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"La hazaña de Hamás" o cómo la guerra llegó a los campus de EEUU
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"La hazaña de Hamás" o cómo la guerra llegó a los campus de EEUU

Numerosas asociaciones estudiantiles de los campus de élite de EEUU emitieron comunicados de apoyo a la causa palestina en el contexto de las matanzas

Foto: Manifestaciones en apoyo a Palestina en la Universidad de Columbia. (Reuters/Jeenah Moon)
Manifestaciones en apoyo a Palestina en la Universidad de Columbia. (Reuters/Jeenah Moon)
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Hay una guerra de verdad en Oriente Medio y una guerra cultural en Estados Unidos. Aunque el paisaje norteamericano esté por suerte libre de las escenas terroríficas que nos llegan de Israel y de la Franja de Gaza, sería un error subestimar la virulencia, el histerismo y las consecuencias sociales que pueden tener estos últimos días los encontronazos ideológicos en este país. Sobre todo allí donde se cavan, paradójicamente, las trincheras más profundas: las universidades.

Nada más conocerse la masacre de civiles indefensos perpetrada por Hamás en varias localidades del sur de Israel el sábado pasado, numerosas asociaciones estudiantiles de los campus de élite de EEUU emitieron comunicados de apoyo a la causa palestina en el contexto de estas matanzas. En ocasiones justificando explícitamente los ataques indiscriminados contra civiles.

Varias sinagogas en Utah fueron evacuadas después de que recibieran amenazas de bomba

"Los Estudiantes por la Justicia en Palestina apoyan inequívocamente la Liberación Palestina y el derecho de los pueblos colonizados en todas partes a resistir la ocupación de sus tierras por los medios que sean necesarios", decía este grupo de la Universidad de Virginia en un comunicado. "En una hazaña sin precedentes en el siglo XXI, los luchadores de la resistencia de Gaza atravesaron la ilegítima valla fronteriza, tomaron como rehenes a los soldados de la ocupación y tomaron el control de varios asentamientos israelíes que son ilegales según la ley internacional".

35 grupos estudiantiles de Harvard firmaron un comunicado culpando de la violencia al Gobierno de Israel y pidiendo a la universidad que emprendiese "una acción para detener la actual aniquilación de los palestinos". En otros campus como el de Columbia o el de la Universidad de Nueva York se firmaron comunicados similares. Dos días después de la matanza de más de un millar de civiles, incluyendo mujeres y niños, un grupo de la Universidad de Yale celebró una manifestación para "mostrar un apoyo inquebrantable al derecho del pueblo palestino de resistir la opresión colonial". La protesta coincidía con el Día de los Pueblos Indígenas en EEUU.

El jueves la dirección de la Universidad de Columbia tuvo que cerrar el campus después de que un estudiante de 24 años fuera agredido mientras repartía panfletos proisraelíes. Columbia presenció manifestaciones encontradas de estudiantes propalestinos y proisraelíes, y varios estados del país han reforzado la vigilancia de sinagogas y otros lugares icónicos del judaísmo. Varias sinagogas en Utah fueron evacuadas después de que recibieran amenazas de bomba.

Foto: Isaac Rabin y Arafat firman los acuerdos con Clinton en 1993. (Reuters/G.Hershorn)

En principio no hay nada raro, más allá de estos incidentes concretos, en que lugares progresistas como suelen ser las universidades registren manifestaciones propalestinas. Lo que ha desatado una reacción sísmica entre las élites estadounidenses son dos cosas. La primera, que estos vigorosos e inequívocos comunicados se hayan emitido mientras el mundo veía por las redes sociales imágenes de cuerpos calcinados, troceados o mutilados en sus casas. La segunda, que las administraciones universitarias hayan invocado el derecho a la libertad de expresión ante mensajes como el que celebraba la "hazaña sin precedentes" de Hamás. Las mismas administraciones universitarias que llevan años pisoteando esa misma libertad de expresión por razones a todas luces mucho más inocuas.

"Nuestra universidad horma un compromiso con la libre expresión", declaró en un vídeo la presidenta de Harvard, Claudine Gay, este viernes. "Ese compromiso se extiende incluso a los puntos de vista que muchos de nosotros consideramos objetables o incluso escandalosos. No castigamos o sancionamos a la gente que expresa estos puntos de vista".

Lo que en cualquier otro contexto hubiera quedado como una firme y elegante defensa de las libertades, sobre todo en esos lugares de aprendizaje que son los campus universitarios, en el contexto de EEUU de 2023 fue percibido como un claro ejemplo de cobardía moral. Así lo ha interpretado Lawrence Summers, ex alto cargo de las administraciones Clinton y Obama presidente emérito de Harvard.

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"El tardío comunicado del liderazgo de Harvard no es capaz de estar a la altura de las necesidades del momento", dijo Summers en X. "¿Por qué no podemos llegar a algo que se acerque a la claridad moral de los comunicados de Harvard después de la muerte de George Floyd o de la invasión de Ucrania cuando los terroristas matan, violan y toman como rehenes a cientos de israelíes que acuden a un festival de música?".

Varias de las corporaciones que normalmente pescan graduados de Harvard, por ejemplo en Wall Street, han dejado claro que no contratarán a ninguno de los centenares de alumnos que firmaron el comunicado original. Otras empresas han rescindido directamente las ofertas de trabajo a estudiantes notables.

"Israel es completamente responsable de esta tremenda pérdida de vida", escribió Ryna Workman, presidenta del Student Bar Association de la Universidad de Nueva York. "Este régimen de violencia estatal creó las condiciones que hicieron la resistencia necesaria". Poco después, el bufete de abogados Winston & Strawn lamentó las palabras de Workman y canceló la oferta de empleo que le habían hecho.

Desde 2014, se han registrado en torno a 1.000 iniciativas de censura contra profesores por motivos ideológicos

​Para contextualizar estas reacciones es necesario retratar brevemente el clima político de parte del paisaje universitario. Según los datos de FIRE, una organización que supervisa el respeto a la libertad de expresión y de cátedra en los campus estadounidenses, desde 2014, se han registrado en torno a 1.000 iniciativas de censura contra profesores por motivos ideológicos: denuncias, investigaciones y procesos internos por cosas como dejar una nota nimia en una pizarra, sugerir en un email que los disfraces de Halloween no son ofensivos, o pronunciar, sin ninguna intención, una palabra china que suena como la palabra más prohibida de EEUU. En cerca de una cuarta parte de estos casos, el profesor acabaron en la calle.

La cifra de estos 1.000 procesos cobra relieve si la comparamos con los intentos similares registrados en los años cincuenta, durante la Caza de Brujas que trataba de purgar el mundo cultural y académico de ideas comunistas. En aquel entonces los intentos de defenestrar a profesores no llegaron a 200. Además, la cifra de 1.000 es insuficiente, pues no se conocen los casos que se han quedado entre bastidores. La presión sobre la libertad de los profesores puede ser mucho mayor de lo que reflejan estos números. Una encuesta de FIRE recoge que más de la mitad de los profesores tienen miedo a perder su empleo por decir algo equivocado. Un 90% reconoce autocensurarse para evitar problemas. Diez veces más que durante la caza de brujas.

Foto: El material que llevaban un combatiente de Hamás abatido cerca de Sderot. (DPA/Ilia Yefimovich)

Este sería el ambiente en buena parte de las universidades de EEUU, sobre todo en los campus de élite de los estados más demócratas. Un ambiente de "espacios seguros", trigger warnings, declaraciones obligatorias de adherencia ideológica para firmar un contrato de profesor y toda una panoplia de intentos de cancelar conferencias que no fueran del gusto de una minoría altamente ideologizada, particularmente en todo lo relacionado con la raza o el género. Y normalmente con la complicidad de las administraciones universitarias y su tendencia a complacer a los alumnos que pagan hasta 75.000 dólares anuales por un máster.

Dada la situación, la mitad conservadora de Estados Unidos lleva tiempo utilizando estos casos para describir a toda la izquierda demócrata como si fuera una masa de puritanos woke, pese a que los woke solo representan, según sucesivos sondeos, entre un 8% y un 10% de las filas progresistas. El tabloide The New York Post, por ejemplo, aprovechaba el escándalo de estos comunicados para decir en una de sus portadas que los alumnos universitarios habían sido "Educados en el Odio".

Pero los demócratas, quizás para no dar munición a sus adversarios, han preferido tradicionalmente mirar hacia otro lado mientras la libertad de expresión y la presunción de inocencia eran machacadas bajo las botas del reduccionismo identitario. Hasta que este celo político ha cruzado una línea sagrada: los woke han criticado a Israel, percibido como un opresor colonial blanco. Y lo han hecho en el peor momento posible. Apenas días después de la mayor matanza de judíos, técnicamente, desde el Holocausto. Ahora este pacto tácito de la izquierda moderada con las estridencias del identitarismo racial, cuya retórica y protocolos se han vuelto casi universales en las grandes empresas, está siendo desestabilizado.

Hay una guerra de verdad en Oriente Medio y una guerra cultural en Estados Unidos. Aunque el paisaje norteamericano esté por suerte libre de las escenas terroríficas que nos llegan de Israel y de la Franja de Gaza, sería un error subestimar la virulencia, el histerismo y las consecuencias sociales que pueden tener estos últimos días los encontronazos ideológicos en este país. Sobre todo allí donde se cavan, paradójicamente, las trincheras más profundas: las universidades.

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