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¿Por qué los políticos chinos e iraníes usan redes sociales censuradas a sus propios ciudadanos?
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Ni Musk pudo publicar en China

¿Por qué los políticos chinos e iraníes usan redes sociales censuradas a sus propios ciudadanos?

Muchos países impiden acceder a las aplicaciones móviles que nacen en Occidente. Sin embargo, muchos de sus líderes usan habitualmente esas mismas apps con un fin político

Foto: Un logotipo de Twitter se muestra en un teléfono móvil delante de una cuenta verificada operada por 'People's Daily', un medio de comunicación estatal chino. (Reuters/Florence Lo)
Un logotipo de Twitter se muestra en un teléfono móvil delante de una cuenta verificada operada por 'People's Daily', un medio de comunicación estatal chino. (Reuters/Florence Lo)

"Taiwán nunca ha sido un país y nunca será un país", escribía Wang Wenbin, el portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores chino, en su muy activa cuenta de Twitter el pasado 21 de agosto. Wang, que tiene más de 662.000 seguidores en una cuenta que usa el inglés como lengua principal. Usa también en sus tuis el francés, español, árabe… El idioma que casi menos usa es el chino.

Más activa, y desde luego mucho más beligerante en el uso de su cuenta de Twitter, es la exportavoz ministerial y directora general del departamento de información del Ministerio de Asuntos Exteriores, Hua Chunying. El equipo de la diplomática, que tiene 2,2 millones de seguidores a los que se dirige normalmente en inglés, es una batidora de tuits. Además de promocionar las actividades de su Ministerio y los logros de su país, Estados Unidos es una fijación de sus mensajes. Suelen ser ataques en los que muestra crudas fotos de los estragos sociales del fentanilo, vagabundos durmiendo en las calles de las ciudades americanas, un recordatorio de las muchas guerras en las que ha intervenido EEUU o ataques furibundos a las maniobras diplomáticas de Washington para aislar a China. "¿Quién está subvirtiendo el orden internacional?", ha escrito por ejemplo Hua junto a las fotos de explosiones en Yugoslavia, Afganistán, Iraq y Libia.

"El presidente visitó el viernes la casa del Sr. Asadollah Asadi, otro diplomático recién liberado de las prisiones europeas. Elogió su paciencia y perseverancia durante el cautiverio", explicaba el pasado 19 de agosto la cuenta en inglés del Gobierno de la República Islámica de Irán en la red social Twitter. La cuenta tiene 28.300 seguidores y sigue únicamente otras cuatro cuentas.

Una de ellas es la que representa al Ayatolá Alí Hoseini Khamenei, que el pasado 23 de julio, por poner un ejemplo de sus numerosos tuits que leen casi 1 millón de seguidores, decía: "Es deber del Gobierno sueco entregar al criminal que quemó el Sagrado Corán a los sistemas judiciales de los países musulmanes".

Foto: Jovenes en un colegio en Shanghái. Foto: Efe.

La cuenta que emite noticias, comunicados y mensajes del líder espiritual iraní, por su lado, sigue a otras 17 cuentas que en su mayoría son la misma cuenta replicada en diversos idiomas y formatos. Solo hay dos cuentas diversas entre sus intereses: una se llama United Iran y la otra se llama Letter4U, que se define a sí misma como "ser un mensajero del Islam entre los jóvenes occidentales". Esta última cuenta es en inglés y está "muerta" desde diciembre de 2015. Su actividad ha sido mínima y su último tuit dice: "Las reacciones precipitadas son un gran error a la hora de luchar contra el #terrorism que solo amplían los abismos. #Letter4U #CommonWorry".

Hay otros políticos, como el expresidente Mahmud Ahmadineyad, muy activos en un Twitter ya censurado en su país. Sin embargo, no sube un tuit desde el 4 de agosto de 2022. Curiosamente, es una encendida alabanza al exjugador de baloncesto de EEUU Bill Rusell, muerto unos días antes. Los caminos de Twitter son inescrutables.

Todos estos son ejemplos de mensajes en la red social Twitter de cuentas oficiales de funcionarios o políticos de China o Irán que tienen una peculiaridad: todos están usando una red social cuyo uso está vetado para los ciudadanos de sus países. Es decir, están disfrutando de una libertad de opinar, leer o criticar censurada al resto de sus conciudadanos.

"Antes usábamos Facebook o especialmente WhatsApp para los negocios. Yo me comunicaba con los clientes por la red social y era todo más fácil. Ahora todo eso está prohibido en China y dificulta mucho las relaciones comerciales con el extranjero. Te debes comunicar por email que hace todo muy lento. El Gobierno los últimos años ha endurecido mucho las restricciones. Antes en China usábamos todas esas apps", nos explicaba el pasado julio en Shanghái F, un empresario que se dedica a las importaciones.

"En Irán todo el mundo, especialmente los jóvenes, usan VPN para usar internet en los móviles. Debes bajarte una y podrás leer todo", nos aconsejaban en el mismo aeropuerto de Teherán en marzo de 2022.

Efectivamente, en ambos países hay una población, especialmente joven y urbana, que usa las VPN para simular que la conexión se realiza desde otros países y evitar los bloqueos. En Irán, según nuestra experiencia, incluso las VPN gratuitas conseguían saltar los controles, mientras que en China incluso VPN de pago que decían garantizar el acceso se muestran ineficaces. "Aquí la comunidad internacional usa generalmente una VPN que suele funcionar, pero la mayoría no te permiten abrir redes sociales occidentales, WhatsApp o YouTube", nos confirman en Pekín.

En el caso chino, las prohibiciones de acceso a Facebook, Twitter, YouTube… empezaron entre 2009 y 2010. El uso de estas redes por activistas prodemocracia hizo que las autoridades decidieran prohibirlas. Luego, han seguido cayendo otras plataformas como Instagram, tras su uso por activistas por democracia en Hong Kong, en el que subían fotos de las protestas en 2014, WhatsApp (2017) o LinkedIn (2021), Telegram, Messenger, Line y hasta Tinder.

Foto: Manifestación contra el restablecimiento de los vuelos directos entre Tbilisi y Moscú. (EFE/Zurab Kurtsikidze)

Las prohibiciones afectan también a los medios de comunicación que se pueden abrir o ver en el país. Hay una catarata de medios occidentales como New York Times, Financial Times, Bloomberg, Reuters, Le Monde o El Confidencial, cuyo acceso está prohibido.

China, a cambio, ha creado su propia red virtual. La más popular de sus apps es WeChat. Una comunidad que no solo permite intercambiar mensajes de texto, sino hacer todo tipo de pagos. Para darse de alta te debe avalar primero un ya integrante.

El Gobierno de Pekín no renuncia al uso de la tecnología, al contrario, la está promoviendo más rápido que otros países porque le garantiza un efectivo control social. Un ciudadano chino, o un extranjero, para subir a un tren, por ejemplo, no presenta un billete, sino su documento con el que lo ha comprado, DNI o pasaporte, que se escanea y se convierte en su ticket. Todo con tecnología local. "El presidente Xi ha dicho que gallina china debe poner los huevos en China", que nos resume una joven en la ciudad de Xi’an.

Foto: El presidente de Estados Unidos, Joe Biden. (Reuters/Kevin Lamarque)

Los medios de comunicación estatales chinos tienen también su propia estrategia exterior. China quiere tener una voz propia para contrarrestar lo que según Pekín es el tradicional dominio del relato pro-occidental. El Gobierno chino acusa constantemente a los medios occidentales de tergiversar la información sobre su país y ser extremadamente críticos. Para ello, los principales periódicos y televisiones chinas tienen sus versiones en inglés. Incluso, en algunos casos, hay versiones más reducidas en otros idiomas. Todas abiertas y accesibles para todos los públicos.

People´s Daily, Global Times, China Daily, CGTN, CCTV… son ejemplos de medios chinos universales. Un ciudadano de Nueva York, Nairobi o Lima puede leer la visión China de las noticias del mundo, algo que no ocurre al revés. Ese es en algunos casos el único modo de tener una visión china de ciertas informaciones. Un defecto de muchos medios europeos y americanos es que analizan el mundo desde una óptica Atlántica. Universidades, analistas, think tank, instituciones… occidentales son en muchos casos las referencias para explicar realidades asiáticas o africanas.

Al otro lado, al tratarse de dictaduras, es complicado encontrar opiniones locales libres o críticas que quieran dar la cara. China ha cortado además muchos lazos académicos desde la pandemia y encontrar voces analíticas, aunque sea desde el mundo universitario, es complicado. China quiere tener voz propia, pero no cualquiera sino la que controla su Gobierno.

En Irán la catarata de restricciones es parecida. "Además de Facebook y Twitter, han prohibido también Telegram, Instagram y WhatsApp. No hay multas o castigos por uso, pero las autoridades han empezado a poner leyes estrictas sobre la gente que comparte cosas contra el régimen. Especialmente han puesto ahora el punto de mira en Instagram. Han detenido en los últimos meses a diversos bloggers e influencers", nos explica Salma, una activista iraní que decidió el año pasado dejar el país y vivir en Europa.

Según un análisis de Mónica Mena de 2022 publicado en la web Statista, "cerca del 2% del total de 193 naciones analizadas en el estudio tienen bloqueado actualmente el acceso a las redes sociales. Se trata de cuatro países asiáticos: China, Corea del Norte, Irán y Turkmenistán".

Luego, el completo análisis asegura que "mientras que en Europa Occidental no hay constancia de prohibiciones de redes sociales, el este del continente cuenta con cuatro países en los que se han producido bloqueos en el pasado: Rusia, Bielorrusia, Ucrania y Montenegro. Respecto a América, el estudio destaca que seis países del continente practicaron el bloqueo de redes sociales en el pasado. Se trata de Cuba, Nicaragua, Brasil, Colombia, Ecuador y Venezuela".

Controlar Internet es intentar poner puertas al campo. Algunos países como China han decidido jugar una doble carta. Por un lado, prohibir que cierta información crítica llegue a sus ciudadanos y por otro no aislarse y no tener voz como ha sucedido en las últimas décadas. La aldea global es hoy un enorme tablero de juego interconectado en el que el término inglés de soft power (poder blando) tiene mucho peso. Un libro de Joshua Kurlantzick trata directamente este tema. Se titula Beijing’s Global Media Offensive (La ofensiva mediática global de Pekín). "Un análisis incisivo del intento de China de convertirse en una superpotencia de los medios y la información en todo el mundo, y también de ejercer formas tradicionales de influencia para moldear la política interna de otros países. El libro muestra que China por primera vez está buscando activamente influir en muchos otros países, en sus elecciones, redes sociales, medios de comunicación y la política en general", dice sobre el libro la web Council on Foreign Relations.

Mientras, la estrategia de Pekín ha conseguido al menos un éxito notable. Durante las 72 horas que duró la reciente visita de Elon Musk a China, el empresario y dueño de la red social Twitter no publicó un solo tuit.

"Taiwán nunca ha sido un país y nunca será un país", escribía Wang Wenbin, el portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores chino, en su muy activa cuenta de Twitter el pasado 21 de agosto. Wang, que tiene más de 662.000 seguidores en una cuenta que usa el inglés como lengua principal. Usa también en sus tuis el francés, español, árabe… El idioma que casi menos usa es el chino.

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