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Las juntas golpistas del Sahel sellan una alianza de defensa colectiva con el posible respaldo de Rusia
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Las juntas golpistas del Sahel sellan una alianza de defensa colectiva con el posible respaldo de Rusia

La nueva alianza militar plantea un nuevo desafío para las potencias de la CEDEAO, puesto que el envío de tropas a Níger corre el riesgo de convertirse rápidamente en una guerra regional de amplio alcance

Foto: El coronel Ibroh Amadou Bacharou saluda en una manifestación contra el ejército francés en Níger. (EFE/EPA/Issifou Djibo)
El coronel Ibroh Amadou Bacharou saluda en una manifestación contra el ejército francés en Níger. (EFE/EPA/Issifou Djibo)

A estas alturas a nadie se le escapa que la situación en el Sahel se ha convertido en un complicado avispero donde las múltiples crisis, de signo y causas muy diversas, se superponen unas sobre otras. Pero paradójicamente, a medida que se suceden las novedades, el panorama se va simplificando progresivamente, al tiempo que cada vez resulta más difícil ignorar su dimensión geopolítica. Si los diferentes golpes de Estado en la región obedecen a razones propias, también comparten algunas características, como —con la excepción parcial de Gabón— un marcado componente antifrancés. Y ahora, las juntas militares de Mali, Burkina Faso y Níger han sellado esa convergencia en una alianza militar, con todo lo que ello implica.

"He firmado hoy con los Jefes de Estado de Burkina Faso y de Níger la Carta de Liptako-Gourma que instituye la Alianza de Estados del Sahel (AES), que tiene como objetivo establecer una arquitectura de defensa colectiva y de asistencia mutua para el beneficio de nuestras poblaciones", anunció este sábado el coronel Assimi Goita, el presidente en funciones y líder de la cúpula golpista de Mali. Por su parte, el ministro de exteriores maliense, Abdoulaye Diop, declaró en una rueda de prensa: "Esta alianza será una combinación de los esfuerzos económicos y militares entre los tres países. Nuestra prioridad es la lucha contra el terrorismo en los tres países".

Así expresado, las características de esta asociación suenan a las de una suerte de mini-OTAN del Sahel, con un enfoque antiterrorista en una región azotada por múltiples insurgencias yihadistas cuyas devastadoras consecuencias han tenido mucho que ver con el rechazo a la presencia militar occidental y el apoyo popular a los golpistas. La región de Liptako-Gourma que da nombre a la carta fundacional, de hecho, es un área fronteriza entre los tres estados que puede considerarse el epicentro de este problema. Según el Global Terrorism Index, Burkina Faso, Mali y Níger son respectivamente el segundo, el cuarto y el décimo país más afectados del mundo por el terrorismo.

Foto: Soldados nigerianos enseñan una bandera incautada a los yihadistas de Boko Haram. (Reuters)

Pero es obvio que, más allá de los esfuerzos antiterroristas, esta alianza supone una promesa de apoyo recíproco ante las presiones de organismos como la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (CEDEAO) y la Unión Africana, que han suspendido a los regímenes golpistas de los tres estados. En el caso de Níger, la CEDEAO amenaza con una intervención militar si la reciente asonada que culminó con el derrocamiento del presidente Mohamed Bazoum no es revertida.

Las negociaciones para evitar una operación bélica de estas características continúan. El presidente de Nigeria, Bola Tinubu, el principal motor detrás de la posible intervención, ha declarado que esta puede evitarse si los golpistas se comprometen a llevar a cabo una transición de poder a una autoridad civil en el plazo de nueve meses. La junta, en cambio, exige un mínimo de tres años antes de poder celebrar unas elecciones. El llamado Consejo Nacional para la Salvaguarda de la Patria, además, rompió esta semana un pacto militar con el vecino Benín, acusándole de haber "autorizado el despliegue de soldados, mercenarios y materiales de guerra", presumiblemente de cara a una futura intervención.

Defensa mutua y uso de la fuerza

En este contexto, la nueva alianza militar plantea un nuevo desafío para las potencias de la CEDEAO, puesto que el envío de tropas a Níger corre el riesgo de convertirse rápidamente en una guerra regional de amplio alcance. El tratado firmado este sábado, de hecho, es claro en este sentido: "Cualquier ataque a la soberanía y la integridad territorial de una o más de las partes contratantes será considerada una agresión contra las otras partes y dará lugar al deber de asistencia (…) incluido el uso de la fuerza armada para restablecer y garantizar la seguridad", estipula el documento en su artículo 6. También establece la obligación de que los tres países ayuden a prevenir o sofocar rebeliones internas.

El anuncio se produce tras una serie de reuniones, declaraciones y medidas conjuntas entre los líderes de los tres países. Delegaciones diplomáticas de alto nivel de Burkina Faso y Mali habían visitado Níger en las últimas semanas y se habían reunido con el líder golpista, el general Abdourahmane Tchiani, expresando su solidaridad con la junta nigerina. En julio, ambos países advirtieron, ya que un ataque de la CEDEA contra Níger supondría una declaración de guerra contra sus propios estados, y el parlamento de Burkina Faso aprobó el despliegue de tropas en territorio nigerino.

La alianza, además, se ha anunciado tras una reunión a la que asistieron no solo los ministros de defensa de Mali y Níger, Sadio Camara y Salifou Modi, sino también el viceministro de defensa de Rusia Yunus-Bek Evkurov, a la que posteriormente se unió Goita. Al encuentro asistió también el general ruso Andrei Averyanov, una de las principales figuras del GRU, el servicio de inteligencia militar de Rusia y sospechoso del sabotaje aéreo en el que murió el líder del Grupo Wagner Yevgeni Prigozhin.

Foto: Líderes de la Unión Africana durante su último encuentro de julio en Nairobi, Kenya. (EFE/Daniel Irungu)

Esto hace pensar en un probable respaldo por parte de la Federación Rusa, como mínimo en el ámbito diplomático, hacia esta alianza. De hecho, apenas una semana antes, Evkurov había visitado Burkina Faso para reunirse con el líder golpista Ibrahim Traoré y discutir la "ayuda militar, cooperación en energía nuclear y lazos económicos" entre los dos países. Evkurov señaló que entre los temas se había hablado del futuro entrenamiento del ejército burkinés a manos de instructores rusos, incluyendo la formación de pilotos de combate.

Y no es la única visita rusa de alto nivel a la región en los últimos meses. A Rusia le interesa no solo que la mayor parte posible de África tenga una orientación antioccidental, sino mantener una relación lo más amistosa posible —a poder ser en una posición de influencia—con gran parte del continente. Un pacto militar consolidado entre los cabecillas de tres regímenes rechazados no solo por las antiguas potencias coloniales europeas y EEUU, sino también por sus vecinos africanos, y, por lo tanto, relativamente aislados y necesitados de amigos importantes, sirve perfectamente a estos objetivos.

Está por ver si esta alianza, más allá de lo formal, acaba traduciéndose realmente en una cooperación activa y profunda como la que existe entre los miembros de otras instituciones similares como la OTAN o (al menos hasta la invasión de Ucrania) la Organización para el Tratado de Seguridad Colectiva liderada por Rusia. Pero lo que se está demostrando es que en este rincón del Sahel existen fuerzas poderosas que comparten un objetivo común, y que están dispuestas a trabajar juntas para conseguirlo. Seguir subestimándolo, como han hecho sistemáticamente potencias como Francia, no deja de ser un tremendo error.

A estas alturas a nadie se le escapa que la situación en el Sahel se ha convertido en un complicado avispero donde las múltiples crisis, de signo y causas muy diversas, se superponen unas sobre otras. Pero paradójicamente, a medida que se suceden las novedades, el panorama se va simplificando progresivamente, al tiempo que cada vez resulta más difícil ignorar su dimensión geopolítica. Si los diferentes golpes de Estado en la región obedecen a razones propias, también comparten algunas características, como —con la excepción parcial de Gabón— un marcado componente antifrancés. Y ahora, las juntas militares de Mali, Burkina Faso y Níger han sellado esa convergencia en una alianza militar, con todo lo que ello implica.

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