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Los estudiantes del Corán se pasan al marketing: la batalla del talibán por el relato
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Los nuevos talibanes

Los estudiantes del Corán se pasan al marketing: la batalla del talibán por el relato

Los talibanes parecen bien asesorados en su vuelta al poder. Utilizan las redes sociales y han mostrado una nueva cara al mundo, pero necesitan más credibilidad para ser aceptados

Foto: Zabihullah Mujahid, portavoz talibán, en rueda de prensa. (EFE)
Zabihullah Mujahid, portavoz talibán, en rueda de prensa. (EFE)

La larga guerra contra los talibanes ha terminado. Tras 20 años de presencia de los EEUU en el país, el vacío dejado por la coalición internacional y el empuje militar talibán de las últimas semanas han diluido el Gobierno liderado por Ashraf Ghani como un azucarillo en un café. Un enorme esfuerzo bélico y financiero de Washington, con la esperanza de legar una mínima gobernanza que les permitiera salir del país de manera digna. El talibán ha ganado. Y las imágenes de la evacuación de los diplomáticos y personal extranjero no pueden escapar al símil de la caída de Saigón el 30 de abril de 1975 frente al empuje de las fuerzas comunistas del norte. Imágenes que marcaban el dramático final de una intervención militar tras casi dos décadas en Vietnam y hoy en Afganistán.

De poco han servido los esfuerzos del presidente Joe Biden por maquillar los errores, la falta de previsión y los fallos de inteligencia. En su discurso a la nación, afirmó que estaba obligado a retirar todas las tropas estadounidenses por el acuerdo de la Administración de Trump con los talibanes. Un compromiso sellado en marzo de 2020 con el Acuerdo de Doha, firmado en marzo de 2020 por el enviado especial de EEUU, Zalmay Jalilzad, y el líder talibán, mulá Abdul Ghani Baradar. La batalla militar la ha ganado el talibán, pero el combate por el relato sigue abierto. Al contrario que la reconquista bélica, la guerra de las narrativas será larga e intensa.

Estudiantes coránicos… y de comunicación

Los talibanes no solo se han preparado militarmente para ganar la guerra, también se han preparado concienzudamente en el terreno de la comunicación. Atrás quedan las imágenes de aquellos barbudos brutales y medievalistas de hace dos décadas. Hoy, los portavoces de los talibanes (los estudiantes, en pastún) se han curtido lejos del frente de guerra para prepararse en el terreno de la negociación y la comunicación. Acogidos en Doha (Qatar), y probablemente asesorados por expertos en relaciones públicas, se han formado para manejar los mensajes clave y ser proactivos en su presencia pública ante los medios internacionales.

Foto: Mapa de la toma talibán de Afganistán

Prueba de ello es que la misma noche del 15 de agosto en que los talibanes tomaban Kabul, su portavoz en lengua inglesa, Suhail Shaheen, llamaba en directo al programa de la BBC dirigido por la periodista Yalda Hakim para desplegar sus mensajes clave: “No hay nada que temer, respetaremos vidas y propiedades”, “estamos esperando una transición pacífica del poder”. Shaheen desplegaba serenamente en directo, y ante millones de espectadores de la cadena británica a lo largo y ancho del mundo, su relato ante las interpelaciones de la sorprendida periodista: “Las niñas y mujeres pueden continuar con sus trabajos y sus estudios”.

Al tiempo que mostraban su cara más amable, negociaban con EEUU una salida pacífica de las tropas y el personal diplomático e internacional. Horas después de la entrada en Kabul, el jefe del Comando Central de Fuerzas Armadas de Estados Unidos (Centcom), general Kenneth McKenzie, se reunía con los líderes talibanes en Doha para hablar sobre la transición pacífica en Afganistán justo antes del discurso del presidente Biden a la nación.

Hace ya décadas que el malogrado presidente norteamericano John F. Kennedy dijera de Winston Churchill que "movilizó la lengua inglesa y la mandó al combate". El líder británico fue plenamente consciente del poder de las palabras como elemento movilizador, herramienta de persuasión y su capacidad para moldear la realidad. Los radicales y grupos extremistas del mundo lo saben. Los talibanes ya no son la excepción. Las palabras y el lenguaje importan, y mucho. Su capacidad para consolidarse y ser reconocidos internacionalmente dependerá en buena medida del lenguaje público.

Foto: EC.
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Los talibanes utilizan desde hace tiempo sofisticadas tácticas en redes sociales y de comunicación digital para multiplicar sus mensajes. Su sitio web oficial ofrece versiones en diferentes idiomas —pashto, dari, árabe, urdu e inglés— y, a pesar de estar catalogados como una organización terrorista, manejan decenas de cuentas en Facebook, Twitter e Instagram, y aprovechan las posibilidades de los chats grupales como WhatsApp o Telegram. Su estrategia pasa por promover mensajes y conversaciones dentro de los límites de los códigos de conducta que exigen las plataformas a sus usuarios. Además, han aprendido a crear imágenes y editar fragmentos de vídeo buscando la viralidad -a veces con éxito-, a diseñar y difundir 'hashtags' populares para amplificar sus argumentos y a utilizar las redes e internet como una extensión de su combate.

El poder político talibán, en escena

Una vez ganada la guerra, el talibán sabe que tiene que construir un nuevo poder político que sea aceptado y aceptable para la comunidad internacional, evitando así las tentaciones de futuras intervenciones militares extranjeras. El asesor en comunicación Luis Arroyo describió bien en su libro 'El poder político en escena' cómo, a lo largo de la historia, la política y sus múltiples formas de poder han respondido a la necesidad humana de utilizar símbolos que construyan relatos que den sentido a nuestras vidas. Los políticos no serían más que actores que escenifican un papel dentro de un contexto de significados.

Los talibanes saben que, una vez conseguido el poder, es el momento de construir el sentido político de la representación del poder. En su primera rueda de prensa en Kabul, el portavoz talibán Zabihullah Mujahid declaró que "la animadversión ha llegado a su fin, queremos vivir en paz. No queremos enemigos internos ni externos". Ante la interpelación de los periodistas, asegura que el grupo se compromete a respetar a las mujeres, aunque "dentro de las normas de la ley islámica". Las niñas y las mujeres podrán estudiar, trabajar y participar en la vida social. Siempre, eso sí, siguiendo los preceptos islámicos.

Foto: Una niña en una escuela de Afganistán (Reuters)
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Esta escenificación de este nuevo 'talibán moderado' se ha trasladado igualmente a las calles de Kabul. Las redes sociales y los medios internacionales se han hecho eco de la protesta de cuatro mujeres levantando pancartas en la calle mientras un soldado talibán las protegía de cualquier represalia. De igual forma, la corresponsal de la cadena CNN, Clarissa Ward, ha informado con relativa normalidad desde Kabul, entrevistando incluso a un talibán. Son imágenes que rompen los estereotipos del grupo islamista radical y escenifican los esfuerzos por ganar la batalla del relato y su reconocimiento internacional.

Una batalla en la que han conseguido algunos avances importantes. Rusia y China ya han declarado estar dispuestas a establecer relaciones y colaborar con el nuevo régimen, y el alto representante para la Política Exterior de la UE, Josep Borrell, ha declarado que "la UE debe hablar con los talibanes porque han ganado la guerra". Otros dirigentes como Boris Johnson han sido más contundentes al condicionar el reconocimiento del régimen afgano al comportamiento de los talibanes, exigiendo que se juzgue al régimen de Kabul "por sus hechos y no por sus palabras".

Gestos y mentiras

El nuevo régimen talibán sabe que tiene que poner en escena una delicada estrategia de comunicación y de gestos que le permita consolidarse lo más rápidamente posible. Sus expertos saben que explotar de forma inteligente la comunicación es una herramienta muy valiosa. Sin embargo, que cumplan sus promesas es improbable, como no respetaron los términos del propio Acuerdo de Doha de 2020, base para la retirada de las fuerzas militares de EEUU. Se comprometieron a romper los lazos con Al Qaeda y, según informes de la ONU publicados a principios de este año 2021, no lo hicieron.

Foto: Imagen: Laura Martín.

De igual forma, el acuerdo con los EEUU rezaba que los talibanes entablarían verdaderas negociaciones de paz con el Gobierno afgano. Algo que tampoco se ha cumplido. Conscientes de la debilidad de las instituciones afganas, dinamitaron las negociaciones, tras retomarlas el pasado mes de julio en Doha al mismo tiempo que intensificaban los ataques que han dado como resultado el colapso del Gobierno afgano y la huida de su presidente.

El flamante portavoz Mujahid, que ahora proclama su compromiso con la no violencia y el respeto a los derechos de las mujeres, se jactaba en un tuit el 28 noviembre de 2018 de atacar la base militar de Gorga en el PD9 en Kabul. “La operación comenzó con un camión bomba para quitar los obstáculos, matando a decenas de invasores/mercenarios y despejando el camino para que varios de los que buscan el martirio entren en la base y se enfrenten al enemigo”.

La guerra sobre el terreno parece que ha llegado a su fin, pero la gran batalla por el relato no ha hecho más que comenzar. Un relato no se improvisa, sino que hay que crearlo, planificarlo, nutrirlo constantemente, protegerlo y actualizarlo. Un trabajo profesional para darle coherencia y sentido en el que parece que los talibanes están bien asesorados. Habrá que estar atentos a las cuentas y los cuentos de los talibanes en esta nueva pugna.

*Pau Solanilla es experto en diplomacia corporativa y comunicación y autor del libro 'La república de la reputación'.

La larga guerra contra los talibanes ha terminado. Tras 20 años de presencia de los EEUU en el país, el vacío dejado por la coalición internacional y el empuje militar talibán de las últimas semanas han diluido el Gobierno liderado por Ashraf Ghani como un azucarillo en un café. Un enorme esfuerzo bélico y financiero de Washington, con la esperanza de legar una mínima gobernanza que les permitiera salir del país de manera digna. El talibán ha ganado. Y las imágenes de la evacuación de los diplomáticos y personal extranjero no pueden escapar al símil de la caída de Saigón el 30 de abril de 1975 frente al empuje de las fuerzas comunistas del norte. Imágenes que marcaban el dramático final de una intervención militar tras casi dos décadas en Vietnam y hoy en Afganistán.

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