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Cuando una escena de Disney provoca el cierre de una TV de Argelia por ofender al Islam
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El tabú de nunca acabar

Cuando una escena de Disney provoca el cierre de una TV de Argelia por ofender al Islam

Tras desarrollar una campaña virulenta contra los colores del arco iris, bandera del colectivo LGTBi, las autoridades argelinas clausuran ahora fulminantemente una televisión privada. Es la segunda en menos de un año

Foto: Argelinas celebran el Día de la Independencia. (EFE/Mohamed Messara)
Argelinas celebran el Día de la Independencia. (EFE/Mohamed Messara)

El largometraje Under Wraps 2 es de Disney y, dado que gran parte de su producción está orientada a la infancia, no debió haber un visionado previo. En la noche del jueves pasado, Essalam TV, una televisión privada argelina, emitió esa película. En una breve escena, dos de sus personajes, Pop, que encarna el actor Claude Knowlton, y Carl, representado por Antonio Cayonne, se casan. Y nada más.

Al día siguiente, la Autoridad de Regulación Audiovisual argelina, un organismo oficial, cerró indefinidamente ese canal de televisión y lo anunció en un comunicado. “La decisión ha sido tomada tras la difusión de un programa que contiene escenas contrarias a los preceptos de la religión musulmana y a los usos y costumbres de la sociedad argelina (...)”, recalcó el texto.

En una sociedad tan conservadora como la argelina ya se había armado algo de revuelo en las redes sociales, donde varios usuarios se preguntaban cómo se podía emitir una película con un matrimonio homosexual en un país donde está prohibida por ley. El Código Penal la castiga con entre seis meses y tres años de cárcel, además de una pequeña multa.

placeholder Fotograma de la escena del matrimonio en la película 'Under Wraps 2'. (Disney)
Fotograma de la escena del matrimonio en la película 'Under Wraps 2'. (Disney)

De nada sirvió que la dirección de Essalam TV se disculpase en un comunicado por su “error involuntario”. Anunció, además, que “la persona responsable de la difusión de la escena ha sido sancionada por haber incumplido su papel de control” previo a la difusión. Ahora, ya es el segundo canal clausurado por difundir “imágenes que ofenden”, según el regulador audiovisual. El primero fue, en noviembre, El Adjawaa TV.

72 horas después, la censura golpeó de nuevo en Argelia, pero esta vez sin comunicado oficial, por lo menos hasta media tarde del lunes. La comedia estadounidense Barbie, dirigida por Greta Gerwing, fue retirada de las pocas salas en las que se proyectaba desde el 19 de julio. Aunque no lo explicó, el Ministerio de Cultura tomó probablemente la decisión inspirándose en los mismos motivos que algunos otros países árabes: "Promueve la homosexualidad y el transgenerismo".

En noviembre del año pasado, en el grupo de trabajo intergubernamental del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, quedó ya claro en Ginebra que Argelia no iba a despenalizar la homosexualidad. Fue el propio ministro de Justicia, Abderrachid Tabi, el que intervino para explicarlo. Argumentó que la versión occidental de los derechos humanos “no reconoce las especificidades filosóficas, históricas, culturales y religiosas de Estados” como el suyo.

Foto: Una futbolera musulmana en Londres (Reuters/Hannah McKay)

Si bien sus palabras, pronunciadas en otras ocasiones, no sorprendieron, sí que llamó la atención la campaña anti-LGTBI que empezó en Argelia con el Año Nuevo. En los primeros días de enero, decenas de miles, quizá cientos de miles de argelinos, recibieron en sus móviles un SMS del Ministerio de Comercio: “Tengan cuidado con los productos que llevan signos o colores contrarios a la religión del Estado”.

Para aquellos ciudadanos que no comprendieron de entrada el mensaje, Kamel Rezig, el ministro de Comercio, se encargó de explicarlo. Anunció haber puesto en marcha una campaña para sensibilizar sobre “los peligros y consecuencias nefastas de la comercialización de esos productos en el mercado nacional, de su presencia en los hogares y las mezquitas, porque en muchas ocasiones son juguetes para niños, artículos escolares, ropa infantil y libros del Corán”. Se refería, por supuesto, a los colores del arco iris que representan al movimiento LGTBI.

Con tal propósito, Rezig pidió la colaboración ciudadana. Puso a disposición de los argelinos un número de teléfono gratuito y dos direcciones de correo electrónico en las que podían denunciar la venta o exhibición de esos objetos a una unidad policial que se encargaría de localizarlos e incautarlos.

Que el Corán figurase en la lista no era del todo una sorpresa. La Gendarmería argelina anunció hace un año que había incautado en Biskra, en el sureste del país, 81 ejemplares de libro sagrado del Islam “con los colores de la homosexualidad” que se llegaron a vender en librerías. Las páginas del libro se habían impreso en los siete colores del arco iris, según las fotografías que difundió la Gendarmería.

La obsesión del ministro Rezig le llevó, tras coordinarse con el Ministerio de Educación, a enviar a sus funcionarios a recorrer escuelas primarias para explicar a los niños que juntar los colores del arco iris “es una mala cosa”. Gracias a que algún maestro o algún miembro de la delegación de Comercio grabó imágenes, se pudo ver en las redes sociales el desarrollo de esa actividad extracurricular. “No deben utilizarse esos colores cuando están juntos”, explicaba un funcionario a los chavales. “Cuando están en venta, no se compran; cuando uno las tiene en casa, las tira”, añadía. “Cada color debe de estar solo, separado”, insistía otro interviniente.

A algunos internautas argelinos esta campaña les pareció un exceso. “No se olviden de llamar a la policía si observan un arco iris en el cielo”, bromeaba en su página de Facebook la cineasta Adila Bendimerad. “Es muy importante para el futuro del país”, añadía. La última reina, su última película, fue estrenada en España el pasado viernes en 22 salas.

Foto: Musulmanes rezando en Kuala Lumpur. (Reuters) Opinión

Hay en Argelia otras formas de represión de la homosexualidad que no se prestan a hacer guasa. Muchos golpes policiales contra el mundo gay no trascienden a la prensa, pero, de vez en cuando, algunos sí acaban en las páginas de los periódicos. Un tribunal de Khroub, en el este del país, condenó, en septiembre de 2020, a los participantes en una boda gay. A los dos contrayentes les cayeron tres años de cárcel, mientras que a los 44 invitados los jueces les impusieron una pena de un año que se cumple detrás de los barrotes. Solo se libraron parcialmente los músicos, a los que habían contratado para amenizar la fiesta. Fueron condenados a dos meses, pero sin ingreso en prisión.

Estos matrimonios no tienen ningún valor legal, pero es una forma para los contrayentes de poner de manifiesto su empeño en ser pareja pese a los impedimentos legales. Se celebran en casas particulares con discreción. En Khroub, una ciudad pequeña, los invitados no fueron lo suficientemente cautelosos. Fueron los vecinos de la urbanización Ali Mendjli los que, según el diario El Bilad, llamaron a la policía “conmocionados por las idas y venidas de personas ajenas a la colonia, algunas de las cuales tenían un comportamiento obsceno”. Desde entonces, la policía ha abortado otras bodas homosexuales, pero, si la prensa narra la redada, no siempre informa de las penas impuestas a los participantes.

A finales de marzo pasado, le tocó el turno a Marruecos de pasar el examen ante el Consejo de Derechos Humanos de la ONU. Aceptó alguna recomendación sobre la promoción de la igualdad entre géneros, pero rechazó también despenalizar las relaciones sexuales libremente consentidas entre adultos del mismo sexo y la aplicación de medidas para luchar contra la discriminación de los LGTBI.

Foto: Mujeres marroquíes piden la libertad de Hajar Raissouni, condenada por tener relaciones fuera del matrimonio. (EFE/Jalal Morchidi)

El Código Penal marroquí también estipula penas de cárcel para los homosexuales, idénticas a las de Argelia, y hasta hace poco la Fiscalía de Marruecos daba incluso a conocer, en su memoria anual, el número anual de personas juzgadas por ese “delito”. En 2019, fueron 122. La mayoría son parejas humildes que mantenían relaciones en algún lugar discreto al aire libre o en un coche y a los que la patrulla policial pilló in fraganti. Aquellos que disponen de medios para alquilar un piso o habitaciones de hotel rara vez acaban sentados en el banquillo.

Quizá sea consecuencia de la acogida masiva de turistas o de ese falso toque liberal que quieren dar las autoridades a su país, pero en Marruecos la homosexualidad goza de algo más de tolerancia que en Argelia. Prueba de ello es que no se desarrollan campañas como la que lanzó el ministro argelino de Comercio. La comedia Barbie se sigue proyectando en los cines. Tras varios meses de demora, el 7 de junio, se estrenó, por fin, en salas El caftán azul, una película de la directora marroquí Meryem Touzani. Narra la historia de un matrimonio heterosexual que convive con un profundo secreto: la homosexualidad del esposo.

Cuando el largometraje fue preseleccionado para los Oscars como película extranjera, Touzani, la directora, declaró a la agencia AFP que confiaba en que “contribuyese a crear un debate sano y necesario en Marruecos” sobre la homosexualidad considerada haram (un pecado), pero no ha sido así.

El largometraje Under Wraps 2 es de Disney y, dado que gran parte de su producción está orientada a la infancia, no debió haber un visionado previo. En la noche del jueves pasado, Essalam TV, una televisión privada argelina, emitió esa película. En una breve escena, dos de sus personajes, Pop, que encarna el actor Claude Knowlton, y Carl, representado por Antonio Cayonne, se casan. Y nada más.

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