quieren que sus hijos vayan a la universidad ha pasado del 94%, al 54% en menos de diez años. El descenso afecta especialmente a votantes conservadores que perciben los campus como nidos ideológicos progresistas y excluyentes. ¿Percibes esta desafección?

R. Las encuestas son complicadas de interpretar. A veces depende de cómo se planteen las preguntas. Ciertamente es verdad que nuestras universidades, cada vez más, se han visto atrapadas en las grandes fisuras ideológicas de la sociedad americana. Las presidentas de universidades de élite están siendo severamente criticadas por la manera en que respondieron a las protestas contra la guerra en Gaza. Y hemos visto a políticos republicanos como el gobernador de Florida, Ron DeSantis, tratar esencialmente de asaltar ideológicamente algunas universidades públicas. Tradicionalmente, republicanos y demócratas han dado mucha independencia a las universidades públicas. No han tratado de controlar las becas o el profesorado. Pero ahora este estándar se está debilitando de manera preocupante.

Dicho esto, la gente sigue yendo a la universidad. No hemos visto, por ejemplo, una caída enorme de las matriculaciones entre los jóvenes de las familias republicanas. No vemos que en los estados republicanos caigan las matriculaciones, si tenemos en cuenta el ajuste del cambio demográfico. A veces se dice que la disminución de las matrículas es una señal de la caída en la demanda, cuando lo cierto es que ya no hay tanta gente como antes en edad universitaria. Algo que ha sucedido antes en otros países industrializados y que pasa ahora en Estados Unidos. Y este es un desafío, sobre todo en los estados del Noreste y del Medio Oeste, adonde no llegan inmigrantes suficientes para compensar el declive.

Expresarse en las aulas

P. Las organizaciones que monitorizan la libertad de expresión en las universidades alertan sobre los continuos quebrantamientos. Harvard, por ejemplo, está en el último puesto del ranking elaborado por FIRE (Foundation for Individual Rights and Expression). Por otro lado, en la mayoría de los campus la proporción de profesores que se identifican como progresistas es inmensamente mayor a la de quienes dicen ser conservadores. ¿No crees que este es un problema?

R. Es importante dividir estas dos cuestiones. Por un lado, los debates sobre la libertad de expresión y por otro los debates sobre la composición ideológica, o el sesgo, de las instituciones. El derecho de las instituciones a regular la libertad de expresión es un debate muy real y diría que muy complicado, y está relacionado con los debates nacionales sobre el género o el racismo estructural. En mi opinión, creo que todas las comunidades limitan la libertad de expresión. No hay ninguna universidad que tenga una política de 100% de libertad de expresión. Siempre hay límites de expresión y de conducta. Y creo que quienes criticaron a las universidades de la Ivy League todos estos años por suprimir el derecho esa libertad de los conservadores, ahora las critican por no suprimir lo suficiente ese derecho de los estudiantes que protestan contra la guerra en Gaza.

P. Las dos partes del debate sobre las protestas propalestinas están haciendo lo contrario de lo que han hecho en los últimos años. Las presidentas de las universidades dicen defender la libertad de expresión de los estudiantes, cuando llevan años coartándola. Pero quienes las criticaban por no respetar la libertad de expresión, ahora, con Gaza, les exigen que la coarten.

R. Pienso que muy poca gente defiende realmente la libertad de expresión. La mayoría de las veces defiende su propia opinión y su ideología, que se inmiscuyen en la libertad de expresión. En los últimos 10 años cada cual ha traído sus valores a este debate. Creo que esta es una cuestión distinta a la de si hay un sesgo general en las universidades. Está claro que en EEUU el sistema político está diametralmente dividido. Ambos partidos tienen relativamente el mismo estatus y el mismo poder, por ejemplo en Washington, pero en los campus universitarios el personal tiende a ser mucho más demócrata que republicano. Y, cada vez más, la gente con un título universitario tiende a ser más demócrata que republicana.

placeholder Una persona camina en el jardín de la universidad de Harvard. (Reuters/Faith Ninivaggi)
Una persona camina en el jardín de la universidad de Harvard. (Reuters/Faith Ninivaggi)

Pero es importante entender que no son las universidades las causantes de esta división: los votantes y los partidos se están realineando. Hay gente sin titulación universitaria que solía ser demócrata y ahora es republicana. Es algo reciente. En 2012, Barack Obama fue reelegido con un margen muy estrecho de personas tituladas. En los años 90, quienes dieron la victoria a Bill Clinton fueron estas personas, la clase obrera blanca. Ganó hasta en Virginia Occidental, que hoy es un 80% republicano. En Massachusetts y en Nueva York sucedió al revés. Muchos republicanos con educación superior se han hecho demócratas. La universidad no causó esto; la universidad se limita a reflejar estos cambios, a reflejar a la sociedad.

P. Llama la atención también el vuelco en la proporción de administradores y profesores en las universidades. Antes los profesores eran mayoría; ahora, en cambio, hay más administradores. Y luego está el tema de las donaciones. Harvard tiene un fondo de más de 50.000 millones de dólares. ¿Qué hace con ese dinero?

R. Buena parte de ese dinero lo usan en financiar las operaciones de la universidad. Pero Harvard es un caso inusual. Con ese dinero podrían ofrecer las matrículas gratis y todo iría bien. Pero también podrían cobrar 200.000 dólares al año a los estudiantes y seguirían teniendo gente que los pagaría. Y de hecho mucha gente los paga, en donaciones. Ese dinero luego lo depositan en el banco. El dinero es estatus y es poder. Hay mucho estatus y mucho poder en estas instituciones.

Sobre los administradores, sí, sin duda ha habido un aumento de empleados profesionales que no son profesores. Pero no sé si es apropiado referirse a todos como administradores. Buena parte del crecimiento de este personal se justifica con políticas de apoyo a los estudiantes. Los campus ofrecen hoy más cosas que antes: servicios de asesoramiento, salud mental, vida en las residencias, deportes y todo eso. Ahora las universidades aportan mucho más que aulas y profesores, es una cuestión de demanda. Si uno va a pagar matrículas más caras, esperará algo a cambio. También es cierto que algunos campus tienen muchos administradores.

"Es posible crear una buena experiencia sin tener que vivir 4 años en un campus"

P. Si leyéramos hoy su libro de 2015, The End of College, con sus análisis y predicciones sobre cómo la tecnología iba a transformar las universidades, ¿cuál sería la conclusión a casi nueve años vista?

R. La universidad no ha desaparecido, así que en este sentido sigo esperando, pero la idea del libro era que las tecnologías de la información habían llegado a punto, en términos de telecomunicaciones, potencia computacional y acceso a internet de alta velocidad, en el que era posible crear una experiencia universitaria rica y provechosa sin tener por ello que vivir durante cuatro años en un campus. Y que tendría un efecto profundo tanto en la experiencia como en el aspecto económico de la educación superior. En cierto modo, si miras al número de estudiantes que estudian total o parcialmente por internet, la parte de la experiencia se ha demostrado.

Lo que no se ha cumplido es que nacieran nuevas universidades basadas en este tipo de modelo. Este cambio prácticamente se ha confinado a las instituciones existentes. Pero lo más importante es que la tecnología no hecho bajar los precios. La regla no escrita del sistema universitario es que los precios no se bajan, aunque esa clase se curse por internet y resulte sustancialmente más barato organizarla. Así que sí: hoy más estudiantes pueden estudiar en remoto, de manera más cómoda, pero les sigue costando.

Si invocáramos la imagen mental de un campus estadounidense hace una década, quizás nos vendría a la cabeza un césped rodeado de edificios señoriales de ladrillo, estudiantes variopintos que debaten amablemente y profesores de barba recortada que solucionan ecuaciones en una pizarra gigantesca. Hoy esa imagen se ha distorsionado. Sobre todo a raíz de los últimos años de agitación woke, y de las recientes manifestaciones propalestinas en los centros de élite, la imagen mental de un campus estaría probablemente empapelada de pancartas, megáfonos y expresiones de furia. Entre las acusaciones y las dimisiones, las caricaturas y los precios desbocados, nos aproximamos de manera más serena a las universidades americanas: a sus prestaciones, su rol económico y sus cambios.

Estados Unidos (EEUU)
El redactor recomienda