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La acusación de la Justicia de EEUU que le ha devuelto a Trump lo que más quiere
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el primer expresidente imputado

La acusación de la Justicia de EEUU que le ha devuelto a Trump lo que más quiere

Tras ser procesado por 34 delitos, Trump dio rienda suelta a su larga lista de agravios: los procesos judiciales que él considera persecuciones políticas orquestadas por sus enemigos

Foto: Donald Trump en Palm Beach (Florida). (Reuters/Marco Bello)
Donald Trump en Palm Beach (Florida). (Reuters/Marco Bello)

Su mueca era de seriedad, o incluso de frustración, o de cólera, pero lo cierto es que, por debajo del ceño fruncido y la boca arqueada, tenía que haber algo de sosiego: la satisfacción de ver cómo las aguas volvían a su cauce y los principales medios de comunicación de Estados Unidos centraban el 100% de sus recursos en seguir minuciosamente las andanzas, las palabras y los gestos, de Donald Trump. El magnate se convertía en el primer expresidente imputado de la historia, y volvía a saborear el maná del que siempre ha dependido y dependerá: la atención ajena.

Tras ser procesado en la Corte Penal de Manhattan por 34 delitos relacionados con la falsedad contable y la conspiración para pagar a tres personas, dos de ellas mujeres cuyo silencio habría comprado, y un portero, el expresidente y candidato a 2024 dio rienda suelta a su larga lista de agravios. Los procesos judiciales que él considera persecuciones políticas orquestadas por sus enemigos. Lo hizo en la sala de bailes de su mansión, Mar-a-lago, entre las paredes versallescas blancas y doradas, bajo las suntuosas lámparas de araña. Recién llegado de Nueva York.

Foto: Donald Trump. (Reuters/Octavio Jones)

“El criminal es el fiscal del distrito, porque filtró ilegalmente cantidades masivas de información del gran jurado, por lo que debería de ser procesado, o, como mínimo, dimitir”, dijo Trump del fiscal de Manhattan, el demócrata afroamericano Alvin Bragg, a quien el magnate volvió a llamar “racista”. “Ahí no hay nada”, añadió respecto a los cargos imputados. “El único crimen que he cometido es el de defender valientemente a nuestra nación de aquellos que la quieren destruir”.

Pese a que el juez que lleva el caso, Juan Merchan, de raíces colombianas, recomendó a Trump que no hiciera declaraciones que tuvieran el “potencial de incitar a la violencia y la desestabilización civil”, el imputado no escatimó en detalles sobre lo que él percibe como una “caza de brujas”. Habló de cómo los agentes del FBI entraron en su mansión armados, el pasado verano, en busca de los documentos clasificados que se Trump se había llevado, posiblemente de forma ilegal, de la Casa Blanca. Y abundó en las otras dos investigaciones: la que examina su rol en el asalto al Capitolio del 6 de enero de 2021, y las presiones a las autoridades de Georgia para que inclinar la balanza de votos a su favor, como se desprende de las llamadas de Trump hechas públicas. Casos que, según distintos análisis, podrían acarrear cargos mucho más graves que el del pago a varias personas y su falseada contabilidad.

placeholder Foto: Reuters/Marco Bello
Foto: Reuters/Marco Bello

El viejo constructor y estrella de los tabloides neoyorquinos cerraba así un día histórico en Manhattan, sobre todo en dos puntos sensibles: la Torre Trump, donde el acusado pasó la noche anterior, y la Corte de lo Penal, donde se celebraron dos contramanifestaciones separadas por vallas metálicas. En torno al mediodía la congresista conspirativa y aliada de Trump, Marjorie Taylor Greene, hizo una rápida y caldeada aparición y se marchó en su coche oficial, cuyas lunas fueron golpeadas por algunos manifestantes. Hubo agarrones, insultos, empujones, gente disfrazada y montones de carteles y parafernalia tanto a favor como en contra de Donald Trump. Los helicópteros policiales y de la televisión sobrevolaron la isla durante todo el día.

Así fue como los principales medios de Estados Unidos, después de mantener a Trump durante dos años a un brazo de distancia, como si fuese un material periodístico manoseado y carente de interés, volvieron a lanzarse en plancha sobre la figura del expresidente. La mayoría de los canales se volcaron en una cobertura minuciosa, con un gran despliegue, tal y como testimoniaban las abarrotadas inmediaciones de la Torre Trump y de la Corte Penal. La CNN llegó a tener, en un momento dado, dos docenas de tertulianos separados en dos mesas. Como si las semanas más candentes de la campaña de 2016 hubieran resucitado. Más tarde, MSNBC, a diferencia de las otras, optó por no retransmitir en directo el discurso de Trump desde Florida, dado que no quería dar circulación a sus previsibles bulos.

A pesar del peligro legal que representa este caso, y los otros tres pendientes, hay indicios de que la imputación beneficia políticamente a Trump. El pasado domingo, una encuesta de Yahoo News y YouGov reflejaba el aumento de la popularidad del expresidente, que había pasado de superar a su principal rival dentro del partido, el gobernador Ron DeSantis, por una ventaja de ocho a 26 puntos en dos semanas.

Foto: El expresidente de EEUU Donald Trump. (Reuters/Go Nakamura)

Lo mismo se percibe al mirar las reacciones del Partido Republicano: desde la facción ultra, formada por los seguidores más fervientes de Trump, hasta los moderados e incluso los adversarios más o menos velados del candidato, prácticamente todos han adoptado la narrativa de la víctima, del proceso político, de los poderes fácticos obcecados en encarcelar a un hombre del pueblo. En enero de 2021 Trump parecía defenestrado, su capital político pisoteado por los acontecimientos del asalto al Congreso incitado, poco antes, por su discurso al pie del mismo. Pero solo fue, como ha sucedido tantas veces, un espejismo. El control de Trump de la base electoral sigue siendo irrompible. De ahí el miedo que le tiene el oficialismo conservador.

Otro indicador de los réditos políticos del proceso judicial es la recaudación de campaña: cuatro millones de dólares en las 24 horas siguientes a la imputación y otros ocho millones desde entonces. Son datos oficiales de la campaña, pero que aparecen a la par que un redoblamiento de los esfuerzos publicitarios en torno a la odisea legal del millonario.

Foto: Stephanie Clifford, conocida también como Stormy Daniels, y Donald Trump. (Reuters/Joshua Roberts)

El cuarto indicio es que, en los últimos días, ha sido la propia campaña de Trump la que ha ido pasando a los periodistas los detalles de la agenda: su llegada a Manhattan, sus planes, su salida de la Torre Trump, o los detalles del procesamiento a manos del juez. Si bien un político, en cualquier lugar del mundo, quitaría hierro a una imputación, tratando de guardar un bajo perfil y aparentar calma y normalidad, la gente de Trump lo ha convertido en un espectáculo. Correos electrónicos, anuncios, entrevistas y el discurso de Mar-a-Lago prueban que la imputación es, probablemente, oro, y Trump no puede dejar escapar la oportunidad de explotarlo.

Según Politico , la cuadrilla legal de Trump, que se ha expandido en los últimos días, podría estar preparando una estrategia para dilatar en lo posible el proceso: exigiendo el cambio de distrito (como hizo Trump en la red TruthSocial la mañana del martes), o el cambio de juez, o nuevas pruebas, etc. No para conseguir estas peticiones, sino para alargar y enmarañar el proceso y hacer que se acabe mezclando con las elecciones de 2024. Una palanca para mantener su codiciada atención, que, al menos por ahora, parece volver a tener de su lado.

Su mueca era de seriedad, o incluso de frustración, o de cólera, pero lo cierto es que, por debajo del ceño fruncido y la boca arqueada, tenía que haber algo de sosiego: la satisfacción de ver cómo las aguas volvían a su cauce y los principales medios de comunicación de Estados Unidos centraban el 100% de sus recursos en seguir minuciosamente las andanzas, las palabras y los gestos, de Donald Trump. El magnate se convertía en el primer expresidente imputado de la historia, y volvía a saborear el maná del que siempre ha dependido y dependerá: la atención ajena.

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