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Así han sobrevivido cuatro niños a 40 días perdidos en la selva: "Comieron avichure"
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Crónica del milagro colombiano

Así han sobrevivido cuatro niños a 40 días perdidos en la selva: "Comieron avichure"

"¡Milagro, milagro, milagro, milagro!", gritaron, en clave, los militares que encontraron a los niños para confirmar el hallazgo. Pronunciaron la palabra cuatro veces, una por cada menor que fue hallado vivo en la espesura

Foto: Rescate de los menores colombianos perdidos en la selva. (EFE/Mauricio Dueñas Castañeda)
Rescate de los menores colombianos perdidos en la selva. (EFE/Mauricio Dueñas Castañeda)

Colombia acaba de vivir el desenlace de una de las historias de supervivencia más épicas de la historia reciente. Cuatro niños, de apenas 13, nueve, cuatro y un año, sobrevivieron, primero, a un brutal accidente de avioneta que mató a tres adultos, incluida su madre, y después lograron mantenerse con vida, solos, durante 40 días y 40 noches, en mitad de la jungla colombiana, donde habitan depredadores, insectos venenosos, todo tipo de reptiles, y cualquier bocado a un fruto equivocado provoca la muerte.

La gesta está a la altura de acontecimientos que han quedado grabados en el imaginario colectivo de la humanidad, como el rescate con vida de 16 supervivientes del vuelo 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya en los gélidos Andes chilenos, después de 72 días, hechos magistralmente retratados por la película Viven.

Foto: Los menores, hermanos entre sí, fueron hallados en la selva. (EFE/Mauricio Dueñas Castañeda)

"¡Milagro, milagro, milagro, milagro!", gritaron, en clave, los militares que encontraron a los niños para confirmar el hallazgo. Pronunciaron la palabra cuatro veces, una por cada menor que fue hallado vivo en la espesura. Ahora, ayudados por el testimonio de los menores, los investigadores del Ejército intentan reconstruir los hechos, para explicarse cómo lograron lo que era casi imposible: salvar la vida después de casi mes y medio en uno de los entornos más hostiles del planeta.

Para entenderlo, primero es necesario recapitular.

Lunes primero de mayo de 2023. Una vetusta avioneta Cessna 206 HK despega en la mañana temprano de Araracuara, una localidad indígena remota en el Amazonas colombiano, donde no llegan las carreteras y las únicas vías de transporte son las aguas y los cielos. A bordo viajan el piloto, Hernán Murcia, el líder indígena Hernán Mendoza, y Macarena Mucuy con sus cuatro hijos, Lesly, de 13 años, Soleiny, de nueve, Tien, de cuatro, y Cris, de apenas 11 meses.

El padre de los pequeños había recibido amenazas de las disidencias de las extintas Farc. Salió semanas antes hacia Bogotá, y su esposa e hijos viajaban para reunirse con él en la capital colombiana, según las autoridades. Estos vuelos son comunes y baratos en las zonas remotas donde son prácticamente la única vía de comunicación. Pero también son peligrosos: algunas de las avionetas utilizadas en esos trayectos datan incluso de la Segunda Guerra Mundial y los accidentes son comunes, aunque generalmente no ocupan la portada de los periódico.

"Algunas de las avionetas utilizadas en esos trayectos datan incluso de la Segunda Guerra Mundial y los accidentes son comunes"

Avanzado el viaje, el piloto se da cuenta de que existe un fallo en los motores, y emite una señal de SOS. No logra hacer maniobrar la avioneta, y se estrella, de forma vertical, aunque algo amortiguada, probablemente por la espesa arboleda que hay entre los departamentos de Caquetá y Guaviare. Los niños, milagrosamente, sobreviven al impacto en el que pierden la vida los adultos. El accidente les produce probablemente un shock inmediato. Han corrido ríos de tinta sobre su supervivencia en la selva, pero lo hicieron, además, perdiendo a su madre por el camino.

No sabemos cuántos días tardaron en abandonar el lugar del impacto, pero lo que está claro es que lo hicieron, porque fueron hallados a unos cinco kilómetros de la avioneta, en línea recta, aunque los militares creen que podrían haber recorrido mucha más distancia, quizás incluso caminando en círculos. Ante ellos tenían la espesura. No era un bosque. No era una selva cercana a comunidades habitadas. Era pura jungla, un lugar donde, según los militares, no podía verse a más de 20 metros de distancia debido a la abundante vegetación.

El mismo abuelo de los niños confirmó, hace semanas, el rudo entorno al que se enfrentaban: "Este es un monte [como los indígenas se refieren a la jungla] virgen, no hay ningún pueblo o comunidad, ni siquiera los indígenas conocen este sector", señaló a la cadena Blu Radio, convencido de que una entidad en la espesura estaba guiando a los menores por el lugar, que calificó como "lleno de misterio".

placeholder La primera dama de Colombia, Verónica Alcoce, durante su visita a los niños rescatados en Bogotá. (EFE)
La primera dama de Colombia, Verónica Alcoce, durante su visita a los niños rescatados en Bogotá. (EFE)

Fuentes militares han confirmado que los niños se alimentaban con ramas y tallos. Fundamental fue la hermana mayor, Lesly, que guio al grupo por la selva. Los huitoto, etnia a la que pertenecen los niños, enseñan, como muchos otros pueblos originarios, técnicas de supervivencia a los niños desde muy pequeños.

Por ello, creen los investigadores, la niña de 13 años sabía qué podían comer sus hermanos y algunos frutos que no debían ingerir. Fátima, la abuela de los pequeños, siempre estuvo segura de que seguían vivos. Confiaba en la instrucción que le había dado a su hija Macarena y que ella había transmitido a Lesly. "Hay una especie que está ahorita de cosecha, se llama juan soco, o avichure (similar al maracuyá), que, cuando los animales lo consumen, golpean otra rama y caen algunos al piso. Alrededor de un árbol de eso, más o menos de un kilómetro y medio del punto donde cayó la avioneta, ellos estuvieron buscando pepa ahí para consumir", estimó Edwin Paki, uno de los líderes indígenas que encabezó la búsqueda de los menores.

Lesly, Soleiny, Tien y Cris estuvieron, además, calmando su sed con el agua que caía de los árboles. En la región donde cayó la avioneta llueve durante 16 horas al día. Encontrar el líquido vital no era problema, pero las extremas condiciones climáticas sí. Los niños las sufrieron durante casi mes y medio, y su piel ha quedado afectada. Además, las frecuentes y críticas tormentas dificultaron considerablemente la acción de los rescatistas, al impedir las comunicaciones vía satélite y también el movimiento de aeronaves como los helicópteros que han estado buscando a los niños.

16 días después del accidente, las fuerzas militares logran hallar la avioneta siniestrada. Su sorpresa es mayúscula cuando encuentran los cuerpos de los tres adultos, pero no de los niños. En las horas que siguieron encuentron pruebas de vida de los menores: un pañal usado, unas tijeras, unos coleteros y, después, hasta un rudimentario campamento hechos con palos.

La conclusión es clara: los niños están vivos, y hay que encontrarlos. La política irrumpe entonces como un elefante desbocado en el asunto. El presidente de Colombia, Gustavo Petro, anuncia en la tarde del día 17 que los pequeños habían sido encontrados. La información resultó ser falsa, suponiendo un grave daño en la popularidad del mandatario izquierdista, que ya estaba siendo muy criticado por las dificultades que afrontaba su proyecto de "paz total" con los grupos armados de Colombia y también por la paralización de los trámites de sus reformas sociales en el legislativo por falta de consenso.

Ese día, eso sí, comienza una búsqueda sin descanso de los niños perdidos. Bogotá envía a más de un centenar de militares a la selva, y tres días después se les unen 70 representantes de las distintas comunidades indígenas de Colombia, entre ellas un importante contingente de la Guardia Indígena del Cauca. Esa colaboración entre los militares y los pueblos originarios, que conocen cómo moverse en el terreno, ha sido básica para encontrar a los niños, como este sábado han admitido las Fuerzas Militares.

Foto: Alocución del presidente de Colombia Gustavo Petro. (EFE / Presidencia de Colombia)

Se trata de una inédita colaboración, muy simbólica en Colombia. "En realidad quienes hicieron el trabajo fue esa célula combinada. Quienes los hallaron fueron esos indígenas de la comunidad Murui, fueron ellos los que los encontraron y luego se reunieron con una célula de nuestros hombres de los comandos especiales", señaló a la revista semana el general Pedro Sánchez, comandante conjunto de las Operaciones Especiales de las Fuerzas Militares, a cargo de la operación, reconociendo que los indígenas saben entender la selva e interpretar las huellas.

Durante los días en los que se impulsó la operación, militares e indígenas encontraron más pruebas de vida, pero los niños no aparecían. Circularon entonces diferentes versiones: que habían sido capturados por las disidencias de las extintas Farc, que habían llegado a operar en la zona... que los tenía una comunidad indígena no contactada... todo ello se ha demostrado falso. Los niños, como confirmó el presidente Petro, fueron encontrados solos.

Foto: Un policía vigila las calles de Saravena, en Colombia. (EFE/Mauricio Dueñas)

Dos helicópteros Blackhawk y nueve aeronaves fueron enviadas a la zona. Se lanzaron 10.000 octavillas de papel en español y en la lengua nativa de los niños, con la forma de contactar con las autoridades. La abuela Fátima grabó unos audios, reproducidos a través de megáfonos y de los altavoces de los helicópteros, en los que les pedía a los niños que se quedase en el lugar en el que estaban para que pudiese encontrarles el grupo de búsqueda. Con el pasar de los días, especialmente después de culminar el mes de mayo, los ánimos se fueron agotando. Los niños no aparecían.

Hace unos días ocurrió algo que cambió la perspectiva. Wilson, un perro rescatista, pastor belga de seis años, se perdió en la selva, dejando a sus cuidadores. Esta semana se encontraron huellas del perro junto a las de uno de los niños. Militares e indígenas lo tuvieron entonces claro: el can había encontrado a los menores, y se desplazaba junto a ellos.

Todos admiten que las huellas de Wilson fueron clave para encontrar a los niños extraviados. El viernes finalmente se produjo el hallazgo, y la algarabía en la frecuencia militar. Ni los soldados ni los mandos lo podían creer. La clave "milagro, milagro, milagro, milagro" era clara y cristalina: los niños habían sido encontrados. Acababa con final feliz una historia que los colombianos recordarán durante generaciones.

placeholder Momento en el que los menores son encontrados. (EFE/Fuerzas Militares de Colombia)
Momento en el que los menores son encontrados. (EFE/Fuerzas Militares de Colombia)

En Bogotá, la noticia apareció en televisión a eso de las siete de la tarde del viernes. Muchos ciudadanos estaban tomándose una cerveza en las numerosas cantinas de la ciudad después de una semana de duro trabajo. La alegría fue total cuando la imagen de los niños apareció en televisión. Algunos, incluso, no podían creerlo. "Estábamos en la oscuridad y amaneció. He visto la luz", dijo Fidencio Valencia, abuelo de los niños, que este sábado pudo abrazar a sus nietos.

"Estaban solos. Ellos mismos dieron un ejemplo de supervivencia total que quedará en la historia. Esos niños son hoy los niños de la paz", señaló el presidente Petro, recién llegado de su viaje a Cuba, donde había firmado un cese al fuego con la guerrilla del ELN. Los niños fueron inmediatamente trasladados vía ambulancia aérea al Hospital Militar de Bogotá, escenario de algunas de las etapas más cruentas del conflicto armado que ha desangrado a Colombia durante décadas. El mismo lugar donde llegaban soldados heridos de muerte y mutilados por años, especialmente en los cruentos 80, 90 y 2000, ayer fue el foco de una de las noticias más felices de la historia reciente del país.

Foto: Imagen de archivo de miembros del ELN cerca del río de San Juan, en Colombia. (Reuters/Federico Ríos)

Los niños, según han asegurado los médicos militares, están débiles, tras haber perdido mucho peso, contrajeron algunas infecciones y han sido muy afectados por múltiples picaduras de mosquito, pero se encuentran fuera de peligro y están jugando, algo que ven como buena señal. Tien, el menor que llegó a cumplir su quinto año de vida en la selva, incluso ha pedido libros a las personas que ahora le cuidan. El Ejército asegura que los menores se mantuvieron con vida consumiendo también algunos de los kits de supervivencia que les lanzaron desde los helicópteros. El tratamiento de recuperación durará entre dos y tres semanas, consideran los médicos.

Mientras, un contingente de militares no ha abandonado las selvas del Guaviare. Buscan todavía a Wilson. El can se extravió después de encontrar a los niños. Los mismos menores han confirmado que estuvieron con el pastor belga. "La búsqueda no ha terminado. Nuestra premisa como comandos es que jamás se abandona a un compañero caído en el campo de combate. Avanza la operación Esperanza en la búsqueda de nuestro canino Wilson, que haciendo rastreo, y en su afán de encontrar a los niños, se aleja de las tropas y se pierde", dijo el general Hélder Giraldo, comandante de las Fuerzas Militares.

Decenas de periodistas se apostan a estas horas frente a las vallas del Hospital Militar de Bogotá. La historia de los niños perdidos del Guaviare ha dado la vuelta al mundo.

Colombia acaba de vivir el desenlace de una de las historias de supervivencia más épicas de la historia reciente. Cuatro niños, de apenas 13, nueve, cuatro y un año, sobrevivieron, primero, a un brutal accidente de avioneta que mató a tres adultos, incluida su madre, y después lograron mantenerse con vida, solos, durante 40 días y 40 noches, en mitad de la jungla colombiana, donde habitan depredadores, insectos venenosos, todo tipo de reptiles, y cualquier bocado a un fruto equivocado provoca la muerte.

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